miércoles, 12 de mayo de 2021

GÜEMES Y LA IGUANZO

 

La Iguanzo

Apareció con sus trenzas

en una zamba del pago.

La presentó una guitarra

que la nombró suspirando.

Ah, morena de los ojos

embriagadores y claros;

la mirada de la aloja

en el cántaro rosado.

Es tan airoso su cuerpo,

que en el afán de copiarlo,

se repiten las palmeras

y se repiten en vano.

Más dueña de brujerías

que su selva de Santiago,

su piel de seda y peligro

es la piel de los remansos.

El teniente Martín Güemes

ya está con ella bailando.

En las trenzas de la moza

sobran nudos para atarlo.

Sirven las viejas el chisme

con el mate y el guarapo,

y es claro que ha de saberlo

hasta el general Belgrano.

Desde que manda ese Jefe

en el cuartel de Yatasto,

sólo se dejan las armas

para rezar a los santos.

A Buenos Aires va preso

el teniente de veinte años.

El parte oficial decía:

“por amores con la Iguanzo”.

Consuelan al prisionero

las acequias y los pájaros

y lo defiende con ira

la roja flor del lapacho.

Y al saber en su refugio,

por qué causa lo apresaron,

quiere limar sus cadenas

la cigarra del verano.

 

Julio César Luzzatto

 

El poema de Julio César Luzzatto refiere una de las tantas historias de amor de Martín Miguel de Güemes. Citado en Güemes ante la historia.

Hay un episodio en la historia de la Guerra de Independencia que generalmente se soslaya y es por qué no estaba Güemes en el Norte cuando Belgrano libró las batallas de Salta y Tucumán.

Esa ausencia se debe a que Belgrano se había hecho cargo del Ejército del Norte en 1812 y poco tiempo después envió a Güemes a Buenos Aires sancionándolo por su vida licenciosa, impropia de un oficial.

El acontecimiento que ocasionó la sanción es el de una escandalosa relación que mantenía el joven oficial con una donosa señora de Jujuy.

La señora se apellidaba Argañaraz de Iguanzo o Iguanso -según la vacilante ortografía de la época- era descendiente del fundador de Jujuy, don Francisco de Argañaraz y Murguía, y por tanto emparentada con Güemes, pues el caudillo tenía el mismo ascendiente por vía materna. Además de este parentesco que no era anormal en aquellas épocas, lo que tornaba escandalosa la relación era que la señora estaba casada con el oficial don Sebastián de La Mella.

La famosa Iguanzo es apenas mencionada por Bernardo Frías y Atilio Cornejo que tratan de minimizar el acontecimiento aclarando que en ese entonces Güemes era un oficial joven y dispuesto a los amores, igual que otros oficiales; pero Belgrano, comandante muy severo y estricto, no soportó ningún desliz en cuanto a la moralidad de su tropa.

Además, según esos autores, Belgrano fue influido por enemigos de Güemes que lo predispusieron mal y agrandaron los hechos comentando otras aventuras amorosas similares ocurridas en Santiago.

Ambos deslices del caudillo son los que aparecen mezclados en el poema de Julio César Luzzatto.

Rafael Gutiérrez

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