HOMENAJE
a un poeta argentino de 100 años
Alberto
Luis Ponzo: sus respuestas y poemas
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Alberto
Luis Ponzo nació el 12 de junio de 1916 en la ciudad de Buenos
Aires, capital de la República Argentina, y reside en la ciudad de Castelar,
provincia de Buenos Aires. Dirigió y codirigió, entre otras revistas
literarias, plaquetas y colecciones, “Vigilia”, “Encuentro”, “Por la Poesía”,
“Empresa Poética”, “Mano de Obra”, “Hojas del Caminador”, “El Poema Ilustrado”,
“Otros Cielos” (bilingüe). Su quehacer fui incluido en numerosas antologías, así como en innumerables publicaciones periódicas de
América y Europa. Citamos algunos de sus poemarios: “Equivalencia de la tierra”, “De ayeres y desmemorias”, “Ramos de
invierno”, “Cuaderno Martín”, “Lugares / En otras palabras”, “Obra en
construcción”, “Canto en la arena”, “Exploraciones (sobre la poesía y lo
demás)”, “Anotaciones para mi nacimiento”, “La casa de Azara y otros poemas”,
“A puertas abiertas”, “Uno en el mundo”, “Ejercicios provisorios”, “Poemas para Antonio Porchia”, “Historias
salvajes”, “Poemas comunes”, “Cuadro
de situación”, “Diálogo de escrituras”, “Labio oscuro de nacer”, “De este mundo
(instantáneas y miradas)”, “El alba y
otros poemas”, “Los dioses
extinguidos”, “De estar aquí”, “Comarca del tiempo”; también algunos de
sus volúmenes de ensayo: “Pasión de la
soledad y el misterio de Juan L. Ortiz”,
“Antonio Porchia: El poeta del sobresalto”, “Poéticas / Poetas de la
experiencia a la escritura”, “César Vallejo: Verbo, destino y unidad”,
“Conversaciones de fin de siglo”, “Poetas
del vértigo y otros ensayos”, “Osvaldo Milano Arrieta, una forma sensible de
indagación”, “El pensamiento inextinguible y otros ensayos”, “Juan L. Ortiz / El aura de un lenguaje
esencial”; y, además, algunas de las antologías de su obra: “Ocupaciones y límites”, “Poesía recobrada”, “Ochenta vueltas al mundo de todos los días”, “Poemas olvidados”.
1 — Quienes deseen saber más de vos,
Alberto, tendrán posibilidades si te buscan en la Red. Encontrarán muestras de
tu poesía, otros reportajes y videos. Y podrán advertirte en fotografías con tu
esposa y compañera de más de seis décadas, Alba Correa Escandell (1918-2008),
de nacionalidad uruguaya, que además de profesora universitaria fue poeta y
narradora. ¿Nos referimos a ella?
ALP — Entre los actos que
considero imprevisibles no puedo dejar de mencionar cómo conocí a Alba, como un
hecho “milagroso” por medio de la Radio Sténtor, muy popular entonces en Buenos
Aires. Ella había participado en un concurso de poesía desde su país, obteniendo
una distinción, y yo traté de comunicarme a través de los datos logrados por la
amistad que me unía a una locutora de la radio. Alba vivía en Nueva Palmira,
pequeño pueblo frente al río Uruguay, y yo había iniciado mi carrera universitaria;
además comenzaba a “imitar” a los poetas del ‘40. Mantuve con Alba una
incesante correspondencia y la visitaba cuando lograba conjugar mi
disponibilidad de tiempo y económica. Los dos escribíamos coplas y sonetos, y
nos consubstanciábamos con los bardos de esa época: Rubén Darío, Leopoldo
Lugones, Almafuerte, parte de poesía española y francesa. Eran los años de
“fórmulas neorrománticas” y acontecimientos históricos y socio-culturales
que determinaron las expresiones de una “nueva poesía”. Existían las tendencias
modernistas y, sin mayor influencia, seguimos juntos cumpliendo “carreras” diferentes:
ella era Profesora de Idioma Español e Historia y yo ejercía mi
profesión de Odontología. Mientras Alba realizaba una labor de desarrollo en la
vida cultural palmirense, aún derivada de la producción tradicional, yo me
dedicada a atender mis pacientes, en Castelar, concurriendo en ocasiones a la
Capital Federal, donde me fui relacionando con los poetas Roberto Juarroz,
Raúl Gustavo Aguirre, Enrique Molina, Francisco Madariaga, Alejandra
Pizarnik, Antonio Porchia y unos cuantos surrealistas. Alba en Nueva Palmira
fue delineando una obra silenciosa y ligada a sus recuerdos de infancia y
actualidad familiar. Sus libros fueron editados mucho después de los míos.
2 — Sobre tu poética se opinó que huía “del retoricismo y de los excesos
sentimentales y que se caracteriza por el tono reflexivo”. Y sobre vos, el
poeta Carlos María Romero Sosa destacó un rasgo: “Una de las pocas personas que conservan la sana costumbre de escribir
extensas cartas manuscritas.” Ha existido el “Premio de Poesía Concurso Dr.
Alberto Luis Ponzo de la Universidad de Morón”. Has ido obteniendo
reconocimientos institucionales por tu trayectoria: Gran Premio de Honor de la
Fundación Argentina para la Poesía (en 1992), Sociedad Argentina de Escritores
Central y también de la Seccional Oeste, Socio Honorario de la Sociedad de
Escritoras y Escritores de la Argentina (en 2011), Fondo Nacional de las
Artes... Y en la ciudad de Morón podríamos acceder a la “Biblioteca Popular y
Centro Cultural Alberto Luis Ponzo”. ¿Cómo atinás a sobrevolar sobre todo esto?
ALP — Hay una línea que separa lo que se escribe de
las opiniones, resoluciones, prescripciones y otros elementos externos.
Esa línea representa el lugar de la creación, la obra ya realizada y
presentada, como hecho elaborado por el autor, independiente de nuestras ideas
o condiciones en las diferentes formas de su existencia. Al otro lado de la
línea imaginaria está el reconocimiento luego de la lectura, que puede
resumirse diciendo que “vale” y tiene alguna importancia. Hay también un
aspecto que no deja de influir en el trabajo escrito o del material que sea: la
circunstancia de la ejecución, o sea, lo que da vida y mayor actualización. Es
cuando se estiman las razones para premiar, otorgar una mención, celebrar, elegir
un plano para destacarlo entre otros. Yo creo, Rolando, que ha surgido en los
últimos lustros una política excesiva y dudosa para otorgar los premios: se
ha desvirtuado lo que entendemos como Arte.
En cuanto a mi obra de poesía, ensayo
o cosa realizada, sólo puede disculparse por los años de su realización, “sobrevolando”,
como decís, entre características de varias generaciones. No hago comentarios o
afirmo si es merecido, pero no he interrumpido mis esfuerzos.
3 — Las diversas ocasiones en las que has participado en colaboración
con el pintor y dibujante Salvador Galup, me brinda la posibilidad de
preguntarte cuáles han sido, en qué han consistido, y que lo evoques como
artista y como persona.
ALP — Poco después de
trasladarme a Castelar (yo viví en Buenos Aires, frente al Parque Chacabuco,
desde que me casé en 1946 hasta 1951) y ya instalado con mi consultorio dental
en la calle Italia 830, concurrió por un problema de prótesis Salvador
Galup. Al realizar su ficha, aparte de los datos acostumbrados, me enteré que
era pintor y dibujaba en el diario “La Razón”. Un día me invitó a conocer
su taller, a pocas cuadras de mi casa. Me mostró varios cuadros que se exhibían
en el comedor y numerosas obras —dibujos, óleos, estudios— ordenadas en su
tallercito, en el piso superior. Yo admiraba esa producción y las
colaboraciones en el diario, caricaturas en su mayor parte con hechos políticos
o simplemente las pruebas de sus trabajos. Seguimos cerca, conversando de
arte, la situación social, su familia (tenía esposa y tres hijos), sin dejar de
incluir a la poesía, pues le había contado que escribía. No recuerdo todo lo
que me ayudó a ilustrar y diagramar desde entonces. Lo cierto es que nos
hicimos muy amigos y cuando le pedía la opinión acerca de mis poemas,
a los pocos días me mostraba lo que él había sentido al leerlos. Así fue
concibiendo tapas con ilustraciones de mi obra. Pero lo que deseo
destacar, sobre todo, es su personalidad, la humildad y el desinterés sobre lo
que hacía, obsequiándolo a quienes les complacía. Lo que más tengo
presente es la publicación de “Hojas del Caminador”, con la imagen de
cada autor en la tapa y dibujos de los poemas elegidos. Durante tres años consecutivos
y un número mensual, han aparecido las ilustraciones, con un breve ensayo, de más
de treinta poetas. Escribió Galup en una Hoja que le dediqué: “El arte no se puede definir. Es algo que
hace cambiar al ser humano, es la comunión de todos los seres humanos. El
artista no puede ser individualista: tiene que dar cosas, tiene que decir lo
que sucede. Es el mundo que lo hace pintar o escribir. Otra cosa no me
interesa... Uno es como la realidad y
después trabaja, se comunica con otro.” En un reportaje afirmó: “Tengo un gran respeto por la pintura. No me
siento con capacidad de mostrar mis cuadros. Cuando pinto no pienso en otra
cosa que la pintura. Si alguien mira un cuadro y le gusta, ya estoy conforme. Si llega lo que hago, ya he
cumplido con mi obra.” Había nacido en el porteño barrio de Caballito
el 2 de noviembre de 1907 y falleció en Castelar el 20 de marzo de 1991.
ALP — Cada caso conlleva una significación según las distintas épocas o situaciones. No se puede sentir lo mismo y responder al paso de los años. Cuando ingresé a la Sociedad de Fomento de Castelar, mi trabajo consistió en integrar el equipo de odontólogos, en distintos horarios. Entonces no se cobraba, como Entidad de Bien Público. Poco después propuse la realización de actos culturales con artistas de Castelar y Morón, y así se fundó la Asociación Permanente de Artes Plásticas, donde intervine con Salvador Galup, Helios Gagliardi, Renée Pietrantonio, Rita Kafetzis y muchos más. Recientemente falleció Gagliardi, el principal organizador. Ese período fue uno de los más hermosos por las exposiciones, los debates, los certámenes (alguno, de poesía ilustrada). Surgió un grupo de escritores y se formó el Taller Literario, denominado Roberto Arlt en sus comienzos (en San Antonio de Padua). Participaron Juan Alberto Núñez, Antonio Aliberti, Elsa Fenoglio, Beatriz Pico… y como invitados, escritores de la Capital. No puedo negar inconvenientes o desacuerdos, pero la organización nunca fue discutida o negada por la Comisión Directiva de la Entidad. Integré esta Comisión varias veces, ocupé la Presidencia y lo que más me conmueve ha sido el desarrollo, los objetivos cumplidos de ampliación y modernización de la Sala de Auxilios, y desde luego las reuniones literarias, los diálogos con Raúl González Tuñón, Alejandro Schmidt, Héctor Miguel Ángeli, Roberto Santoro, Rafael A. Vásquez, César Fernández Moreno, Miguel Ángel Viola, Luis Ricardo Furlan... En otra instancia, se me confió la dirección del periódico “La Voz de Castelar”, donde ya venía colaborando en mi “Kiosco Literario” con biografías, poemas, críticas. A veces me refería a temas políticos y actualizaciones históricas, pero nunca me he sentido “periodista”. Sólo escribía para comentar los sucesos destacados, las vicisitudes sociales y los dedicados a la literatura. Hasta hoy aparecen artículos de directa difusión cultural (desde 1962). Acoto que Alba participaba con notas que confluyeron en su libro “El duende y otros cuentos”.
5 — Más allá de profesores, licenciados y
doctores en Letras, abundan abogados, periodistas, médicos y psicólogos que,
además, son poetas. Hay, pero no abundan, poetas que sean meteorólogos,
ingenieros, físicos, arqueólogos, veterinarios, administradores de empresas,
antropólogos, químicos. En tu caso, Alberto, en 1943 te recibiste de doctor en
Odontología. ¿Coincidís con mi observación? Y, coincidas o no, ¿qué conexiones
procurarías establecer entre el ejercicio de las profesiones universitarias y
las producciones poéticas?
ALP — Cuando
tuve que decidir, al finalizar el Colegio Nacional, qué podía hacer —sin tener ninguna
idea especial—, le dije a mi hermano mayor: Filosofía y Letras. Ya sea
porque me atraía escribir y tenía buenas notas, o porque no atisbaba otro
camino, la elección fue la expresada. ¡Él se negó y me respondió que estudiando
“eso” en la universidad “me iba a morir de hambre”! Fue entonces que surgió el
propósito de ingresar a la Facultad de Medicina, donde en aquella época
(1938) se estudiaba Odontología. Mi ambición de la carrera de Letras quedó
archivada. Nada de filosofía, de lenguaje, de historia de las artes. Durante la
carrera de Odontología empecé a escribir, y concurría a conferencias, recitales
y seminarios. No me perdía las lecturas y producciones generacionales, los
movimientos existentes, las tendencias renovadoras, ni dejaba de consultar obras
de autores extranjeros. Disfrutaba de Baldomero Fernández Moreno, Olga Orozco,
Federico García Lorca, Macedonio Fernández, Pablo Neruda, Ernesto
Cardenal, Antonio Machado, Luis Cernuda, los autores del grupo
“Martinfierrista”: Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges,
Horacio Rega Molina, Evar Méndez, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari,
Eduardo González Lanuza, Carlos Mastronardi, Conrado Nalé Roxlo, Norah Lange,
Jacobo Fijman. Todos los representantes del romanticismo, sin olvidar a
nadie o recordando ahora a algunos con más afinidad u oscilaciones con el
verso tradicional, el tono metafísico y las ideas sociales. Esto nos lleva a
una pregunta: ¿Y la Odontología? Entre 1938 y 1943 cursé mi carrera universitaria.
Ya había escrito sonetos, romances, versos rimados o libres... Éste ha sido mi
caso, pero conozco ingenieros, químicos, contadores, que escribían poesía. Hay
siempre buenas explicaciones, si pensamos en una vocación o predisposición de
carácter espiritual. Entramos así en la psicología, en la mente y las
conexiones que escapan a mis conocimientos, modestamente.
6 — Has visto desarrollar durante más de
seis décadas a tu ciudad de residencia. Permitime que antes de pedirte que te
refieras a ella, informe sobre las circunstancias que determinaron lo que muy
pocos argentinos saben: quién era el Castelar en cuestión. Resulta que a un
político y novelista local (rosarino), Estanislao Zeballos, le aceptaron su
proposición de instituir dicho apellido como homenaje al escritor y político
Emilio Castelar y Ripoll (Cádiz, 1832 – San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899),
presidente del poder ejecutivo de la Primera República Española.
ALP — En aquella “pampita”,
como la calificaba uno de mis vecinos, me interesaba trabajar y no me
impedía abocarme a la literatura. Denominada en la segunda mitad del siglo XIX
como “Kilómetro 22”, sí, las autoridades de entonces decidieron cambiarle el
nombre, y en homenaje al personaje que señalás, la estación ferroviaria fue
llamada como hoy y la zona empezó a desarrollarse, debido —como siempre he oído
decir— a su clima y naturaleza. Al llegar comprobé la gran cantidad de
casas quintas, terrenos deshabitados y características que atraían a numerosas
familias. Con Alba y mi primer hijo, Ariel (1947), me trasladé. Después
nacieron nuestras hijas: Ada, en 1949, y Ariana, en 1960. Y ahora, aquel
“Kilómetro 22” cuenta con cerca de 120.000 habitantes.
7
— Admitiendo que no he conocido cada una de las revistas que has dirigido,
¿avalarías mi impresión de que “Empresa Poética” debe haber sido la de mayor
impronta, más abarcativa y estructurada? ¿Nos aportarías un perfil de ella?
ALP — No puedo asegurarte la importancia de “Empresa
Poética”, con la colaboración de Simón Kargieman, que ha fallecido hace varios
años, y Luis Iadarola, con quien me he comunicado hace pocos días. Esa
revista-libro ofrecía un panorama de la poesía argentina y latinoamericana, y
en cada número elegíamos un autor al que presentábamos con un ensayo y dábamos
a conocer la obra de consagrados y de jóvenes desconocidos. Fue para nosotros un
período de gran interés y valorización si pensamos en un “perfil”, como me
proponés, de los autores que vemos actualmente en las más completas antologías.
8 — Trataste mucho a los poetas
Fulvio Milano y Simón Kargieman.
ALP — Has nombrado a dos de mis grandes amigos, los primeros
que traté al comenzar la “vida poética”, los pasos iniciales. A Simón lo conocí
en uno de los actos de la época inaugural de mi experiencia, y luego
de muchas charlas, frecuenté su casa y conocí también a su esposa,
odontóloga, y a sus tres hijos. Hubo un día trágico, cuando por una razón que
nunca comprenderé, su mujer se suicidó. Simón había publicado ya “Tiempo de lágrima cerrada”, “Niño del asombro”, “Antipoemas 1962”. Después aparecieron “Ella y el amor” y “Acto de
fe”. Otras obras: “El círculo
inmóvil” (1969) y “La palabra
decisiva” (1977). Había nacido en marzo de 1926. Trabajó de visitador de
médicos y en los últimos años había atendido una estantería de libros a la
entrada de un Instituto de Psicología de Buenos Aires. Nuestra amistad ha
sido conmovedora. Estuvo internado y falleció en un hospital, abandonado
por su segunda mujer y lejos de sus hijos. Un auténtico creador: “El que
nos habla en el idioma sensible afín a todas las estructuras humanas”. Esto
determinó Simón en “Encuentro”, además de confesar que “los campos psíquico y social son las circunstancias contingentes esenciales, que
animadas coinciden en provocar la irrupción creadora”. Me es imposible resumir aquí su posición
estética, las condiciones personales,
su orientación artística.
A Fulvio Milano lo vi en uno de los
tantos actos en las décadas del ‘50 y ‘60. También residía en Castelar. Pasado
un tiempo, vino a verme con su hijo a mi casa. Era maestro de escuela y tenía conocimientos
de literatura, lingüística, temas generacionales, y una visión de su
existencia campesina, regional, que se extendía en el barrio de La Boca y el
sur del conurbano bonaerense. Colaboró con entusiasmo en las revistas que
editábamos, con admirables ensayos y estudios sobre poetas argentinos,
críticas de grupos de distintos lugares. Era callado —como suele decirse—, muy
riguroso, alejado de los “falsos mitos y
encasilladores de poesía” (como definió Simón). Había nacido en Buenos
Aires en marzo de 1929 y publicó “Nevado
de silencio” (1959), “Intemperie” (1965) y “Días pintados en las ventanas del
aula”, poco después. En cierta época, pasaba largos meses
en una villa marplatense, preparando la edición de su plaqueta periódica
de poesía “Mar de Monte Hermoso”; y después de la muerte de su esposa fue
a vivir a la ciudad que había conocido de chico: General Belgrano. Nos veíamos
poco, y no tuve ninguna noticia hasta hace tres años, cuando me
comunicaron desde allá, sin proporcionarme los detalles de las
circunstancias, que había fallecido.
9
— Un escritor que te quiere y conoce, sabiendo que estamos charlando a través
del correo electrónico, me sugirió que te formule la siguiente inquietud:
¿Tiene una identidad definida la poesía del oeste bonaerense?
ALP — Si este amigo escritor pregunta sobre la poesía
del oeste, recordará que la Dirección de Arte y Cultura del Municipio me
encargó, para la colección “pluma 'e gallo”, una antología de poetas de Morón.
En agosto de 2007 fue editado el volumen que reúne a veintitrés autores.
Dedicar la respuesta sobre la “identidad” a cada uno, o en un concepto que
los incluya a todos, excedería tu pregunta, querido Rolando. En estos años
de vivir aquí, los he tratado a todos, a unos más, a otros menos, y he leído
sus poemas. En la introducción de la antología consigné: “No hay reglas absolutas, no entran rígidos moldes ni aparecen recetas
ya consagradas. Si hay que identificar de algún modo, en su gestación y sus
logros, a cada uno de los poetas de la Antología, nos sorprendería la
validez de la creación que se despliega desde lo cotidiano y lo real al mundo
más vasto del pensamiento, la actitud social, la descarnada visión del mundo
actual y también el ejercicio misterioso de las mismas palabras, como
instrumentos que se transforman y nunca alcanzan a mostrar todo lo que pensamos.”
La Dirección de Cultura del Oeste bonaerense la distribuye desde su presentación
en la Biblioteca. Si hay que expresar “una identidad definida”, es
oportuno repetir lo afirmado por Raúl Gustavo Aguirre: “Ver, en pocas palabras, si los poemas
tienen alguna relación con nuestra existencia, en qué medida apelan a ella y
demandan nuestra contestación”.
10
— Si inquiero por poetas que admires y en cuya obra prime el sarcasmo, la
mordacidad, la ironía, el ingenio, la sorna, la causticidad, ¿qué me
responderías?
ALP — Dice muy bien Julio Cortázar que para definir y
entender habría que estar fuera de lo definible y entendible. Lo cito porque
estoy leyendo “Rayuela”. En lo que me
pedís tengo que recordar ensayos e innumerables historias de los poetas
que más me han dado y puede ser “entendible”, entre tantas experiencias y
estilos de su lenguaje. Las condiciones que señalás se aplican o no tienen
nada que ver, en los autores más leídos y admirados, por pertenecer a
modalidades humanas. Me atrevería a sostener que ningún autor es ajeno a
alguna de las características que has indicado. Y es así como respuesta ante la
vida, de acuerdo a los hechos de mayor alcance. La poesía, como sabés
muy bien, no tiene mejor definición que... ¡hacerla!
11
— ¿Has llegado a vacilar bastante o con fastidio
durante lapsos más o menos extensos, a la hora de elegir títulos?
ALP — En casi todas las librerías parece más
importante un atractivo título que el contenido, siendo incalificable
o un mejor método de venta, de programación, un “negocio” de tapas, aparte del
interés que pueda despertar. En mi caso, como en tantos de nuestros fines de
mayor modestia y sana intención, los títulos han obedecido a la experiencia,
las ideas o circunstancias. He publicado mis obras y nunca he vacilado para
elegir su título, ni me he roto la cabeza procurando el más adecuado. Los
títulos han acompañado lo que he querido expresar, se correspondían con
el material “de adentro”. Han formado parte de mi propuesta.
12
— ¿La primera frase o párrafo o verso los trabajás mucho y después seguís, o te
lanzás más bien a un borrador y, por ejemplo, al día siguiente o a la semana,
pulís?
ALP — Cuando escribía, hace
muchos años, era muy raro que corrigiera o puliera. En los primeros libros, “Equivalencia de la tierra” (1960) o “Canto en la arena” (1961), era espontáneo,
directo, podría decirte “inspirado” por lo que sentía o pensaba. ¡Qué épocas,
al pasar el tiempo y adquirir recursos más rigurosos! Como si
cumpliera una misión, seguí escribiendo y publicando, mientras trabajaba para
“vivir” y tenía una familia, una admirable esposa y tres hijos. Había que leer
a los poetas más importantes, conocer las tendencias, los elementos artísticos,
las viejas y nuevas formulaciones... Cuando siguieron los años, entendía lo que
el lenguaje imponía, digamos, para hacer mejor la poesía, o lo que más nos
conformaba o revelaba con una corrección oportuna o la eliminación de lo
superfluo. En la actualidad hago borradores, dejo escritas palabras que más
tarde borro o reemplazo. Busco y espero lo esencial, sin pretender nada
perfecto, pero sí lo más honesto. Cuando le preguntaron a Roberto Juarroz
por qué escribía, respondió: “Escribo
porque amo la vida”. De ahí surge nuestra responsabilidad y lo que, en la
medida en que me es posible, intento.
13
— Releyendo el Nº 1, julio de 1989, de la
revista “Poesía 2000”, doy con estas líneas de la poeta Raquel Jodorowsky
(1927-2011): “Existe un ámbito místico,
una comunión entre el lector y la poesía impresa. Entre el libro y el que lee
se amarra un silencio que sólo la poesía desata en el alma. Así ella entra por
los ojos. Por eso es tan difícil dar lecturas en recitales. Desde los
escenarios hasta los oídos del público, la poesía no llega en su totalidad.
Creo que se hace nube. Se diluye, se fuga. Sólo deja un poco de su sombra. Pero
eso es algo.” ¿Qué te suscita este recorte que te facilito?
ALP — Estamos ante conceptos que
pueden aprobarse o no, ampliarse y analizarse en profundidad. No deseo ir más
allá de lo que he realizado, calificarlo y hacer afirmativo su resultado.
Pueden recordarse numerosas opiniones para apoyar todo lo que se ha sugerido
en tu mensaje y descifrar otras cosas. Pero hay algo que es
indiscutible: en la poesía debe darse el sentimiento, la naturalidad, la
originalidad, el sentido espiritual y el misterio de la palabra. Como bien dice
Raquel, si se tiene en cuenta la lectura, “un
poco de su sombra”, lo que “se hace
nube” en los recitales. Es muy cierto que todo “se fuga”, si no se comprende lo que decía Jacobo Fijman: “Hice conducta de poesía. Pagué por todo”.
¡Éste es el gran secreto! ¡La conducta de los autores que poseen un lenguaje
para todo lo humano!
(Aprovecho para compartir con nuestros lectores algo para sonreír y
sorprenderse. Hace unos días, ordenando mi biblioteca, encontré el libro
de Raquel “Sin antes ni después”, con la dedicatoria firmada en
México el 11 de diciembre de 1985. En la solapa, dice que nació dentro de una
mina de cobre, en el norte de Chile. Y agrega: “He publicado quince libros. Tengo un hijo y un loro. Y tengo el mundo
entero. Es todo.” En la contratapa, con un breve comentario, su foto. ¡Una
hermosa mujer!)
14 — ¿La idea romántica de que el
conocimiento no se puede trasmitir, aplicada a cualquier disciplina, a
cualquier arte, es sumamente retrógrada? ¿Podés disfrutar de la lectura de
obras de escritores con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste
en alguna época y ya no?
ALP — Son muy difíciles tus preguntas, pero tienen gran
interés al intentar respuestas adecuadas. En mi larga trayectoria tendría
que recordar muchas lecturas, conocimientos, sucesos, aprendizajes. No es
posible en escasos términos, en base a ideas poéticas aceptables,
referirme a lo que he vivido y escrito a partir de mis primeras experiencias.
Empezaré con una época en la que mi lenguaje, lejos de los recursos
tradicionales, buscaba una forma despojada, sobre temas íntimos, emotivos, sin
abandonar del todo otras disciplinas, como suele sospecharse a veces entre
autores españoles y también de Francia en esos años de nuevas técnicas y
fórmulas, en oposición decidida a las luchas sociales. En mis primeros
poemarios, y después en ensayos, artículos, comentarios, biografías, estaba en
esa línea romántica que me proporcionaba elementos para una escritura más
profunda, más significativa, dejando atrás los movimientos propios de las
palabras como “arte”, sin un contenido vital. Lo que más necesitaba, sin
tener todavía verdadera conciencia, era “saber” de cada autor su
modalidad, su actitud, su estilo. No me importaban mucho las ideologías, como
se las interpreta ahora. Por eso te aseguro que, desde luego, he disfrutado de creaciones
diversas, de la belleza, de logros de índole amorosa, sentimental. “Hay aspectos —escribió Roberto Juarroz—
que no comparto totalmente,
pero esos casos que llamamos “vanguardia”,
están por encima de la esencialidad, delante en cuanto a experiencias del lenguaje”. En mi caso, sigo siendo
tolerante, a pesar de lo que no me convence. Continúo mi camino con las
obras que he realizado. He vivido etapas que se integran con las revistas
literarias, los estudios biográficos, las tendencias, las actividades que no
pertenecen a “un tiempo”, sino a una prolongada existencia. No puedo
dejar de sentir todavía la gravitación de “escuelas” o grupos
con sus características íntimas, sus diferencias, sus valores expresivos. La
culminación sería el surrealismo, con Aldo Pellegrini. En mis libros “Uno en el mundo” (1965), “A puertas
abiertas” (1969) y “Obra en
construcción” (1974-1978), tenía una orientación más seria de “conducta”.
Este ejemplo me apartó del concepto señalado. Fui a lecturas de tipo más
elocuente, pues la escritura es lo que me dio libertad en mi vida. Pude
expresarme mejor en “Historias salvajes”
(1976) y “Cuadro de situación” (1980). Opino que, si una
idea poética es aceptable y enriquecedora, si no se refiere a aspectos verbales
como sería “un romanticismo dulzón y
trasnochado” —como he leído en un buen artículo—, no puede negarse su
válida relación.
*
Alberto Luis Ponzo selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Me acostumbro a ser
viento
Desde las manos
salgo.
Mis palabras son uñas
sobre la tierra,
dedos
torpes y fatigados.
Desde ellas
siento lo que sucede
y me sostengo para
mirar,
cavar secretamente el
horizonte,
empezar a creer en lo
que digo.
Desde las manos hablo
y alimento la piel,
aprendo en su
corteza,
tomo el aire y me
digo;
con las palabras voy
a la existencia,
describo mi
esperanza, grito
o reniego del nombre
que me imponen
y lentamente
desde este umbral
cercano y movedizo
me acostumbro a ser
viento,
ligera decisión de la
memoria.
(de “Uno en el
mundo”, 1965)
*
Como el amor
Eres
el cuerpo de la
noche,
el silencio del
tiempo,
el color de la voz
que nunca he visto.
Eres racimo y arco,
parábola,
constelación,
círculo de diversos
centros.
Eres
un punto del espacio
donde el amor
puede seguir latiendo
sin consumir
su llama.
(de “Poemas comunes”,
1966)
*
El oficio
Escribo con el tiempo
con el fuego en los
dedos
sobre el muro del día
Escribo cuando duermo
y no me escuchan
escribo para
despertar
escribo dando vueltas
como un pájaro
escribo en el aire y
en la tierra
Escribo porque no
tengo otro lugar
porque mis hijos me
preguntan
escribo para
contestarles
para mirarlos
diariamente
Escribo con los
brazos que encuentro
escribo para el mundo
que no encuentro
Escribo
para no repetirme
(de “A puertas
abiertas”, 1969)
*
El oprimido
Qué puedo hacer aquí
cuando nadie
se reconoce en mis
ropas
cuando nadie habita
mis gestos oprimidos?
Qué puedo hacer
yo que habito el
idioma de todos
para ser dueño de lo
que todos dicen?
Sólo en la máscara de
mi plato
el mundo se conmueve
(de “Los dioses
extinguidos”, 1974)
*
Nombres
El día se desliza
sobre techados rotos
las plantas olvidan
su violencia natal
Nombres que crecen
Nombres devorados
Estoy vivo en lo que
nace
en lo que hago
fuera de mí
dentro de todo
en el rumor que
escapa del origen
(de “Ejercicios
provisorios”, 1987)
*
Para el amor
Basta la palabra?
Huida de sí misma
calla en la mano
que espera
desde su piel
respira
bordea los objetos
interroga
persigue el aire
ensaya letras
adheridas
al hilo de la voz
basta saber que busca
arrojar el misterio
que cubre su pasar?
sólo hace lo que
detiene
la agotadora sombra
sobre una línea
inútil
dispuesta a su nacer
dará vida al ramaje
de un revelador
acto de amor
(de “De estar aquí”, 2011)
*
Cubiertos
(a Alba)
Entre los cubiertos
usados desde mi niñez
he puesto a reposar
la noche
En el lugar de los
dedos
hay un corte abierto
del raspado cuchillo
con la honda tibieza
llevada a la boca
El ardiente
amenazador
aguarda a su costado
La infantil cucharita
huele
como el deseado
postre
Los vasos y platos
silenciosos
reviven el sabor
en vos
(de “De este mundo”, 2014)
*
Entrevista realizada
a través del correo electrónico: en las ciudades de Castelar y Buenos Aires,
distantes entre sí unos 30 kilómetros, Alberto Luis Ponzo y Rolando
Revagliatti, octubre 2014.
http://www.revagliatti.com/act0509/Huasi_rubio_ponzo.htm
http://www.revagliatti.com/huasi.html
*Alberto Luis Ponzo
falleció, poco antes de cumplir 101 años, el 2 de mayo de 2017.
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