lunes, 2 de noviembre de 2020

“Documentales: Entrevistas a escritores argentinos”

 


“Documentales III”, amplia visión de la literatura argentina contemporánea

 

Por Luis Benítez

 

El pasado septiembre Ediciones Richeliú, de Buenos Aires, sumó el tercer tomo de su serie “Documentales: Entrevistas a escritores argentinos”, un aporte al mejor conocimiento de los escritores y poetas de esta nacionalidad que se encuentran concretando sus obras en la actualidad. Cabe subrayar que, como las anteriores entregas, esta se encuentra disponible de modo gratuito —se trata de una edición electrónica— en el link de referencia (1).

El recorte de opiniones y detalles de la producción de cada autor —como en las entregas anteriores— fue realizado mediante entrevistas por correo electrónico y estuvo a cargo de Rolando Revagliatti, gestor de una vasta obra poética, narrativa y dramática, ya traducida al francés, catalán, italiano, maltés, esperanto, alemán, asturiano, portugués, inglés, neerlandés, rumano, búlgaro, ruso y bengalí, y difundidas en gran número de medios, tanto gráficos como digitales.

En este tercer volumen Revagliatti compila 25 entrevistas publicadas entre enero y agosto de 2016 en numerosos medios digitales y gráficos. Los reportajes incluyen a los autores argentinos: Ricardo Rojas Ayrala (seudónimo de Ricardo Horacio Gutiérrez, Buenos Aires, 1963); Marta Ortiz (Rosario, 1948); Carlos Aprea (La Plata, 1955); Anahí Lazzaroni (La Plata, 1957); David Birenbaum (Montevideo, 1964, reside en la Argentina desde su infancia); Adrián Sánchez (Buenos Aires, 1970); Juan Carlos Moisés (Sarmiento, provincia de Chubut, 1954); Elizabeth Molver (Haedo, 1969); Eugenio Mandrini (Buenos Aires, 1936); Sandra Cornejo (La Plata, 1962); Carlos Enrique Berbeglia (Villa Mercedes, provincia de San Luis, 1944); Santiago Espel (Buenos Aires, 1960); Hugo Toscadaray (Buenos Aires, 1957); Marina Kohon (Mar del Plata, 1965); Roberto Cignoni (Buenos Aires, 1953); Victoria Lovell (Rosario, 1956); Orlando Van Bredam (Villa San Marcial, provincia de Entre Ríos, 1952); Ricardo Costa (Buenos Aires, 1958); Susana Macció (Buenos Aires, 1959); Raúl O. Artola (Las Flores, provincia de Buenos Aires, 1947); Claudio Portiglia (Junín, provincia de Buenos Aires, 1957); Guillermo E. Pilía (La Plata, 1958); Luis Bacigalupo (Buenos Aires, 1958); Nilda Barba (Buenos Aires, 1949) y Marta Cwielong (Longchamps, provincia de Buenos Aires, 1952).

Debemos destacar el buen recibimiento que ya han tenido los dos tomos anteriores de esta serie de entrevistas a escritores argentinos y que, descontamos, también se repetirá en el caso del que nos ocupa. Sin duda, “Documentales: Entrevistas a escritores argentinos. Tomo III” es un notable aporte al mayor conocimiento de las opiniones y posturas estéticas de los autores entrevistados, pero además se caracteriza por la amplia y clara exposición de pareceres y tendencias de cada uno de ellos. Las preguntas formuladas por Rolando Revagliatti, con evidente sentido investigativo, posibilitan que el reporteado abarque con sus respuestas un dilatado abanico de tópicas. Sin descuidar el pormenor biográfico, cada entrevista se dirige a conocer aspectos referidos a la generación literaria de pertenencia, los movimientos literarios que han generado la adhesión o el rechazo de cada uno de los escritores incluidos, así como su tránsito a través del suceder social y político en que desarrolló su obra. Asimismo, cada autor brinda claves de su abordaje de la creación y la relación que esta mantiene con el conjunto.  Enriquece este panorama la elección realizada por Rolando Revagliatti de autoras y autores de diferentes edades, especialidades y trayectorias, logrando el conjunto bosquejar un paisaje variopinto de la actualidad literaria argentina.

El criterio empleado para la factura del volumen, de 460 páginas, resulta de interés tanto para el lector académico como para aquellos que quieren iniciarse en el conocimiento de las opiniones y vivencias que ofrecen los escritores argentinos del presente.

La muy cuidada edición de “Documentales: Entrevistas a escritores argentinos Tomo III” se debe al profesionalismo y la alta creatividad de la diseñadora argentina Patricia Boero, que han dotado al objeto virtual de las peculiaridades más adecuadas para una grata lectura, al tiempo que de una sobria estética en su elaboración.

(1) http://revagliatti.com/documentalesIII/DOCUMENTALES%20III-%20Revagliatti.pdf




jueves, 29 de octubre de 2020

Jesús Ramón Vera en el recuerdo

 

XII ENCUENTRO DE ESCRITORES SALTEÑOS

Mojando la pluma en las tinieblas de la oscuridad:

Homenaje a la poética del salteño Jesús Ramón Vera

El Carril – Salta – 28 y 29 de octubre de 2020

 

Jesús Ramón Vera en el recuerdo

Por Rafael Gutiérrez

                Introducción

                El Carril es parte de lo que denominados de modo genérico el interior de la Provincia de Salta, ¿será que hay una Salta exterior? En esas ciudades y pueblos que no son la Capital hay centros de formación como este que organiza los encuentros para reunir a los estudiantes del Profesorado en Lengua y Literatura con los escritores, pues sin los segundos no habría necesidad de los primeros.

                Lamentablemente muchos de los invitados que asisten a los encuentros no figuran en las currículas de los distintos niveles educativos, ni siquiera en las carreras específicas de las universidades. Por eso son tan positivos estos acontecimientos, ya que las nuevas generaciones de docentes en formación tienen la posibilidad de conocer a los creadores y a su literatura, con la esperanza de que algún día compartan su obra en las aulas de los estudiantes a los que iniciarán en el arte de leer literatura.

                Este encuentro es muy especial porque ha sido convocado en homenaje a un apreciado escritor salteño que ya no está físicamente entre nosotros, al cacique de comparsa, al Profesor en Letras, al promotor cultural, Jesús Ramón Vera.

 

                Generaciones y continuidad en las letras de Salta

                Jesús Vera nació en Salta el 24 de enero de 1958 y murió el 06 de junio de 2012 en Rosario de la Frontera, con tan sólo cincuenta y cuatro años de edad, dejándonos un gran vacío en el mundo cultural.

                A los 11 años ya era un asiduo lector y admirador de Manuel J. Castilla, a quien tuvo oportunidad de conocer y frecuentar para recibir su guía y su consejo en el mundo de la poesía.

                En 1977, a los diecinueve años, se presentó en su primer concurso literario y recibió el tercer premio, por lo que Jacobo Regen, Walter Adet y Manuel J Castilla lo llevaron a festejar al Bar "El Imperial", recibiendo su ingreso oficial al bohemio mundo de las letras de Salta. Esos contertulios representaban las generaciones que lo precedían, la del 40 a través del barbudo poeta y la del 60 con Jacobo y Walter.

                Esa es la continuidad generacional que hay en las letras de Salta, porque desde su fundación el político y escritor Joaquín Castellanos, de la generación de 1880, dio a Juan Carlos Dávalos el aliento necesario para que retornara a Salta para dedicarse a la literatura. El insoslayable Dávalos recibió en su casa a los revoltosos muchachos de "La Carpa" que con total desparpajo declaraban que la poesía nacía con ellos. Entre esos jóvenes, que entablaban largas diatribas líricas con el viejo maestro, estaba Manuel J. Castilla que se consagró como escritor y letrista de gran parte de los temas de proyección folklórica que se entonan hasta nuestros días y quizás por muchos más.

                El Barba, reconocido por sus letras y altamente apreciado por su poesía y sus columnas en el diario, entrevió en el joven Walter Adet a un promisorio escritor y le dio el apoyo necesario para que publicara y fuera conocido en el ambiente periodístico y literario de Salta.

                El adolescente Jesús Ramón Vera pudo encontrarse con su admirado Manuel J. Castilla, a quien presentó su incipiente poesía como un tributo por su veneración. De modo que hubo un magisterio de parte del consagrado sobre el joven escritor que ingresó al campo con su tercer premio de 1977.

                Sus publicaciones comenzaron a circular entre fines de los años 1970 y principios de la década siguiente, de modo que –si seguimos el ordenamiento generacional con el que nos estuvimos guiando hasta ahora- correspondería a la generación de 1980, aunque algunos preferían llamarla de 1982 por la Guerra de Malvinas o de 1983 por el retorno a la democracia y no referirse a ella como del 80, puesto que nada tenían que ver con su homóloga del siglo XIX.

                Las vinculaciones de Jesús Ramón Vera con los otros miembros de su generación está testimoniada por las dedicatorias en las que figuran los nombres de Gustavo Rubens Agüero, Raúl Rojas o Ricardo Kaliman, entre otros.

                Por aquellos años también intentó perfeccionarse como escritor, por lo que se inscribió en la Carrera de Letras de la Universidad Nacional de Salta, donde tuvo confrontaciones con los docentes porque la formación que había adquirido con los escritores muchas veces chocaba con los modos le lectura estructuralistas de la universidad de aquellos años. Por ese motivo y luego por un accidente se alejó de los claustros por un tiempo, pero luego retornó y completó el cursado para egresar como Profesor en Letras.

                Mientras tanto sus amigos y contertulios los habían ayudado a conseguir trabajo en los medios de prensa escrita, que a ellos les había sido útil como medio de subsistencia; sin embargo, no pudo mantener mucho tiempo el trabajo porque sus prioridades eran la literatura y la comparsa, cuyos cronogramas y compromisos entraban en conflicto con los horarios laborales.

                Aún así el poeta junto a un grupo de artistas, con el apoyo del poeta e historiador Miguel Ángel Cáseres, abrió la Editorial Tumparenda, primero en la Biblioteca Popular "Juan Carlos Dávalos", luego en la casa familiar, donde publicó treinta y tres título de varios escritores –además de los suyos- como los de Teresa Leonardi Herrán, Alicia Poderti, Gustavo Rubens Agüero, Nelson Muloni, entre otros. No era un emprendimiento comercial, por eso se financiaba de modo cooperativo y haciendo volantes y talonarios, incluso los libros podían tener ventas anticipadas para asegurarse las tiradas completas.

                La nefasta década del Menemismo acabó con la editorial independiente junto con muchos otros emprendimientos y fuentes laborales. El papel y la tinta eran inasequibles, las máquinas no pudieron volver a funcionar y tuvo que malvenderlas de a poco hasta quedarse sólo con algunas de las publicaciones impresas como recuerdo de un emprendimiento hundido en la falta de apoyo a la cultura.

                A pesar de las derrotas económicas, el poeta nunca se rindió y continuó con su obra cultural que iba más allá de la poesía en letras de molde porque su participación en las comparsas lo llevaba a recitar coplas propias, de otros autores y del acervo popular, del mismo modo en que fluyeron durante milenios, por la vía oral.

                En ese encuentro entre la tradición letrada y la popular es que llenó el cine teatro Alberdi, ubicado en pleno centro de Salta, con más de ochocientas personas para presentar su libro Comparsa, con la participación de varias comparsas que, hasta el momento, sólo habían sido parte del espectáculo popular callejero.

                Incansable, conseguía reunir fondos para convertirse en un embajador de la cultura salteña a través del país y por Latinoamérica, ya que viajó por Bolivia, Perú, Ecuador, Cuba y México, lugares por donde dejó los libros de escritores salteños en manos de representantes de la cultura internacional como Octavio Paz.

                Sin embargo, en Salta era visto por muchos como un zaparrastroso, ya que su carácter bohemio se trasuntaba en un aspecto desalineado, con total descuido por su ropa, detalle que su madre siempre le recriminaba recomendándole que se comprara una camisa y una campera nuevas, cosa que no acataba ya que si disponía de dinero lo destinaba a libros o a preparar la ropa, el gorro y la caja para la comparsa.

                Pasó muy malos momentos, ya que un informe negativo del sistema de salud del Ministerio de Educación le dificultaba encontrar trabajo como docente y muchas veces dio clases a cambio de comida.

                No conforme con eso fue víctima de ataque callejeros, por las patotas que lo golpearon entre varios para quitarle lo poco que tenía. Recuerdo que una tarde lo encontré con las marcas de los golpes aún y me dijo que necesitaba que le enseñara a defenderse para que no volvieran a hacerle eso (él sabía que a mí me habían atacado las patotas y que terminé entregando a los agresores a la policía después de darles un buen susto). Lamentablemente nuca fue a mis clases y siguió cayendo en emboscadas.

                Cansado de sus derrotas en Salta, volvió a la casa paterna en Rosario de la Frontera, pero lejos de darse por vencido, inició un proyecto para tratar de dar un aporte creativo como respuesta a la ola de suicidios adolescentes que asolaba al departamento de Rosario de la Frontera. A causa de la tremenda crisis desatada por la década Menemista, los jóvenes y adolescentes se encontraron sin horizontes de futuro lo que los sumió en una profunda depresión.

                Jesús Ramón Vera vio en el arte una posibilidad de campo de acción para rescatar a la juventud de su desazón existencial, por ello inició una serie de talleres orientados a la creación de un profesorado de artes. Daba clases gratis, organizó encuentros de escritores y artistas, propició el desarrollo de muralismo en la ciudad, pero la miopía y la mezquindad de los funcionarios le cerraron –literalmente- las puertas.

                De nada sirven los homenajes post morten, ni los discursos ni nombrar calles y edificios con el nombre de "Jesús Ramón Vera" si en vida fueron incapaces de impulsar su generosa obra creativa.

 

                Su poesía

                Cuando se hizo el homenaje a Manuel J. Castilla en el vigésimo quinto aniversario de su muerte, muchos escritores fueron convocados para que dieran su testimonio y discutían entre ellos quienes merecían ser considerados sus discípulos, hasta que alguien sentenció que el Barba no había hecho escuela. Sin embargo, había escritores que ya no estaban presentes para dar su versión, uno de ellos era Walter Adet que recibió los consejos, las correcciones y accedió a los libros que le prestó Manuel J. Castilla y por otro lado, quien asistía a su casa para que le corrigiera sus escritos fue Jesús Ramón Vera.

                Si leemos la poesía de Manuel J. Castilla y la confrontamos con la de Jesús Ramón Vera notaremos que no se parecen, como para decir que el segundo sigue al primero, lo que demuestra un excelente magisterio. Pues lo peor que puede hacer un mentor es lograr un séquito de imitadores, por el contrario debe ser capaz de ver en sus potencialidades y ayudarlo a desarrollarse para que deje su marca personal en la página de las letras.

                Es indudable que el arte se enriquece cuando establece un diálogo entre la tradición letrada y la popular. En el caso de la historia de la literatura ese giro está testimoniado en el logro más alto de las letras castellanas, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, donde se personifican la tradición libresca en Don Quijote y el saber popular en Sancho. Ese diálogo hizo de la poesía de Manuel J. Castilla, de Walter Adet y de Jesús Ramón Vera una expresión tan valiosa de la cultura salteña, pues la fina sensibilidad de los escritores les permitió reunir las voces de las calles, de los barrios, de los caminos y de los pueblos con la expresión más alta de la tradición libresca.

                Si hay un acervo poético popular en la región es el coplero que circula de boca en boca, de generación en generación como un verdadero saber popular que tiene sus momentos privilegiados de expresión como el carnaval. Muchas de esas coplas se remontan a la poesía española medieval, alguna de autor, sin embargo su circulación las convirtió en acervo popular que muchas veces ignora los nombres de los autores. Esa tradición permitió generar un patrón de creación innovadoras aunque pensadas para su expresión en la diatriba de copleros en el canto de las comparsas.

                En la crítica académica se ha privilegiado la lectura de la poesía de Jesús Ramón Vera elaborada para ser registrada por la escritura, lo que se nota por su diagramación hecha para generar sentido con la distribución espacial en la hoja; pero también produjo coplas con el formato más tradicional porque esa el modo en el que el recitador oral las asimila con mayor facilidad  que solo en el acto ritual de la comparsa cobra su plenitud de sentido.

                Leer su poesía es una experiencia única de vivencia lírica que va desde la más sencilla frase en dos versos a extensos poemas con múltiples intertextos que invitan a lector a navegar por la literatura desde su reescritura.

 

                Los libros de Jesús Ramón Vera son

Subsuelo de 1989

Así en la tierra como en el cielo de 1989

Bermejo de 1993 que reúne los dos anteriores

COM. PAR. SA. de 2001

Nadie se cruza de bando de 2010

Antología poética de 2012 realizada por estudiantes de Letras de la U.N.Sa. (distribución gratuita)

Obra poética completa de 2013

 

                Gracias al trabajo de los estudiantes de Letras de la U.N.Sa. que lo admiraban, su obra se reunió y se publicó, porque el poeta, ajeno al interés y a la fama, no conservaba un archivo de sus libros publicados, y las pequeñas tiradas se habían perdido en bibliotecas particulares.

                Hoy nos queda su recuerdo y su poesía, pero tanto el uno como la otra se perpetuarán sólo en la medida en que nosotros hagamos leer a las nuevas generaciones su producción.

viernes, 2 de octubre de 2020

Carmen Iriondo responde

 

“La inspiración artística es un estado que no se puede controlar”

 

 

Carmen Iriondo responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti

 

 

Carmen Iriondo nació el 25 de septiembre de 1945 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde reside, capital de la República Argentina. Es Licenciada en Psicología (1976), egresada de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es psicoanalista, y en tal carácter colabora con artículos y columnas en medios gráficos, radiales y televisivos. Obtuvo, entre otras distinciones, Mención de Honor del Fondo Nacional de las Artes por su libro “Rock de los limbos”. Invitada, leyó sus poemas, traducidos al inglés, ante alumnos y profesores de la Montclair State University, en Estados Unidos. Es bailarina y Profesora de Danzas Clásica y Contemporánea. Es actriz y también cantante. Como intérprete y autora de las letras, apareció, por ejemplo, el CD “Me da la gana”. Ha sido incluida en “Antología Poética Premio Juan Crisóstomo Lafinur” (2013) y en “Antología temática de la poesía argentina” (2017). Publicó en 2009 el libro autobiográfico “Memorias de una niña rehén” y, a partir de 1988, los poemarios “Casa propia”, “Rara vez”, “La niña pandereta”, “Por el miedo te digo”, “Egle & suertes virgilianas”, “Syl y Ted” (con segunda edición bilingüe; traducción de Rolando Costa Picazo), “Animalitos de Dios”, “Prosas de dormida”, “Vuelo de fiebre”, “Animalitos del cielo y del infierno”, “Llamando al picaflor por el nombre de pila”, “Seamos nieve”, “El rock de los limbos”, “Tilinga”, “Animalitos del cielo, del infierno y del mar”, “El carro de las letras”, “Los míos”, “Fantasmata” y “Menos”.

 

 

 

1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

 

CI: Tengo ocho años. El micro de la escuela intenta atravesar con mucho ruido una cantidad de agua que corre por la avenida del bajo. Miro por la ventanilla, voy sentada adelante y antes de sentir miedo escucho que el chofer se dice a sí mismo, pero en un murmullo: “pobre gente, pensar que pierde todo, todo…”

No pudimos pasar la inundación. Se veía el río a lo lejos moverse muy crecido.

El colectivo pega la vuelta y llego a la casa de mis abuelos que es donde vivo. Se sorprenden al verme, pero no demasiado. Voy a mi dormitorio, abro la bolsa de la escuela, saco un cuaderno borrador, tomo una lapicera y anoto: “Eran las tres de la tarde/ el cielo tornóse muy negro. Luego/ como si de pronto se abriese el infierno/ el viento nos trajo su silbido lento.”

Es un poema bastante largo, y lo llamo “poema” porque es lo que yo respondí cuando me preguntaron quién lo había escrito… Tiene un final feliz teñido de culpa religiosa: “A empezar de nuevo que no hay más remedio/ la vida es muy triste. Después/ está el cielo.”

Es la primera vez, recuerdo, que no entendí de donde había salido ese borbotón de palabras. Me preguntaban algo que yo no podía explicar. La creación es un destello así de breve. No se juzga, no se comprende, simplemente sucede.

 

 

2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

 

CI: Paso largas temporadas en el campo. Por lo tanto, tengo una relación muy fuerte con la naturaleza y la soledad, con espacios enormes de aire libre, colaborando desde muy pequeña con las labores fuertes de ese lugar de trabajo, y el coraje precoz de volver de noche y a caballo, de estar sola en medio del campo recorriéndolo por si sucedía algo irregular. Amo la lluvia. Su sonido revelador del ritmo o el movimiento la va a definir: un adagio, un allegro o, decididamente, un tercer movimiento trágico con timbales y truenos sonando contra un cielo negro, a veces atravesado por rayos. Hermoso siempre ver llover. En la ciudad se padece, en el campo se disfruta.

 

Mi madre, una persona con problemas de adicción, tenía pavor a las tormentas. Mis primeros cinco años de vida con ella fueron muy difíciles y fui testigo involuntaria de su terror no escuchado. Se tapaba los oídos con desesperación. Como un animal con miedo caminaba en trance por la casa y se sobresaltaba con los truenos. Sin querer, a veces, hoy mismo, me llevo las manos a los oídos ante un trueno o una explosión como reflejo nostálgico, o más bien como un acto de brindarle compañía. Esté donde esté.

 

Vuelvo al campo. Estuve presente siempre mientras se carneaban las ovejas elegidas para comer. Por lo tanto, vi sangre desde muy niña, presencié los degüellos con cierta naturalidad, aunque tenía prohibido por mi abuelo acercarme demasiado, le llevaba a los chanchos lo que no se guardaba de la oveja. Como andaba medio sola, solía lastimarme bastante seguido. Nunca fui aprensiva. Cuando me sacan sangre, no miro. Si se lastima un hijo o un nieto, sí me desespero, pero eso es un descontrol tan natural como el amor.

 

Cuando la velocidad es manejada por otro, la detesto y me aterra. Me he bajado de autos en medio de una ruta, he gritado como marrana porque alguien no frenaba, me suelo bajar de colectivos desenfrenados, etc. Cuando la que maneja soy yo, no me pasa eso. Lo hago desde niña y me gusta manejar en ruta y andar relativamente rápido. Tampoco tengo miedo si el caballo se apura, si tengo que correr, más bien me gusta esa sensación vertiginosa. Cuando la velocidad está ligada al tiempo, a veces elijo y prefiero la lentitud. Para leer, por ejemplo, o para escribir. Libre de la ansiedad que es tan enemiga del bienestar.

 

Las contrariedades no son mi fuerte. Me ponen triste y tengo una inclinación casi cómica a la paranoia, creyendo que alguien me lo está haciendo a propósito. Esto es una confesión grave. Hoy (y siempre), los trámites eternos, la tecnología que no depende de nosotros, los cambios de horarios, la impuntualidad, lo difícil que es llegar a tiempo a los lugares de trabajo, son situaciones muy superficiales y poco graves, pero cuando se van acumulando, a mí me trastorna.

 

 

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

 

CI: Un concepto como la inspiración en un rincón y William Faulkner en el otro, nos presenta un ring con un espacio a llenar entre rincones. Faulkner, alguien que insistió en apuntar siempre más alto a la hora de escribir, recuerdo que habló de la inspiración como un fósforo en medio de la noche, que ilumina y coloca en la conciencia la noción de oscuridad. Recuerdo que usaba la palabra “endure” (resistir) para definir la exigencia que pretendía para su obra. Sostén, suspenso, fuerza, casi resiliencia y esto es una boutade de la que podría deducirse que para él la “inspiración” es obviamente invisible.

En el otro rincón Madame Inspiración piensa… “Yo aparezco après coup, después del diario del lunes, alguien que escribe, canta, o baila o pinta no ‘sabe’ que está inspirado.” Está ocupado en el trabajo, preocupado en la tarea desconociendo casi todo lo que quede afuera de ese universo privado.

¿Mis consideraciones? Me cuesta mucho tomarme en serio ciertos mitos que circulan detrás de las imaginarias conjeturas que hacen a un escritor esperando Musas, a un pintor con una boina en la cabeza, o a un bailarín con alas.

Un escritor puede juzgar cuando revisa lo que escribió, si estaba lo suficientemente concentrado como para no tener que investigar con minuciosidad lo que hizo. La inspiración artística, en cambio, sería un estado que no se puede controlar. Y para sobrevivir, tomar aire es inspirar, si no simplemente morimos.

 

 

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

 

CI: Es una pregunta interesante. No sé qué viene antes, nunca lo pensé así. Cuando algún artista atrae mi atención por lo que produce, recién puede ser que me despierte una curiosidad sobre sus avatares, mayormente su origen, su infancia, sus transformaciones y diferencias con el correr del tiempo. Para escribir un libro que se llama “Syl & Ted”, un largo poema acerca de la relación entre Sylvia Plath y Ted Hughes, comencé por leer con obsesión la poesía de ambos. Eso me fue llevando al análisis de su relación intensa y pasional, para descubrir ciertas identificaciones, en donde se nota que uno quisiera escribir como el otro y viceversa. De allí a descubrir la envidia y los celos mutuos fue un instante y de allí a interesarme por los diarios de Sylvia Plath, un solo salto. Reconozco así que esa vez me dejé llevar por los avatares de esta talentosa chica norteamericana insegura, queriendo convertirse en inglesa, escribiendo a su mamá lo contrario, día por día, de lo escrito en su diario en donde aparece su dolor. Con Ted Hughes no me pasó eso. La poesía de él fue suficiente, me atrapa mucho; aunque llegué a escribirle un mail en esa época, y me contestó un párrafo agradecido y escueto, muy bien educado. Murió al año siguiente, y si me hubiese interesado su vida o sus vicisitudes, deduzco que le habría escrito de nuevo. Y no sentí para nada la necesidad de hacerlo. 

 

Me interesó de Antonin Artaud su historia personal, su infancia tan traumática, cierto coraje, y cito una frase que me aparece manuscrita en un libro suyo: “He estado enfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo, pues los estados de privación me han dado siempre mejores indicios sobre las plétoras de mi poder que las creencias pequeño burguesas de que ‘basta la salud’”. Esta frase sintetizaría para mí en qué momento podría surgir el interés por los avatares de un artista. Y obviamente reconozco que reflejan aspectos de mi propia identidad.

 

 

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

 

CI: No soy muy amiga de repetir “enseñanzas o sentencias”. No me gustan las certezas porque hay detrás una aseveración de verdad única que siempre me espantó. El lema, sin embargo, me resuena más amplio y abierto, implica una decisión, encubre un deseo: “mi lema en la vida es…”.

 

El chascarrillo sería como una “boutade” popular.  Momentos de humor espontáneo que, si suceden, me agradan. De hecho, yo soy contadora de historias por las que, en general, cosecho risas y alegría. En algún momento de mi vida, fui alguien que trasformaba reuniones depresivas en fiestas. Ya no más.

 

Los proverbios me suenan a religión, con un sesgo oriental. Cuando se dice “proverbio chino”, parece menos estricto que uno católico.

 

De refranes sí estoy hasta la coronilla, son como las propagandas que se pegan para siempre, “El que quiere celeste… que le cueste”, “Al que madruga, Dios lo ayuda”, “Todo va mejor con Coca Cola”. Tengo muchos en la memoria, pero jamás ando divulgando estas frases hechas. Creo, además, que son parte de un pasado en donde se charlaba en la mesa diaria, y de vez en cuando alguien desprogramado acudía a una sentencia mansa.

 

 

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando en estado de perplejidad?

 

CI: Un escritor francés, Marie-Henri Beyle, más conocido como Stendhal, describió una experiencia que sufrió en la Basílica de Santa Croce al ver por casualidad un fresco de Baldasarre Franceschini representando a las Sibilas. Él mismo dice haber alcanzado un estado emocional intenso y celestial ligado a la belleza del arte: “...la vida salía a borbotones, tenía miedo de desmayarme.” Estos estados que se repiten aun hoy en los museos, dieron lugar a la creación del nombre “Síndrome de Stendhal”, diagnosticado por una serie de síntomas como palpitaciones, desorientación, pérdida de la identidad, agotamiento físico posterior a la visión manifiesta de una obra de arte.

 

En lo personal, me sucedieron cosas muy extrañas; de muy niña, cuando veía ballet, las veces que me llevaba mi abuela al Teatro Colón. Me brotaban lágrimas que no eran de tristeza ni de miedo, era más bien un estremecimiento producido en un ser vulnerable que aprendería un camino por el que salvarse de algo tan temido como la infancia. Ciertos instrumentos como el cello, el piano, cantantes de voces medias, no muy agudas, eso también en la infancia me producía piel de gallina y una sensación placentera de disociación de la realidad.

 

No recuerdo adonde, pero sé que me petrifiqué ante la obra de Francis Bacon, no podía dejar de mirar un cuadro en particular, tampoco me acuerdo de la imagen, ya que la verdadera creación no me fanatiza, sino que me disocia. Muy adolescente, en España, un cuadro de Rubens, “Heráclito llorando”, vaya uno a saber por qué, me inspiró un poema que leí en voz alta por el micrófono del ómnibus en el que viajábamos en una excursión.

 

Finalmente, ya a mis casi treinta años, escuché un impromptu de Chopin que parecía una grabación impecable. Pero no me cerraba que sonara tan real y ante mi estupor descubrí un pianista sentado al piano. Me acerqué despacito, como ante un animal salvaje para los que hay que simular tranquilidad y silencio. Él sonrió. Yo lloré. Siguió tocando y realmente entré en una sensación de trance y de incredulidad por semejante talento. Era Manuel Rego. Un pianista de Mar del Plata que me brindó una de mis amistades más preciadas. Todo lo que sé de música lo aprendí de él.

 

Mis perplejidades han sido más bien ocasionales, no permanezco en estados de fascinación por mucho tiempo. Es un riesgo que ya no estoy dispuesta a experimentar.

 

 

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

 

CI: He estado muchas veces sobre un escenario, bailando clásico, cantando o trabajando en una obra de teatro, en casi todas esas exposiciones suceden anécdotas graciosas. También es cierto que uno busca reír para no morir del pánico que nos inundaría si tuviéramos conciencia de la exhibición ante el público. Recuerdo una vez, muy joven en Mar del Plata, un cantante amigo me pidió que le diera vuelta las páginas a su pianista que iba a hacer un recital de canciones francesas en la Villa Victoria Ocampo al aire libre. Accedí encantada y me vestí para la ocasión con una falda cortita y de color fuerte, y una camisola arriba liviana ya que hacía bastante calor. Ni bien comenzó el recital me di cuenta de que mi silla se hundía en el pasto húmedo y yo tenía que levantarme muy seguido ya que las partituras eran breves y estaban escritas de un solo lado. Había viento. Como siempre en Mar del Plata. Bastante viento. Mucho viento. Sonaba Debussy. Hermoso. Mi amigo tenor venía superando el trance con solidez y buen gusto. Me levanté para dar vuelta la página número 4 y la pollera se me levantó hacia arriba y se pegó a mi cuerpo como una flor al revés. Quedé en bombacha y traté de hacer como si nada. Fue acrobacia después hasta el final tomarme la ropa con una mano y seguir dando vuelta las hojas con la otra mientras la silla se hundía en el rocío del espléndido jardín de la casa de Victoria Ocampo. (Muchos se dieron cuenta y fue siempre tema de risa, aun hoy me lo recuerdan.)

 

 

8: ¿Qué te promueve la noción de posteridad?

 

CI: Lo póstumo, no me ha llamado mucho la atención. Tengo asociado el concepto a algo que sucede cuando uno ya no está, pero no a un buen recuerdo sino más bien a algo que no sucedió, por ejemplo, el reconocimiento profesional o artístico que viene empaquetado en la forma de homenajes y alabanzas post tumba. Creo que lo que permanece en el tiempo más allá de una generación, se lo ha merecido de alguna manera, por lo que significó entonces, y tanto por lo bueno como por el daño que pueda haber causado. 

Las misas, los homenajes, los nombramientos, los premios in memoriam son un poquito patéticos. 

El concepto ligado, en cambio, a la gratitud, por alguien que ya no está, el reconocimiento póstumo ligado al afecto, a la emoción, a valorar un objeto que represente esa ausencia, me conmueve. Pero esto concierne a la intimidad y no a lo público.

 

 

9: ¿“La rutina te aplasta”? ¿Qué rutinas te aplastan?

 

CI: La rutina lleva implícita la repetición. Esa compulsión a repetir es una característica de la especie, es una defensa contra emociones, terrores, angustias o lo siniestro que pueda aparecer como desorden psíquico. Vale decir que toda rutina es, como costumbre o hábito aprendido, defensiva, un cuidado natural para organizar la vida con cierta certidumbre. Aunque la muerte aceche en el horizonte y que también esto se olvide gracias a los rituales, ensayos, repeticiones, que inventamos a diario para vivir naturalmente.

En mi caso personal, no solo no me aplasta, sino que me despierta. Trabajo en muchas actividades desde que recuerdo, por lo tanto, la buena organización me habilita para estar de mejor talante. El entrenamiento físico, sobre todo cuando es fuerte, no se puede ni debe interrumpir. Esto como ejemplo de que ciertas rutinas obedecen al deseo más profundo y es mejor no proponerse racionalizar demasiado.

 

 

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “… un estilo es una manera y un amaneramiento”.

 

CI: No sabría qué contestar a la opinión de Corpus Barga. He aquí mi limitación. El estilo, lo peculiar en un modo de expresión, en lo creativo y en el arte, y también en lo personal, estaría ligado a lo que resume e identifica a una época, a una obra, a cierta estética. En el caso de los escritores, es cierto que cuando son reconocidos por lo que se llama estilo, en general es porque son buenos en lo que hacen. Lo que no implica que uno adhiera por esa virtud solamente. Pero el estilo acompaña a las personalidades fuertes, las que se destacan y descubren muchas veces con precocidad lo que va a venir como movimiento social o previenen períodos catastróficos, o descubren modas triviales que se imponen a pesar de lo que eso va generando.

En cuanto a la segunda cita de Corpus Barga, “…un estilo es una manera y un amaneramiento”, aquí sí concuerdo con que las maneras se pueden amanerar, con lo que se consigue una exageración, un “manierismo”.

 

 

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

 

CI: Mayor indignación me produce la injusticia en general. Obvio que la injusticia social me indigna más, me hace descontrolar a veces y me enoja demasiado. También he sufrido en mi persona situaciones de mucha injusticia de las cuales me defendí como pude, pero tragándome la violencia que finalmente recayó sobre mi persona siempre.  La llamada “justicia” actual es una verdadera vergüenza, por eso trato de prescindir de ella y arreglar las cosas por mi cuenta. La única vez que consulté por una cuestión familiar y grave, me manipularon y no pude creer la impunidad con que la justicia de familia se mueve en la Argentina. Estos eventos me llevaron mucha energía, reprimiendo todo tipo de violencia, pero pagando precios altos de índole emocional... No tengo miedo a luchar, lo hago desde niña, tuve que cuidar gente mayor aprendiendo muchos recursos para hacerlo. Pero la violencia me parece horrible y creo en cierta alquimia y un buen psicoanálisis para domesticarla.

Me hartan instantáneamente la ligereza de opinión acerca de las acciones y obras de otros. La deslealtad.

 

 

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

 

CI: Haciendo un esfuerzo considerable puedo compartir alguna postal de mi niñez, pero muy triste en cualquier imagen que recuerde. Por ejemplo, hay un dibujo de mi abuelo en donde miro por una ventana cerrada a la calle, el flequillo tupido que me tapa la frente y disimula la ansiedad por encontrar a alguien que venga a buscarnos a mí y a mi madre enferma.

Por esto mi adolescencia transcurrió en casa de mis abuelos, sin hermanos, y muy exigida en materia de logros y en reivindicar a una madre que había trasgredido toda norma en un hogar muy conservador y de alguna forma flojo de límites. Mis postales de esa época obteniendo reconocimiento de mis hazañas son: premios en la escuela, por el deporte, aplausos por la danza, etc., pero la postal más linda sería junto al primer chico que me gustó a los 11 años, un hermano de una compañera de colegio. Se llamaba Miguel.

 

 

13: ¿En los universos de qué artistas te gustaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

 

CI: Le he dado muchos significados distintos a la palabra arte con el paso del tiempo.  Muchos tienden a llamarse artistas sin tomar en cuenta que eso es un don que entraña una vida. Otra cosa es la creatividad, el ingenio, la imaginación, la gracia o la destreza.

Desde muy niña, elegí bailarinas como un ideal importante. Me llevaban muy seguido al Teatro Colón, y yo me enamoré de la posibilidad de que Olga Ferri, ella sí una artista de la danza, en el escenario, como docente, y como persona sabia, viviera en las casitas de las escenografías de ballet clásico. Hogares preciosos con una ventanita, una puerta y una mamá con cofia que siempre salía desde adentro, infatigable cuidadora de su hija, siempre sufriente por algún príncipe o mendigo o lo que fuera que bailaba con ella y la maltrataba. Me incluí en ese mundo rogando por un estudio de danzas y comencé a bailar con una profesora de barrio.

Deliré con irme a estudiar actuación fuera del país, ya crecidita y rebelde, el sueño era que algún director me eligiera como protagonista en una película. Estudié piano, y aquí sí conocí a un artista verdadero, un pianista inefable, Manuel Rego. El me incluyó en un trabajo junto a su quinteto de piano y cuerdas para un recital como cantante invitada en un homenaje a George Gershwin.

Al conocer de cerca muchos ambientes de estudio, la idealización e ilusión van dando lugar a aceptar cuánto hay que trabajar para que el duende aparezca. Respecto de la literatura, que es lo que más nos ocupa, crecí rodeada de libros y de familiares escritores y conocí muy temprano la trastienda de todos, que me deslumbraban con su gran sentido del humor. Leí muchos libros. Estudié francés a los cuatro años, por lo tanto, no me di cuenta de que había aprendido un idioma y fui al colegio inglés durante toda mi escolaridad. Tuve que rendir libre casi todas las materias en el colegio Nacional de Mar del Plata, como reválida para entrar en la Facultad Pública. Leo a los autores en sus idiomas natales si puedo. Me defiendo muy bien en portugués e italiano. A varios escritores extranjeros les he mandado mails y todos me han contestado con gran amabilidad. Esto contribuye a una menor idealización y a un mayor respeto admirativo.

 

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

 

CI: INSOMNIO

 

En la oscuridad

percibo apenas la gravitación de los gestos.

Gozo con el silencio

hasta que pido una ración de fervor, de sorpresas.

Pero sin intemperancia.

No quisiera advertir tu desolación.

 

 

15: ¿A qué artistas, en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

 

CI: A los escritores P. G. Wodehouse, Gerald Durrell, Nicanor Parra, Witold Gombrovicz y Jonathan Swift. Son los primeros que se me ocurren. A Copi (“El baile de las locas”).

 

 

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?

 

CI: Para apreciar o no apreciar tengo que conocer la apreciación, así decido. Las imprecisiones forman parte de un universo tan amplio que no podría “preferirlas”.

 

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés?

 

CI: Tengo una gran libertad para soportar mis propias contradicciones y ambivalencias. Crecí sabiendo que uno puede amar a gente mala y odiar a lo que se considera universalmente como “bondadoso”. No me perturba, no me entristece. Por lo tanto, sería en mí una cosa menos para “resolver”.

 

 

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache?

 

CI: El Cambalache de Discépolo ha brindado, sin proponérselo, un universal para la especie humana. Tendemos a rechazar lo que viene mezclado, la vida misma, la frustración que nos genera darnos cuenta de que no hay clasificaciones, ni cercos de protección, que todo está en nuestro imaginario. Lo que es una porquería o lo que no. Lo que está bien o mal. Se pierde mucha energía sosteniendo ideales que se van derritiendo con el paso del tiempo. Queriendo que la Verdad tenga la mayúscula que no lleva, la verdad única no existe. Siempre es autorizada por otro. La verdad es a medias. La Verdad Única es propiedad de las religiones, de Dios en sus acepciones varias, de ciertas ideologías extremas… Y forma parte así del terreno de lo invisible.

 

 

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto ¿qué personas (de todos los tiempos y todos los ámbitos) te asombran?

 

CI: Paso por un momento vital poco proclive a dejarme llevar por las “grandes” causas o las “épicas” razones, o la “compasión” contada en voz alta, o el “vivo por y para mi público”. Sí admiro y tiendo a sentir afecto por gente cercana o conocida que se compromete con coherencia a lo largo de una vida a cumplir una función en un trabajo, en lo artístico, familiar, vocacional, profesional o político, no necesariamente ligado al éxito o al reconocimiento público. A pesar de que modelos como el de Teresa de Calcuta se llevan todo mi respeto, también veo allí el deseo cumplido de una mujer en una labor altruista y su goce: cómo ella descubre qué hacer con su vida. Pero no necesito causas espectaculares para el asombro, me asombran más bien las cosas pequeñas, valiosas y espontáneas.

 

 

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

 

CI: Soy de reírme muy seguido. A carcajadas y también a tentarme de risa cuando no debo. No puedo contestar qué me hace reír, ya que cuando es placentero surge de algo que no pretende ser gracioso. En la sorpresa estaría mi risa, un inesperado y hermoso manantial de ese recurso fantástico, ahí nomás tan cerca del llanto. Risa y llanto, dos formas de hacer catarsis de lo cotidiano.

 

 

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

 

CI: Descreo de la existencia de los ideales y de las ilusiones. La vida en eso fue generosa, me puso de frente al dolor en la infancia: la madre es mentira, a nadie le importa, la gente no es buena, hay gente violenta, la mayoría está en lo suyo y están en su derecho, uno siempre busca lo que no está, lo que hay así sean tesoros y virtudes, no se aprecia, insatisface por estructura. Porque lo que hay está presente. Esto es algo que no se acepta, en general, porque no responde a esas sentencias “positivas”, clichés de la “felicidad” como estado y de lo “perfecto” como lo posible. En cambio, me aferro al concepto de un deseo inconsciente que termina por imponerse en sueños “cumplidos” o cercanos al ideal forjado.

 

 

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con estos tópicos?

 

CI: Me he ido relacionando con esos tópicos mediante el mero hecho de vivir. El desamor que sentí en mi infancia me transformó en querendona y “amorable”. Amo mucho a gente que he elegido de manera no consciente, y creo absolutamente en ese amor como una vía, tanto de sufrimiento como de bienestar.

 

Contemplativa fui a lo largo de mi vida naturalmente. Mi status de hija y nieta única me convirtieron en una observadora en alerta y la contemplación nació así de fácil.

 

Con el dinero siempre tuve conflictos serios que me hicieron mucho daño.

 

No me llevo bien con la religión como absoluto.

 

Lo mismo me pasa hoy con la política cuando se trata de tomar posición en un extremo. Rechazo la violencia implícita.

 

 

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música. pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

 

CI: Insufrible es un calificativo que asocio directamente a mi libertad de elección. En general, a esta altura de mi vida, me es fácil no asistir a espectáculos o museos o propuestas teatrales o cinematográficas que me coloquen en posición de sufrimiento, salvo que involucren a algún amigo o familiar, en cuyo caso justifico la incomodidad circunstancial y sostengo la amistad o afecto por la persona involucrada y me hago presente para acompañarla. También es cierto que habiendo trabajado mucho en escenarios teatrales y presentado mis libros, sé lo que se puede poner en juego del orden personal en esa devastadora entrega que a veces provoca exhibirse.

Entonces, aunque no coincida con mi estética ni con mi definición personal de obra artística, trato de evaluarla por el esfuerzo y el trabajo que eso llevó consigo. Y lo soporto, muchas veces, sin expresar en voz alta lo que me resulta incómodo. Y si tengo que padecerlo, seguramente termina por el lado del humor.

 

 

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño y por qué?...

 

CI: Con nostalgia recuerdo mi caminar diario hasta la calle Montevideo, adonde vivía mi mamá, desde lo de mi abuela a seis cuadras de distancia. Era muy niña y hacía ese recorrido sola por el consejo de un psiquiatra que decretó que era bueno para mi madre y mi abuela que esto sucediera… A pesar aquí de lo “insufrible” de esa tortura diaria, ya que mi madre estaba en un proceso difícil de adicciones, tengo cariño por esas fugaces ganas de verla.

Por el contrario, dejar Buenos Aires a los diecinueve años para irme a vivir al campo y criar allí a mis tres hijos fue lo mejor que hice en mi vida. Mi trayecto en ese lugar, como el de las ovejas, era un sendero que yo misma hacía con el cochecito de mi primer hijo. El amor por ese niño brotaba de los árboles, de los pájaros y de la tierra que cambiaba de color según la estación del año. Y de mi corazón agradecido.

 

 

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

 

CI: ENCIERRO

 

¿Serán las miniaturas negras en la visión

presagio, el desajuste cercano de la muerte?

La ceremonia en el bosque del azar, la danza

primitiva, la autenticidad, lo transparente.

Pero ya no se danza en la ciudad, se han ido las

mujeres llevando el sufrimiento, el sacrificio.

La lengua maternal ya no te alcanza, queda

un nombre de flor: el pensamiento.

 

 

26.: “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

 

CI: Las palabras, así como las personas, mueren por cansancio. Cuando no son escuchadas y se gastan. Cuando no encuentran ni una música para hacer de letra y probar el sonido de una voz. Allí comienza a hablar el cuerpo. Con idioma de síntomas y mudas referencias. 

Hay escritores, no sé por qué pienso en Charles Dickens, que con su obra iluminan o dan sombra a una época, con la velocidad que crean, con los tiempos que acompasan y marcan algo más allá de las palabras. Los silencios. Los auténticos cambios de época.

 

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

 

CI: Pienso diferente a mi familia, crecí sabiendo callar, ya que no pretendo convencer a nadie de mis construcciones personales e ideológicas, pero las respeto porque sé cómo fueron tomando forma a lo largo de una vida. Siempre y cuando no sea una ideología extrema, nazi-fascista, violenta y asesina o una verdad única excluyente y dañina, las ideas del otro no serían obstáculo para disfrutar de cualquier obra que pueda admirar o escuchar o leer para el caso.

 

 

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

 

CI: He vivido siempre en Argentina, y es un lugar en donde las promesas no se cumplen con frecuencia. Me acostumbré a no decepcionarme mediante un sistema defensivo que pone en marcha de inmediato la actitud de no esperar nada. También me acostumbré a escuchar propuestas de trabajo que no existen. 

 

 

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

 

CI: Admiro —junto al amor infinito que siento por ellos— a mis hijos y a mi compañero. Por las actividades variadas y virtuosas que todos han sabido desarrollar, por defender sus criterios, por ser tan buenos hijos e incondicionales en los momentos difíciles, porque me hacen sentir querida, porque son hermosos, y me contagian risas.

Admiro a mis Maestros de danza, canto y profesores de la facultad. También tengo amigos entrañables y muy admirados y talentosos.

 

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

 

CI: Una pasión que me perteneciera, sería una suerte de oxímoron. La pasión, al menos para mí, se caracteriza por no poder asirla, se escapa, se instala y nos lleva puestos. Alguna vez, de joven, me he dejado llevar por alguna obsesión pasional, pero aprendí rápidamente a retomar el control. El entusiasmo es otra cosa. Lo distingo perfectamente. El entusiasmo es de duración limitada. Las pasiones no tienen fin. Hoy día, si hay pasión, me va a pertenecer.

 

 

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

 

CI: No me agrada hablar bien o mal de alguien que a lo mejor deja su alma en lo que hace y porque a mí no me gusta decido que ha sido sobrevalorado.

Ya respondí una pregunta sobre lo ideológico. Allí existen muchos sesgos de alabanzas y críticas de acuerdo a poderes que utilizan al arte como vía de intereses. Tiendo más bien a fijarme en artistas que, por el contrario, han sido o son poco difundidos, o no valorados porque no se saben promocionar.

 

 

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

 

CI: Lamento no haber leído el poema de Luisa Futoransky y no quisiera responder algo que no lo tuviese en cuenta. Tampoco quiero buscarlo por internet y leerlo rápido y fuera de contexto debido al gran respeto que tengo por Luisa.

El amor es una palabra tan subjetiva y abarcadora que más bien se aplica a un territorio compulsivo ligado a las emociones más primitivas y sensibles. Me parece que no admite demasiada racionalidad como para contestar esta pregunta seriamente. Es un adjetivo difícil porque describe y presupone una relación. Pero así, nombrado, habita una vida humana plena de símbolos, sueños, imaginación y realidades. Se trataría aquí de un caso por caso y preguntar de manera personal. Mi respuesta sería: “Depende…”.

Pero, en principio, coincido absolutamente con ese concepto. Es más, creo que en la naturaleza humana, animal o mineral no hay simetría. La simetría es más bien, y para mí, un invento exitoso y desesperado de la humanidad para encontrarle equilibrio a la desazón e incertidumbre de vivir sabiendo que hay muerte. Indefectible.

A diferencia del reino animal, al que jamás se le ocurriría buscar que algo sea igual a otra cosa para quedarse más tranquilos. 

La inclusión social por la que peleamos todos en esta época tiene que ver con reconocer las asimetrías y, en tal caso, hacer con ellas lo más justo y saludable para con “todes les asimetríes” y aceptarlas con naturalidad. Y a la “igualdad” tan buscada no separarla de la equivalencia de derechos, que aceptando las tantas diferencias igualaría

conceptualmente lo que siempre fue fundamental y ha devenido urgente.

 

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

 

CI: La noche plena.

 

 

34: ¿Qué dos o tres o cuatro reuniones cumbres integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes propondrías?

 

CI: Siempre me gustó juntar gente muy diversa y logré encuentros muy increíbles por las diferencias. Por lo tanto, me sentaría a escuchar y observar todo en estas cumbres imaginarias y verdaderamente imposibles. Por soñables.

 

1 - Raymond Roussel, Marceline Desbordes-Valmore, Paul Verlaine, John Ashbery, Marina Tsvietáieva, Djuna Barnes.

 

2 - Sylvia Plath, Ted Hughes, John Cage, Manuel Rego, Macedonio Fernández, Baldomero Fernández Moreno, Stendhal, Vaslav Nijinsky.

 

 

35: Seas o no ajedrecista, ¿qué partida estás jugando ahora?

 

CI: No sé jugar al ajedrez.

Me gusta mirar sus piezas en madera.

No juego partidas ya. Bailo. Canto. Trabajo. Escribo. Amo.

Vivo.

 

 

*

 

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Carmen Iriondo y Rolando Revagliatti, octubre 2020.

 

www.revagliatti.com