sábado, 25 de enero de 2025
Representaciones de la cultura popular y subalternidad
Representaciones de la cultura popular y subalternidad en Romance de la Negra Rubia y Cuando me muera quiero que me toquen cumbia
Burgos, Jasmín Del Milagro
Este trabajo se realiza desde la cátedra de Problemáticas de las literaturas argentina e hispanoamericana para ser presentado y compartido en las IX Jornadas Intercátedras de la Facultad de Humanidades. Se trata de una reflexión sobre la construcción y representación de lo popular y lo subalterno a partir de la lectura de dos obras literarias Romance de la Negra Rubia de Gabriela Cabezón Cámara y Cuando me muera quiero que me toquen cumbia de Cristian Alarcón. Ambos autores son escritores y periodistas argentinos.
La literatura contemporánea fue experimentando de a poco la integración de las culturas populares, masivas y subalternas en la narrativa. Se entiende por cultura popular a las prácticas y expresiones culturales que surgen de la vida cotidiana de personas comunes, especialmente la clase obrera y marginada. Otros grupos sociales marginados y excluidos, que refieren a lo subalterno, incluyen a algunas minorías étnicas, población rural, personas del grupo LGTBQ+, etc. De este modo, la subalternidad y la cultura popular se presentan como expresiones de resistencia y oposición que desafían a la hegemonía cultural dominante. La literatura permite dar voz a estas clases marginadas, reflejando las diversas realidades sociales, culturales y políticas de cada comunidad.
Ambas obras seleccionadas y leídas están atravesadas por temas relacionados a la desigualdad, la marginalidad y la violencia. Pertenecen a la narrativa villera y la literatura testimonial. Las narrativas villeras, según Paola Cortés Rocca, “se caracterizan por su tono cínico, con el que buscan redefinir la cartografía del espacio nacional, ubicado en la villa el lugar por excelencia de la globalización y al mismo tiempo, considerándola como un espacio que más que una locación o un tema se descubre como reservorio de materiales y procedimientos estéticos.” (-:1). Y la literatura testimonial se caracteriza por su enfoque personal y subjetivo y/o su enfoque en la voz y perspectiva del otro (marginado, oprimido o silenciado). Es además, una obra híbrida ya que en ella se juntan la ficción y no ficción. Estas obras comparten una preocupación por la representación de la marginalidad y la exclusión social, por lo que se desarrollan en espacios como la villa, el barrio, los asentamientos, etc., y tratan temas relacionados a las drogas, robos, enfrentamientos con la policía, discriminación, desalojos, entre otros.
La primera obra, El romance de la Negra Rubia, publicada en 2014 muestra cómo la protagonista se prende fuego para evitar el desalojo de su comunidad marginal, sufriendo graves quemaduras que la dejan con el rostro desfigurado después de meses de dolorosa recuperación. Este sacrificio no pasa desapercibido y consigue llamar la atención de los medios de comunicación, generando una gran repercusión televisiva que la convierte en símbolo de lucha y resistencia. La segunda obra, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vida de pibes chorros, narrada en primera persona por el escritor y periodista Cristian Alarcón, publicada en el año 2003, cuenta la historia del reconocido Víctor Manuel “El Frente” Vital, una suerte de héroe del barrio bonaerense San Fernando, pero también un “pibe chorro” acribillado por la policía. Esta novela expresa un cruce entre la angustia fulminante y la furia sin rumbo de las juventudes marginadas y excluidas de esta región del conurbano bonaerense.
En la obra de Gabriela Cabezón Cámara las representaciones de lo subalterno se materializan en el cuerpo del sujeto que narra en primera persona. Se trata de una mujer que experimenta la marginalidad y estigmatización por ser pobre, “negra” y por su orientación sexual. “Soy un caso de inversión: nací negra y me hice rubia, nací mujer y me armé de tremenda envergadura envidia de mucho macho y agua en la boca de tantos y tanta boca loca.” (Cabezón Cámara, 2014:32). Su cuerpo hecho de préstamos y mezclas se presenta como ofrenda de resistencia y representación de las organizaciones populares. A partir de este acontecimiento se convierte en una “santa”, “desde ese agujero negro salí eyectada tan fuerte que terminé por estar al frente de una vanguardia sin perder en el camino una aerolita de santa que me gané” (Cabezón Cámara, 2014:24), y aprovecha el impulso de esta visibilidad para erigirse como líder y voz de los suyos, movilizando a su comunidad para luchar por sus derechos y una vida digna. De esta manera, alcanzan muchos logros, el primero de ellos, que se le otorgue de manera legal a cada compañero un departamento en el lugar del asentamiento de donde habían sido desalojados de manera violenta por la policía.
Junto a ese relato público y político se desarrolla en el libro otro más íntimo y personal, en el que se muestran los deseos y pasiones más privadas y profundas de la narradora, como su interés por el arte y su amor por Elena, una mujer rubia de nacionalidad suiza de quien se enamora. Tras morir de cáncer Elena, la narradora recibe la donación de su rostro como un gesto poético y simbólico de su unión que trancesiende la muerte. Ambos relatos se entrelazan en clave de sacrificio y entrega, donde el cuerpo de la narradora se convierte en un espacio de resistencia.
Por otro lado, la novela de Cristian Alarcón, se ambienta en la profundidad de la villa, este espacio construido a la fuerza de la espontaneidad y la acumulación, de la “creatividad caprichosa”, y no con la racionalidad de la grilla urbana. (Cortés Rocca, - :9). Recostruye, a través de entrevistas y notas que realiza a familiares y vecinos, la historia de Victor Vital “El frente”, un “pibe chorro” muy querido, quien había ganado su popularidad y fama gracias a su generosidad, ya que repartía lo robado con la gente necesitada de la villa y respetaba los “códigos del chorro” que le había inculcado su amigo Mauro. La historia ocurre en San Fernando, en partido bonaerense “zona del país en donde la brecha entre pobres y ricos es abismal. La fortuna ajena parece al alcance de la mano: allí se da la maldita vecindad entre el hambre y la opulencia” (Alarcón, 2003:6). Además, en esta reconstrucción va dejando rastros anecdóticos y referenciales sobre la organización social y la vida diaria en la villa.
En esta obra la construcción del personaje de Victor Vital se logra a través de testimonios recopilados que revelan la dura realidad de los “pibes” de la villa. El autor no solo está reconstruyendo la vida y muerte de Victor, sino que también, está mostrando la vida y las muertes de los jóvenes que desde chicos transitan caminos de desamparo y violencia, rodeados de drogas, robos, enfrentamientos con la policía y otras vulnerabilidades sociales que acompañan a la pobreza. También se hace visible una construcción de lazos de solidaridad y compañerismo que se forjan en el interior de la villa, ante la necesidad de conseguir comida, abrigo o protección. Por ejemplo, cuando se cuenta sobre el asalto al camión de la Serenísima realizado por Victor y sus amigos, del que obtuvieron productos lácteos para repartirlos tanto en la villa como en las cárceles: “El Frente tenía la idea fija de que los chiquitos comieran yogurt y no caramelos - cuenta Matilde en su casa llena de sillones enanos que ha levantado en la calle mientras recolecta papel y cartones para vivir-. Cuando iba al kiosco, se le paraban al lado, le pedían y él les compraba.” (Alarcón, 2003: 8).
Al igual que en el Romance de la Negra Rubia donde el sujeto de resistencia se convierte en “santa” para su comunidad, la imagen de Victor Vital adquiere una heroificación por parte de sus vecinos de la villa, quienes empiezan a enaltecerlo después de ser masacrado por los policías. Esta heroificación consiste en enaltecer determinados personajes que para el Estado son vistos como peligrosos o delincuentes. Este joven se convierte en leyenda y es recordado como el “Robín Hood” de la villa que solo buscaba proteger y alimentar a su gente, y es, además, el santo de los chorros. De esta manera, su tumba se convierte en un santuario concurrido para pedirle favores y protección: “grupos de chicos enfundados en sofisticados equipos de gimnasia y zapatillas galácticas se reúnen para compartir con el Frente la marihuana y la cerveza. Las ofrecen para pedirle protección” (Alarcón, 2003:6).
En esta representación de la subalternidad, la cultura popular se ve relacionada con la música, el cine y la televisión. Por ejemplo, con respecto a la música, el género representativo y marca de identidad consumido en este espacio subalterno es la cumbia, lo que se escucha en la villa. Esta, a su vez, da título a la novela a partir de una frase que dice Victor antes de morir: “cuando me muera quiero que me toquen cumbia”. En cuanto a la televisión, Coqui, uno de los amigos de Victor, se entera desde la cárcel de su muerte por una trasmisión en directo de crónica TV. Este canal de noticias estaba cubriendo la persecución y el momento en que acorralan al Frente para posteriormente dispararle.
En conclusión, hasta aquí se observa que la marginalidad se plantea en distintas perspectivas. Una de ellas se relaciona con lo geográfico, es decir, el espacio suburbano en una villa o un asentamiento. Otra, tiene que ver con una diferenciación étnica, ya que algunos personajes son negros en oposición a “gringos” y rubios. Y otra, que resume las ya mencionadas, es la marginación social, que se establece por las luchas que enfrentan cada día estos grupos subalternos.
De esta manera, estas dos obras literarias analizadas demuestran cómo se van incorporado y construyendo las representaciones de la cultura popular y subalterna en la narrativa. Estas ofrecen una mirada distinta y una visión más amplia sobre la realidad social y cultural de algunos grupos marginados, a partir de elementos como el lenguaje, los problemas que los atraviesa, su repertorio cultural que incluyen la música, sus prácticas sociales, etc, y los sujetos que en ellas se inscriben para reflejar su realidad social y desafiar la hegemonía cultural dominante. Estos elementos, como el cine, la televisión y la música juegan un papel importante en la construcción de la cultura popular en cada una de las obras mencionadas, ya que funcionan como elementos de identidad y resistencia. Estas obras dejan en evidencia cómo las culturas populares pueden transformar el contenido literario y su forma.
Bibliografía:
Alarcón,Cristian. (2003). Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vida de pibes chorros.
Cabezón Cámara, Gabriela. (2014). Romance de la Negra Rubia. Editorial Eterna Cadencia.
Cortes Rocca, Paola. Narrativas villeras. Relatos, acciones y utopías en el nuevo milenio.
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