jueves, 14 de abril de 2022

Alberto Luis Ponzo

 

HOMENAJE a un poeta argentino de 100 años

 

 

Alberto Luis Ponzo: sus respuestas y poemas

 

Entrevista realizada por Rolando Revagliatti



Alberto Luis Ponzo nació el 12 de junio de 1916 en la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, y reside en la ciudad de Castelar, provincia de Buenos Aires. Dirigió y codirigió, entre otras revistas literarias, plaquetas y colecciones, “Vigilia”, “Encuentro”, “Por la Poesía”, “Empresa Poética”, “Mano de Obra”, “Hojas del Caminador”, “El Poema Ilustrado”, “Otros Cielos” (bilingüe). Su quehacer fui incluido en numerosas antologías, así como en innumerables publicaciones periódicas de América y Europa. Citamos algunos de sus poemarios: “Equivalencia de la tierra”, “De ayeres y desmemorias”, “Ramos de invierno”, “Cuaderno Martín”, “Lugares / En otras palabras”, “Obra en construcción”, “Canto en la arena”, “Exploraciones (sobre la poesía y lo demás)”, “Anotaciones para mi nacimiento”, “La casa de Azara y otros poemas”, “A puertas abiertas”, “Uno en el mundo”, “Ejercicios provisorios”, “Poemas para Antonio Porchia”, “Historias salvajes”, “Poemas comunes”, “Cuadro de situación”, “Diálogo de escrituras”, “Labio oscuro de nacer”, “De este mundo (instantáneas y miradas)”, “El alba y otros poemas”, “Los dioses extinguidos”, “De estar aquí”, “Comarca del tiempo”; también algunos de sus volúmenes de ensayo: “Pasión de la soledad y el misterio de Juan  L. Ortiz”, “Antonio Porchia: El poeta del sobresalto”, “Poéticas / Poetas de la experiencia a la escritura”, “César Vallejo: Verbo, destino y unidad”, “Conversaciones de fin de siglo”, “Poetas del vértigo y otros ensayos”, “Osvaldo Milano Arrieta, una forma sensible de indagación”, “El pensamiento inextinguible y otros ensayos”, “Juan L. Ortiz / El aura de un lenguaje esencial”; y, además, algunas de las antologías de su obra: “Ocupaciones y límites”, “Poesía recobrada”, “Ochenta vueltas al mundo de todos los días”, “Poemas olvidados”.

 


          1 — Quienes deseen saber más de vos, Alberto, tendrán posibilidades si te buscan en la Red. Encontrarán muestras de tu poesía, otros reportajes y videos. Y podrán advertirte en fotografías con tu esposa y compañera de más de seis décadas, Alba Correa Escandell (1918-2008), de nacionalidad uruguaya, que además de profesora universitaria fue poeta y narradora. ¿Nos referimos a ella?

 

          ALPEntre los actos que considero imprevisibles no puedo dejar de mencionar cómo conocí a Alba, como un hecho “milagroso” por medio de la Radio Sténtor, muy popular entonces en Buenos Aires. Ella había participado en un concurso de poesía desde su país, obteniendo una distinción, y yo traté de comunicarme a través de los datos logrados por la amistad que me unía a una locutora de la radio. Alba vivía en Nueva Palmira, pequeño pueblo frente al río Uruguay, y yo había iniciado mi carrera universitaria; además comenzaba a “imitar” a los poetas del ‘40. Mantuve con Alba una incesante correspondencia y la visitaba cuando lograba conjugar mi disponibilidad de tiempo y económica. Los dos escribíamos coplas y sonetos, y nos consubstanciábamos con los bardos de esa época: Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Almafuerte, parte de poesía española y francesa. Eran los años de “fórmulas neorrománticas” y acontecimientos históricos y socio-culturales que determinaron las expresiones de una “nueva poesía”. Existían las tendencias modernistas y, sin mayor influencia, seguimos juntos cumpliendo “carreras” diferentes: ella era Profesora de Idioma Español e Historia y yo ejercía mi profesión de Odontología. Mientras Alba realizaba una labor de desarrollo en la vida cultural palmirense, aún derivada de la producción tradicional, yo me dedicada a atender mis pacientes, en Castelar, concurriendo en ocasiones a la Capital Federal, donde me fui relacionando con los poetas Roberto Juarroz, Raúl Gustavo Aguirre, Enrique Molina, Francisco Madariaga, Alejandra Pizarnik, Antonio Porchia y unos cuantos surrealistas. Alba en Nueva Palmira fue delineando una obra silenciosa y ligada a sus recuerdos de infancia y actualidad familiar. Sus libros fueron editados mucho después de los míos.

 



          2 — Sobre tu poética se opinó que huía “del retoricismo y de los excesos sentimentales y que se caracteriza por el tono reflexivo”. Y sobre vos, el poeta Carlos María Romero Sosa destacó un rasgo: “Una de las pocas personas que conservan la sana costumbre de escribir extensas cartas manuscritas.” Ha existido el “Premio de Poesía Concurso Dr. Alberto Luis Ponzo de la Universidad de Morón”. Has ido obteniendo reconocimientos institucionales por tu trayectoria: Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (en 1992), Sociedad Argentina de Escritores Central y también de la Seccional Oeste, Socio Honorario de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (en 2011), Fondo Nacional de las Artes... Y en la ciudad de Morón podríamos acceder a la “Biblioteca Popular y Centro Cultural Alberto Luis Ponzo”. ¿Cómo atinás a sobrevolar sobre todo esto?

 

          ALP Hay una línea que separa lo que se escribe de las opiniones, resoluciones, prescripciones y otros elementos externos. Esa línea representa el lugar de la creación, la obra ya realizada y presentada, como hecho elaborado por el autor, independiente de nuestras ideas o condiciones en las diferentes formas de su existencia. Al otro lado de la línea imaginaria está el reconocimiento luego de la lectura, que puede resumirse diciendo que “vale” y tiene alguna importancia. Hay también un aspecto que no deja de influir en el trabajo escrito o del material que sea: la circunstancia de la ejecución, o sea, lo que da vida y mayor actualización. Es cuando se estiman las razones para premiar, otorgar una mención, celebrar, elegir un plano para destacarlo entre otros. Yo creo, Rolando, que ha surgido en los últimos lustros una política excesiva y dudosa para otorgar los premios: se ha desvirtuado lo que entendemos como Arte. 

          En cuanto a mi obra de poesía, ensayo o cosa realizada, sólo puede disculparse por los años de su realización, “sobrevolando”, como decís, entre características de varias generaciones. No hago comentarios o afirmo si es merecido, pero no he interrumpido mis esfuerzos.

 

 

          3 — Las diversas ocasiones en las que has participado en colaboración con el pintor y dibujante Salvador Galup, me brinda la posibilidad de preguntarte cuáles han sido, en qué han consistido, y que lo evoques como artista y como persona.

 

          ALP Poco después de trasladarme a Castelar (yo viví en Buenos Aires, frente al Parque Chacabuco, desde que me casé en 1946 hasta 1951) y ya instalado con mi consultorio dental en la calle Italia 830, concurrió por un problema de prótesis Salvador Galup. Al realizar su ficha, aparte de los datos acostumbrados, me enteré que era pintor y dibujaba en el diario “La Razón”. Un día me invitó a conocer su taller, a pocas cuadras de mi casa. Me mostró varios cuadros que se exhibían en el comedor y numerosas obras —dibujos, óleos, estudios— ordenadas en su tallercito, en el piso superior. Yo admiraba esa producción y las colaboraciones en el diario, caricaturas en su mayor parte con hechos políticos o simplemente las pruebas de sus trabajos. Seguimos cerca, conversando de arte, la situación social, su familia (tenía esposa y tres hijos), sin dejar de incluir a la poesía, pues le había contado que escribía. No recuerdo todo lo que me ayudó a ilustrar y diagramar desde entonces. Lo cierto es que nos hicimos muy amigos y cuando le pedía la opinión acerca de mis poemas, a los pocos días me mostraba lo que él había sentido al leerlos. Así fue concibiendo tapas con ilustraciones de mi obra. Pero lo que deseo destacar, sobre todo, es su personalidad, la humildad y el desinterés sobre lo que hacía, obsequiándolo a quienes les complacía. Lo que más tengo presente es la publicación de “Hojas del Caminador”, con la imagen de cada autor en la tapa y dibujos de los poemas elegidos. Durante tres años consecutivos y un número mensual, han aparecido las ilustraciones, con un breve ensayo, de más de treinta poetas. Escribió Galup en una Hoja que le dediqué: “El arte no se puede definir. Es algo que hace cambiar al ser humano, es la comunión de todos los seres humanos. El artista no puede ser individualista: tiene que dar cosas, tiene que decir lo que sucede. Es el mundo que lo hace pintar o escribir. Otra cosa no me interesa... Uno es como la realidad y después trabaja, se comunica con otro.” En un reportaje afirmó: “Tengo un gran respeto por la pintura. No me siento con capacidad de mostrar mis cuadros. Cuando pinto no pienso en otra cosa que la pintura. Si alguien mira un cuadro y le gusta, ya estoy conforme. Si llega lo que hago, ya he cumplido con mi obra.” Había nacido en el porteño barrio de Caballito el 2 de noviembre de 1907 y falleció en Castelar el 20 de marzo de 1991.

 

 

          4 — Integraste el Centro Cultural Almafuerte, el Grupo Roberto Arlt, dirigiste “La Voz de Castelar”, fuiste jurado en certámenes, obtuviste primeros premios tanto en ensayo como en poesía, y es debido a tu iniciativa que diversas propuestas se fueron llevando a cabo en la esfera cultural.
 
          ALPCada caso conlleva una significación según las distintas épocas o situaciones. No se puede sentir lo mismo y responder al paso de los años. Cuando ingresé a la Sociedad de Fomento de Castelar, mi trabajo consistió en integrar el equipo de odontólogos, en distintos horarios. Entonces no se cobraba, como Entidad de Bien Público. Poco después propuse la realización de actos culturales con artistas de Castelar y Morón, y así se fundó la Asociación Permanente de Artes Plásticas, donde intervine con Salvador Galup, Helios Gagliardi, Renée Pietrantonio, Rita Kafetzis y muchos más. Recientemente falleció Gagliardi, el principal organizador. Ese período fue uno de los más hermosos por las exposiciones, los debates, los certámenes (alguno, de poesía ilustrada). Surgió un grupo de escritores y se formó el Taller Literario, denominado Roberto Arlt en sus comienzos (en San Antonio de Padua). Participaron Juan Alberto Núñez, Antonio Aliberti, Elsa Fenoglio, Beatriz Pico… y como invitados, escritores de la Capital. No puedo negar inconvenientes o desacuerdos, pero la organización nunca fue discutida o negada por la Comisión Directiva de la Entidad. Integré esta Comisión varias veces, ocupé la Presidencia y lo que más me conmueve ha sido el desarrollo, los objetivos cumplidos de ampliación y modernización de la Sala de Auxilios, y desde luego las reuniones literarias, los diálogos con Raúl González Tuñón, Alejandro Schmidt, Héctor Miguel Ángeli, Roberto Santoro, Rafael A. Vásquez, César Fernández Moreno, Miguel Ángel Viola, Luis Ricardo Furlan... En otra instancia, se me confió la dirección del periódico “La Voz de Castelar”, donde ya venía colaborando en mi “Kiosco Literario” con biografías, poemas, críticas. A veces me refería a temas políticos y actualizaciones históricas, pero nunca me he sentido “periodista”. Sólo escribía para comentar los sucesos destacados, las vicisitudes sociales y los dedicados a la literatura. Hasta hoy aparecen artículos de directa difusión cultural (desde 1962). Acoto que Alba participaba con notas que confluyeron en su libro “El duende y otros cuentos”.

 


 

          5 — Más allá de profesores, licenciados y doctores en Letras, abundan abogados, periodistas, médicos y psicólogos que, además, son poetas. Hay, pero no abundan, poetas que sean meteorólogos, ingenieros, físicos, arqueólogos, veterinarios, administradores de empresas, antropólogos, químicos. En tu caso, Alberto, en 1943 te recibiste de doctor en Odontología. ¿Coincidís con mi observación? Y, coincidas o no, ¿qué conexiones procurarías establecer entre el ejercicio de las profesiones universitarias y las producciones poéticas?

 

          ALP Cuando tuve que decidir, al finalizar el Colegio Nacional, qué podía hacer —sin tener ninguna idea especial—, le dije a mi hermano mayor: Filosofía y Letras. Ya sea porque me atraía escribir y tenía buenas notas, o porque no atisbaba otro camino, la elección fue la expresada. ¡Él se negó y me respondió que estudiando “eso” en la universidad “me iba a morir de hambre”! Fue entonces que surgió el propósito de ingresar a la Facultad de Medicina, donde en aquella época (1938) se estudiaba Odontología. Mi ambición de la carrera de Letras quedó archivada. Nada de filosofía, de lenguaje, de historia de las artes. Durante la carrera de Odontología empecé a escribir, y concurría a conferencias, recitales y seminarios. No me perdía las lecturas y producciones generacionales, los movimientos existentes, las tendencias renovadoras, ni dejaba de consultar obras de autores extranjeros. Disfrutaba de Baldomero Fernández Moreno, Olga Orozco, Federico García Lorca, Macedonio Fernández, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, Antonio Machado, Luis Cernuda, los autores del grupo “Martinfierrista”: Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, Evar Méndez, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari, Eduardo González Lanuza, Carlos Mastronardi, Conrado Nalé Roxlo, Norah Lange, Jacobo Fijman. Todos los representantes del romanticismo, sin olvidar a nadie o recordando ahora a algunos con más afinidad u oscilaciones con el verso tradicional, el tono metafísico y las ideas sociales. Esto nos lleva a una pregunta: ¿Y la Odontología? Entre 1938 y 1943 cursé mi carrera universitaria. Ya había escrito sonetos, romances, versos rimados o libres... Éste ha sido mi caso, pero conozco ingenieros, químicos, contadores, que escribían poesía. Hay siempre buenas explicaciones, si pensamos en una vocación o predisposición de carácter espiritual. Entramos así en la psicología, en la mente y las conexiones que escapan a mis conocimientos, modestamente.

 

 

          6 — Has visto desarrollar durante más de seis décadas a tu ciudad de residencia. Permitime que antes de pedirte que te refieras a ella, informe sobre las circunstancias que determinaron lo que muy pocos argentinos saben: quién era el Castelar en cuestión. Resulta que a un político y novelista local (rosarino), Estanislao Zeballos, le aceptaron su proposición de instituir dicho apellido como homenaje al escritor y político Emilio Castelar y Ripoll (Cádiz, 1832 – San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899), presidente del poder ejecutivo de la Primera República Española. 

 

          ALP En aquella “pampita”, como la calificaba uno de mis vecinos, me interesaba trabajar y no me impedía abocarme a la literatura. Denominada en la segunda mitad del siglo XIX como “Kilómetro 22”, sí, las autoridades de entonces decidieron cambiarle el nombre, y en homenaje al personaje que señalás, la estación ferroviaria fue llamada como hoy y la zona empezó a desarrollarse, debido —como siempre he oído decir— a su clima y naturaleza. Al llegar comprobé la gran cantidad de casas quintas, terrenos deshabitados y características que atraían a numerosas familias. Con Alba y mi primer hijo, Ariel (1947), me trasladé. Después nacieron nuestras hijas: Ada, en 1949, y Ariana, en 1960. Y ahora, aquel “Kilómetro 22” cuenta con cerca de 120.000 habitantes.

 

 

          7 — Admitiendo que no he conocido cada una de las revistas que has dirigido, ¿avalarías mi impresión de que “Empresa Poética” debe haber sido la de mayor impronta, más abarcativa y estructurada? ¿Nos aportarías un perfil de ella?

 

          ALP — No puedo asegurarte la importancia de “Empresa Poética”, con la colaboración de Simón Kargieman, que ha fallecido hace varios años, y Luis Iadarola, con quien me he comunicado hace pocos días. Esa revista-libro ofrecía un panorama de la poesía argentina y latinoamericana, y en cada número elegíamos un autor al que presentábamos con un ensayo y dábamos a conocer la obra de consagrados y de jóvenes desconocidos. Fue para nosotros un período de gran interés y valorización si pensamos en un “perfil”, como me proponés, de los autores que vemos actualmente en las más completas antologías.

 

 

          8 — Trataste mucho a los poetas Fulvio Milano y Simón Kargieman.

 

          ALP — Has nombrado a dos de mis grandes amigos, los primeros que traté al comenzar la “vida poética”, los pasos iniciales. A Simón lo conocí en uno de los actos de la época inaugural de mi experiencia, y luego de muchas charlas, frecuenté su casa y conocí también a su esposa, odontóloga, y a sus tres hijos. Hubo un día trágico, cuando por una razón que nunca comprenderé, su mujer se suicidó. Simón había publicado ya “Tiempo de lágrima cerrada”“Niño del asombro”, “Antipoemas 1962”. Después aparecieron “Ella y el amor” y “Acto de fe”. Otras obras: “El círculo inmóvil” (1969) y “La palabra decisiva” (1977). Había nacido en marzo de 1926. Trabajó de visitador de médicos y en los últimos años había atendido una estantería de libros a la entrada de un Instituto de Psicología de Buenos Aires. Nuestra amistad ha sido conmovedora. Estuvo internado y falleció en un hospital, abandonado por su segunda mujer y lejos de sus hijos. Un auténtico creador: “El que nos habla en el idioma sensible afín a todas las estructuras humanas”. Esto determinó Simón en “Encuentro”, además de confesar que “los campos psíquico y social son las circunstancias contingentes esenciales, que animadas coinciden en provocar la irrupción creadora”. Me es imposible resumir aquí su posición estética, las condiciones personales,

su orientación artística. 

          A Fulvio Milano lo vi en uno de los tantos actos en las décadas del ‘50 y ‘60. También residía en Castelar. Pasado un tiempo, vino a verme con su hijo a mi casa. Era maestro de escuela y tenía conocimientos de literatura, lingüística, temas generacionales, y una visión de su existencia campesina, regional, que se extendía en el barrio de La Boca y el sur del conurbano bonaerense. Colaboró con entusiasmo en las revistas que editábamos, con admirables ensayos y estudios sobre poetas argentinos, críticas de grupos de distintos lugares. Era callado —como suele decirse—, muy riguroso, alejado de los “falsos mitos y encasilladores de poesía” (como definió Simón). Había nacido en Buenos Aires en marzo de 1929 y publicó “Nevado de silencio” (1959), “Intemperie” (1965) y “Días pintados en las ventanas del aula”, poco después. En cierta época, pasaba largos meses en una villa marplatense, preparando la edición de su plaqueta periódica de poesía “Mar de Monte Hermoso”; y después de la muerte de su esposa fue a vivir a la ciudad que había conocido de chico: General Belgrano. Nos veíamos poco, y no tuve ninguna noticia hasta hace tres años, cuando me comunicaron desde allá, sin proporcionarme los detalles de las circunstancias, que había fallecido.

 

 

          9 — Un escritor que te quiere y conoce, sabiendo que estamos charlando a través del correo electrónico, me sugirió que te formule la siguiente inquietud: ¿Tiene una identidad definida la poesía del oeste bonaerense?

 

          ALP Si este amigo escritor pregunta sobre la poesía del oeste, recordará que la Dirección de Arte y Cultura del Municipio me encargó, para la colección “pluma 'e gallo”, una antología de poetas de Morón. En agosto de 2007 fue editado el volumen que reúne a veintitrés autores. Dedicar la respuesta sobre la “identidad” a cada uno, o en un concepto que los incluya a todos, excedería tu pregunta, querido Rolando. En estos años de vivir aquí, los he tratado a todos, a unos más, a otros menos, y he leído sus poemas. En la introducción de la antología consigné: “No hay reglas absolutas, no entran rígidos moldes ni aparecen recetas ya consagradas. Si hay que identificar de algún modo, en su gestación y sus logros, a cada uno de los poetas de la Antología, nos sorprendería la validez de la creación que se despliega desde lo cotidiano y lo real al mundo más vasto del pensamiento, la actitud social, la descarnada visión del mundo actual y también el ejercicio misterioso de las mismas palabras, como instrumentos que se transforman y nunca alcanzan a mostrar todo lo que pensamos.” La Dirección de Cultura del Oeste bonaerense la distribuye desde su presentación en la Biblioteca. Si hay que expresar “una identidad definida”, es oportuno repetir lo afirmado por Raúl Gustavo Aguirre: “Ver, en pocas palabras, si los poemas tienen alguna relación con nuestra existencia, en qué medida apelan a ella y demandan nuestra contestación”.

 

 

          10 — Si inquiero por poetas que admires y en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, la ironía, el ingenio, la sorna, la causticidad, ¿qué me responderías?

 

          ALP — Dice muy bien Julio Cortázar que para definir y entender habría que estar fuera de lo definible y entendible. Lo cito porque estoy leyendo “Rayuela”. En lo que me pedís tengo que recordar ensayos e innumerables historias de los poetas que más me han dado y puede ser “entendible”, entre tantas experiencias y estilos de su lenguaje. Las condiciones que señalás se aplican o no tienen nada que ver, en los autores más leídos y admirados, por pertenecer a modalidades humanas. Me atrevería a sostener que ningún autor es ajeno a alguna de las características que has indicado. Y es así como respuesta ante la vida, de acuerdo a los hechos de mayor alcance. La poesía, como sabés muy bien, no tiene mejor definición que... ¡hacerla!

 

 

          11 — ¿Has llegado a vacilar bastante o con fastidio durante lapsos más o menos extensos, a la hora de elegir títulos?

 

          ALP En casi todas las librerías parece más importante un atractivo título que el contenido, siendo incalificable o un mejor método de venta, de programación, un “negocio” de tapas, aparte del interés que pueda despertar. En mi caso, como en tantos de nuestros fines de mayor modestia y sana intención, los títulos han obedecido a la experiencia, las ideas o circunstancias. He publicado mis obras y nunca he vacilado para elegir su título, ni me he roto la cabeza procurando el más adecuado. Los títulos han acompañado lo que he querido expresar, se correspondían con el material “de adentro”. Han formado parte de mi propuesta.

 

 

          12 — ¿La primera frase o párrafo o verso los trabajás mucho y después seguís, o te lanzás más bien a un borrador y, por ejemplo, al día siguiente o a la semana, pulís?

 

          ALP Cuando escribía, hace muchos años, era muy raro que corrigiera o puliera. En los primeros libros, “Equivalencia de la tierra” (1960) o “Canto en la arena” (1961), era espontáneo, directo, podría decirte “inspirado” por lo que sentía o pensaba. ¡Qué épocas, al pasar el tiempo y adquirir recursos más rigurosos! Como si cumpliera una misión, seguí escribiendo y publicando, mientras trabajaba para “vivir” y tenía una familia, una admirable esposa y tres hijos. Había que leer a los poetas más importantes, conocer las tendencias, los elementos artísticos, las viejas y nuevas formulaciones... Cuando siguieron los años, entendía lo que el lenguaje imponía, digamos, para hacer mejor la poesía, o lo que más nos conformaba o revelaba con una corrección oportuna o la eliminación de lo superfluo. En la actualidad hago borradores, dejo escritas palabras que más tarde borro o reemplazo. Busco y espero lo esencial, sin pretender nada perfecto, pero sí lo más honesto. Cuando le preguntaron a Roberto Juarroz por qué escribía, respondió: “Escribo porque amo la vida”. De ahí surge nuestra responsabilidad y lo que, en la medida en que me es posible, intento.

 

 

          13 — Releyendo el Nº 1, julio de 1989, de la revista “Poesía 2000”, doy con estas líneas de la poeta Raquel Jodorowsky (1927-2011): “Existe un ámbito místico, una comunión entre el lector y la poesía impresa. Entre el libro y el que lee se amarra un silencio que sólo la poesía desata en el alma. Así ella entra por los ojos. Por eso es tan difícil dar lecturas en recitales. Desde los escenarios hasta los oídos del público, la poesía no llega en su totalidad. Creo que se hace nube. Se diluye, se fuga. Sólo deja un poco de su sombra. Pero eso es algo.” ¿Qué te suscita este recorte que te facilito?

 

          ALPEstamos ante conceptos que pueden aprobarse o no, ampliarse y analizarse en profundidad. No deseo ir más allá de lo que he realizado, calificarlo y hacer afirmativo su resultado. Pueden recordarse numerosas opiniones para apoyar todo lo que se ha sugerido en tu mensaje y descifrar otras cosas. Pero hay algo que es indiscutible: en la poesía debe darse el sentimiento, la naturalidad, la originalidad, el sentido espiritual y el misterio de la palabra. Como bien dice Raquel, si se tiene en cuenta la lectura, “un poco de su sombra”, lo que “se hace nube” en los recitales. Es muy cierto que todo “se fuga”, si no se comprende lo que decía Jacobo Fijman: “Hice conducta de poesía. Pagué por todo”. ¡Éste es el gran secreto! ¡La conducta de los autores que poseen un lenguaje para todo lo humano!  

             (Aprovecho para compartir con nuestros lectores algo para sonreír y sorprenderse. Hace unos días, ordenando mi biblioteca, encontré el libro de Raquel “Sin antes ni   después”, con la dedicatoria firmada en México el 11 de diciembre de 1985. En la solapa, dice que nació dentro de una mina de cobre, en el norte de Chile. Y agrega: “He publicado quince libros. Tengo un hijo y un loro. Y tengo el mundo entero. Es todo.” En la contratapa, con un breve comentario, su foto. ¡Una hermosa mujer!)

 

 

          14 — ¿La idea romántica de que el conocimiento no se puede trasmitir, aplicada a cualquier disciplina, a cualquier arte, es sumamente retrógrada? ¿Podés disfrutar de la lectura de obras de escritores con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

 

          ALP Son muy difíciles tus preguntas, pero tienen gran interés al intentar respuestas adecuadas. En mi larga trayectoria tendría que recordar muchas lecturas, conocimientos, sucesos, aprendizajes. No es posible en escasos términos, en base a ideas poéticas aceptables, referirme a lo que he vivido y escrito a partir de mis primeras experiencias. Empezaré con una época en la que mi lenguaje, lejos de los recursos tradicionales, buscaba una forma despojada, sobre temas íntimos, emotivos, sin abandonar del todo otras disciplinas, como suele sospecharse a veces entre autores españoles y también de Francia en esos años de nuevas técnicas y fórmulas, en oposición decidida a las luchas sociales. En mis primeros poemarios, y después en ensayos, artículos, comentarios, biografías, estaba en esa línea romántica que me proporcionaba elementos para una escritura más profunda, más significativa, dejando atrás los movimientos propios de las palabras como “arte”, sin un contenido vital. Lo que más necesitaba, sin tener todavía verdadera conciencia, era “saber” de cada autor su modalidad, su actitud, su estilo. No me importaban mucho las ideologías, como se las interpreta ahora. Por eso te aseguro que, desde luego, he disfrutado de creaciones diversas, de la belleza, de logros de índole amorosa, sentimental. “Hay aspectos —escribió Roberto Juarroz— que no comparto totalmente, pero esos casos que llamamos “vanguardia”, están por encima de la esencialidad, delante en cuanto a experiencias del lenguaje”. En mi caso, sigo siendo tolerante, a pesar de lo que no me convence. Continúo mi camino con las obras que he realizado. He vivido etapas que se integran con las revistas literarias, los estudios biográficos, las tendencias, las actividades que no pertenecen a “un tiempo”, sino a una prolongada existencia. No puedo dejar de sentir todavía la gravitación de “escuelas” o grupos con sus características íntimas, sus diferencias, sus valores expresivos. La culminación sería el surrealismo, con Aldo Pellegrini. En mis libros “Uno en el mundo” (1965), “A puertas abiertas” (1969) y “Obra en construcción” (1974-1978), tenía una orientación más seria de “conducta”. Este ejemplo me apartó del concepto señalado. Fui a lecturas de tipo más elocuente, pues la escritura es lo que me dio libertad en mi vida. Pude expresarme mejor en “Historias salvajes” (1976) y “Cuadro de situación” (1980). Opino que, si una idea poética es aceptable y enriquecedora, si no se refiere a aspectos verbales como sería “un romanticismo dulzón y trasnochado” —como he leído en un buen artículo—, no puede negarse su válida relación. 


*

 Alberto Luis Ponzo selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

 

 

 Me acostumbro a ser viento

 

 

Desde las manos salgo.

Mis palabras son uñas

sobre la tierra, dedos

torpes y fatigados.

 

Desde ellas

siento lo que sucede

y me sostengo para mirar,

cavar secretamente el horizonte,

empezar a creer en lo que digo.

 

Desde las manos hablo

y alimento la piel,

aprendo en su corteza,

tomo el aire y me digo;

con las palabras voy a la existencia,

describo mi esperanza, grito

o reniego del nombre que me imponen

y lentamente

desde este umbral cercano y movedizo

me acostumbro a ser viento,

ligera decisión de la memoria.

 

 

 

                                   (de “Uno en el mundo”, 1965)

 

*

 

Como el amor

 

 

Eres

el cuerpo de la noche,

el silencio del tiempo,

el color de la voz

que nunca he visto.

 

Eres racimo y arco,

parábola,

constelación,

círculo de diversos

centros.

 

Eres

un punto del espacio

donde el amor

puede seguir latiendo

sin consumir

su llama.

 

 

                                      (de “Poemas comunes”, 1966)

 

*

 

El oficio

 

 

Escribo con el tiempo

con el fuego en los dedos

sobre el muro del día

 

Escribo cuando duermo y no me escuchan

escribo para despertar

escribo dando vueltas como un pájaro

escribo en el aire y en la tierra

 

Escribo porque no tengo otro lugar

porque mis hijos me preguntan

escribo para contestarles

para mirarlos diariamente

 

Escribo con los brazos que encuentro

escribo para el mundo que no encuentro

 

Escribo

para no repetirme

 

 

                           (de “A puertas abiertas”, 1969)

 

*

 

El oprimido

 

 

 

Qué puedo hacer aquí

cuando nadie

se reconoce en mis ropas

cuando nadie habita

mis gestos oprimidos?

 

Qué puedo hacer

yo que habito el idioma de todos

para ser dueño de lo que todos dicen?

 

Sólo en la máscara de mi plato

el mundo se conmueve

 

 

                             (de “Los dioses extinguidos”, 1974)

 

                             

*

 

Nombres

 

 

El día se desliza sobre techados rotos

las plantas olvidan su violencia natal

 

Nombres que crecen

Nombres devorados

 

Estoy vivo en lo que nace

en lo que hago

fuera de mí

dentro de todo

 

en el rumor que escapa del origen

 

 

                                   (de “Ejercicios provisorios”, 1987)

 

*

 

Para el amor

 

 

Basta la palabra?

Huida de sí misma

calla en la mano

                que espera

 

desde su piel

                 respira

bordea los objetos

interroga

 

persigue el aire

ensaya letras adheridas

                 al hilo de la voz

 

basta saber que busca

arrojar el misterio

que cubre su pasar?

 

sólo hace lo que detiene

la agotadora sombra

sobre una línea inútil

dispuesta a su nacer

 

dará vida al ramaje

de un revelador

                acto de amor

 

 

                       (de “De estar aquí”, 2011)

 

                                   

*

 

Cubiertos

 

                             (a Alba)

 

 

Entre los cubiertos

usados desde mi niñez

he puesto a reposar la noche

 

En el lugar de los dedos

hay un corte abierto

del raspado cuchillo

con la honda tibieza llevada a la boca

 

El ardiente amenazador

aguarda a su costado

 

La infantil cucharita huele

como el deseado postre

 

Los vasos y platos silenciosos

reviven el sabor

                   en vos

 

                                      (de “De este mundo”, 2014)

* 

Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Castelar y Buenos Aires, distantes entre sí unos 30 kilómetros, Alberto Luis Ponzo y Rolando Revagliatti, octubre 2014.

 

http://www.revagliatti.com/act0509/Huasi_rubio_ponzo.htm

http://www.revagliatti.com/huasi.html  

 

*Alberto Luis Ponzo falleció, poco antes de cumplir 101 años, el 2 de mayo de 2017.

 


jueves, 7 de abril de 2022

Mario Flecha

 Biografía

 Mario Flecha nació en Buenos Aires, aunque es de familia paraguaya. Es escritor y crítico de arte. Vive en Londres donde publicó Untitled magazine of contemporary art, Bastón Blanco y los libros de cuentos Los vendedores de humo, Profesor Monday Zofana y Anastasia’s Toes. Es editor adjunto de la revista online Perro Negro. También colaboró con Viqui Rosenberg y Gregorio Kohon en el libro Truco Gallo y participo en 6 to Tango, libro de cuentos gráficos con Oscar Grillo y otros. Mario es co-fundador del Museo de las Palabras en Jafre, Catalonia.

Mala Suerte ó Nuebo rReyno de Granada

Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra.

Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen".

Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la biblia.

Eduardo Galeano

Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de una complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quexada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este aso escriben, aunque por conjetura verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco en nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad” Miguel de Cervantes Saavedra

Nosotros, los sudamericanos, sufrimos las buenas intenciones de cuatro imperios. Las buenas intenciones españolas y portuguesas fueron desplazadas por las buenas intenciones de los ingleses y ahora es el turno de las buenas intenciones americanas. Durante los últimos cinco siglos explotaron y saquearon nuestras riquezas naturales, mataron, torturaron, persiguieron a los que se oponían a sus ambiciones coloniales en nombre de la civilización, la democracia y la libertad para acusarnos, finalmente, de corruptos y desagradecidos. ¿Qué clase de fantasías entretienen?

Mario FlechaLos cortadores de lechuga.

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I

Llovían gotas gordas como lágrimas de amantes abandonados cuando vino a visitarme el insufrible Ber- nardino Barrosa, vendedor de humo profesional.

Después de secarse el agua que le corría por las mejillas, se paró frente al espejo persa decorado con incrustaciones de madreperlas e hilos de plata. Mientras se peinaba descubrió que yo había colgado una pequeña caja de plata al lado del espejo.

¿Y esta maravilla?

La compré en Marruecos. Fue una mañana de agosto bajo el sol de Casablanca. Después de desayunar caminé sobre las calles angostas del Zoco, feliz de estar rodeado del caos de colores y objetos.

Circulé entre las alfombras, esquivando los faro- les y las carteras que colgaban del techo de las tiendas. Respiré los vahos que se desprendían de las bolsas de jute, rebalsadas de canela, azafrán, comino, anís y otras especies cuyo nombre desconocía.

En uno de los bazares, un árabe imperturbable estaba sentado en cuclillas con su turbante turquesa y un par de bigotes de color rojizo dibujados sobre su labio superior.

Me ofreció una taza de té de menta y cigarrillos. Acepté.

Sobre una mesa del local estaban desparramadas una caja de bronce y plata repujada con piedras engarzadas, una pipa para fumar kiff y un paquete de cigarrillos abierto.

Hajjid, el musulmán confesó sus deseos de irse a vivir a Tetuán.

“—Cuando venda el cofre vuelvo a mi pueblo. Estoy harto de Casablanca, hasta regalaría la pipa para irme ya mismo.

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“—La caja es mágica; hace cumplir los sueños — me dijo.

Ah sí, pensé.
“—¿Cómo?
“—Escribís en un papel tus fantasías y lo escon-

dés adentro del cofre, el tiempo se encargará de cambiar el color de la plata que se irá oxidando hasta adquirir un color amarillo-anaranjado con toques de violeta y negro. Entonces la limpiás y pedís que se cumplan tus deseos. ¡Pero...! ¡Siempre hay un pero! Debés tener cuidado porque dice la leyenda que si alguien abre la caja y des- cubre tus quimeras te traerá Mala Suerte.

“—¿Cuánto vale? pregunté.

El precio que pidió era excesivo, ridículo como su bigote, regateamos hasta llegar a un acuerdo.

Bernardino tomó la caja entre sus manos. Mien- tras tanto fui a la cocina a preparar café. Cuando volví al living con las tazas, Bernardino estaba agitando una hoja de papel.

Encontré este papel dijo Bernardino.
¿Por qué la abriste? pregunté alarmado. Curiosidad.
Tu curiosidad puede traerme Mala Suerte. No serás supersticioso... —dijo leyendo el pa-

pel que tenía entre sus manos.

Y él porfió conmigo muchas veces Ser los metros antiguos castellanos. Los propios y los adaptados a su lengua Por ser nacidos de su vientre
Y esos, advenedizos, adoptivos
De diferentes madres y extranjeros.

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Así lo retrataba Juan de Castellanos a Gonzalo Ximenes de Quesada en las Elegías de varones ilustres de Indias, según el poeta Juan Gustavo Cobo Borda.

¿Qué? preguntó Bernardino asombrado.

Que alguna vez fantaseé con viajar al Norte de Sud América, siguiendo los pasos del audaz Don Gon- zalo Ximenes de Quesada i Rivera, quien fue en busca de la ciudad de El Dorado.

Bernardino me miraba como si yo me hubiese vuelto loco.

¿De dónde sacaste esta historia?

Del Profesor Tarsio. Nos reuníamos a escu- char sus disertaciones sobre todo y todas las cosas en un tugurio sospechoso con olor a alcohol y pis de gato.

Hace tiempo nos dio una clase sobre las aventuras de Don Gonzalo Ximenes de Quesada i Ribera, funda- dor de la Nueva Ciudad de Granada, más tarde rebauti- zada con el nombre de Santa Fe de Bogotá.

Según Don Tarsio los conquistadores iban a América esclavizando a los indígenas con una bolsa en la mano izquierda para llenarla de oro, una espada en la otra para intimidar y quitar del medio a los que se opo- nían, y llevaban colgado en el pecho un rosario para engañar a los inocentes.

II

Don Gonzalo Ximenes de Queixada i Ribera par- tió del puerto de Santa Marta con una flota de 6 bergan- tines con 900 hombres. Navegaron por el río Magdale- na durante 11 meses hasta llegar al altiplano.

Se cuenta que cuando el Hidalgo descansaba en los campamentos a orillas del río tenía la costumbre de disertar sobre las virtudes del verso octosílabo caste-

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llano en contraposición al extranjerizante endecasílabo italiano.

Cuando llegaron al altiplano Cundiboyasence se internaron en la sabana con su escuadra de gachupines, presidiarios, soldados, indios y un cura. En la mañana del 6 de agosto de 1538 se apeó del caballo, arrancó un par de yerbas del suelo y dijo:

Tomo posesión de este sitio en nombre del em- perador Carlos V, mi Señor, para fundar la Nueva Ciu- dad de Granada.

Subiéndose luego a su caballo, desenvainó la es- pada y amenazante la revoleó por los aires al grito de:

¡Quien quiera contradecirme a la fundación de la ciudad que voy a hacer aquí mismo que lo diga!

Como nadie lo contradijo envainó la espada y mandó al escribano del ejército que lo acompañaba a que diese testimonio de aquello como testigo.

La Ciudad consistiría en doce chozas por corres- ponder a los doce Apóstoles de Nuestra Santa Iglesia Católica, según el Profesor Tarsio. Así fue como se estableció la Nueva Ciudad de Granada.

De los 900 hombres que fueron a la búsqueda de la ciudad de El Dorado solo volvieron 166.

Guau, Don Gonzalo Jimenes de Quesada i Ri- bera era más excéntrico que Miguel de Cervantes dijo Bernardino.

Los desvaríos del Hidalgo bordeaban lo absur- do, aunque operaba en la realidad: se robó una parcela de tierra, fue en búsqueda de la ciudad de El Dorado y terminó fundando las bases de una ciudad, mientras que los delirios de Don Cervantes eran ficción.

Bernardino me preguntaba si realmente creía en la maldición de la caja mágica.

Claro que no mentí Vivimos en el siglo XXI especulé.

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Mientras me justificaba para probar que era un hombre moderno, escuché la puerta de entrada al depar- tamento abriéndose. Era Isabel, mi compañera, y una amiga. Isabel se sentó sobre el sillón frente a nosotros y extendiendo su mano derecha nos presentó, Montse, Bernardino y Mateo.

Conocí a Isabel en una manifestación. Recuerdo que íbamos caminando lentamente sobre las calles de asfalto y a nuestras espaldas la multitud reptaba como una serpiente infinita.

Ella iba vestida de boy con cabello corto, jeans y una camisa con rayas azules. Me atrajo su aire andró- gino que no concordaba con la femineidad que exuda- ban sus movimientos.

Montse era una catalana hermosa que estaba de paso en nuestra ciudad. Era nativa de Jafre, del Bajo Ampurdá en Catalonia, pueblo famoso por dos cosas: el alcalde había gobernado por más de 40 años desde Franco a Zapatero, y también porque un día anónimo pasaron por el pueblo Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar y Antonio Beneyto. Viajaban de París a Barcelona cuando pararon el coche para descansar a orillas del Río Ter y visitar el pueblo de Jafre. Coincidieron que era el lugar más tranquilo del mundo y algún día volverían para vivir allí y se dedicarían a aparear tortugas en un jardín infinito. Aunque esto último es un secreto.

Bernardino comenzó a sanatear para seducir a Montse: fingió un ataque de romanticismo poético, ha- bló de la luna, de la belleza de los parques en la oscuri- dad, recitó varios poemas de amor de Neruda.

Isabel me miraba y yo la miraba a ella sin saber cómo parar el flujo sentimental que había atacado a Bernardino. Montse, que era una catalana concreta, comprendió que Bernardino era un gilipollas, sin em- bargo lo animó a continuar.

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Bernardino se imaginó que ya estaba metido en el corazón de Montse y pronto estaría por pasar entre sus piernas. Fue entonces cuando les preguntó a ellas si eran supersticiosas.

Claro que lo somos respondieron ambas.

Burlándose les contó de mí miedo a la Mala Suer- te, del poema sobre Gonzalo Ximenes de Queisada que había escondido en una caja y de mi preocupación por- que él había abierto la caja y eso me traería Mala Suerte.

Tal vez la Mala Suerte sea para quien la abrió dijo Isabel defendiéndome.

El Hildalgo Queisada anduvo haciendo Quixo- tadas antes de que Cervantes Saavedra escribiera el épico Don Quijote arriesgó Montse. Tal vez Quixo- te proviene de alguna derivación del apellido de Quei- xada o Queijada o Queizada y Cervantes Saavedra lo disfrazó de Quijote para apropiarse de sus aventuras, como era costumbre en esa época.

Nos recordó que un tal Avellaneda escribió la se- gunda parte de Don Quijote antes que Cervantes.

El Excelentísimo Fundador de Bogotá, Gonza- lo Ximenes de Queisada i Ribera, arrastrando la lepra crónica que lo aquejaba, se embarcó en la aventura más desastrosa de su carrera dije.

Bernardino interrumpió diciendo pavadas.

III

Los Conquistadores marcharon nuevamente hacia el espejismo que era la leyenda de la ciudad de El Dora- do, cuyo origen data del siglo XVI, cuando los genoci- das españoles tuvieron noticias de una ceremonia en la cual el rey de los Muiscas se cubría el cuerpo con polvo de oro y realizaba ofrendas a la laguna de Guatavita.

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Al mando de Gonzalo Ximenes de Queixada i Ribera partieron del puerto de Santa María en el mar

Caribe 500 españoles,1500 indígenas, 8 curas, 800 cer- dos, 600 vacas, 150 caballos y varios bergantines.

Los rayos solares se filtraban entre los árboles re- flejando doradas proyecciones sobre la superficie infini- ta de la tierra sembrada de hojas muertas y ramas que- bradas. La humedad se elevaba con un olor arcaico, los tacos de las botas se hundían en el fango.

Los reptiles huían en todas las direcciones ante la invasión de hombres y animales. Los insectos pulula- ban alrededor de los exploradores. Escucharon las vo- ces inmemoriales de la jungla tropical: el sonido anóni- mo de las chicharras fue in crescendo hasta alcanzar una estridencia ensordecedora, también vibraban los árboles de especies desconocidas, las lianas colgadas de las ramas bailaban al ritmo de los monos aulladores que saltaban de un lado a otro incansablemente, las hojas caían como lluvia sacudidas por el viento, los mosquitos gigantes zumbaban amenazantes.

Fue entonces cuando comenzó la danza macabra de la muerte, la selva les arrojaba obstáculos. Al reco- rrido silencioso de flechas envenenadas disparadas des- de las sombras del día y de la noche se sumaban las niguas que les comían los pies, las culebras ponzoñosas, el sigiloso andar de los alacranes, las anguilas eléctricas, los cocatrices, y las enfermedades tropicales como el escorbuto, la disentería y las fiebres de las ciénagas producían grandes estragos en las tropas. Y cuanto más avanzaban en la noche de sus desventuras se encontra- ron con un enemigo inesperado, el fuego destruyó las piaras y las vacadas, el hambre comenzó cuando las provisiones se acabaron. Los aventureros, con terque- dad ibérica comían hierbas, gusanos y murciélagos y cuando la desesperación de la hambruna se transformó

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en muerte, recurrieron a comerse la carne de los caba- llos que fallecían por el camino.

Dos años después, con la armada diezmada por el fuego, las deserciones, el hambre, los crímenes, los sa- botajes y las traiciones, regresaron al Puerto de Santa Marta 64 españoles, cuatro indios y 18 caballos.

Los conquistadores nunca entendieron que los in- dios habían inventado la leyenda para liberarse de la amenaza que representaban los españoles, quienes ha- bían llegado con la cruz y la espada a sembrar el odio y saquear.

¿Cómo se las arreglaron con la libido?

No se las arreglaron. Posiblemente no había tiempo para entretenerse: la urgencia de sobrevivir les ocupaba toda la vida.

IV

La lluvia se apagó y la noche se fue acercando con ritmo cansino.

Montse quería ir a cenar al famoso Restaurant Dora porque sus amigos catalanes se lo habían reco- mendado. Era la fonda de los bohemios, donde los inte- lectuales pobres y los no tan pobres se alimentaban a fideos con pesto y el plato especial del día era siempre el mismo: espaguetis con pesto y salsa boloñesa todo mezclado en un plato, un pan, un vaso de vino de la casa y café por una modesta suma de dinero.

Isabel aprobó la idea.

Bernardino giró la cabeza como un péndulo que va marcando el paso del tiempo.

¡Oh! no a ese antro. Ese lugar está lleno de gente malnutrida con una palidez desproporcionada porque se alimentan muy mal, pasta, pasta y solo pasta, ¡viva la pasta!, apenas un par de gotas de sangre les

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riega el cerebro y no es suficiente para pensar, entonces se hacen comunistas o católicos porque ahí sí que está todo pensado, masticado y es fácil de vomitar.

¡Uf! eres un exagerado.

Caminamos en la ciudad esquivando a la gente hasta que llegamos a una calle de arcos donde estaba nuestro restaurant.

Qué bonito nombre dijo Montse, señalando el letrero: Restaurant Dora.

Bernardino riéndose dijo

No irás nunca a la ciudad de El Dorado, pero podés decir que fuiste al restaurant Dora. ¿Sabés que el nombre del restaurant se origina en siglo XVII? Porque había una prostituta llamada Dora en el barrio de Dollis Hill en Londres, ella y su amante irlandés se escaparon a Buenos Aires donde regenteaban el bar Dora, de du- dosa reputación en el barrio de la Boca, frecuentado por marineros y por Eugene O’Neill, el escritor estadouni- dense, que en ese entonces era marinero.

El salón del restaurant estaba atiborrado de co- mensales. Entramos, uno de los mozos se acercó y nos dirigió a la única mesa disponible.

La catalana estaba fascinada. No podía creer que los manteles fueran diarios viejos, que las paredes estu- viesen abarrotadas de fotos descoloridas de héroes don- de todos parecían criminales jubilados.

Cuando levanto mi cabeza para llamar al camare- ro para que nos traiga el menú, me encuentro con los ojos encendidos de la Negra Reneè que al verme se acerca a nuestra mesa y nos pide si puede sentarse con nosotros.

La Negra Reneè, vestida de vagabunda, arrastraba en cada uno de sus movimientos un aura mágica. Según decían los que no la querían hacía diez años que estaba escribiendo una novela sobre ocultismo, con la tríada

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infernal de Gurdjieff, Ouspenski y Madame Blavatsky, pero nadie había visto ni una página de tal obra magna.

Los Sufís bailan en círculos perpetuos dijo al pasar la Negra Reneè, mientras el olor a marihuana se escapaba de su piel.

La negra que no era negra les preguntó si habían leído al Don Quijote, esa parodia de las novelas de ca- ballería, maravillosa.

Dios, qué sensibilidad tienes. Lo hemos leído hace años y hoy estuvimos especulando si sus ficciones eran un plagio o no.

Es que tienen una mirada de ilusionados como si de pronto fueran a buscar fortuna en tierras lejanas.

Diría de iluminados contestó Mateo. Sí, pensamos ir a Colombia en busca de la ciudad de El Dorado para encontrar el oro que se les escapó a los conquistadores.

Yo no dijo Bernardino. Es solo una leyen- da infame como todas las leyendas.

¿Cuál es tu problema?

Mateo le explicó a La Negra Reneè la Mala Suer- te que Bernardino había destapado.

No sabemos quién es el dueño de la Mala Suerte, si él o yo, porque él abrió mi caja mágica.

Yo puedo ayudarlos, si se cortan la uña del de- do mayor de la mano izquierda y varios cabellos yo los exorcizo y les espanto la Mala Suerte.

¿Y quién anda con un cortauñas en el bolsillo? preguntó con ironía Bernardino.

No tengo un cortauñas pero sí una tijera— contestó La Negra Reneè.

Yo no me separo de nada de mi cuerpo — protestó Bernardino.

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Los ojos de Montse giraban de placer, ésta deli- rante está más loca que nosotros cuatro juntos, y el tío éste de sentimental se transformó en un insoportable.

La Negra Reneè buscó en su cartera de mano la tijera. Después de hurgar en ese pozo negro que era su bolsa encontró la tijera y me la dio. Sin saber qué hacer entre divertido y asustado comencé a cortarme la uña del dedo mayor de mi mano izquierda. Lo hice con prolijidad, y después Isabel me ayudó a cortar un me- chón de cabello.

La Negra Reneè extendió mi pelo sobre la mesa, colocó la uña en el medio y la envolvió con mis cabellos, mientras murmuraba algo así como una oración en un lenguaje desconocido. Hizo lo mismo con Montse e Isabel pero Bernardino se negó alegando que eran tonterías.

Ahora guárdenlo en el bolsillo izquierdo por tres días y tres noches.

Ya sabemos que la Mala Suerte premiará a Bernardino.

Cinco menús completos pidió Montse al mozo que se había acercado a la mesa sosteniendo una servilleta negra en su antebrazo derecho.

Seguro que Don Miguel de Cervantes Saavedra alimentó su Quijote de los cantares de gesta que los juglares popularizaban dijo Isabel.

El mozo trajo los platos rebosantes de pastas y colores fosforescentes, el verde del pesto complementa- ba el rojo tomate de la salsa boloñesa. Montse sacó una foto para enviársela a sus amigos de Barcelona.

Bernardino había perdido el apetito, sentía que la realidad se le escurría entre los dedos, que la historia de la Mala Suerte lo estaba alcanzando.

¿Y qué me puede pasar? preguntó Bernar- dino preocupado.

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No se sabe, la Mala Suerte es como Dios, usa caminos misteriosos para manifestarse.

Podés ser atacado por un basilisco, en ese caso te recomiendo que lleves un espejo, porque aunque se sospecha que desaparecieron en la Edad Media pueden aparecer nuevamente y te matarían sólo con mirarte y el espejo te ayudaría a liquidarlo, ellos mueren al ver el reflejo de su imagen.

También puede ser que tus fantasías de acostar- te con Montse se diluyan porque ella no parece estar muy interesada.

Enojado, Bernardino se levantó bruscamente, fue hasta la mesa vecina donde había un ramo de rosas rojas, las tomó entre sus manos y con calculada furia las arrojó sobre Montse, quien no pudo contener las carcajadas.

Bernardino, humillado, salió del Restaurant zigzagueando entre los comensales y se evaporó en la noche.

La Mala Suerte lo perseguirá. dijo la Negra Reneé profetizando.

El ambiente en el Dora era una fiesta en ebulli- ción, rosas voladoras, platos de fideos para los pobres, ravioles para los ricos, y la alegría de Montse, cuya felicidad la hizo pararse sobre la silla golpeando la bote- lla de vino con su tenedor y gritar:

Atención, atención.

Por un instante el silencio se hizo dueño de la si- tuación permitiéndole a Montse decir:

Hoy celebramos que el análisis histórico litera- rio que hemos realizado nos permite llegar a la conclu- sión de que las aventuras del caballero andante El inge- nioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cerbantes o Cervantes Saavedra es un fraude plagiado

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de los diarios de Don Gonzalo Ximenes de Queisada i Ribera, fundador de la Ciudad de Bogotá.

La literatura española es un fiasco dictaminó la catalana.

Los comensales aplaudieron furiosamente.

La Negra Reneè inquieta al ver el éxito de Mon- tse, se subió a su silla y comenzó a cantar.

Santa Marta Santa Marta tiene tren Pero no tiene tranvía.

De todos los rincones de la cantina surgió un co- ro magnífico.

Las mujeres, las mujeres bogotanas Las mujeres, las mujeres bogotanas no saben ni dar un beso...

La negra Reneé se sentó mientras aplaudía al coro de comensales.

Bernardino nos regaló un pagadiós dijo Isabel.

Mala Suerte contestamos.

NOTA DEL AUTOR:
Algunos datos históricos son plagiados, otros falsificados a falta de veracidad y en honor a la imaginación de los historiadores. Dado que encontré diversas versiones del apellido de Don Gonzalo y de Don Miguel decidí adoptarlas a todas.




Empleo las palabras que me has enseñado. Si no significan nada, enséñame otras. O deja que me calle. Samuel Beckett

Cuando la luz del día me despierta, me levanto, miro los dedos de mi mano derecha y con el dedo índice de la mano izquierda los señalo contándolos.

Uno, el pulgar, dos, el índice, tres, el mayor, cuatro, el anular, cinco el meñique. Dejo de concen- trarme en mi mano derecha para observar que en mi mano izquierda también tengo cinco dedos, miro las palmas de mis manos y muevo los dedos como lombri- ces desesperadas.

Después las enfrento, quedan suspendidas a la al- tura de mis ojos. Les ordeno que se mantengan firmes mirándose entre sí por una eternidad de varios segundos hasta que con satisfacción percibo que mis manos son perfectas.

Me gusta mi piel color canela, soy feliz con mi nariz y por la mañana después de tomarme un café ne- gro, negro, me siento frente a la computadora a escribir. Cuando me canso voy a Hyde Park a sentir el frío. A gozar del viento en la cara y tener mis dedos congelados mientras la lluvia tímida golpea incesantemente los ár- boles y las gotas estallan al chocar contra el suelo.

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Punto y coma

En el otoño del 14 él estaba parado sobre uno de los senderos que las hojas muertas ocultaban. Dibujada en la palidez de sus mejillas chupadas tenía las huellas que suelen dejar los excesos.

El sol y la lluvia se alternaban, iluminando y os- cureciendo su cuerpo, dibujando su silueta mientras su sombra se acostaba sobre el pavimento.

Lo observé balanceando uno de sus brazos y de la punta de sus dedos se desprendió una nuez que recorrió bruscamente el espacio que existía entre él y la ardilla que lo estaba esperando.

Yo jugaba con las fantasías que había acumulado entre mis cejas mientras miraba la nuez elevarse. Aplaudí con timidez sonriendo.

Bravo dije

Él me devolvió una mirada imperceptible y sacó de su bolsillo otra nuez.

Me llamo Noon dije.
Ryan me contestó.
Esperamos que la ardilla volviera por más comida

hasta que nos echamos a andar arrastrando los pies, nos embarramos los zapatos pateando las hojas muertas.

Balbuceamos nuestras incoherencias preferidas mientras explorábamos el Hyde Park y recorrimos nues- tros pasados a modo de presentación.

Nací en Irak. −−dije −−Mi padre era periodista. Fue asesinado en los bombardeos a Bagdad, fue una de las víctimas de Bush y Blair. Emigré con mi madre a Londres donde estoy desde el 2003. Estudié literatura. Como crecí entre libros hice lo único que sabía hacer, escribí, publiqué dos libros, el primero una serie de diez cuentos sobre Londres y el segundo una novela autobio- gráfica donde relataba cómo los conflictos de Bagdad me perseguían. Ahora estoy apuntando notas o mejor pretendiendo escribir una novela aunque voy garaba-

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teando ideas en mi computadora sin encontrar las pala- bras porque estoy perdida.

También yo soy inmigrante, vengo de Irlanda del Norte dijo él y continuó Mis padres eran mili- tantes políticos, yo era el hijo rebelde, vendía hachís a mis amigos hasta que compañeros de mis padres, miembros del IRA, comenzaron a interesarse en mis negocios y me dieron la opción de irme; si me quedaba las consecuencias serían dolorosas. No sé, tal vez un tiro en la rodilla como se acostumbraba.

Es extraño refugiarse en el país que destruyó mi vida dije sin pensarlo.

UK es un reinado de violentos.
Seguro que es la tierra contesté.
Cuando llegamos a Marble Arch, él miro su re-

loj, me dio una tarjeta con su dirección y se fue. Yo me quedé en el parque mientras el sol y las nubes ju- gaban con las luces y las sombras en el Speaker's Cor- ner. Con curiosidad, escuché a los oradores del dispa- rate hasta que fui desplazada por la oscuridad.

Pasaron varias semanas hasta que por la tarde del domingo, después de horas de fracasar en mi intento de escribir, salí a la calle a sentir el frío mordiéndome los labios.

Llamé por teléfono a Ryan. Atendió desconcertado.

Le recordé cómo nos conocimos.

Hyde Park, la ardilla que corrió a refugiarse en un árbol.

Ah sí dijo sorprendido.
¿Nos podemos ver está tarde?
¿Para qué?
−−Para nada en particular. No conozco mucha

gente en Londres y pensé que podríamos pasear juntos. 111

Recorrimos Hyde Park. Fuimos desde Bayswater Road a Kensington Road, vimos el lago artificial Ser- pentine, luego pasamos por el nuevo restaurante de la arquitecta iraní.

Nuestras risas coincidían, nuestras manos se buscaron. Esa tarde me enteré que al llegar a Londres, Ryan abandonó las drogas y se dedicó a cantar en una banda de rock irlandesa. Tocaban en algunos pubs del barrio de Kilburn.

¿Por qué Kilburn? pregunté inocentemente. Porque quería redimirme ante mis padres. No entiendo.
En los pubs de Kilburn se decía que juntaban

dinero para financiar al IRA. Hasta que un día nos pe- leamos y la banda se desintegró.

Es la tierra −−le dije.
¿La tierra?
A la semana siguiente lo invité a que me visite

en mi departamento.
Trajo su timidez y una botella de vino.
Nos amamos.
Sentada sobre la alfombra roja, narré la historia

de la mujer con corazón de vidrio que había leído ayer. Fantasías del medio oriente dijo él.
Sí, lo escribió Amina Shah contesté.
Ryan caminaba impaciente alrededor del 
living

room sin detenerse.
Tenías razón, la tierra crea conflictos. Marco

Polo en sus viajes relata la historia del rey que, viendo que su pueblo era dócil y benigno, se preguntaba por qué sus vecinos eras belicosos y violentos.

Convocó a un grupo de sabios de su reino y les preguntó el motivo por el cuál sus vecinos se enredaban en continuos conflictos.

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Los sabios consultaron las razones posibles y luego de pensar por un tiempo prudencial se reunieron. Llegaron a la conclusión que la culpa era de la tierra que pisaban.

El rey ansioso esperó la respuesta, cuando una comitiva de los sabios le contó sus conclusiones.

“—El motivo de sus disputas es la tierra.

El rey, incrédulo, dudó de los sabios hasta que decidió probar la veracidad de los mismos. Envió va- rios carros al reino vecino para recoger tierra y traerla a su residencia. Cuando volvieron, ordenó esparcir la tierra sobre el piso del comedor de su palacio y luego la cubrió con alfombras.

Organizó un banquete para los habitantes de su reino, quienes consumieron exquisitos manjares y vinos deliciosos que el rey había hecho preparar para la oca- sión, hasta que dos hombres comenzaron a discutir. Al principio civilizadamente, pero gradualmente subieron el tono de sus voces y se intercambiaron insultos, hasta que estalló un conflicto generalizado donde todos discu- tían con una furia jamás vista en su reino.

El Rey, satisfecho, aprobó el veredicto de sus sabios.

Es la tierra dijimos.
Maldita tierra.
La novela que no podía escribir estaba agonizan-

do, entre mi incapacidad literaria y Ryan que había pa- sado a ocupar un espacio inmenso en mi cabeza.

Sin poder hilvanar un capítulo decidí cambiar de método. Abriría una página, al azar distribuiría comas, puntos, puntos y comas, luego las uniría con palabras.

El próximo domingo por la mañana Ryan vino a buscarme. Cuando le conté qué pensaba hacer se puso más pálido que de costumbre.

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Estás loca dijo apretándome el brazo — Tendrías que buscar un libro y plagiar las comas, etc. página a página y después rellenar los espacios con palabras.

¿Me ayudas?

Claro. ¿A qué autor le plagiarías los puntos y las comas?

−−Marcel Aymè −−me dije.

−−Ya está, usaremos uno de sus cuentos, sí, El hombre que atravesaba las paredes.

Nos sentamos sobre las sillas alrededor de la me- sa de la cocina.

La tarea a que nos habíamos encomendado era demencial.

Ryan comenzó a contar.

−−Palabra de tres letras, un espacio, continúa con palabra de cinco letras, espacio, otra palabra con cuatro letras, coma, palabra de dos letras, espacio, otra de seis letras, coma...

Y así hasta el final del cuento.

En la primera página copié las primeras palabras del cuento de Marcel Aymè En Montmartre. Yo seguía a Ryan, configurando las páginas en mi pantalla en rela- ción a lo que él me indicaba.

Cuando finalizó el cuento decidí copiar la última oración, anoté: perforan al corazón de la pared como gotas de luz de la luna.

El único vestigio de plagio serían el principio y el final.

Trabajé hasta que los ojos me ardieron de felici- dad, la historia que estuve buscando se fue desarrollan- do frente a mí, palabras tras palabras, hasta que escribí FIN.

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Cuando lo terminé, fuimos a festejar con Ryan. Mientras cenábamos, planificamos qué hacer con el cuento.

Lo publicamos nosotros me dijo.

Él se ofreció a diseñarlo y lo imprimirían sus amigos irlandeses. Lo enviaríamos a un concurso donde ganaríamos miles de libras y seríamos felices.

Reímos.

Una semana después, Ryan trajo un CD con el di- seño. En la parte superior de la tapa estaba mi nombre, Noon Rasheb, debajo una foto de mis manos enfrenta- das encerrando un punto negro. El título estaba al pie de la página: 'Punto, coma y otras cosas'.

Enviamos el CD a la imprenta de los irlandeses, quienes nos prometieron que lo terminarían en dos se- manas, el tiempo justo para poder enviar el libro al con- curso que habíamos elegido.

Llegaría el lunes por la mañana y por la tarde lo mandaría ya que el martes es el último día que aceptan los cuentos.

Estuve las dos semanas esperando la llegada de los libros. El lunes por la mañana no arribó y comencé a preocuparme. Una de mis vecinas me llamó por teléfono para avisarme que había recibido unas cajas que eran para mí, pero que como no estaba en su casa y volvería muy tarde, no podía dármelas hasta el martes.

Debió entender mi preocupación porque me pre- guntó qué me pasaba. Le expliqué que las cajas conte- nían ejemplares de un libro que habíamos publicado para presentarlo en un concurso literario de cuentos, y que debía enviarlo hoy por la tarde a más tardar.

Puedo pedirle a mi madre que vaya a mi depar- tamento a buscar un libro y si me das la dirección del concurso, le pido que lo envíe me dijo.

Acepté aliviada...
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Al día siguiente mi vecina Lizzie me llamó para que fuera a buscar las cajas con los libros y contarme que su madre había enviado el día anterior dos ejempla- res a la dirección que yo le había dado.

Una vez en mi cocina advertí que en una de las cajas había un sobre. Lo abrí y antes de leer llamé a Ryan.

Estimado cliente, dado la caótica situación eco- nómica en que nuestra imprenta se encuentra debido a erróneas decisiones comerciales y los consejos inciertos de nuestros asesores, nos encontramos en un cul de sac. Por estas circunstancias, decidimos pelear por nuestra supervivencia y comenzamos por ahorrar la tinta en nuestras impresoras. Es por ello que evitamos las pa- labras y solo imprimimos acentos, comas y puntos. Da- do que el punto y coma es un signo no muy usado, deci- dimos no incluirlo en nuestra publicación. Eso sí, para mayor comprensión del cuento mantuvimos las prime- ras y las últimas palabras. Además, prometemos que en el futuro haremos una publicación de lujo para su pró- xima novela incluyendo todas las palabras. Le rogamos sepa entender la situación en la que estamos y nos ayu- de con su buena voluntad a superar este mal momento por el que pasa nuestra pequeña empresa.

Miré mis manos que temblaban de furia. Quiero ir a matar a tus amigos.
Cálmate, es la tierra dijo Ryan.
¿Qué hacer? me pregunté.
Esperar, aunque es un chiste demasiado caro. Pasaron tres meses y cuando el silencio nos hizo

pensar que me ignorarían, recibimos una carta de los organizadores del concurso.

Gané el premio me dije Si no para que me mandan una carta.

Abrimos el sobre, leímos. 116

Retire su cuento del concurso o les mandamos a la policía por plagiar a Marcel Aymè.

¿Quiénes son los dueños de las palabras? −−me

quejé.
Los irlandeses −−dijo Ryan.


Punto y coma y La Mala suerte o Nuebo  rReino de Granada, ambos están en El trapecista

On 30 Mar 2022, at 18:32, Rafael Gutiérrez <literaturaargentinaunsa@gmail.com> wrote: