domingo, 27 de agosto de 2023

A seis décadas de Rayuela en busca de sus raíces en el pensamiento oriental

A seis Rayuela es la segunda novela de Julio Cortázar, escrita y publicada en París el 28 de junio de 1963 ya que el autor se encontraba trabajando como traductor para la UNESCO en esa ciudad después que llegara a Francia en 1951. Antes ya había publicado libros de poesía y cuentos en la Argentina y en 1960 la novela Los premios, aunque era muy poco conocido en el campo literario. En la década de 1960 la posmodernidad y la deconstrucción ponían en crisis el arte y el pensamiento occidental, ahondando un proceso iniciado con las vanguardias artísticas de la década de 1920. Es en ese contexto de transformaciones y debates estéticos y filosóficos en el que se publica esa segunda novela del —hasta entonces— casi desconocido escritor argentino anclao en París, Julio Cortázar. Por aquellos días, en el campo literario se había iniciado un proceso de descubrimiento de la literatura latinoamericana por la tarea de un grupo de novelistas que tuvieron un gran impacto entre los críticos y con un gran índice de ventas, por lo que fue llamado el “Boom de la novela latinoamericana”. ¿Qué hizo tan especial a Rayuela en ese contexto? En medio de ese Boom de historias que develaban una América extraña al pensamiento racional que había dominado a Occidente, Julio Cortázar extendería un puente entre Europa y América o, más específicamente entre París y Bueno Aires, aunque ello implicara poner en crisis a la misma lógica del relato que había consolidado la forma de la novela en el siglo XIX y la había mantenido estable —salvo por algunas excepciones— hasta mediados del siglo XX. Consideramos que en la construcción de Rayuela hay un principio del pensamiento de extremo oriente plasmado en la meditación zen y en la lectura del I Ching. Rayuela con total sinceridad comienza con una advertencia “A su manera este libro es muchos libros…” Si tan sólo hiciéramos caso a ese llamado de atención nos hubiéramos ahorrado frustraciones al tratar de abordar el libro como si fuera una novela, tal como entendíamos desde hacía más de un siglo. Desde nuestra experiencia de lectura entendemos que la crisis provocada por Rayuela va más allá del campo literario, pues la sola postulación de un modo de construcción textual que rompe la lógica del relato se sitúa en un punto crucial el pensamiento occidental. Para aclarar esta posición voy a llevar a cabo una brevísima revisión de la importancia del relato como forma de pensamiento para la búsqueda de sentido desde la mentalidad occidental. En el principio de cada cultura hay libros fundantes, como la épica que se remonta a los relatos escritos a partir de narraciones orales repetidas y reelaboradas por varias generaciones hasta que apareció la escritura como una tecnología capaz de independizar al relato de sus declamadores. Así llegaron hasta nuestros días la Ilíada y la Odisea que sustentaron al mundo antiguo y cuando este colapsó, la cultura requirió una refundación y así surgieron nuevos relatos orales con sus narradores, hasta que la escritura volvió a intervenir para que llegaran hasta nuestros días La Chanson de Roland y el Cantar del Mío Cid. Sin embargo, hay relatos que los preceden y, más aún, los sustentan; me refiero a compuestos de modo similar y sacralizados por quienes sintieron que a través de ellos se comunicaban con Dios. Tanto la Biblia como Al Curam, La Torá, son muchos libros en formato de uno, pero son conjuntos de textos de distintas índoles y autoría, ordenados por el acuerdo de una comunidad sacerdotal. En la primera mitad del siglo XX hubo n progresivo acceso a la cultura oriental que fue develando formas de pensamiento diferentes que también se sustentaban en libros ancestrales, pero a diferencia de los libros occidentales, no eran relatos no se organizaban de un modo casual consecutivo de acciones y reacciones ordenadas espacial y temporalmente. El libro central de la cultura china es el I Ching o libro de las mutaciones , formado por un conjunto de sentencias o aforismos que se pueden combinar aleatoriamente para el lector que los consulta en busca de una repuesta personal. De modo que el lector construye su propio libro, nuevo y distinto a partir de las posibilidades combinatorias. No hay relatos detrás de otros, hay múltiples posibilidades. Cuando Julio Cortázar escribe Rayuela combina la posibilidad de los relatos con la potencialidad combinatoria. Puso en práctica la tradición de la búsqueda de sentido occidental con la oriental. Por lo tanto, Rayuela no es un solo libro sino muchos libros, tantos como el lector se atreva a armar a partir de las posibilidades combinatorias que ofrece el texto. A lo largo de los capítulos hay referencias al pensamiento oriental, tanto de modo explícito como implícito, por ejemplo, en el Capítulo 73 cita el principio taoísta del Ying y el Yang y luego, de un modo más sutil, al referirse al acto de observar insistentemente un tornillo, lo entendemos como una representación de la meditación y la enseñanza zen, a través de los mondos y kohans . Sin embargo, para tranquilizar a los lectores más tradicionales, el libro puede ser leído como una novela. Podemos, como lectores activos, recortar una parte del libro y leer una novela para tener la certeza de que estamos frente a una novela, pues el texto —así como se propone ser muchos libros— también propone múltiples lectores. Como uno de esos mecanismos está la lista de lectura sugerida, que —tal como lo enuncia— está “sugerida”, para que quienes se aproximen al texto tengan un asidero en el momento de encarar su experiencia lectora. Varias de las personas con las que conversé declararon sus frustrados intentos por leer Rayuela y descubro que se debe a que no hicieron caso a las advertencias en los paratextos del mismo libro que —en la mayoría de las veces— preferimos obviar. Allí están todos los avisos, para comenzar “a su manera este libro es muchos libros…” Tal como decía Jorge Luis Borges: la literatura es un juego, pero hay que jugarla en serio como juegan los niños. La Rayuela es un juego muy popular entre los niños argentinos —o lo era— y —como nada es azaroso en la literatura— el título es la primera indicación de que estamos ante un juego, más de habilidad que de azar, en el que hay que acertar en los casilleros adecuados para avanzar hasta llegar al cielo. Para quienes lo han intentado y se han visto frustrados y para quienes aún no lo han intentado, los invito a comenzar el juego, atendiendo a las indicaciones que da el mismo libro y para quienes aprecian reflexionar desde la literatura les recomiendo un recorrido por las “Morelianas ”, aquellas en las que Morelli practica una escritura fragmentada y descartable en papelitos que otros recogen para salvarlos, tal como sucedía con Macedonio Fernández y sus jóvenes discípulos martinfierristas. Rafael F. Gutiérrez Prof. Adjunto de Lit. Argentina (UNSa) 31/03/23

El malón recurrente

Congreso Nacional del Folklore 2023 El malón recurrente Rafael Gutiérrez Introducción En el presente año 2023, asistimos al desarrollo del “Tercer malón de la paz” que pasó por Salta los días 25 y 26 de julio y fueron recibidos para pernoctar y almorzar en la U.N.Sa. Para los integrantes de la delegación fue una grata sorpresa enterarse que en la cátedra de “Problemáticas de las literaturas argentina e hispanoamericana” sus antecedentes eran conocidos porque un texto incorporado para su estudio hace años es el Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El malón de la paz por las rutas de la Patria. Así también fue nuestra sorpresa al enterarnos de que en otras carreras la historia del acontecimiento no era conocida, por los que nos propusimos dar difusión al texto y al documental que se encuentran liberados. Del mismo modo, hicimos la oferta a los integrantes del “Tercer malón de la paz” para publicar las memorias que resultaran de esta campaña para que continuáramos con la labor establecida por el lema de la U.N.Sa. “Mi sabiduría viene de esta tierra”. A tal efecto elaboramos esta ponencia como un recorrido por el desarrollo diacrónico de los “malones” hasta nuestro presente, con la finalidad de mostrar cómo las comunidades nativas sobrevivientes continúan una lucha de larga data. El malón en nuestra historia Cuando referimos el término “malón”, la mayoría de las personas recuerdan las campañas de saqueo llevadas a cabo por las naciones de la pampa y la Patagonia en contra de las poblaciones criollas establecidas en esa frontera durante el siglo XIX. Sucede que la práctica fue muy anterior hasta que se la generalizó con un nombre de lengua mapuche: La noción de malón, que procede de la lengua mapuche, se usa para aludir a un ataque repentino de indígenas. En concreto, podemos determinar que procede de la palabra “mapudungun”, que es sinónimo de “hacer hostilidad al enemigo”. Una palabra esta que también se usaba para hacer referencia exactamente a los ataques por sorpresa que los mapuches realizaban en contra de lo que eran las tropas españolas. (Pérez Porto, J., Merino, M.) Sucede que desde que los europeos extendieron sus conquistas por territorio del continente llamado por ellos América se encontraron con diversas naciones que hacían un uso variado de ocupación que iban desde el recorrido, el pastoreo, el empleo como cotos de caza según temporadas y otros que habían establecido poblaciones permanentes con diferente grado de urbanización. Pero el descubrimiento del potencial económico del territorio hizo que los diferentes gobiernos y empresas europeas buscaran justificaciones para invadir y someter a las diversas naciones americanas, desde motivos religiosos a razones de Estado, cada país europeo que pudo se hizo de una parte de América sin importar que ya había pobladores y con diferentes grados de organización. Todos fueron subsumidos en la categoría de “salvajes” o “bárbaros idólatras” que debían ser salvados por los occidentales poseedores de una cultura superior y de una religión verdadera. Desde el siglo XVI en adelante los europeos hicieron alianzas con naciones indígenas aprovechando rivalidades previas para lograr objetivos propios, incorporándolos incluso a guerras del Viejo Mundo, como sucedió con las disputas entre España y Portugal y entre Francia e Inglaterra. En el siglo XIX se iniciaron las guerras de independencia en América bajo un programa iluminista, por lo que los ideólogos de la revolución emitieron proclamas afines a los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad”, lo que implicaba la incorporación de las naciones otrora sometidas al mismo proyecto emancipador. Prueba de ello es que las proclamas de la Junta Provisional de Gobierno emitidas en Buenos Aires en 1810 y la Declaración der Independencia de 1816 están redactadas en castellano, guaraní, aimara y quechua. Consecuente con ese programa, varias naciones indígenas se unieron a las tropas regulares en campañas militares en contra de las fuerzas realistas, pero, terminadas las guerras de independencia en el primer cuarto del siglo XIX, estas naciones descubrieron que sólo fueron utilizadas por los criollos para cumplir sus objetivos de ocupar el lugar de los gobernantes peninsulares. Las naciones nativas habían sido diezmadas por la guerra mientras continuaban desposeídas de sus territorios ancestrales y de los derechos prometidos a los ciudadanos de los nuevos países. Como resultado, varias naciones continuaron en guerra contra los criollos con campañas esporádicas de saqueo, aprovechándose de la debilidad de las líneas defensivas porque los ejércitos criollos se encontraban comprometidos en las guerras civiles que siguieron a las guerras de independencia. A eso hay que sumarle que las nuevas naciones sacaron rédito de las guerras civiles de sus países vecinos, estableciendo alianzas con las naciones indígenas para debilitar aún más las fronteras internacionales del país colindante. Así la convulsionada Argentina debía hacer frente a la amenaza de Chile, Brasil y Paraguay que proveía de armas a las naciones indígenas y compraba parte de los botines resultantes de los saqueos perpetrados durante los malones, en especial el ganado equino y vacuno. La Argentina tenía un ejército muy debilitado y desorganizado para enfrentar las incursiones de las naciones indígenas, por lo que se procedió a sucesivos acuerdos que implicaban el pago de tributos a los jefes tribales más influyentes para evitar sus ataques. Sin embargo esos pagos no llegaban a tiempo o no eran suficientes, por lo que las campañas de saqueo se reanudaban, ocasionando que las tropas de frontera volvieran a realizar contraataques de poca profundidad en territorios que no conocían y sin suficientes recursos para darles continuidad, reiniciando otra etapa de negociaciones. A fines del siglo XIX, se intentó una defensa fija para evitar el saqueo de ganado al sur de Buenos Aires, conocida como la zanja de Alsina; megaproyecto que no llegó a completarse por su inutilidad frente a las estrategias de las tropas nativas y a la lentitud de asignación de recursos para completarla. Con el cambio de gobierno fue el General Julio Argentino Roca el que propuso una defensa activa que todos conocemos como la “Campaña del Desierto” en el Sur y como “Campaña del Chaco” en esta zona del país, que implicó el movimiento de tropas junto a acuerdos internacionales para evitar la huida de las naciones aborígenes hacia países limítrofes. El resultado es de todos conocido, las naciones fueron diezmadas, sometidas y desposeídas, algunas hasta su virtual extinción. Las campañas fueron celebradas como un triunfo de la civilización sobre la barbarie, mostrando al mundo que la novísima República Argentina era un país moderno, con pleno control sobre su territorio porque había sometido a los salvajes que la habitaban, incorporando a la “civilización” a quienes habían sido sometidos. Por ello, muchos de los sobrevivientes fueron sumados al Ejército o a la Armada y se dio publicidad internacional a esa medida civilizatoria, a semejanza de lo que hacían los norteamericanos, los ingleses y los belgas con sus respectivos dominios. Así es que a principios del siglo XX, la República Argentina celebró su primer centenario con actos fastuosos a los que invitaron a dignatarios y representantes internacionales para que vieran a un país que se incorporaba en el concierto de las naciones como una potencia, alejando cualquier amenaza de conquista por parte de los países imperialistas que se repartían el mundo en esos tiempos. Desde esos gobiernos que ejecutaron las campañas de exterminio y sometimiento, simultáneamente se llevó a cabo una amplia política inmigratoria destinada a “poblar el desierto” y lograr el anhelo de conformar un país blanco, de europeos en el exilio. Sin embargo, indígenas nativos, mestizos y afro descendientes no dejaron de existir como una presencia incómoda que siempre se trató de ocultar o eliminar, pero a medida que la escolarización gratuita y obligatoria se fue expandiendo, esas naciones silenciadas pudieron acceder a la lectura y a la escritura, con lo que se enteraron de sus derechos y comenzaron a reclamarlos. Enfrentamientos y malones Entre 1874 y 1875 en los cerros de Cochinoca hubo un levantamiento de las comunidades kollas que reclamaron al gobernador de Jujuy José María Álvarez Prado por sus tierras ancestrales que concluyó con un enfrentamiento armado en el que el Ejército Argentino se impuso sobre los sublevados. En la memoria comunitaria quedó como la “Rebelión de los Tatitos” porque fueron los padres y abuelos de las nuevas generaciones los que habían luchado ahí. El control de grandes territorios en manos de terratenientes aliados con los gobiernos de turno, ejercieron un poder despótico y omnímodo sobre sus feudos con tal impunidad que aún en el segundo gobierno radical, el Presidente Hipólito Yrigoyen llevó a cabo una compra privada de grandes propiedades con la finalidad de entregarlas a las comunidades ancestrales que las habitaban. Lo que muestra la debilidad del Estado para hacer frente a los poderes económicos aliados a los poderes políticos. Con el ascenso del peronismo y las declaraciones del entonces Coronel Juan Domingo Perón que proponía la reivindicación de todos los desposeídos, los pueblos originarios postergados vieron la posibilidad de que haya un giro político que atienda sus demandas centenarias. En esas circunstancias es que entre mayo y setiembre de 1946 se realizó una marcha que atravesó el país, desde Jujuy hasta Buenos Aires para reclamar por su derecho sobre tierras que les fueron arrebatadas y en las que siguen siendo explotados con total impunidad, en un país que los negó en su identidad y los trata como menos que ciudadanos de segunda. El Malón de la Paz En 1945 los descendientes de los Tatitos organizaron una marcha desde Jujuy hasta Buenos Aires en reclamo de los territorios que habían pertenecido al Marquesado de Yavi y a quienes Perón, en su campaña electoral, había prometido la expropiación para su restitución. Ese movimiento tiene su antecedente inmediato en el trámite iniciado el 25 de setiembre de 1945, cuando los comuneros kollas ingresaron en la Secretaría de Trabajo y Previsión en Buenos Aires un escrito con sus reclamos ante la desposesión y el maltrato por parte de los terratenientes. Los dirigentes Exaltación Flores, León Cari Solía y Juan Méndez se presentaron ante la “Comisión honoraria de reducción de indios” que luego de una larga espera los envió a tratar el asunto en el “Consejo agrario nacional”; aunque el juicio solicitado nunca prosperó, el deambular por los laberintos de la burocracia permitió que se encontraran con sus pares mapuches que realizaban reclamos similares y ellos les presentaron al Tte. Retirado de Ingenieros Mario Augusto Bertonasco que los ayudaría a organizarse para la larga marcha que visibilizaría el reclamo. La marcha tomó el nombre de “Malón de la Paz” para distanciarla de la connotación negativa que tenía la referencia a “malón”, pero para acentuar su carácter se le agregó el determinante “ por las rutas de la Patria”, haciendo hincapié en que no se movían a campo traviesa como las partidas que asolaban las poblaciones en el siglo XIX y que refrendaban su carácter de pertenecientes a la misma Patria que sus ancestros habían ayudado a fundar y que luego había sido postergados hasta la actualidad. El reclamo organizado como una peregrinación fue seguida y registrada por la prensa nacional y de cada provincia por la que pasaban pero hay un testimonio valioso que nos ha quedado, gracias a que un integrante de la comitiva, Hermógenes Cayo, fue registrando en un cuaderno, a manera de diario, todo el periplo. Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El Malón de la Paz por las rutas de la Patria fue editado por el Museo de Arte Popular “José Hernández” de Buenos Aires y puesto en libre circulación por la web. El libro es resultado de la transcripción del cuaderno de Hermógenes Cayo y fue ilustrado con los mapas del periplo, fotografías y un anexo de las obras realizadas por el imaginero autor del texto. En 1960, con el auspicio del Fondo Nacional de las Artes y de la Universidad de Tucumán, la antropóloga Mabel Prelorán conoció a Hermógenes Cayo, con quien realizó un documental que se estrenó en 1962 en el Teatro San Martín de Buenos Aires con el título “Hermógenes Cayo (Imaginero)”. Actualmente el video está liberado y disponible con el mismo título en YouTube. El Malón de la Paz hoy El 25 de julio de 2023 partió desde Jujuy el tercer malón de la paz, lo que a las claras muestra que muchos de los reclamos presentados durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón aún siguen irresueltos, en especial lo referido a la devolución de las tierras a sus propietarios ancestrales, yendo en contra a la práctica heredada desde tiempos coloniales de entregar su dominio a los conquistadores y sus descendientes, con todo lo que hubiera en ellas, incluso personas. La posesión de tierras y personas fue legalizada por los gobiernos de las naciones que impulsaron la conquista de América, las revoluciones independentistas fragmentaron los imperios en nuevos países con la promesa de nuevas formas de gobierno y derechos para sus habitantes, sin embargo hubo sectores de la población que fueron relegados, llevándolos a largas luchas -de generaciones- reclamando no sólo el trato igualitario sino la restitución de los que les pertenecía a sus ancestros y que les fue negado en favor de intereses particulares que se aliaron con los gobernantes de turno. Muchos de esos reclamos fueron negados, silenciados, invisibilizados o incluso estigmatizados por los poderosos de turno aliados con los interesados en mantener, agrandar y perpetuar sus fortunas; sin embargo y a pesar de todo la verdad no puede ser ocultada siempre; de alguna manera algún testimonio queda y es parte de nuestra responsabilidad darlos a conocer para que se haga justicia. Estamos dispuestos a dar nuestra colaboración con la publicación del testimonio del “Tercer Malón de la Paz” y dar a conocer las publicaciones que hay sobre el Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El Malón de la Paz por las rutas de la Patria. Bibliografía Cayo, Hermógenes (2012), Diario de viaje de Hermógenes Cayo. El Malón de la Paz por las rutas de la Patria, Buenos Aires, Dirección General de Museos/Museo de Arte Popular José Hernández. Pérez Porto, J., Merino, M. (7 de diciembre de 2018). Malón - Qué es, definición y concepto. Definicion.de. Última actualización el 21 de julio de 2020. Recuperado el 11 de agosto de 2023 de https://definicion.de/malon/ Valko, Marcelo (2012), Los indios invisibles del Malón de la Paz, Buenos Aires, Continente.

viernes, 4 de agosto de 2023

LA PATRIA HABLA CON VOZ DE MUJER

“YO MISMA SOY HISTORIA Y POLITICA Y VIDA”: LA PATRIA HABLA CON VOZ DE MUJER Karen Douglas de Alexander Baylor University Karen_Alexander@baylor.edu ¿En qué consiste esa revolución?—Rodolfo Braceli -En la distribución de la riqueza y de las responsabilidades; en la celebración de la diversidad; en el reconocimiento de la belleza de lo útil y de lo aparentemente inútil como alimento del alma humana; de darnos cuenta de que sólo en la relación nos expresamos, y que el cerrojo del sentido es el amor... .—Diane Bellessi Un hito fundamental en la tipificación del país fue la encarnación de la patria culta en el pensamiento de Sarmiento. Su dicotomía de civilización versus barbarie dejaba la civilización codificada por hombres con un pensamiento liberal eurocentrico. La vasta extensión del territorio, o sea el interior del país, quedaba marcada como barbarie que tenía que ser sujetada y controlada. Tanto lo femenino como lo indígena quedaba silenciado si no borrado. La trampa de la dicotomía, como señala Beatriz Sarlo, “significa que, por desdicha, no hubo posibilidad histórica de imaginar un todo sin exclusiones” (17). Así que el proyecto del estado liberal de fines del siglo diecinueve, manifiesto en las novelas y autobiografías de este período, codificaba la identidad nacional argentina como blanca y masculina. Josefina Ludmer concluye que los autores de ese tiempo establecieron “la historia del padre” como “la historia de la nación” (15). La paradoja es, y ha sido, una confusión, que el padre y la nación en la iconografía nacional siempre se retrata como mujer, la madre patria. Esta mujer/nación termina muda, considerada “como propiedad, como un mueble, o una cosa” (Ludmer 41). María Teresa Andruetto en Lengua madre y Liliana Bellone en Fragmentos de Siglo hacen hablar a la nación, y es femenina y periférica. Son sobrevivientes de formas múltiples de represión, y opresión, pero logran construir un mundo donde el margen es el centro. Este margen estabiliza la nación frente a corrientes globales que siguen amenazando con una homogeneidad arrasadora. Los críticos usan frases como “se han convocado los fantasmas que resisten a la nada” y la palabra “resistencia” para hablar de las obras de Bellone y Andruetto. Ellas en la última dictadura pasaron el exilio interior, o sea el insilio, resistiendo el proyecto oficial que, como un eco del ataque a la barbarie por la civilización, buscaba “’purificar la patria’” (Michael Burdick 233). En refutación a la tortura, muerte y desaparición de muchos, estas autoras reescriben la historia en la que las mujeres establecen el discurso y lo guardan en una comunidad que resiste la violencia que las hubiera borrado. Su historia es de la patria como mujer—no tierra del padre—quien, aunque perseguida y dejada por muerta, vuelve para reformar la nación como otra. Para fundamentar la estabilidad de esta otra patria, Bellone y Andruetto arman a sus protagonistas femeninas con una tradición arraigada en Europa, pero trazan una nueva cartografía relacional y geográfica con sus personajes dibujados como anclas en múltiples triángulos y, en los vaivenes de los años 70 hasta el presente, muestran como estas mujeres prevalecen con el lenguaje y la cultura del interior. Fragmentos de Siglo (1999) antedata a Lengua madre (2010), pero las dos novelas tienen protagonistas que enfrentan los años de la dictadura y encuentran varias maneras de sobrevivir. Bellone y Andruetto no se subscriben a una dicotomía con exclusiones y proponen una alternativa a la historia del padre europeo. Sin embargo, para lograr ese fin se muestran hábiles en su conocimiento y manejo del canon del padre, es decir del viejo continente. Como autoras citan a escritores y artistas que les han influído a ellas y a muchos escritores anteriores. Sus personajes también manifiestan su herencia física de Francia e Italia. Bellone dedica su obra a su madre y en el epígrafe de la primera sección que cita a Cortázar confirma que ella tiene la mirada fija en “Euridice Argentina,” la mujer, la patria, por la cual uno arriesga todo. Ana, la narradora de esta sección le escribe a su amiga Sylvia, paseándonos, sus lectores, por el peregrinaje de su exilio a París en los 70, llevándonos a la par por “la biblioteca extraordinaria de la familia” de Sylvia (18). Ana cita repetidas veces a Proust y en sus reflecciones y recuerdos se confunde con personajes de la obra de él. También están presentes en estas cartas/memorias Baudelaire, Balzac, Shakespeare, Keats, Cervantes; podríamos decir que es una bibliografía de todos los períodos de la literatura con la apariencia de Aquiles, Eloísa y Abelardo, Don Juan Tenorio, Père Goriot entre muchos otros. La segunda de las cuatro partes de la novela lleva un epígrafe de Pierre de Ronsard en el cual él le habla a Hélène recordándole a ella que sus versos la celebraban “cuando aún era hermosa” (123). Así comienzan los escritos de Ismael, profesor de literatura y militante izquierdista que se refugía con unos alumnos en la puna salteña cuando aprieta la represión. La figura de Hélène, la madre de Sylvia y modelo de escritora y musa para Ana, llega a encarnar en su relación con Ismael el papel de la dama del amor cortés, rol que Ismael le asigna y del cual no hay confirmación de si ella lo asume o no. Ana corrobora que Hélène es “una excepcional belleza” (21), e Ismael la describe como “mi dócil lectura, mi lectura más elevada, más perfecta” (134); la perfección, esta mujer, es paradójicamente ciega. La figura de Hélène es para Ismael una patria que como “la amada” es “la única mujer por la que los hombres podemos morir” (148). Cuando él sale del país, le deja sus cuadernos a Ana y logra desaparecer, desvanacerse en la nada, dejando la constancia escrita de la gloria de este amor. De la bibliografía difundida a lo largo de Fragmentos de Siglo es importante rescatar el leitmotif del idilio pastoral que tiene su eco en las descripciones de la puna y el rol que este “desierto” juega en las últimas escenas de la novela. Ana comienza esta comparación cuando menciona que ha descubierto que el cielo de Grecia es igual al de Atacama (40) por donde ha ido al exilio saliendo de Salta. Después, recuerda que su refugio con los otros estudiantes universitarios e Ismael en la cordillera ha sido como un idilio donde “el tiempo se seca” en la belleza de “la tierra árida” (42). Ismael también confirma la tipificación clásica cuando escribe que “podría pasar el resto” de su vida ahí con la lectura de las Bucólicas de Virgilio (127). Todos escondidos ahí disfrutan de las riquezas de “truchas y anguilas, ciruelas y arrope” (129) de este locus amoenus al cual volveremos al terminar la novela cuando hemos aprendido a apreciar que el desierto sarmientesco no está vacío sino es la cuna del nuevo país que está por nacer. De las raíces europeas, Bellone vincula sus personajes con las de Francia, mientras las protagonistas de Lengua madre de Andruetto se arraigan en Italia. Las experiencias de Julieta son relatadas por un narrador que nos cuenta como Julieta revisa una caja de cartas que le ha guardado su madre, Julia, cartas en su mayoría recibidas por Julia de su madre, Ema. Así la recuperación de la vida y obra de su madre, después de su muerte por cancer, refleja los esfuerzos de Ariadna Efron en preservar la poesía de su madre, la poeta rusa Marina Tsvietaieva, la cual Andruetto cita en uno de los epígrafes de la novela. Aunque, Julieta afirma que quiere “mirar todo como si no se tratara de ella” (30) descubre que el mapa de su vida que quiere completar traza rectos y arcos que conducen a ella como hija, como nieta. Julia ha huído de Córdoba al comienzo de la dictadura al sur donde se esconde en el sótano de un depósito que pertenece a una familia que la cobija y quienes la protegen y ayudan cuando nace Julieta. Al mes de nacer los padres de Julia vienen a buscar a Julieta y terminan criándola aun cuando vuelve la democracia porque ya los abuelos no pueden vivir sin ella. Las cartas de Córdoba a Trelew revelan el linaje italiano de Stefano, el abuelo/padre y el oficio de escritora de la abuela, madre e hija. El padre de Julieta, Nicolás, logró salir al exilio antes de que ella naciera y nunca ha vuelto al país. En sus recuerdos Julieta, estudiando en Alemania a fines de los 90, se aferra más a su abuelo quien “llegó desde Italia,” pero no “por decisión propia” (67), que al padre que nunca ha visto. Este abuelo le ha legado la música de habaneras que él cantaba acompañándose con su mandolín (100), la mezcla de castellano/italiano constatada en las cartas que le escribió a su hija, Julia (111), y “la memoria” de Julieta chiquita cantando con él, “repitiendo en su media lengua, para regocijo de todos, aquellas canciones en italiano” (138). Sin embargo, el abuelo falleció cuando Julieta tenía once años, y su mayor herencia creativa viene por linea matriarcal envuelta en una imaginación que Julieta concluye “es la forma artística de la mentira” (31). Ella se da cuenta de que su castellano, como la de su abuela y su madre “es el de la llanura.” “Le han quedado en la boca, en las palabras, muchos rastros de la tierra donde se crió” (61). Los dichos cotidianos, de pueblo provinciano, salpimientan las cartas de la abuela, por ejemplo “en todos lados se cuecen habas” (78), y hasta el dicho de la bisabuela de Julieta queda registrado en una carta de su tía, Lina, a su madre: “Lo que para algunos es trapo, para otros es bandera” (129). A Julieta le toca releer esta escritura de mujeres, estas cartas que “abre, lee, perfora y coloca en una carpeta” (195). Es un interprete de “signos, marcas…de mujeres, en papeles, en pañuelos, fotografías, dibujos y tarjetas…como en el idioma secreto de las mujeres chinas,” y por medio de esa lectura logra insertarse “en una genealogía de la que es parte” (155). Además de la genealogía verbal de parte paterna y materna, Julieta revela su herencia cultural de artes visuales. No son tantos los escritores del canon europeo citados, pero sí artistas plásticos como Camille Claudel y Rodín cuando Julieta reflexiona sobre “lo que les ha costado a las mujeres…hacerse un sitio” (114); Kandinsky y Gabrielle Münter cuando ella visita la Casa Amarilla donde vivieron (118); y obras de Vermeer y Kokoschka cuando ella contempla lo que revela lo secreto (195). Andruetto escoge darle a Doris Lessing, escritora inglesa ganadora del premio Nobel en el 2007, el lugar de honor en su canon de influencia. Julieta ha decidido completar un doctorado en Escritura de Mujeres y al final, de la “lista extensa” de “escritoras injustamente olvidadas o no reconocidas,” escoge a Lessing para poder “conseguir recursos” (42). A lo largo de la novel, aparecen referencias al libro The Diary of a Good Neighbor (1983) y Andruetto le da el privilegio a Julieta de entrevistar a Lessing varias veces y anotar trozos de ese diálogo para incluir en Lengua madre. Estas dos escritoras confirman su destreza con el legado de ultramar, y vuelven la mirada hacia adentro, al interior, construyendo lo autóctono, una patria con un lenguaje único pero con la rica cosecha de generaciones anteriores. En contraste con lo que el crítico, Harold Bloom, describió en los años 70 como una “ansiedad de influencia” que llevara a los escritores a leer equivocadamente a sus precursores (Marjorie Perloff 161), Bellone y Andruetto leen, interpretan y asimilan a sus influencias; las reconfiguran en la tierra y la lengua de su propia madre patria. La reconfiguración se resuelve tanto en Fragmentos de Siglo como en Lengua Madre en la descripción de varios triángulos que se sobreponen. Ana, al comienzo de la novela de Bellone, le escribe a Sylvia acerca de su madre, Hélène, (31) revelando el primer triángulo de tres mujeres: una madre, su hija de sangre y una de oficio, quienes se mostrarán a lo largo de la obra como escritoras. Ana, llegando al final de sus recuerdos y antes de emprender el viaje de regreso a su patria, circunscribe otro triángulo con la afirmación de que Ismael y Hélène han sido como padres para ella (117). Aunque el patrón de tríadas nos lleva a reflexionar sobre los complejos psicoanalíticos de Edipo y Electra, hay que notar que Ismael desaparece solo aunque confirma haber sido parte de un tríangulo de amor con Sylvia y Hélène, su madre, aseverando no obstante que su “amor verdadero le pertenece” a Hélène (147). Tampoco vemos una animosidad entre la madre y sus hijas; más bien las hijas se desempeñan en el rol de escritora que la madre les modeló. En su diario al final de la novela, Sylvia traza otro tríangulo cuando se acuerda de que Ismael había escogido a Ana para guardar los apuntes que él había acumulado en los meses de exilio interior, pero el otro punto del triángulo es Sylvia, la última que sigue escribiendo (191-92): afirma ella, “Es imposible no escribir” (193). Tendríamos que decir que el tríangulo principal en Lengua madre, sí, se manifiesta en variaciones del complejo Electra. Julieta ha sido criada por su abuela, Ema, y consecuentemente ella y su madre han llegado a ser “hijas por igual” (102). Aunque Andruetto le concede a Julieta una supuesta entrevista a Doris Lessing en la cual Lessing afirma, “Todas las mujeres tenemos una fijación con el padre” (100), no ha habido una rivaldad entre Julieta y su madre por el amor del padre sino por el amor de los abuelos. Además, variando la dinámica entre los tres polos, Julieta llega a entender que en la batalla entre los abuelos y su madre por su crianza, ella, “la nena, la chiquita, fue el trofeo, el estandarte, el castigo y la recompensa” (150). El padre biológico ha estado fuera de la figura geométrica a consecuencia de su huida del país (84), y aun sustituyéndolo por el abuelo no ha formado una figura muy estable por la muerte de él cuando Julieta tenía once años. El desenlace ofrece otra variación de la triangualidad con una foto en la que Julieta se ve con su madre y su abuela poco antes de la muerte de la matriarca. Están las tres “[t]renzadas” en la imagen “ahora y para siempre,” y Julieta recuerda un cuadro de Leonardo de Santa Ana, la Virgen y el Niño “con la madre de todos convertida en hija, cobijada en los brazos de su madre, como ella y su madre se cobijan” (184). El cobijo del triángulo nos ha llevado a un solo punto final: en cada novela es una mujer. Sylvia es la última persona en el escenario de la novela de Bellone. Ha sobrevivido y escapado de ser detenida para estar de nuevo en la cordillera. En la nueva Arcadia ha puesto la cena y ha logrado traer a los exiliados a su mesa: Ismael se queda unicamente para despedirse, pero Ana ha confirmado que está en camino. Como afirma Bellone, Sylvia persiste, “escribe” (200). En la obra de Andruetto, Julieta ha vuelto a su tierra, a su patria, ha ordenado lo más íntimo de un país, las “cartas familiares” y ha aprendido que ella misma es “historia y política y vida” (225). No son hechos ni experiencias fuera de sí, son su médula. Cuando Josefina Ludmer encuentra que la cultura nacional de 1880 se manifiesta en una coalición entre provincia y puerto en las obras de Miguel Cané y Lucio Vicente López (24-26), respondemos que estas escritoras, una cordobesa y una salteña, ofrecen una cultura en la cual la provincia es la civilización, sin que haga falta una coalición. El desierto del interior se ha vuelto una tierra fecunda en palabras. Todo la historia, regional, nacional y europea, se filtra por estas tierras adentro, por este lenguaje. En vez de la perspectiva eurocentrica, vestigio del pensamiento de Alberdi y Sarmiento que tenía, como señala Sarlo, a “toda la incipiente nación” como “un desierto” (26), tenemos una escritura de mujeres que asimila Europa, ejerce su propia riqueza de su lengua de llanura y cordillera y que encarna una madre patria con una única cultura y literatura híbrida que es una tierra firme en las corrientes cambiantes de la globalización. Bibliografía Andruetto, María Teresa. Lengua madre. Buenos Aires: Mondadori, 2010. Bellone, Liliana. Fragmentos de Siglo. Salta: Ediciones del Robledal, 1999. Burdick, Michael. For God and the Fatherland: Religion and Politics in Argentina. Albany: SUNY Press, 1995. Ludmer, Josefina. The Corpus Delicti: a manual of argentine fictions. Trad. Glen S. Close. Pittsburgh: U Pittsburgh P, 2004. Perloff, Marjorie. “Modernist Studies.” Redrawing the Boundaries: The Transformation of English and American Literary Studies. Eds. Stephen Greenblatt y Giles Gunn. NY: MLA, 1992. 154-78. Sarlo, Beatriz. Escritos sobre literatura argentina. Edición a cargo de Sylvia Saítta. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2007. http://teresa-andruetto.blogspot.com/2011/12/yo-misma-soy-historia-y-politica-y-vida.html?m=1

Saludos de Ernesto Sierra para Liliana Bellone

Querida y admirada Liliana: La actividad de los dos últimos meses me puso en los zapatos del viajero y se me hizo difícil enviarte un mensaje de felicitación por los treinta años del Premio Casa de las Américas a tu novela, AUGUSTUS. No obstante, he seguido las noticias y veo, con satisfacción, el justo reconocimiento que estás recibiendo por la fecha y por la actual relevancia de tu ya considerable obra literaria. Sobre el “Premio Casa de las Américas” a AUGUSTUS, guardo siempre un recuerdo singular, propio. Después de haber cursado un diplomado en Madrid, durante 1992-1993, me reincorporé a mi trabajo en la Casa de las Américas y me encontré con la feliz circunstancia de que habías sido la ganadora en el género novela. En La Habana me esperaba el habitual paquete precintado de libros premiados -que en esta ocasión sería el último de una época, dada la fuerte crisis que ya vivía Cuba como consecuencia de la desaparición de la URSS y el llamado campo socialista. Mi inclinación hacia la literatura argentina -que conoces bien-, me acercó a tu premio con especial simpatía. También el hecho de fueras una joven escritora. Yo tenía todavía muy cercana la impresión de la visita a Cuba de Isabel Allende, en 1987, a propósito de la publicación de LA CASA DE LOS ESPÍRITUS, por la Casa de las Américas y las cosas que allí dijo, desde sus recuerdos infantiles sobre Pablo Neruda, el proceso de escritura de la novela, hasta la importancia de la literatura escrita por mujeres. Como joven estudiante de Letras ya venía siguiendo -gracias a mis profesoras- el auge de la literatura escrita por mujeres en Latinoamérica y el mundo hispano dentro de los E.U., marcado por la propia Isabel, Elena Poniatowska, Luisa Valenzuela, Magali García Ramis, Ana Lydia Vega, Ángeles Mastreta, Laura Esquivel, y otras, a las que te «sumé» enseguida, en mi diletante fervor de crítico recién graduado. Desde entonces aquel reflejo del mundo crudo de la inmigración y sus devenires sobre la identidad cultural colectiva y personal, llegado desde la lejana Salta, en Argentina, se añadió a mi imaginario de historias de desarraigos fundacionales que sobrevuelan el ámbito de lo nacional, de la escritura de género, de cualquier tipo de frontera, porque tributan, sin dudas, al punto de encuentro de nuestra compleja diversidad: la literatura latinoamericana. Treinta años después de AUGUSTUS, me siento dichoso de seguir leyéndote, de contar con tu amistad y la del otro poeta de la familia, Antonio. Recibe mi felicitación sincera y entusiasta por tu premio y, un abrazo grande para ambos, En Sevilla, en el tórrido verano de agosto de 2023. Ernesto Sierra En Sevilla, en el tórrido verano de agosto de 2023. Ernesto Sierra: escritor y crítico cubano, actualmente profesor en la Universidad de Sevilla. Especialista en Leopoldo Marechal.