miércoles, 5 de septiembre de 2018

Manuel J. Castilla para EL TRIBUNO


Manuel J. Castilla para EL TRIBUNO
Salta, 13 de agosto de 2018.-

Entrevista de Daniel Sagárnaga a Rafael Gutiérrez, Profesor Adjunto de la Cátedra de Literatura Argentina de la U.N.Sa.
-¿Qué te seduce o te impresiona de la obra de Manuel? ¿Por qué?
La obra de Manuel J. Castilla se sitúa en un momento de cambio muy importante dentro de la historia de la lírica argentina, porque surge de un grupo que instala a la literatura escrita desde las provincias con una ruptura y una continuidad ya que hasta ese momento se vinculaba la producción de las provincias con rasgos folkloristas o costumbristas. Era el modo como se la caracterizaba hasta el momento y que en gran mediad continúa como prejuicio de lectura hasta la actualidad. Decía que hay una continuidad porque hay una fidelidad a la cultura desde la que se escribe y esa es la referencia a un mundo con un folklore vivo y no referido o parodiado como sucedía con los escritores de la generación anterior y la ruptura está con la incorporación de los aportes de las vanguardias que habían renovado los modos de escribir en las primeras décadas del siglo XX.
Un problema de lectura es que el prejuicio ha operado destacando los elementos de la tradición que se conservaron y se descuidaron las marcas de las vanguardias. Hasta ahora sigo escuchando que la poesía de Manuel J. Castilla alimenta la tradición telúrica y folklórica de la literatura de Salta, tan distinta de la poesía urbana y cosmolita como la Buenos Aires. Lo que sucede es que estamos acostumbrado a relacionar las vanguardias con la urbes cosmopolitas pero si prestamos atención a la forma, notaremos que hasta la poesía más temprana de Manuel J. Castilla tiene imágenes vanguardistas y a medida que avanzamos en sus poemarios notamos el desborde formal que va hacia formas métricas y hacia una sintaxis más compleja con imágenes oníricas fusionadas con un profuso imaginario provisto por una rica tradición ancestral.
-¿Creés que el periodismo influyó en su obra?
Manuel J. Castilla, como muchos otros escritores, ejerció el periodismo como medio de vida. Por suerte, el trabajo de Alejandro Morandini, El oficio del árbol, nos permite acceder a la mayor parte de esa producción realizada bajo condiciones laborales de entrega regular y en prosa. La lectura de esos artículos nos sorprende porque nos encontramos con un poeta que escribe en prosa y que temas y motivos que encontramos en sus poesías y en las letras de sus zambas se reiteran en ellos. Es un feliz hallazgo porque descubrimos un poeta que aunque debe ejercer un oficio que le exige la producción regulada por la demanda del medio no deja de ser un poeta.
-¿Crea su obra como un viajero, un experimentador?
Hay una antología de la obra de Manuel J. Castilla que editó Santiago Sylvester y que tuvo el acierto de titular El Gozante, un modo muy interesante de calificar a ese espíritu viajer que fue transportado por un cuerpo trashumante. Manuel J. Castilla fue un viajero y un experimentador del paisaje y de su gente, lo que se plasma en su producción escrita –poética y periodística-  elaborada por un espíritu sensible capaz de sentir a la gente y su mundo, con el cual se “com-padece” y de allí su actitud de compenetración que lo convierten en un “Gozante”, un ser capaz de sentir plenamente.
-¿Hay una continuidad de su poética?
En el año 2005, al cumplirse el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Manuel J. Castilla, se editaron dos libros en homenaje al poeta: Por la Huella de Manuel J. Castilla coordinado Amelia Royo y Olga Armata por y En la tierra de Manuel dirigido por Valeria Grabosky y Rafael Gutiérrez, varios escritores y críticos indagaron la continuidad de la poética del “Gozante”. Unos respondieron que el poeta no había formado discípulos y otros que se remitían a su escritura como una fuente de inspiración permanente.
Una continuidad no debe entenderse como una imitación de un maestro porque un buen maestro no quiere clones suyos sino personas creativas capaces de desarrollar su propia potencialidad en nuevas formas artísticas adecuadas a la sensibilidad de su tiempo. Walter Adet en su libro En el sendero gris (1962) dedica el soneto poesía a Manuel J. Castilla y en la conferencia “Poetas de Salta” -que pronunció en la Feria del Libro de 1989 de Buenos Aires- declara su gratitud con los poetas de La Carpa en Salta, Manuel J. Castilla y Raúl Aráoz Anzoátegui ya que de ellos recibió un apoyo concreto para insertarse en el campo literario de Salta.
Por otra parte, Jesús Ramón Vera tiene una poesía que formalmente es muy distinta a la de Manuel J. Castilla, sin embargo el joven aspirante a poeta frecuentaba la casa del maestro pidiendo consejos, acercándole sus manuscritos y recibiendo sus consejos sobre lecturas insoslayables en la formación de un escritor.
En momentos como el del vigésimo quinto aniversario de la muerte como el centenario del natalicio de Manuel J. Castilla son  propicios para una relectura de su obra y para algunos un descubrimiento que los impulsa a indagar en las posibilidades de desarrollar la escritura lírica, de modo que la continuidad de su obra puede seguir por caminos insondables.


Inscripción de Manuel J. Castilla en la literatura de Salta


Clase pública para el homenaje a Manuel J. Castilla
en el centenario de su natalicio en la ciudad de Cerrillos, 14 de agosto de 2018.-

Inscripción de Manuel J. Castilla en la literatura de Salta
Rafael Fabián Gutiérrez
Profesor Adjunto de la
Cátedra de Literatura Argentina

Manuel J. Castilla y la tradición poética en Salta
                Manuel José Castilla nació en  Cerrillos el 14 de agosto de 1918 y murió en  Salta el 19 de julio de 1980, en este año se celebra el centenario de su natalicio y un lugar oportuno para homenajearlo es su tierra natal, Cerrillos, espacio vital al que le ha dedicado poemas inolvidables.
                Para comenzar voy a tomar una cita del grupo que lo impulsó su formación literaria:
"Tenemos conciencia de que en esta parte del país la Poesía comienza con nosotros" es la frase más recordada del Manifiesto de “La Carpa” con la que el grupo marca su presencia en el campo cultural allá por el  año 1944. Raúl Galán –posible autor de la frase- años después trató de aclarar a qué se referían con semejante declaración:
En ese momento, la frase era absolutamente necesaria para establecer un deslinde definitivo y para fumigar el campo en torno de La Carpa. Nuestro vecindario era muy malo: en la vereda de enfrente, quienes invocaban la condición de discípulos de Jaimes Freyre eran desmentidos por la calidad de la mercadería que se cobijaba bajo ese nombre a gusto. Los vecinos de al lado continuaban glosando, imitando y rebajando -sin conseguir reflejar su fresca gracia- La Leyenda de Coquena, La Flor del Lirolay y Tata Sarapura (en ese momento, para que no nos confundieran con esos vecinos, tuvimos que olvidar a Juan Carlos Dávalos). Había también algunos desafinados ecos de Ricardo Rojas que versificaban enfáticamente la prosa de El país de la selva, pero que ignoraban o desdeñaban al cristalino y sencillo Ricardo Rojas de las Canciones, de noble sabor a copla popular. Los vecinos del fondo eran los peores, incapaces de escribir versos en cristiano, los llenaban de palabras quechuas para halagar el esnobismo de los turistas, desencadenar el torrente de declamadores de circo y las gárgaras de las señoritas recitantes y recalcitrantes. (Galán, Raúl, entrevista para el diario La Gaceta 1956)
En ese movimiento cultural nucleado en Tucumán se formaron los prolíficos poetas salteños Raúl Aráoz Anzoátegui, Sara San Martín y Manuel J. Castilla quienes tenían clara conciencia de la  poesía no había surgido espontáneamente con ellos sino que se insertaba en una larga tradición con la que mantuvieron un diálogo, tanto con las generaciones que les precedieron como con las que les sucedieron.
De hecho, cuando regresaron a Salta, los poetas se integraron a la tertulia de la casa de Don Juan Carlos Dávalos que ostentaba la imagen de un patriarca de las letras de Salta quien, con la sabiduría y el aplomo que otorgan los años, recibió a los jóvenes brabucones y luego de largas diatribas poéticas los acogió como discípulos.
Una buena relación maestro-discípulo es aquella por la cual el maestro no hace clones de sí mismo sino por la que ayuda a los discípulos para que desarrollen sus potencialidades.
Ese encuentro personal nos muestra un vínculo inmediato entre la generación del 40 y la que le precedió, sin embargo la literatura de Salta no había nacido tampoco con ellos. De hecho el afamado autor de El viento blanco, en sus andanzas de estudiante conoció al autor del célebre El borracho, Don Joaquín Castellanos, quien elogió su temprana producción y lo alentó a volver a Salta para dedicarse a la literatura. Si comparamos la escritura de Joaquín Castellanos con la de Juan Carlos Dávalos y la de Manuel J. Castilla veremos notables diferencias, sin embargo hay una relación de continuidad registrada biográficamente por esos encuentros que fueron impulsando la tarea de la generación siguiente.
                Los poetas Manuel J. Castilla y Raúl Aráoz Anzoátegui trabajaron en el periodismo salteño -como sucedió y sucede con muchos escritores-, gracias a Alejandro Morandini en El oficio del árbol la mayor parte de los artículos del Barbudo poeta fueron recopilados. Lo que me parece oportuno señalar es que en esa labor de la escritura en los medios, de los por entonces jóvenes escritores, había sido precedida por Ernesto Aráoz, cuya producción periodística y literaria aún está pendiente de recopilación y publicación. El apellido debe llamarnos la atención, ya que se trata del padre de Raúl Aráoz Anzoátegui, amigo y contertulio de Manuel J. Castilla, lo que nos muestra que el ingreso de ambos en el mundo de la prensa estuvo alentado por la tarea de su predecesor.
                Uno de los más famosos libros de Manuel J. Castilla, Copajira (1949), tiene un a modo de prólogo un “Ditirambo amistoso a mi buen amigo el poeta Manuel J. Castilla”, escrito por Juan Carlos Dávalos. La tónica del poema es muy diferente al tratamiento del drama minero que aborda el libro, pero se nota el festivo espaldarazo que le da el viejo poeta consagrado al joven poeta en ascenso.
                De modo que lejos de la imagen parricida que otros críticos alientan, veo enfrentamiento generacional y continuidad, no de lo mismo, sino de una búsqueda de reconocimiento en los mayores y un aval hacia los nuevos escritores que –como buenos discípulos- no imitan a sus mayores sino que hacen otro ejercicio, lo que los convierte en novedosos en el arte de decir lo mismo que la especie repite desde que se puso en pie sobre el planeta y profirió palabra.
                Otros escritores que ejercían el periodismo se encargaron de reseñar y alentar la obra poética y musical de Manuel J. Castilla y ese trabajo sobre los archivos periodísticos está todavía pendiente. En ese diálogo entre escritores y lectores es el que va preparando el campo de encuentros y desencuentros en los que aparecen los nuevos escritores que desafían a sus mayores, pero que también buscan su reconocimiento. A fin de cuentas los mejores lectores de literatura son los mismos escritores.
                La relación con las siguientes generaciones
                Es el caso de la siguiente generación de escritores que su dieron a conocer en Salta por una antología prologada por Walter Adet, vemos un cambio formal y temático que los distancia de aquellos que irrumpieron en el campo con “La Carpa”. Sin embargo Walter Adet en su libro En el sendero gris (1962) dedica el soneto poesía a Manuel J. Castilla y en la conferencia “Poetas de Salta” -que pronunció en la Feria del Libro de 1989 de Buenos Aires- declara su gratitud con los poetas de La Carpa en Salta -Manuel J. Castilla y Raúl Aráoz Anzoátegui- ya que de ellos recibió un apoyo concreto para insertarse en el campo literario de Salta.
Por otra parte, en un tiempo posterior, Jesús Ramón Vera tiene una poesía que formalmente es muy distinta a la de Manuel J. Castilla, sin embargo el joven aspirante a poeta frecuentaba la casa del maestro pidiendo consejos, acercándole sus manuscritos y recibiendo sus consejos sobre lecturas insoslayables en la formación de un escritor. El poeta y gestor cultural fue miembro de comparsas que cantaron sus coplas y las de poetas de generaciones anteriores y que cultivan un arte milenario, difundiéndolo por las calles en los momentos propicios como el carnaval. Pamela Rivera en su libro El Indio Urbano, en la poética de Jesús Ramón Vera: desplazamientos destaca esa interacción entre la poesía de tradición letrada que se renueva en su contacto con la poesía de tradición oral.
En estos tres poetas de distintas generaciones que hemos nombrado – Manuel J. Castilla, Walter Adet y Jesús Ramón Vera- se los alude por su sensibilidad o compromiso social. Yo prefiero destacar su sensibilidad –así, en general-, porque del mismo modo con el que se conmueven por el indio explotado, por el niño hambriento, por el minero, la palliri, la mendiga y un largo etcétera de prójimos, confraternizan con ellos, expresan su dolor, su soledad, sus frustraciones y nos hace formar parte de una misma humanidad necesitada y distanciada por las mezquindades. Y si leemos su producción poética en general notaremos que esa sensibilidad los hace percibir y poetizar el universo en el que se inscriben y que no pueden dejar de decir porque ellos están hechos de poesía.

Manuel J. Castilla escribió:
1.       Agua de lluvia (1941)
2.       Luna Muerta (1944)
3.       La niebla y el árbol (1946)
4.       Copajira (1949,1964, 1974)
5.       La tierra de uno (1951, 1964)
6.       Norte adentro (1954)
7.       El cielo lejos (1959)
8.       Bajo las lentas nubes (1963)
9.       Amantes bajo la lluvia (1963),
10.   Posesión entre pájaros (1966)
11.   Andenes al ocaso (1967)
12.   Tres veranos (1970)
13.   El verde vuelve (1970)
14.   Cantos del gozante (1972)
15.   Triste de la lluvia (1977)
16.   Cuatro Carnavales (1979)
17.   De solo estar (dos ediciones en 1957)
18.   Coplas de Salta (1972, con prólogo y recopilación de Castilla)
19.   ¿Cómo era? (Publicación póstuma)
20.   El oficio del árbol. Obra periodística e Manuel J. Castilla 1940-1960, selección, prólogo y notas de Alejandro Morandini (2013)
21.   El Gozante, antología poética seleccionada y prologada por Santiago Sylvester (2015)
Dieciocho libros en vida, más otros tres que fueron publicados posteriormente, con lo que se convierte en el poeta salteño que más libros publicó. Esa obra constante y abarcadora del poeta fue reconocida y galardonada: “En 1957 obtuvo el Premio Regional de Poesía del Norte (trienio  1954-56, Dirección General de Cultura de la Nación), por su libro Norte adentro fue galardonado con el Premio "Juan Carlos Dávalos" para obras de imaginación en la producción literaria (trienio 1958-60, Gobierno de Salta) por el poemario El cielo lejos, y con el Premio del Fondo Nacional de las Artes (Mendoza, Trienio 1962-64) por su libro Bajo las lentas nubes. En 1967 recibió el Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más importantes distinciones se incluyen el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1973-75).” (Portal de Salta, página web de la Cámara de Diputados)
Entre los años 1986 y 1990 las Obras completas del poeta fueron publicadas por editorial Corregidor en cuatro tomos, pero una década después esa edición se había agotado y sólo se podía acceder a una lectura integral en algunas bibliotecas.
En el año 2005, cuando se conmemoró el vigésimo quinto aniversario de la muerte del poeta, se sucedieron una serie de homenajes, dos de los cuales quedaron plasmados en sendos libros: Por la huella de Manuel J. Castilla, Coordinado por Amelia Royo y Olga Armata, publicado con el auspicio de los institutos de investigación “Luis Emilio Soto” y “Augusto Raúl Cortazar” de la U.N.Sa. y la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta y En la tierra de Manuel, dirigido por Valeria Grabosky y Rafael Gutiérrez, publicado por la Municipalidad de Cerrillos.
En el año 2016, la Editorial Universitaria de Buenos Aires -en un convenio con la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta- publicó las Obras completas de Manuel J. Castilla, permitiendo a los lectores de todo el país acceder a uno de los poetas más prolíficos de las letras nacionales en el siglo XX.
En el mismo año, el libro Mujeres por mujeres, una recopilación de historietas protagonizadas por mujeres incluye poemas de Copajira adaptados por María Laura Bucciantti y Jazmín Mariño.
En este año, de nuevo desde la historieta, con Felipe Mendoza estamos trabajando con textos poéticos y anecdóticos de Manuel J. Castilla para llegar a otros lectores más afectos a la literatura dibujada.
En este centenario la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta ha gestionado que se asigne una sala en la Biblioteca de la Nación con el nombre del poeta y acaba de estrenar un video auspiciado por el Consejo Federal de Inversiones.
Hay docentes que han dedicado su tiempo a fomentar la lectura de la obra del poeta y alentar creativas interpretaciones, con lo que la obra de Manuel J. Castilla cobra un protagonismo que va más allá de las aulas.
Hoy la palabra de Manuel J. Castilla está más viva que nunca.


lunes, 6 de agosto de 2018

SEMINARIO OPTATIVO. Desarrollo de la historieta en Argentina


Carreras: LETRAS
Plan de estudios: 2000
Asignatura: SEMINARIO OPTATIVO. Desarrollo de la historieta en Argentina
Régimen de cursado: cuatrimestral
Profesor responsable de la cátedra: Esp. Rafael Gutiérrez
Carga horarias: 60 (sesenta) horas anuales
Lunes de 08 a 10.00 Anfiteatro L - Miércoles de 08 a 10.00 Instituto Luis Emilio Soto
Horas de clases teórico prácticas: 4 (cuatro) horas semanales
Correlatividades: (sin correlatividad)
Condiciones para promocionar la materia:
-          80 % de asistencias a las clases teórico prácticas.
-          Aprobación del 100% de los trabajos prácticos (cada uno con su correspondiente recuperatorio)
-          Aprobación de un trabajo final.
Modalidad de cursado y evaluación:
                Dado que se trata de un seminario destinado a estudiantes de diferente formación para abordar el desarrollo de un objeto de estudio complejo se dará prioridad al trabajo analítico en clases teórico prácticas.
                La evaluación global se hará de un modo procesual por las intervenciones de los cursantes y al final del seminario realizarán un trabajo final que podrá hacerse de modo individual o en parejas de distinta especialidad y podrán optar por dos modalidades:
1)      Trabajo monográfico de análisis de un texto a elección.
2)      Propuesta didáctica con implique la selección del material provisto de acuerdo con el grupo al que se destinará y a los objetivos que se proponga.
CONTENIDOS
Unidad I
-          El origen del género. Antecedentes universales, europeos y americanos.
-          Una tradición nacional desde el siglo XIX.
-          La creación de un lenguaje propio: Columba, Tía Vicenta, Hora Cero.
-          La cumbre del género: Héctor Germán Oesterheld y El eternauta.
Unidad II
-          El auge del género. Columba y el fenómeno Robin Wood. Nippur de Lagash.
-          La alternativa de Skorpio. Yo ciborg de Alfredo Grassi y Lucho Olivera. El peregrino de las estrellas de Trillo y Altuna
Unidad III
-          La consagración académica y la caída del mercado editorial. Fierro y “La Argentina en pedazos”.
-          El sistema educativo y los centros de investigación del género.
-          El uso del género por la educación: Jorge Klixk Cornejo, desde el creador hasta el premio. Mafalda, Felix Luna y Felipe Pigna.
Bibliografía
Bibliografía general
Albertoni, Carlos (2004), Santas historietas. Enciclopedia de los cómics, Buenos Aires, Catálogos.
Alessandria, Jorge (1996): Imagen y metaimagen, Buenos Aires, U.B.A.
Cáceres, Germán (1998): Charlando con Superman, Buenos Aires, Fraterna.
Dorfman, A. y A. Mattelart (1973): Para leer al Pato Donald, Buenos Aires, Siglo XXI.
Dorfman, Ariel (1985): Patos, elefantes y héroes, Buenos Aires, De la Flor.
Eco, Humberto (1995): Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen-Tusquets.
Gociol, J. y D. Rosemberg (2000): La historieta argentina. Una historia, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Masotta, Oscar (1982): La historieta en el mundo moderno, Barcelona, Paidós.
Rivera, Jorge (1982): “Las literaturas ‘marginales’”, en Historia de la literatura argentina, Tomo V, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.
Rivera, Jorge (1992): Panorama de la historieta en la argentina, Buenos Aires, Libros del Quirquincho
Sasturain, Juan (1995): El domicilio de la aventura, Buenos Aires, Colihue.
Souto, Marcial (comp.) (1985): La ciencia ficción en la Argentina (Antología crítica), Buenos Aires, EUDEBA.
Steimberg, Oscar (1977): Leyendo historietas. Estilos y sentidos en un “arte menor”, Buenos Aires, Nueva Visión.
Steimberg y Traversa (1997): Estilo de época y comunicación mediática, Tomo I, Buenos Aires, Atuel.
Aparici, (1992): El comic y la fotonovela en el aula, Madrid, Paidós,

Bibliografía por unidad
Unidad I
Breccia, Saccomanno y Trillo (1993): “Llegué a la historieta por instinto de conservación” en Revista La Maga, Buenos Aires, 17 de noviembre.
Breccia Alberto (1993):Artista plástico”, en Revista La Maga, Buenos Aires, 17 de noviembre.
Colombo, Susana (1999): “El regreso de El Eternauta”, en Revista Zona - El Clarín, 7 de marzo.
Gasca, Luis y Gubern, Roman  (1994), El discurso del cómic, Madrid, Cátedra.
Gutiérrez, José María (1999), La historieta argentina.De la caricatura política a las primeras series, Buenos Aires, Página 12.
Lalín, Daniel (Director) (1998): Revista La Maga, Homenaje a Oesterheld a 20 aňos de su desaparición Aňo 6, N° 332, 27 de mayo. Incluye los siguientes artículos:
- De Santis, Pablo: “Existe el mito de leer a Oesterheld por todas partes”
- Sasturain, Juan: “Fue siempre un escritor de aventuras”
- Lucano, M. Y E. Jauretche: “La aventura de vivir para servir”
- Levenson, Gregorio: “Germán”
- D Έspósito, Leonardo: “El cine”
Portas, Julio y Ciocca, Walter (1981), Fuerte Argentino, buenos Aires. C.E.A.L.
Rubione, Alfredo (1993), “H.G. Oesterheld. Géneros erráticos y avatares de la ficción”, en Actas de las Primeras Jornadas Internacionales de Literatura Argentina – Comparatística, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.
Saccomanno G. y C. Trillo (1982): Una revista fresca y una historieta podrida. Introducción a El Eternauta, Buenos Aires, La Urraca.
Sasturain, Juan (2010), El aventurador. Una lectura de Oesterheld, Buenos Aires, Aquilina.
Secretaría de Cultura de la Nación, D.N.I. El Eternauta, video distribuido por la Revista La Maga, Año 5, N° 221, 10 de abril de 1996
Von Sprecher, Roberto y Reggiani, Federico (2010),  Héctor Germán Oesterheld: De El eternauta a Montoneros, Córdoba, U.N. de Córdoba.
Von Sprecher, Roberto y Reggiani, Federico (2011), Teorías sobre la historieta, Córdoba, U.N. de Córdoba.
Unidad II
Trillo, Carlos y Breccia, Enrique (2008), El peregrino de las estrellas, Buenos Aires, Doedyditores.
Heredia Manzano, Pilar (2015), Nippur de Lagash. La (Re)escritura del mito del héroe, Córdoba, U.N. de Córdoba
Wood, Robin (2004): Nippur de Lagash, Buenos Aires, Biblioteca Clarín de la Historieta.
Grassi, A. y L. Olivera (1991): Yo, Ciborg, Buenos Aires, Suplemento de Skorpio.
Louis, Annick (1994): “El humorista vicario – Borges, autor de historietas”, en Primer plano, Buenos Aires, 21 de agosto.
Russo, Edgardo (1994): La historia de Tía Vicenta, Buenos Aires, Espassa Humor Gráfico.
Unidad III
Berone, Lucas (2011), La fundación del discurso de la historieta en Argentina, Córdoba, U.N. de Córdoba.
Berone y Reggiani (Eds.)(2012), Creencias Bien fundadas, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba
Cárdenas, rodríguez y sosa (Coords.) (2005), Hablar/escribir: (trans) formaciones culturales. Estudios lingüísticos y literarios, Salta, U.N.Sa.
Luna, Félix (1992), Matías cruza Los Andes, Buenos Aires, Atlántida.
Mendoza, Felipe y Serrudo, José (Dirs.) (Abril de 2009), Caudillos comics, Salta, CREAR.
Mendoza, Felipe y Serrudo, José (Dirs.) (2014), Caudillos comics. Edición especial, Salta, Secretaría de Cultura.
Klixk cornejo (1994), Justo, Salta, Gofica
Gutiérrez, Rafael (2000), Abordajes y perspectivas, Salta, Secretaría de Cultura
Gutiérrez, Rafael (2016), Historieta e historia, Salta, Milor
Mendoza y Gutiérrez (2013), La Batalla de Salta, 200 años después, Salta, Hanne
Piglia, Ricardo (Comp.) (1993), La Argentina en pedazos, Bs. as. de la Urraca
Pigna, Felipe (2007), San Martín, Buenos Aires, Planeta
Quino (2004), Mafalda, Buenos Aires, Biblioteca Clarín de la Historieta.
Scolari, Carlos (1999): Historietas para sobrevivientes, Buenos Aires, Colihue.

Webliografía
Teoría de la historieta: https://historietasargentinas.files.wordpress.com/2011/12/libro_teorias_prologo.pdf
Mafalda: toda-mafalda.blogspot.com.ar/p/descargar-el-libro.html
Morhain, Jorge Claudio (1993): “La Argentina premonitoria ficciones y reflexiones sobre El Eternauta de Héctor Germán Oesterheld”, De sitio web

jueves, 2 de agosto de 2018

Carta de Manuel J. Castilla a Francisco Ruiz


Carta del poeta Manuel J Castilla enviada hace medio siglo‏
La carta que precede a esta presentación  la escribió  el gran poeta de Salta: Manuel J Castilla a mis 20 años siendo estudiante de pintura en la Esc. de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Carcova   en Bs As.
 En ese año (1965) compartía con el escultor Roberto Maehashi en Bs As “El cuartito azul”, celebre pieza de conventillo en Constitución donde nos visitaron los poetas de Salta Hugo Ovalle, Luis Andolfi, el escultor Tata Portal, los pintores Antonio Yutronich, Pancho Soto,  Los Cantores del Alba, el actor y titiritero Edgar Darío González, entre otros, varios asustados por el frenesí porteño se volvieron.
 Esta carta llego enviada por correo desde Salta por Socompa, mi padre  al resguardo bohemio. La misma no se perdió en medio de la oleada de trashumantes que por el cuartito  pasaban y se quedaban, como yo, y desde entonces sostiene  las intemperies del oficio.
Por donde voy la llevo,   guardada en el forro del pasaporte, es  la otra documentación, la que me protege y orienta con su brújula poética.
Hace medio siglo que está pegada a mi piel de trotamundos,  paleta teniendo el pincel como mástil , esperanza como velamen, ella o la poesía de Manuel , es la rosa de los vientos, imán de los sueños, trapiche de  penas  añejando ,a veces, acertadas pinceladas.
Creo ser, quizás, el único pintor al  que Manuel Castilla le  ha escrito una carta tan impulsadora de estímulo y horizontes, como también, creo ser, el único pintor salteño que le hizo  una exposición homenaje con   16 cuadros de gran formato inspirados en los nombres de los 16 libros editados hasta ese entonces, obra expuesta en la Galería de Gloria Alemán, Salta 1986

Chau Barbudo no me he mentido, nos volveremos a ver: Tú desde “El Cielo Lejos” yo por “Los Espejos de América”:
Francisco Ruiz 
Macondo 20-07-2016

Salta, 5-nov-65
 Socompita:

Ocurre que estoy en la cocina de Socompa,
 y que tu mama y tu tata te están pensando.
Y  es  lindo es que te piensen -Changuito
¿Y cómo antes que nada va tu vocación de artista?
Dibujas? Pintas?
Yo se changuito que vos sabes más que yo.
Que la vida te quema en silencio, despaciosamente.
Ahora junto a tu mama te veo  llorar en sus  ojos
Pero, como yo creo en vos
Como sé que si estudias vas
A ser un gran artista
Tomo Socompita un litro
de vino con tu tata
que vos sabes es angelical.
Estoy en tu casa.
Tu nombre es como una sombra sonora.
Tu madre oye a tu hermano  que canta
Guitarra en mano
Y en sus zambas su corazón
Llora con el tuyo.
Bueno Socompita:
Lee las cartas de Vang Gogh.
Mira mucha pintura-
Se humilde. -Pregunta,
Aprende, mudito-
Y más que nada
Trabaja solo, enamorado
Loco pobre y así
Sentí que tu corazón,
Como el mío
Solo tienen un destino:
Ser artista. Pobre o rico
Es lo de menos, hermano.
Y a no mentirse  a uno mismo.
Chau, Changuito                                                 
 Barbudo

DESARROLLO DE LA HISTORIETA EN ARGENTINA


SEMINARIO OPTATIVO
DESARROLLO DE LA HISTORIETA
EN ARGENTINA
Régimen de cursado: cuatrimestral
Profesor responsable de la cátedra: Esp. Rafael Gutiérrez
CÁTEDRA ABIERTA
Reunión informativa para acordar los horarios:
lunes 6 de agosto a las 9.00 a.m.  Instituto “Luís Emilio Soto” 2° Piso de la Facultad de Humanidades

Manuel J. Castilla: de lo americano a lo universal


Homenaje de la Provincia de Salta y  de la Nación a Manuel J. Castilla en su año centenario.   Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 5 de julio, 2018
Dra. Graciela Maturo:   Manuel J. Castilla: de lo americano a lo universal.
            Es un gran honor para mí el haber sido invitada por la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta a participar de este Homenaje nacional y provincial a Manuel Castilla,  un homenaje del pensamiento y la cultura, respaldado por el consenso de la comunidad poética, que venera al poeta como a uno de sus grandes maestros.
            Estamos ante un homenaje largamente esperado y muy significativo, en el año centenario de Manuel Castilla. La cultura argentina está de fiesta ante este reconocimiento nacional a un poeta eminente que proviene del Norte Argentino pero representa a la Nación entera y a la Patria Grande americana.  Manuel Castilla alcanza la categoría de poeta universal desde su americanismo y no a pesar de éste, como intentaré señalar en estas palabras pedidas por el Profesor Sergio Bravo, a quien agradezco el honor de su invitación. Trataré de cumplir con esta responsabilidad en nombre de la Poesía, y de la crítica del poetizar y la cultura –o al menos lo que entiendo como tal.
            La obra poética de Manuel Castilla es total, deslumbrante en su forma siempre cuidada sin haber sido reducida al mero artificio, intensa en su mensaje humanista y revelador.   Su idioma poético,  aquel caudal propio que algunos críticos llaman idiolecto,  es de una riqueza y austeridad que se balancean, en su equilibrio  de afectividad, penetración intelectual y sabiduría poética, magistral en sus modulaciones y mensaje. Ha cultivado  todos los metros y formas de la poética greco-latina e hispánica con inclusión de los antiguos metros   de origen oriental-   coplas,  dísticos y tercetos que están en la raíz de ese poetizar y perduran en la poesía popular de distintos tiempos, sin omitir la refinada forma del soneto  trabajando con destreza sin par, en alternancia con coplas y romances.  Incluso inserta hasta sus últimas obras, coplas propias y del cancionero  norteño- hispanoamericano, en textos más extensos y de otra factura, que se abren al lenguaje poético versicular o incluso al verso libre, siempre de particular ritmo y melodía.  En sus últimos libros se revela como un maestro del versículo, de particular intensidad, cadencia y ritmo. También escribe prosa poética, una joya que nos ha sido revelada  hace pocos años a través de la publicación de algunas obras inéditas.          No hay rupturas o saltos en su labor sino un acrecentamiento paulatino desde los núcleos esenciales de percepción, experiencia y reflexión. La calidad  y coherencia, la adecuación de forma y mensaje, están dados desde el comienzo.
            Esa etapa inicial de su obra ha sido relacionada, a mi ver con justicia, con la afamada y discutida generación del 40. La crítica tiene el derecho de hacer apreciaciones y relaciones históricas como el reconocimiento generacional de grupos que surgen simultáneamente en distintos lugares de la Argentina y se reconocen entre sí a través de revistas y publicaciones, e incluso promueven manifestaciones en común, como ocurrió por esos años. Básicamente en  Tucumán, Entre Ríos,  Buenos Aires, La Plata, Salta, Jujuy y Santiago del Estero - acaso también en otras provincias, en figuras aisladas y con menores repercusiones -  surgía un   reclamo unánime a favor de  un humanismo poético ajeno a las modas, el vedetismo, el brillo del ingenio metafórico, en suma  la trivialización de la cultura. Hechos conmocionantes como la guerra civil española, de tan profundos ecos en la Argentina, y los anuncios de una segunda guerra mundial, afectaban a  jóvenes poetas de veinte a treinta años que proclamaban su fe en una poesía adentrada en el corazón del hombre. Fue un momento ciertamente único  al que cabe  el nombre de generación, vanamente propuesto para otros momentos de  poéticas  formales y variadas.   
            También reivindico a la generación como humanista: muchos de sus poetas se volcaron a la recuperación del humanismo europeo y también de  la cultura propia;  por dar un solo ejemplo mencionaré a León Benarós,  estudioso y cultor del cancionero bonaerense.  No digo que después no brillara en muchos poetas el humanismo, la pertenencia a la tierra y el cielo,  dejando de lado el juego fácil y la ambición de impactar a un lector. Lo que digo es que tal vez por única vez, grupos de poetas de todo el país coincidían en una toma de conciencia de la situación mundial y regional, de la necesidad de volver a las fuentes y  la legitimidad de recoger el legado de sus pueblos.  (Este movimiento cultural, “El cuarenta”, merece ser careado y relacionado con los grupos Orígenes de Cuba, Contemporáneos de México y varios más a lo largo del subcontinente americano.  Surgían voces que no representaban solamente a Occidente sino a los pueblos autóctonos, marginados,  al criollismo fundacional, a la cultura mestiza americana en consonancia con los estallidos políticos de una América que despertaba a sí misma y al mundo).
            Considero válido que se incluya a Manuel Castilla en este movimiento poético generacional, si se tiene en cuenta que la afectividad, el sueño,  la pertenencia a su comarca,   la continuidad vida-muerte,  el hablar con naturalidad como lo hace el pueblo de Dios y de los ángeles, en suma la aproximación a lo sagrado- conforman ese  núcleo esencial de la poesía de Manuel que es también el núcleo de una generación que fue llamada neo-romántica. Interpretada desde nuevas categorías filosóficas (por ejemplo Heidegger, quien es sin duda el que devuelve al  poetizar su condición de pensar poético) hablaríamos de un habitar-el-mundo, o del simple “estar” del que hablaba Rodolfo Kusch, filósofo heideggeriano, que tanto resuena en la poesía de los cuarentistas y especialmente de Castilla al punto que leyendo a la par los libros de ambos, llega a preguntarnos  si el poeta leyó a Kusch o si éste tuvo a la vista los poemas de Castilla cuando elaboraba sus categorías del estar-en-el-mundo.
            Los distintos grupos argentinos  no eran iguales, obviamente, aunque corresponda a la crítica descubrir su trasfondo común. Respondían a regiones con su fisonomía propia que tuvieron  desarrollos singulares, y especialmente  lo hizo el grupo norteño que representaba a una amplia región. En 1944 se presentó una muestra colectiva del grupo La carpa, alentado por Raúl Galán y Mario Busignani, que aglutinaba a los poetas del Norte. Traigo estas menciones porque es una perspectiva legítima para la crítica el establecer lazos históricos en el campo  de la cultura.  Pero la trayectoria de un poeta, sin ignorar los estímulos del medio, es siempre una trayectoria personal e intransferible, aunque formativa e irradiante.           El grupo La Carpa reconocía la fuerte idiosincrasia de la cultura en el Norte argentino,  lugar de una  vasta población indígena, criolla y mestiza. Sin embargo –y tal es la complejidad del fenómeno poético americano-  tuvieron contacto con vanguardias de Perú y Bolivia que a su turno revaloraban la base indígena,  como lo ha estudiado María Eugenia Carante. Hay que subrayar, con una mirada más amplia, que en su conjunto las vanguardias americanas tuvieron una impronta indigenista, negrista e incluso criollista, como se pudo observar en la vanguardia porteña, de modo que ese humanismo del que hablamos puede extenderse con mayor alcance a otros momentos, mostrando la idiosincrasia humanista del subcontinente mestizo.  
             Dentro de esa amplitud, los norteños redescubrían el rico tesoro de la cultura popular,  alejándose del folklore repetitivo y comercial, e indagando seriamente en géneros antiguos como la copla y el romance, a los que agregaron la baguala, la canción, el carnaval, los cantos celebratorios y funerarios, etc. A la par de expresar su evolución interior, los poetas del Norte iniciaban un rumbo hacia el origen, hacia su propia realidad, hacia la música y los ritmos de su entorno.        Se dio en ese formidable movimiento una labor que tuvo muchas facetas: por un lado reconstruían la totalidad de la cultura, superando las vallas entre lo popular y lo ilustrado, haciendo un trabajo antropológico y filosófico que redundaba en su propia creatividad; por otro se sentían motivados a reafirmar su pertenencia a una cultura con fueros propios. Mucho hay de ello en la obra de Castilla sin que por mi parte pueda suscribir la expresión de algún crítico que ha dicho que su obra es la realización del programa cultural de La Carpa.
            Su desarrollo personal se va dando en consonancia con su afirmación del habitar, en una obra singular compuesta de unos veinte títulos – entre ellos algunas plaquetas- que encierran el itinerario espiritual de un hombre, el fondo inagotable de un pueblo, y la sabiduría alcanzada por la humanidad en su trato con el lenguaje, trato que no es solamente el del artífice sino el del discípulo. Nadie podrá negar que los poetas, en pleno siglo del conocimiento tecno-científico, son deudores de una donación transformadora que les viene de su propio trato con el lenguaje.
            Escuchemos al poeta, presentándose en su palabra:
 y  siento por mi sangre / como por una yema /  arenosa, pasar la eternidad.
            E invitaremos a seguir  escuchándolo, mientras intercalamos pálidos comentarios, que acaso se vuelvan superfluos ante el canto.  Porque Manuel Castilla es un poeta del canto,  y no solo lo es por la continuidad de sus poemas con la poesía cantada en ritmos  populares,  sino por su esencia musical manifiesta desde sus primeros libros  AGUA DE LLUVIA, LUNA MUERTA y LA NIEBLA Y EL ÁRBOL. Son tres libros que nada tienen de bisoños o principiantes, muestran al poeta consciente de su interioridad y de su pródigo lenguaje,  marcado por la nota afectiva que  le será característica. AGUA DE LLUVIA inicia esa trayectoria con el ejercicio de coplas y romances, géneros que siempre lo acompañarán. Los versos de su segundo libro, LUNA MUERTA, dirigidos a los indígenas del Chaco salteño, muestran tempranas preocupaciones sociales, una mirada sobre el otro, los otros, que será otra constante de Manuel.  Pero no se trata de la mera denuncia social sin ahondamiento en la cultura del otro:   Castilla , en este libro, comprende la cultura de Palenque  como cultura arcaica, próxima  a lo sagrado, destruida por el civilizador que avanzó  sobre ella a dentelladas . En LA NIEBLA Y EL ÁRBOL asoma el amor en  forma más próxima y encarnada, que es una constante suya, dirigido a la madre y el padre, a su mujer, sus hijos, sus amigos poetas, además de campesinos y  lugareños, con nombre propio o sin él. La mirada al otro se desenvuelve   profundamente como un amar, comprender, interpretar y com-padecer.  Es también acto de pertenencia a lo popular por un poeta que conoce muy bien las aventuras del arte occidental  en los últimos siglos.
            Al final de esa década aparece COPAJIRA (1949), que se prolonga en los años  ‘50 mostrando nuevos elementos que integran  la comarca, explorada desde adentro, desde la pertenencia. El poeta es plenamente consciente de la originalidad y  el papel histórico de su región y de a amplia región americana.  Ese libro, junto con LA TIERRA DE UNO Y NORTE ADENTRO integran una segunda trilogía centrada en el Norte Argentino, no solo ni principalmente  por la poetización descriptiva, sino por la honda penetración de la idiosincrasia moral y cultural del hombre norteño.
            Nunca fue Castilla lo que suele llamarse un poeta intimista. Su visión es la del poeta cósmico, nunca desprendido de su faceta social y familiar, que inscribe su vida personal en el conjunto de su comunidad y del marco natural, y hallando en esta conjunción los rastros del sentido. Desde el comienzo, junto  a su calidad poética expresiva, se da la primacía del hallazgo sobre la búsqueda.            Vemos iniciarse también un lirismo que trae imágenes de su vida pasada, lo cual es signo de esa madurez espiritual que desafía  la entropía del tiempo. En esta línea, que arranca de la anamnesis platónica,  se encuentran EL CIELO LEJOS, POSESIÓN ENTRE PÁJAROS, ANDENES AL OCASO y varias plaquetas intermedias, coronadas por una obra elegíaca, EL VERDE VUELVE (1970).  A la alegría del vivir se sobrepone, sin desgarramientos, una suave nostalgia por la pérdida de los seres queridos, y por el paso del tiempo. Pero rememorar es también recuperar, triunfar sobre la entropía, tal como lo intuye  y lo interpreta nuestro poeta.
            Soñar lo conecta con el cielo y los ángeles, con esa naturalidad con que lo vive el hombre sencillo y el poeta, popular e ilustrado, lo reafirma.   El sueño es la antigua puerta de marfil que comunica al tiempo con la eternidad y activa la comunicación con los muertos, que se vuelve habitual en nuestro poeta  metapsíquico.  
            En los años ‘70   alcanza su plenitud espiritual.  No se trata ya solo de su madurez poética y filosófica, suma a ellas un acceso a la dimensión mística  que no todos los poetas alcanzan. . Por estos años Manuel Castilla publica sonetos, y cantos del tipo de la Oda clásica como los incluidos en CANTOS DEL GOZANTE (1972) y TRISTE DE LA LLUVIA (1977). Vienen a integrarse en esta etapa de alta espiritualidad, la poesía y prosa inéditas contenidas en CAMPOS DEL CIELO, DE SOLO ESTAR y CÓMO ERA?
            Estamos ante el poeta iluminado por su propia apertura a niveles no ordinarios de conciencia, dueño del lenguaje poético en sus más variadas versiones, y de una sapiencia poco común que le permite avizorar la continuidad vida-muerte. Si la primera parte de la obra de Manuel Castilla puede considerarse como afirmación y penetración de su comarca, ineludible en toda exploración humana, podría hablarse de una segunda como acceso al nivel espiritual, en que el poeta vive la doble dimensión del tiempo y la eternidad.
            Quise compartir con ustedes la lectura del poema “El Gozante”, que define así desde su título al escritor; no se trata ya del goce del mundo sino de una conexión con lo sagrado por intermediación de la naturaleza, experiencia sensible y a la vez metafísica que  continúa la lección de otros poetas argentinos, entre ellos Enrique Banchs  y el entrerriano Juan L. Ortiz, compenetrado con el paisaje de su provincia. Aunque la experiencia de fusión cósmica o del no-tiempo spinoziano sea la misma en Juanele y en Manuel, el primero no  habla de acceso a la eternidad  (sinque eso nos impida a nosotros hacerlo)  mientras que sí lo hace Castilla, acaso por su compenetración con la cultura popular, que le permite aceptar un orden sobrenatural: aquello que el cubano Lezama Lima llama sobrenaturaleza.  En un sueño ha visto la imagen simbólica del Centauro, que remite a la Tradición, y presenta plásticamente:   En mi sueño/ pasó un centauro blanco/ como de mármol era/ como de leche seca/ al fondo había/ una pared bermeja.
            En suma, sostengo que hay una paulatina maduración en el poeta, desde su propia identidad tempranamente asumida, que pasa del ahondamiento en la cultura de su pueblo a una etapa más filosófica e interpretativa,  y luego al acceso místico que deriva en iluminación y sabiduría poética. No vacilo en utilizar el nombre de mística para la experiencia cósmica, pese a que algunos colegas ilustrados a quienes mucho respeto la reducen a la vida monástica. Pienso que los poetas alcanzan – no todos ni en todo momento- a convertirse en heraldos del Ser, iluminados por su presencia. (No todos aceptarán esta afirmación pero la hago respetuosamente, en función de mis propias convicciones. No se asombrarán quienes conocen mi visión   desde  y sobre la poesía)
(Leamos  el poema El Gozante, que he pedido sea puesto en la pantalla)
            Es el poeta mismo quien se autodefine desde el título y primer verso,  describiendo la experiencia de fusión cósmica, vivida por algunos  poetas (y por personas que no intentan la tarea de la escritura). Castilla va describiendo su experiencia como un encuentro amoroso en que descubre su “femineidad” receptiva, por decirlo de algún modo, como lo han hecho otros poetas místicos. Ocurre  que ciertas experiencias solo son susceptibles de ser abordadas por analogía. Y cabe leer  en aquello a lo que damos en llamar “Naturaleza”,  lo dado del mundo, la misteriosa entrega al hombre de  ese marco ineludible del que forma parte: es el libro en que aprende su destino.  Por su mediación,  como lo ha dicho Spinoza, “sentimos y experimentamos que somos eternos”.   El poeta se convierte en profeta, el que deja hablar a otro por su lengua. (No quiero irme del  tema, que voy cerrando,  pero sí señalar que en nuestros días, hay filósofos  como Michel Henry y Jean- Luc Marion que hablan de la donación como principio de la cultura).  Si bien  la lectura de Castilla, nos muestra que utiliza a menudo el vocablo  Dios,  no lo hace en este poema, donde la experiencia misma ocupa todo, sin explicación o interpretación alguna.  Incluye un  comentario coloquial referido a su muerte, pidiendo en forma amigable que echen agua a sus restos, como si se tratasen de una semilla, pero al nombrarse  a sí mismo como “gozante” da cuenta de una actitud y no solo de una vivencia aislada o casual.      La valoración del lenguaje como misterio, o camino a las revelaciones, completa ese  itinerario creativo  que ha sido llevado a sus últimas instancias por el Poeta. En el nivel de conciencia alcanzado, ajeno a dogmas y prejuicios, se deja estar para ser visitado por el Ser,  participa de la felicidad de entregarse al Uno-Todo, de celebrarlo en su palabra y así transmitirlo como lo hace un verdadero maestro, que no solo habla desde la vida sino que lo hace  desde la muerte.
            Aunque la región haya sido un núcleo semántico importante en su obra, es el despliegue de su persona, desde su plano  más profundo,  el que le permite descubrir su ipseidad.  Ha alcanzado la transformación espiritual largamente predicada por tradiciones ilustradas o populares,  aquella metánoia que nos muestra a Narciso y Dafne convertidos en flor y en laurel.  Siguiendo su genuina  vocación poética, y sin  ignorar  el estímulo epocal, a Manuel Castilla le correspondió ser acaso el mayor vocero de la cultura del Norte, y en consecuencia de la Argentina profunda, ajena a modas estéticas pasajeras. Y es legítimo pensar que al rescatar esa Argentina profunda recobra el perfil de toda cultura capaz de integrar  las diversas  dimensiones de lo humano. Al exponer ese espectro, desde lo comarcano,  expresa también un modo de ser y de pensar sumergido bajo la altanería racionalista de la Modernidad, en un tiempo que Heidegger ha llamado del  “olvido del Ser”.
             Por  lo aducido en esta breve e imperfecta revisión de la poesía  de Manuel j.  Castilla, pienso que estamos ante un acontecimiento cultural, que es la recepción y homenaje  –en Buenos Aires- de un poeta que representa a la gran poesía, siempre de un modo u otro portadora de aquella vieja  herencia que asociaba lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero, como lo recordara John Keats hace doscientos años.  Tengamos al poeta  con nosotros cuando dice,  casi despidiéndose. en un momento de su obra:    
                                   y  como un sueño que anda me fundo en el crepúsculo.