Presentación de
Poética de lo sagrado de Adolfo Colombres
Museo de Bellas Artes
de Salta
13 de noviembre de
2015.-
Entren conmigo a lo hondo de la noche, a su arena más negra,
y tráiganme a la tierra de la mano, ya ciego, tiznado de infinito.
Manuel J. Castilla
El
propósito del autor sobre este libro está enunciado claramente en la Introducción:
Este
libro, escrito desde la perspectiva de la evolución de la especie humana, se
propone ahondar en los factores que intervienen en los procesos de
significación de la realidad, a fin de contrarrestar el vertiginoso ascenso de
la insignificancia que se observa a nivel universal, al que Lipovetsky y otros
autores califican “la era del vacío”. En otra obra, refiriéndome a la pérdida
gradual del lenguaje y la globalización de la sociedad de consumo, hablé de una
mutación antropológica, en la que el Homo
sapiens estaría siendo desplazado por lo
que bien podría llamarse Homo consumens.
de modo que se presenta como un
estudio, sin embargo hay un propósito más profundo que lo guía, resultado de
una vida dedicada a la lectura y a la escritura, tendientes a que mejoremos
nuestra comprensión y nuestras relaciones.
Estamos en un
tiempo en el que el mundo se encuentra dividido y enfrentado por distintos
motivos, uno de ellos es el de las diversas religiones. Lo peor es que cada una
de ellas parte de una profecía del amor y la comprensión del otro.
Los
enfrentamientos surgen de odios que –resulta redundante decirlo- son
irracionales; motivo por el que muchos que anteponen la razón, condenan a las
religiones como resabios de un pensamiento mítico que debe ser desterrado.
El
interrogante que nos surge es ¿cómo, ante los logros positivos de la
racionalidad científica, es que tantos aún sustentan el intangible
espiritualismo y alientan tantas religiones? Y no me refiero sólo a las
mayoritarias, porque ellas a su vez se han fragmentado en muchas variedades y
se han fusionados con otras para dar lugar a nuevos cultos.
A
pesar de las sucesivas diásporas del pueblo judío que los ha esparcido por todo
el mundo, de la labor evangélica del cristianismo –en sus distintas versiones-
el Islam y el Budismo que se difundieron a desmedro de las religiones locales,
ya sea por coerción o por seducción, ningún culto tiene la supremacía absoluta
en el mundo ni ha logrado doblegar prácticas religiosas ancestrales.
Muchos
menos ha conseguido la evangelización atea –aunque sea un oxímoron no encuentro
mejor modo de expresarlo- que se propuso sustituir los cultos trascendentales
por otros inmanentes, ya sea bajo el nombre de Razón, Revolución, Estado, Capital o Ciencia.
Sucede
que hay una dimensión de la existencia que es exclusivamente humana, es la
dimensión de lo sagrado.
El
trabajo de Adolfo Colombres –más intenso que extenso- pues en menos de ciento
cincuenta páginas revisa las distintas formas de comprensión, vivencia y
expresión de lo sagrado en la humanidad, diferenciando las formas de culto de
las religiones para rescatar la importancia del rito y del mito como medios por
los cuales los humanos ejercemos la espiritualidad, aun cuando ello no implique
necesariamente un culto específico o la creencia en un trasmundo.
Por
nuestra ubicación en este margen del mundo occidental y cristiano, nos
acercamos a la lectura de este libro con un conocimiento previo –o más bien un
prejuicio- sobre lo que significan “religión”, “espíritu”, “voz”, “palabra”,
“tierra”, “fuego”, “agua”, “aire”; por lo que el autor nos lleva desde nuestra
comprensión a un conocimiento más amplio, a partir de la comparación entre
fenómenos similares en culturas muy separadas por el tiempo y el espacio, pero
unidas por la dimensión humana.
Mis
palabras pretenden ser una invitación a leer el libro Poética de lo sagrado que, a su vez, es una invitación al
conocimiento para lograr una mejor comprensión entre los miembros de la misma
especie –la nuestra- con las otras y con el universo que habitamos.
Parafraseando
a Carl Sagan –uno de los ateos más respetables de nuestro tiempo- somos materia
de estrellas que ha desarrollado ojos para ver el cielo y ha cobrado conciencia
para ver el universo y comprenderlo, ya que al fin de nuestros días volveremos
a él, para ser nuevamente materia de estrellas. Expresión en la que cifra su
experiencia sagrada, entre la pequeñez del individuo y la infinitud del
universo y nos pone ante la necesidad de replantearnos nuestras escalas de
valores.
De
un modo análogo, el libro de Adolfo Colombres, subtitulado humildemente “Una
introducción a la antropología simbólica”, es una respuesta a la crisis de
valores de nuestro tiempo, es un apuesta a nuestra racionalidad y a nuestra
espiritualidad más profundas, para que salgamos de la “era del vacío”,
alimentada por el consumismo y el hedonismo que nos bombardea cotidianamente
sin medir que lo que hacemos o dejamos de hacer compromete a nuestro mundo y al
que legaremos a las generaciones venideras.
Como
decía el principio, después de leer este libro uno siente que ha asistido a una
“iluminación”, a una afirmación no sólo de conocimiento sino de un gesto ético
que nos compromete en la tarea de hacernos más humanos, por lo tanto más
tolerantes, más comprensivos y más integrados al mundo y a lo sagrado, no como
experiencias segregadas y mucho menos separadas en casilleros estancos, sino
como integrantes de la complejidad que representa ser humano.
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