jueves, 25 de mayo de 2023

Holver Martínez Borelli y “Vísperas del Mar”

A cincuenta años de “Vísperas del Mar”, primer libro de poemas de un vate que murió en el exilio Holver Martínez Borelli nació en Salta, el 27 de enero de 1930 y falleció en Bruselas, Bélgica, el 28 de agosto de 1978. En octubre de 1968, el ya desaparecido abogado y poeta salteño, Holver Martínez Borelli presentó “Vísperas del Mar”, su primer libro de poemas (Salta, Ediciones CEPA, 1968, cuidado por Manuel J. Castilla). Con tal motivo, la profesora Marta Susana Juárez Terán de Teyssier, escribió para el Suplemento Literario de El Tribuno, un análisis del libro que tituló: “Algunos elementos de la cosmovisión de Martínez Borelli”. Por el archivo de Diario El Tribuno de Salta, que guarda testimonios de los últimos 70 años, hoy podemos rescatar conceptos sobre la creatividad de este desaparecido vate. Poeta que hace cuarenta años murió en el exilio (Bruselas) pero que aún pesa sobre él, la persecución de un injusto y premeditado olvido. La crítica Pero volvamos al trabajo de Juárez Terán de hace cincuenta años. Decía la profesora: “La poesía no es una invención delirante de los caprichoso, ni un divagar del mero representar e imaginar hacia lo irreal -dijo el filósofo alemán Martín Heidegger-. Lo que la poesía despliega de desnudez en el esbozo iluminador y lanza de antemano en la escisión de la figura, es lo abierto que ella hace acaecer y precisamente de suerte que es ahora cuando lo abierto en medio de lo existente hace brillar y sonar lo existente”. Por ello, cuando se habla de un poeta, hay que referirse no solo a su talento, a la fuerza y originalidad de su producción sino también y ante todo, es necesario descubrir su actitud , el punto de vista que el poeta adopta para valorar el mundo y la realidad, para apreciar lo que se debe tener como esencial y lo que se debe desechar como accesorio, es decir, su cosmovisión. Porque la verdad como iluminación y ocultación de la existencia sucede al poetizarse. Porque la esencia misma de la poesía no es sino “la comunicación de la leyenda de la desnudez de lo existente -con palabras del ya citado filósofo Martín Heidegger- la leyenda que esboza, es aquello que en la disposición de lo decible, lleva al propio tiempo al mundo indecible como tal”. Holver Martínez Borelli, cuyo nombre no es nuevo en el concierto de nuestra poesía, ha seleccionado para este su primer libro Vísperas del Mar, un conjunto de 22 poemas representativos de distintos momentos de su actividad literaria y en los que podemos descubrir algunos elementos constantes, de su visión del mundo y de la vida. Casi desde su adolescencia -y acaso por herencia materna- con depurada lentitud contemplativa y gran despejo estético, rescata en sus poemas rasgos vitales y existenciales del ser humano, que tienen en su trepidante ritmo algo de la fuerza urgente de lo cósmico. Su estilo de alto vuelo, se sostiene en el arrastre de todas las emociones, de todas las potencias positivas y negativas de lo humano, y se solidariza certeramente con su facultad de poetizar. El título El sugerente título del libro "Víspera del Mar", encuentra su motivación en los ojos como un mar presagiante de tormentas de la mujer amada, que fue también la inspiración de uno de sus poemas más logrados que dice: “Ni tú misma adviertes cómo la inminencia del mar, la víspera del mar cae en tus ojos y exaspera las flores. Hasta en la luz, amor, hasta en el aire tras el vuelo migrador de tus pájaros”. “Hasta cuando tendré que acomodar el tiempo para...” El amor, el espacio, el tiempo y la filosofía, son algunos de los temas que le preocupan. El tema del amor, se repite en la poesía de Martínez Borelli; y hay una luna inmensa y bella que lo hace expresar: “Ahora que la luna te crece como un árbol desde la sangre, y sientes como quema su pulpa, la memoria del cielo se te esfuma en los pájaros y aprende el gracioso talante de la lluvia”. Y en la segunda cántiga de amor, responde a la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz: “Viniendo la alborada sobre el alcor con la color quebrada va el amor. La luz del cielo tizna su palidez ansiosa y en su pelo se posa como una garza triste la llovizna. Ay, tan de madrugada con la color quebrada va el amor”. Y en su poema “De pronto el día suelta”, él expresa su actitud de constante enamorado de la vida, del amor, de Todo: “Me enteraré de amar la nube y algo más al aire hasta volverme pájaro en el escándalo del vuelo”... Hay además, algo característico y notorio en su poesía, y es su pretensión de hacer poesía sustancial, eludiendo de intento los objetivos. Veamoslo en su poema “He llegado hasta el fondo”, donde habla el pie -combativo- según lo declara. Otro de los méritos que podemos señalar en la poesías de Holver, es el de ser filosóficas, pues en ellas enuncia reflexiones profundas sobre los universales problemas de la existencia. El tema de la comunicación, el misterio del tiempo y de la muerte, la grandeza incomparable de lo sagrado, lo atrajo también con fascinación. Pero el eje sobre el cual giran otros problemas filosóficos, es el tiempo. Se lo ve en estrecha conexión con la idea de espacio, e identificado con el espíritu mismo, lo penetra convirtiéndose en la esfera de su finitud. Se desliza también en lo absoluto de cuya infinitud originaria ha surgido, para regresar de nuevo a ella luego de recorrer las esferas de lo infinito. En la vivencia íntima del tiempo, no se le escapa que la dimensión del futuro no se agota en el “ahora”. De ahí que lo efímero vital no lo angustia, y dice en “De tanto como voy”: “Acoge esta consigna de lo efímero y crece alegre todavía de su última prisa...” A Holver sí le preocupa, el hombre que no tiene tiempo para encontrarse consigo a solas. Y dice: “Hasta cuando tendré que acomodar el tiempo para verme conmigo...”. La poesía, la amistad y las anécdotas del abuelo El epitafio que no fue: “murió de tanto estar ausente de su muerte”. La idea de la muerte, surge en algún momento de la poesía de Holver; y es frente al recuerdo de la madre ausente que dice: “Estamos casi amurallados por la misma distancia cedidos al terror de una noche que no acaba, a una voz donde el aire no suena”... Y prosigue: “Sabrás que soy la sombra de tu duelo. Este muñón sumido por los cuatro costados de no encontrar tu mano ni el final de tus huesos donde nació mi muerte”... Y en “Elegía a Juan Carlos Dávalos” dice: “No sé si aún habría de creer en tu ausencia o despaciosamente repetirla, pero no de palabra sino muriendo de tu misma muerte”... Fue también este mismo tema el que inspiró su poema “Me he confiado a la muerte”, escrito -según el poeta- después de la muerte de su amigo Raúl Galán, poeta jujeño que murió prematuramente. Podemos encontrar en este poema, la concepción que Holver tiene de lo sagrado, pues recuerda que en su pasado tuvo una cancelada vocación sacerdotal a lo que renunció por experimentar demasiado el peso de Dios, y que su debilidad no podría soportar. Lo natal Y siguiendo una larga tradición de la poesía norteña, hay en Holver una gran valoración por la tierra, por lo natal: “Todo es contarse la desgracia...” “Un solo día el corazón sonaba en los aljibes, y era mirar la infinitud del cielo caído entre las malvas del agua”... Anécdotas del abuelo Son las que le narrara su madre y que vuelven en poesías: “Me negaré a morir sin ver el alta mar donde mi abuelo oyó cantar sirenas...” A veces añora el pasado. Es cuando disfruta del arraigo, sabiendo que no puede retornar al pasado (Poema: Hay días...). [Fuente: Por Luis Borelli, El Tribuno, Salta, 25 de noviembre de 2018]

viernes, 19 de mayo de 2023

El Eternauta, a 40 años de la recuperación de la democracia

Motivo El 04 de setiembre de 1957 se publicó por primera vez la historieta “El Eternauta”, con guion de Héctor Germán Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López, en la revista Hora Cero semanal. Eran tres páginas que se publicaron semanalmente hasta 1959, con la única intención de satisfacer a un creciente público ávido de aventuras, con el paso de las décadas se volvió un clásico de la cultura nacional, a tal punto que es uno de los emblemas por los que se reconoce a la Argentina en el extranjero. En el año 2023 se cumplen cuarenta años del retorno a la democracia en la Argentina, momento con lo que muchos volvieron de distintas formas del exilio que habían sufrido por la violencia política de la década de 1970, uno que no pudo retornar fue Héctor Germán Oesterheld, desaparecido durante el Proceso de Reorganización Nacional, pero quien sí regresó fue su héroe capaz de viajar a través de los eones, Juan Salvo, El Eternauta. Nos parece oportuno dar a conocer a las nuevas generaciones algo de las creaciones más significativas de aquel guionista cuyas ficciones lo llevaron desde la admiración popular a la persecución y la desaparición en los oscuros tiempos de la Argentina reciente. Para ello hemos elaborado este breve ensayo sobre el historietista más emblemático de la Argentina. LA HISTORIETA HACE HISTORIA La historieta es un género directamente relacionado al desarrollo del periodismo en el último cuarto del siglo XIX. La mayoría de los investigadores coincide en ubicar como primer espécimen del género a Yellow Kid de Richard Outcault, surgido en la prensa norteamericana, sin embargo la Argentina tuvo su propio desarrollo cuyos orígenes se remontan a la revista Caras y caretas. Las caricaturas de esta célebre revista porteña eran parte de las críticas políticas que realizaba durante fines del siglo XIX y principios del XX. En Caras y Caretas el español Manuel Redondo mantuvo durante quince años las tiras Viruta y Chicharrón y Goyo, que se caracterizaban por ser personajes fijos, tal y como los conocemos en la historieta contemporánea (Rivera, J. 1892 pp.8).
El desarrollo del género es coincidente con la aparición de otras tecnologías como la fotografía y la cinematografía, por lo que sus lenguajes y sus técnicos se asemejan. De este modo el papel del guionista en la historieta y en el cine es similar, ya que ambos son los que elaboran el texto que sustenta la historia iconizada. A lo largo de las décadas de 1920 y 1930 la historieta argentina tuvo un gran desarrollo en sus textos, lenguajes y mercados, con lo que guionistas, dibujantes y editoriales ganaron un mercado de lectores ávido por un género ya consolidado. Sin embargo, aún la temática tratada se alimentaba de modelos norteamericanos y europeos o incluso de la adaptación de novelas clásicas. En la década de 1940 la historieta estaba tan integrada a la dinámica de la publicación masiva que los diarios La Nación, La Prensa, Crítica, el Mundo y Noticias Gráficas tenían sus tiras de historietas en forma permanente. Es la época en que apareció una nueva generación de historietistas -guionistas y dibujantes- que se sentían apoyados por la aparición de nuevas editoriales dedicadas a publicar exclusivamente revistas de historietas, tales como Patoruzito, Intervalo y Aventuras. En la década del 50 entra en escena un guionista cuyo trabajo marcó un hito tan significativo dentro del panorama de la historieta argentina que mencionar su nombre es señalar un antes y un después en el género: Héctor Germán Oesterheld. El Alemán –como era conocido en el ambiente – fue un guionista que se rodeó de los mejores dibujantes del momento y llevó a cabo la aventura editorial de un nuevo tipo de personajes con mayor profundidad psicológica, capaces del temor y la vergüenza, alejándose del modelo norteamericano del héroe imperturbable. El trabajo por el que es más conocido y recordado Oesterheld es El Eternauta, cuya primera versión con dibujos de Solano López es de 1957. En 1969 aparece la segunda versión con dibujos de Alberto Breccia. El Eternauta se convirtió en objeto de culto entre los amantes del género historieta de ciencia ficción, ya que por primera vez los héroes tenían nombres criollos y luchaban en paisajes nacionales para defender intereses latinoamericanos. Las dos versiones de la historieta fueron publicadas por entregas, la primera en la Revista Hora Cero y la segunda en la Revista Gente, cada una era presentada por una viñeta que funcionaba como un indicador del inicio de cada capítulo. EMBLEMAS DE ÉPOCA Si nos detenemos a observar cada una de las viñetas que identifican cada versión de la historieta y consideramos que actúan como figuras que las condensan, podemos leer a través de ellas dos momentos de la historia argentina. Para explicitar esa apreciación podemos tomar esas imágenes iniciales de las dos versiones de El Eternauta, que de aquí en más llamaremos 1) y 2) y analizarlas en su profundidad icónica. El cuadro 1) está firmado por "Solano 76", ya que se trata de una reproducción de una publicación hecha ese año, del que ya era un clásico de la historieta argentina con veinte años de vigencia. La imagen representada es la de un hombre vestido con un traje enterizo y una mascarilla con filtro de aire, un cinturón con un portacargador y un cuchillo; el caño del rifle asoma sobre el hombro derecho. El hombre avanza con paso firme, la mirada fija al frente en medio de una nevada; el fondo es blanco con una línea negra horizontal a la altura de sus pies.
Esa imagen condensa la historia de El Eternauta: - El hombre aislado que se provee de armas y equipos para salir a desafiar al enemigo superior. - El hombre que avanza con paso firme con su traje aislante y la mascarilla que lo protegen de la nevada mortal muestra su primer triunfo contra un arma de exterminio masivo. - El mundo exterior es peligroso pero el hombre, el héroe surgido del ciudadano común, “Juan Salvo”, supera el temor y avanza decidido a enfrentar a sus enemigos. El cuadro 2) representa a una silueta de color blanco sobre un fondo negro en la parte superior y blanco en la parte correspondiente al piso. La silueta es la de un hombre de espaldas, bien parado sobre ambas piernas y con un rifle sostenido con las dos manos a la altura de la cadera.
Juan Salvo no nos mira, está de espaldas a su público lector, mira hacia un fondo negro con un rifle en las manos, esperando el ataque de no se sabe que fuerza oscura a la que está dispuesto a hacer frente, pero sin ninguna perspectiva. IMÁGENES DISTINTAS – ÉPOCAS DISTINTAS Lo que diferencia a 1) y 2) no es sólo lo que la crítica ha llamado la "estética realista" de Solano López frente a "las rupturas formales" de Alberto Breccia, sino doce años en que la historia transformó a la Argentina en mundos distintos. En la década del 50 el "boom" de la historieta ubica a la Argentina en uno de los primeros lugares de la producción y el consumo del género que puso a los lectores, escasamente formados, en contacto con adaptaciones de la literatura y del cine. Los obreros, mejor posicionados desde las reformas laborales introducidas por el peronismo, disponían de tiempo y dinero para dedicarlo al consumo de "di-versiones sencillas" (cine - historieta - fotonovelas - folletines). La aparición de las historietas de Oesterheld fueron rápidamente recibidas y comprendidas por un público masivo, ya que sus personajes “más humanos” eran preferidos por los lectores. El ciudadano medio llegó a reconocer en el El Eternauta un emblema de la su situación: el hombre que por su propio esfuerzo puede armarse, sobrevivir y desafiar a sus enemigos. En la introducción de la primera publicación Oesterheld dice: “Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. EL ETERNAUTA, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos.” Además, la revalorización del obrero producida por el gobierno peronista se puede leer en la historieta a través de los roles que los obreros cumplen en el conflicto: son los obreros calificados los que fabrican los mejores trajes protectores y quienes llegan a descubrir cómo funcionaban las armas de los enemigos y, más aún, una tropa de ciudadanos armados triunfa donde el ejército había fracasado. LA DÉCADA POSTERIOR: UN PANORAMA DIFERENTE A fines de la década del 1960 y principios de 1os 70, un futuro sombrío se avecinaba, pues fuerzas oscuras amenazan al país: los gobiernos de facto controlados por la C.I.A. y el regreso de un Perón extraño bajo el influjo de un oscuro López Rega, "El Brujo", ponen al ciudadano común - representado por Juan Salvo - en alerta ante algo demasiado sombrío para ser comprendido. El Eternauta reaparece en la revista Gente el 29 mayo de 1969, el mismo día que se produjo “El Cordobazo” y está rodeado de artículos que hablan de una Argentina convulsionada por la violencia, como la muerte de Vandor, y la intervención de Norteamérica, como la entrevista a Rockefeller donde declara “Nixon está muy preocupado por lo que pasa aquí...” (Saccomanno y Trillo, 1982, pp. 7) La nueva versión de la clásica historieta capta la atención de los lectores que ya conocían la historia y de nuevos lectores, sin embargo la publicación no tiene buena recepción por los aficionados que preferían los dibujos de Solano López y la historia tiene que ser comprimida y levantada. LAS FIGURAS Y LAS ÉPOCAS Las dos actitudes en las figuras 1) y 2) están claramente opuestas: avanzar vs. esperar - el paisaje claro vs. el paisaje oscuro - desafiar vs. aguardar. De lo que se desprende que los relatos de ambas historietas se condensan en sus viñetas de presentación, las que a su vez representan los relatos que sustentan el pensar y el hacer del ciudadano argentino medio en dos momentos de la historia argentina. En la edición de 1994 y en los homenajes realizados a Oesterheld por la revista La Maga se eligió la viñeta de Solano López que condensa nuevos relatos: - Uno de ellos es el del trágico destino del autor, pues Héctor Oesterheld desapareció y murió en manos de la dictadura militar, tal vez en 1977. - Otro relato es el de la Argentina que padeció un gobierno digitado por "Brujos", la dictadura militar auspiciada por la C.I.A., la derrota de la Guerra de Malvinas y el primer gobierno democrático derrocado por la hiperinflación. Sin embargo y a pesar de todo, "El Eternauta-Juan Salvo- Héctor Oesterheld" vuelve a marchar mirando al frente, desafiando a la nevada mortal y a la larga cadena de enemigos contra los que nunca se deja de luchar. Las sucesivas apariciones de El Eternauta con su viñeta emblemática condensan no sólo el relato compuesto por el guion de Héctor Oesterheld sino también el relato del ciudadano argentino enfrentando los desafíos que los distintos momentos de la historia le impone y, también el relato del autor que representa la clase desde la que escribe y para la cuál escribe. LOS MONTONEROS CONTRA LOS ANTARTES Hacia mediados del siglo XIX las Provincias Unidas del Río de la Plata proclamaron su independencia del Reino de España y de cualquier otra dominación extranjera, al menos eso era lo que decía el Acta de Declaración de Independencia; sin embargo, el joven país se encontraba totalmente desarticulado y a merced de formas de dominación económica que condicionaban lo político. El resultado fue que se enfrentaron dos facciones, una que representaba a una oligarquía dispuesta a compartir el gobierno con potencias extranjeras y otra que trataba de representar los intereses del interior del dilatado país que quedaba postergado en el acuerdo que establecieron los grandes hacendados de la pampa húmeda. La disputa entra ambas facciones enfrentó bélicamente a Buenos Aires y al interior, donde caudillos lideraban ejércitos de gauchos, desposeídos que reclamaban su parte de las riquezas que entendían debía administrar el estado. Con la sanción de la constitución de 1853, que supuestamente iba a poner fin a las guerras civiles, los oligarcas acuñaron el término “montonero” para referirse a esas milicias. Era una designación despectiva, pues para ellos no eran más que un montón de gauchos ignorantes, incapaces de asimilar la cultura europea que se proponían propagar con el advenimiento de una inmigración que repoblara dignamente esta tierra salvaje. Un siglo después el llamado “revisionismo histórico” reivindicó a los caudillos del siglo XIX y a sus montoneros, tratando de revertir la historia oficial difundida por la “Generación del 80”. En esa línea de héroes preocupados por el pueblo fueron incluidos Yrigoyen y Perón, dando continuidad a una lista en la que se inscribían San Martín, Juan Manuel de Rosas –a quien el anterior había legado su espada como símbolo de un reconocimiento del “Padre de la Patria” a su sucesor-, Facundo Quiroga y el Chacho Peñaloza. Ese movimiento enfrentado a la corriente intelectual oficial dio sustento a la formación de grupos de izquierda que se insertaron en el peronismo, asumiendo las reivindicaciones obreras y el alejamiento de la esfera de influencia norteamericana como la continuación de una lucha inconclusa legada por Juan Manuel de Rosas. El derrocamiento de Perón, su exilio y la proscripción del peronismo alentó a la formación de unidades de resistencia inspiradas en ese ideario en el que Perón volvería a continuar una tarea histórica que había interrumpido a causa de una oligarquía siempre vinculada a intereses extranjeros. Los guerrilleros del siglo XX se asumieron como herederos de aquellas milicias de gauchos que lucharon en el siglo XIX por un país diferente en el que tuvieran cabida y por ello tomaron, entre otros, el nombre de “Montoneros”. El caudillo en el exilio explotó a estas formaciones paramilitares que le sirvieron para mantener un estado de rebelión permanente que sólo su regreso podía pacificar. Dentro de las expectativas de los “Montoneros” estaba la esperanza de que el General regresaría triunfante al país que ellos habían reconquistado y entonces proclamaría “la patria socialista”, libre de las dominaciones extranjeras y dando continuidad a un proyecto latinoamericano en el que entroncaban las luchas de Bolivar, Sandino, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. Sin embargo, la historia fue otra, ya que Perón desautorizó a esas formaciones especiales y dejó que el ala derecha del partido, junto a sus otros enemigos, se encarnizara con ellos hasta su exterminio. Aún así, en medio de la traición, los “montos” se negaron a ver esa realidad y trataron de justificar a su caudillo formulando complejos argumentos en los que el líder también era víctima del complot y que sus órdenes eran manipuladas por un entorno que lo controlaba para alejarlo de sus verdaderos seguidores. LOS MONTONEROS LLEGAN A LA HISTORIETA Dentro de la organización de “Montoneros” había distintas agrupaciones y ramas destinadas a actuar en las diversas esferas de la vida social, con la intención de reorganizar la sociedad para enfrentar a los enemigos internos digitados por potencias extranjeras . Una parte de esa organización era el “Secretariado de prensa” que luego tomaría el nombre de “Secretaría de agitación, prensa y adoctrinamiento”, cuyo sólo nombre permite reconocer sus funciones. Esta secretaría tuvo a su cargo la publicación de panfletos, revistas, diarios propios y la aparición en distintos medios de prensa. Entre estas publicaciones se destaca la del diario Noticias, cuyas tiradas llegaron a los ciento cincuenta mil ejemplares y en sus páginas escribieron Rodolfo Walsh, Paco Urondo y publicó una historieta H. G. Oesterheld. Breve historia de Oesterheld en Montoneros Según el testimonio de Elsa, esposa del desaparecido Oesterheld: En el 68, 69, ya era un guionista de historietas consagrado. Nuestras hijas mayores estaban terminando la secundaria. La madre de Martín era muy buena pintora. Estaba empezando Bellas Artes. Estudiaba con Demetrio Urruchúa. Y al mismo tiempo se inscribía en Filosofía. Diana estaba terminando quinto año e iba a seguir Ciencias de la Educación. Era esa época en que la juventud empezaba en los colegios con las nuevas ideologías. En el mundo entero hubo un cambio brutal en esos tiempos. Por las chicas, legó a interesarse por la política. Y por el peronismo. Antes del 73, las chicas ya militaban. En el 68, Héctor hizo la historieta con el Che. El 20 de junio, Héctor las acompañó cuando la vuelta de Perón a Ezeiza. Allí ya participó. No sé si estaba en Montoneros. Pero en el 74 ya trabajó con los montoneros en el diario Noticias. (Lucano y Jauretche, p. 7 de La Maga) El camino de Oesterheld fue el de un geólogo que devino en escritor de cuentos infantiles para terminar convirtiéndose en guionista de historietas y de allí en editor de revistas. La popularidad que adquirió con sus historietas y revistas ocasionó que tan pronto como entrara a militar en Montoneros fuera incorporado al Secretariado de Prensa para que trabajara sobre el amplio sector que lo conocía, creando conciencia de la posibilidad del cambio que llegaría con el triunfo de la patria socialista. Héctor Germán Oesterheld desapareció en manos del último gobierno militar del 76, el motivo, su militancia montonera. Adhirió a los “montos”, acompañando a sus hijas, recién en la década del setenta, ya que anteriormente no se había vinculado a la política y mucho menos al peronismo. De ese período de militancia datan sus historietas comprometidas con la causa, como por ejemplo EL CHE y LA GUERRA DE LOS ANTARTES. Con la primera la actitud es clara porque se trata de una historieta testimonial y biográfica, mientras que en la segunda vuelve al tema por el que era reconocido por el público: la ciencia-ficción. EL CHE es un libro publicado por Grupo Editorial Imaginador, cuenta con una reseña cronológica de la vida de Ernesto Guevara, desde su nacimiento hasta el reconocimiento de sus restos en 1997, un comentario sobre la reunión de Oesteheld y los Breccia para hacer la historieta y un prólogo del reconocido escritor Ernesto Sábato.
Es un libro de una factura impecable en que los Breccia desplegaron sus mejores cualidades en el trabajo gráfico, con un formato grande y pleno en el desarrollo de los claroscuros que caracteriza su estilo que va más allá de lo figurativo para convertir a cada cuadro en un hecho épico. El guion de Oesterheld alcanza una forma sintética en que el relato es reemplazado por la exposición de una serie de episodios que van dando forma a la imagen mítica del Che, desde sus inicios como un estudiante preocupado por el pueblo latinoamericano, pasando por el incansable brazo derecho de Fidel Castro hasta su apoteosis en la selva boliviana. BREVE HISTORIA DE GUERRA En La Guerra de los Antartes Oesterheld, deja el lado testimonial desarrollado en la historieta anterior y vuelve sobre el motivo que ya había trabajado en varias de las historietas y por las que era conocido por el gran público lector: la invasión extraterrestre. En esta ocasión profundiza lo que fue un motivo esbozado en la versión de El Eternauta que publicó en Revista Gente: las relaciones internacionales y la posición del país en el concierto de las naciones. La nueva aventura se sitúa en un futuro cercano, en el que los países del tercer mundo han triunfado en su lucha por la liberación de la opresión imperialista. En la Argentina, el retorno de Perón que ha proclamado la patria socialista se ha producido en el pasado que desencadenó la reacción norteamericana y el ataque de los marines. Es todo parte de un tiempo glorioso en el que el ejército unido a las milicias obreras derrotó a las tropas norteamericanas. El país futuro, ubicado en las primeras décadas del siglo XXI, en el que un gobierno colegiado, “los consejeros” -a la manera de un soviet- presididos por “El Negro”, dirigen una sociedad en franco progreso, con pleno empleo y con las necesidades satisfechas, donde pueblo y ejército conviven armónicamente defendiendo los intereses nacionales. Este estado ideal es roto por la invasión de los extraterrestres que establecen su primera base en la Antártida, de allí el nombre Antartes. La guerra contra el invasor comienza con los argentinos, pero pronto se extiende la lucha a escala mundial con un ataque masivo que incluye armas nucleares que fracasan contra el poder extraterrestre. Sin embargo los nigerianos, un pueblo que también se liberó del dominio neocolonial, poseen una tecnología que permite penetrar las defensas de los invasores. En el momento en que la historia puede volcarse a favor de los invadidos, se produce la traición del primer mundo, las superpotencias del Norte sabotean las armas africanas y entregan el hemisferio Sur a los invasores. En la Plaza de Mayo se convoca el pueblo a reclamar la respuesta de sus gobernantes, hondeando banderas, pancartas y estandartes; “El Negro” sale al balcón de la Casa Rosada con los brazos en alto y trata de sosegar a la masa prometiéndoles que va a cumplir con su voluntad. La congregación en la plaza es una clara alusión al histórico 17 de octubre, pues no sólo coincide el paisaje sino los sectores de la sociedad representados: Que sea esta hora histórica cara la república y cree un vínculo de unión que haga indestructible la hermandad ente el Pueblo, el Ejército y la Policía. Que sea esta unión eterna e infinita, para que este pueblo crezca en la unidad espiritual de las verdaderas y auténticas fuerzas de la nacionalidad y el orden. Que sea esa unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea la felicidad sino también sea digno de comprenderla. (Fragmento del discurso de Perón citado por Romero, J.L., 1996, p. 254) Los gobernantes de ese futuro ideal, que se ajusta al discurso peronista, mueren tratando de resistir la invasión. Los científicos que pueden representar un peligro para los invasores son atacados con unas ondas que penetran en sus cerebros cuando tratan de pensar alguna forma de enfrentar a los invasores. A esa altura del relato, el enemigo ya parece listo para vencer totalmente. Un científico descubre el modo de neutralizar las ondas mortales para continuar pensando sin riesgo de ser descubiertos y la resistencia comienza a reorganizarse. El ejército puede ser derrotado por armas superiores, la resistencia heroica sólo lleva a la muerte, sólo quedan los intelectuales, los hombres que piensan, pero cada vez que piensan el enemigo los detecta y les licua el cerebro. Ante ello engañan a los perseguidores, distraen la mente utilizando pornografía, se evaden empleando una lectura estupidizante hasta que encuentran el modo de neutralizar los aparatos de control antartes. Sin embargo, surge una nueva amenaza, la traición. Los invasores reconocen que no pueden controlar todas las mentes aunque lo intentaron, entonces apelan a dar premios materiales y sociales para quienes denuncian a la resistencia. Como de costumbre Oesterheld no enfrenta héroes monolíticos contra enemigos inconmovibles, sino que ambos van evolucionando en su lucha, midiendo, más que fuerzas, ingenio. La suerte de la aventura nunca será terminada porque su autor fue detenido y sometido a torturas para que delatara los nombres de sus contactos. BREVE DERROTERO DE LOS ANTARTES La primera versión de LA GUERRA DE LOS ANTARTES apareció en la revista 2001 durante 1970, luego en el diario Noticias desde el 22 de febrero de 1974, hasta agosto del mismo año, ya que el 3 de ese mes, la policía irrumpió violentamente en la redacción de Noticias para clausurar la revista por orden del Poder Ejecutivo Nacional. La identificación de la revista con Montoneros ocasionó que cualquiera que tuviera alguna de ellas en su poder se deshiciera de ella rápidamente. Por tal motivo la historieta estuvo desaparecida durante mucho tiempo. Para los amantes del género fue el texto perdido, siempre citado, deseado, intuido pero inalcanzable, hasta que Pablo De Santis, Director de la Colección Enedé publicara en 1998 la versión de Oesterheld-Trigo.
ENEDÉ es una sección de Ediciones Colihue que con el lema “Los relatos fundacionales de la moderna historieta argentina de aventuras: textos y dibujos de los creadores que marcaron la identidad, la diferencia de una escuela reconocida internacionalmente.” Bajo el título SERIE DEL AVENTURADOR ha publicado Sherlock Time, Mort Cinder, El Eternauta y La Guerra de los Antartes; en la SERIE SOBREVIVIENTES. Según afirma Pablo de Santis, editor de LA GUERRA DE LOS ANTARTES: Oesterheld -que en esa época formaba parte de la estructura de prensa de Montroneros- no firmaba la historieta con su nombre sino con seudónimo: Francisco G. Vázquez. En el país que imaginaba la historieta, posterior a la revolución, en las breves menciones a su historia, en forma de gobierno popular, podemos reconocer el trazado de una utopía. No hubo otro texto de la izquierda peronista que trabajara, en forma de ficción, sus proyecciones políticas. LA GUERRA DE LOS ANTARTES se suma así a la tradición de utopías que inicia Sarmiento en 1850 con ARGILÓPOLIS y, ya en el terreno de la ficción continúa Julio Otto Dittrich en 1908 con su libro BUENOS AIRES EN 1950 BAJO EL RÉGIMEN SOCIALISTA y Pierre Quirole en 1914, con LA CIUDAD ANARQUISTA AMERICANA. (p. 10) “LA GUERRA DE LOS ANTARTES era una historieta hasta ahora inhallable. Las tiras de los periódicos, cuando no son recogidas en libro, necesitan de lectores atentos que guarden prolijamente estos fragmentos de la historia. A esta precariedad se le sumó la identificación de Noticias –nunca reconocida por la dirección del diario, pero clara para los lectores- con la organización Montoneros... después del 76, quien tenía una colección de Noticias se apuró a destruirla. De allí la importancia de la recuperación en libro de este material del que todo fanático de la historieta oyó hablar alguna vez, pero que pocos pudieron leer. Hasta ahora.” (p.10) EL GIRO DE LOS HÉROES Junto con el posicionamiento ideológico explícito del autor, los guiones que escriben también manifiestan un cambio, por ejemplo EL Eternauta II data de esa época. Su héroe, Juan Salvo, sólo conserva el nombre y la apariencia de la versión original. En la primera parte de la historia, Juan Salvo y quienes comparten su lucha van enfrentando la peripecia a medida que se presenta sin contar con ningún auxilio ni asistencia sobre el carácter del peligro a enfrentar, lo que lleva a descubrimientos sorprendentes como la cadena de enemigos detrás de los cuales siempre se oculta alguien más poderoso. En la segunda parte, Juan Salvo se ha convertido en un superhéroe, está dotado de capacidades sobrehumanas que le permiten enfrentar a sus enemigos casi en igualdad de condiciones y ponerse por encima de sus compañeros, a los cuales no duda en sacrificar si la situación cobra precios humanos para la consecución de la victoria final. Actitud propia de los montoneros que asumieron un carácter militarista y hasta fascista en sus métodos y organización, según Pablo Giussani, Richard Gillespie y Juan José Sebreli En La Guerra de los Antartes, Oesterheld vuelve a sus héroes humanos y sin superpoderes, sólo que ya no hay un único protagonista sino que hay varios que se van complementando, distribuyendo el peso de la acción entre los componentes de una sociedad en la que el valor de la comunidad es más importante que el papel que juegan los individuos. Además, a diferencia de lo que ocurre con El Eternauta, en el que la conversión de los humanos en enemigos se debía a que eran robotizados por los extraterrestres, en La Guerra de los Antartes la traición se produce porque los hombres sucumben antes las promesas de los invasores que los seducen con riquezas, posición social privilegiada y acceso a tecnología poderosa. La Guerra de los Antartes es la utopía de montoneros, el país ideal en el que la revolución ha triunfado derrotando a los imperialismos con la fuerza del pueblo guiado por líderes auténticos, dispuestos a morir por la voluntad de quienes representan y a los que no pueden defraudar. A la manera del primer Eternauta, los héroes vuelven a ser hombres comunes que sólo cuentan con sus capacidades humanas para enfrentar a enemigos superiores que seducen a los poderosos de la tierra con sus promesas de compartir el provecho del dominio sobre los derrotados. La historia quedó inclusa, justo en el momento en que la pulseada entre los invasores y la resistencia mostraba que siempre hay una brecha para resistir ante el enemigo. Dentro de la historia de la historieta argentina quedó como la única producción masiva de la izquierda peronista que ficcionaliza sus propuestas políticas. Breve historia de los dibujantes Francisco Solano López nació en Buenos Aires, en 1928. Descendiente del mariscal homónimo, que protagonizara la Guerra del Paraguay. Fue discípulo de José Luis Salinas. Su primera historieta es de 1951. en las editoriales Columba y Abril, pero su producción más famosa es conocida a partir de 1957 cuando publica en la revista Hora Cero “Rolo el marciano adoptivo”, Amapola Negra”, “Joe Zonda” y la primera versión de “El Eternauta” con los guiones de H. Oesterheld. Dibujó Bull Rockett, el Eternauta Semanal, la Segunda Parte y algunos rostros de la Tercera Parte. En 1992 continúa trabajando activamente para Europa. ...Héctor me dijo que las revistas andaban bien y quería hacer un suplemento semanal, estaba haciendo Rolo y quería hacer ciencia ficción pero con un criterio más realista, más comprometido, más próximo al lector y de ahí salió la idea de El Eternauta por parte de Héctor. Siempre pensamos en que queríamos que nos leyeran muchos chicos, mucha gente, que les gustara la historia, pero tampoco pensamos en que iba a llegar a tanto, a mantenerse y a que se siga leyendo hoy. (Ferullo, 1993; 4) En 1984 se incorporó a la Revista Fierro donde ilustró varias historietas que fueron publicadas en la sección “La Argentina en Pedazos”. El estilo empleado en El Eternauta muestra un dibujo de líneas claras y apegados a la estética predominante en las ilustraciones de la época, un dibujo realista y tendiente a la representación biplánica; veintisiete años más tarde, sigue fiel a su estilo pero con mayor elaboración, aumentando los detalles y el trabajo con los medios tonos. Cambios que también están favorecidos porque el trabajo para Fierro permitía a los ilustradores trabajar con menos presión para las entregas, mientras que Hora Cero, como era una publicación periódica, exigía un ritmo de producción más apremiante. Enrique Breccia nació en la ciudad de Buenos Aires en 1945, su padre, Alberto Breccia es también un reconocido dibujante de historietas. Su carrera comenzó en 1964, cuando recibió la medalla de oro del diario Clarín en el Salón del Dibujante por el cuadro La ronda nocturna. Luego la Editorial Difusión le encargó la ilustración de diversos libros de literatura, tarea que también realizó para las editoriales Billiken y Atlántida a partir de 1972. En 1968 Alberto y Enrique fueron convocados junto al guionista Héctor Oesterheld por Editorial Ediko para la realización de La vida del Che en historieta. Enrique dibujó la parte correspondiente a la captura y la ejecución del Che en Bolivia. En 1974, comenzó a trabajar con Norberto Buscaglia, con quien realizó La leyenda de Thyl. Al año siguiente viajó a Europa junto a su padre donde trabajan para editoriales italianas y francesas hasta su regreso a la Argentina en 1976. A su regreso comenzó a trabajar para la revista Skorpio, donde publica El buen Dios, historieta ambientada en los tiempos del virreinato, considerada el antecedente directo de su obra más famosa, Álvar Mayor, realizada junto al guionista Carlos Trillo. Álvar Mayor se publicó desde 1976 hasta 1983 y superó por lejos la intención declarada por el guionista de realizar un western ambientado en los tiempos de la conquista, ya que se convirtió en una particular interpretación de los esos conflictivos tiempos en que se funden las leyendas con las distintas versiones de la historia. Constantemente dedicado a varios trabajos simultáneos, podemos destacar a partir de 1978 la realización de El cazador del tiempo, antecedente directo de El Sueñero que aparece a partir de 1983 en Europa y que desde 1985 la revista Fierro comienza a publicar en la Argentina como sección permanente. Para la misma revista ya había realizado trabajos que aparecieron en la sección “La Argentina en pedazos”: con guion de Norberto Buscaglia dibujó Mustafá de Armando Discépolo, y por su cuenta hizo El Matadero de Esteban Echeverría y Los dueños de la tierra de David Viňas. Antes de que la revista desapareciera publicó otras dos adaptaciones de tangos: La fea y La estancia del mojón. En 1989, publicó en Colección de los Imaginadores Lope de Aguirre, la aventura, historieta en la que retoma el tiempo de la conquista española cuyo complemento del colonialismo inglés es la breve Humo, con guion de Juan Sasturain. En 1992, publicó en editorial Agostini el libro De mar a mar para la Colección del Quinto Centenario, en el que trata la historia del descubrimiento del Océano Pacífico. Una invitación a leer Este ensayo es un brevísimo recorrido por algunas de las producciones culturales surgidas en momentos muy cruciales de la historia reciente de la Argentina, pero que trascendieron su momento para instalarse en el imaginario colectivo con una vitalidad y una significación que van más allá de ese tiempo de referencia. Con El Eternauta ha sucedido lo mismo que con otras creaciones de ficción a lo largo de la historia de la cultura, en las que el ser ficcional ha sobrevivido con más consistencia que su creador. Pasó con el Quijote que le sobrevivió a Cervantes, con Martín Fierro que hizo lo propio con José Hernández y con Emilio Renzi que dejó los Diarios en los que menciona a Ricardo Piglia. Sucede que Juan Salvo es un hombre de familia y amigos, trabajador e industrioso -como características por las que se reconoce un argentino-, que un buen día, sin desearlo ni esperarlo, se convierte en un héroe porque protege a su familia y a sus amigos. Esos rasgos son los que hacen a un héroe de su tiempo y como un legado para el futuro en el que debemos leernos para proyectarnos en los momentos más difíciles. BIBLIOGRAFÍA Jitrik, Noé (1984), Las armas y las razones. Ensayos sobre el peronismo, el exilio, la literatura, Buenos Aires, Sudamericana Gillespie, Richard (1997), Soldados de Perón. Los montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, Oesterheld – Breccia (1998), Che, Buenos Aires, Imaginador Oesterheld – Trigo (1998), La guerra de los Antartes, Buenos Aires, Colihue La Maga de fin de siglo. Homenaje a Oesterheld a 20 años de su desaparición, Año 6 N° 332 - Buenos Aires, mayo de 1998 Romero, José Luis (1996), Las ideas políticas en la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. Decimocuarta edición. Sebrelli, Juan José (1985), Los deseos imaginarios del peronismo, Buenos Aires, Legasa 2) Oesterheld, H. y Breccia, Alberto, El Eternauta, Ed. de la Hurraca, Bs. As.1982 1) Oesterheld, H. y Lópes, Solano (1994?), El Eternatura (versión original), Ed. Record, Bs. As. Rivera, Jorge (1992), Panorama de la historieta en la Argentina, Ed. de la Hurraca Buenos Aires, Romero, Luis Alberto (1996), Breve Historia Contemporánea de la Argentina, Fondo de Culura Económica, Buenos Aires. Saccomanno y Trillo, “Una revista fresca y una historieta podrida”. Introducción a El Eternauta, Ed. de la Hurraca, Buenos Aires, 1982 Rafael F. Gutiérrez

martes, 16 de mayo de 2023

El desafío Carpentier

El presente artículo fue redactado por una estudiante como parte de los trabajos prácticos de la cátedra de "Problemáticas de las literaturas argentina e hispanoamericana" del último año de la Carrera de Letras de la U.N.Sa. Fue seleccionado para su publicación porque da cuenta de la experiencia personal de lectura de uno de los escritores más consagrados de la literatura hispanoamericana. El desafío Carpentier En una visita a casa de mis tíos, quienes ejercen su profesión en la docencia, mi tía como maestra de primaria y mi tío como director de un colegio secundario, robé un ejemplar de Alejo Carpentier: El siglo de las luces. En realidad, fue lo primero que tomé de aquella biblioteca. Primero, porque era un libro grande, segundo, porque la tapa de esa edición era negra con un gran pájaro en el medio y tercero, porque me pareció que sí estaba en la biblioteca de mis tíos era porque sería algo digno de leer. Después del hurto, llegué a mi casa y abrí el libro; grandes párrafos, casi nada de diálogo entre los personajes y capítulos muy extensos. Leí la primera oración: inentendible. Me perdí. Volví a leer. Oraciones largas. Cerré el libro. Lo mentí entre los otros tantos que había en mí biblioteca y dije: - Ahora tengo un libro más para leer en mi lista de pendientes-. Lo dejé descansando en la eternidad y con la clara idea de que sí quería enfrentarme a una lectura desafiante en un futuro, ya sabía a dónde acudir. Alejo Carpentier reapareció después de muchos años en mi vida con Los pasos perdidos. Tenía que dar la cara, hacerle frente a Carpentier. Así, comencé leyendo: “Y tus cielos que están sobre tu cabeza serán de metal; y la tierra que está debajo de ti, de hierro (…)”. Perfecto, esta historia tiene que ver con el origen del personaje. Siguiente página. Otra vez los párrafos grandes y las oraciones con subordinadas infinitas. Pienso que si me hubieran dado a analizar estas oraciones en Lengua Española hubiera dejado la carrera. Para seguir el hilo de la historia se necesita de una lectura muy atenta. De un punto al otro, el narrador brinda información y referencias que solo lectores formados o con un gran itinerario de lecturas entenderían a la primera leída. Los pasos perdidos, cuenta la historia de un personaje, aparentemente músico, a quién se le encarga la tarea de traer instrumentos antiguos para que formen parte del museo de una universidad. Como la mayoría de protagonistas principales, lo atraviesa el amor. Por un lado, está casado con una artista que viaja en reiteradas ocasiones por cuestiones de su profesión. Por el otro, frecuenta a una amante cuando su esposa está ausente. Con esta última emprenderá un viaje a un lugar que está en plena revolución para traer esos antiguos instrumentos. A modo de diario intimo, el narrado relata los días que transcurren en aquel espacio donde la selva y los animales están muy presentes. Los indios y los carteles de “!Biva el Precidente!” nos indican el presunto periodo histórico. Los recuerdos evocados – pues pareciera que el personaje ha vivido su infancia en el lugar- son comunicados durante los primeros capítulos. La narración es, sin dudas, lo que más llama la atención de la obra de Carpentier. Logra condensar información crucial en oraciones compactas y logra mostrar imágenes impresionantes en sus pasajes. Por ejemplo: “Mouche (…) hablaba de paseos florecidos de hortensias silvestres, de un convento que tenía altares barrocos, magníficos artesanados, y una sala donde se flagelaban las profesas al pie de un cristo negro, frente a la horripilante reliquia de la lengua de un obispo, conservada en alcohol para recuerdo de su elocuencia” Hace recordar, si se quiere, un poco a la escritura de Gabriel García Marquez. Solo en la forma de mostrar estas imágenes de forma vivida y crear en el lector los efectos propuestos. También en usar “lo real maravilloso americano”. Lo dicho anteriormente sobre García Marquez sale, claramente, de una lectora contemporánea, que primero leyó al autor de Cien años de soledad y luego a Carpentier. Pues bien sabemos que uno es anterior al otro y que aquel influyó a este. No podemos dejar de lado que Carpentier escribió esta novela basado en su ensayo “Los orígenes de la música y la música primitiva”, ya que hallamos escenas de la novela que remiten a este texto, por ejemplo: “Volvían a sonar los mejores momentos de la partitura, con sus líquidos arpegios de celesta, los portamenti fluidos de Martenot, el oleaje de las arpas, el desenfreno del xilófono, piano y percusión, durante la secuencia del combate”. También durante la novela rescata ideologías y teorías antropológicas, evolucionistas y musicológicas. Pero, lo que a mí más me influyó como joven de este tiempo preocupada por el futuro y con acceso a internet, es lo que el narrador dice sobre su amiga Mouche: “Muy asustados por su tiempo deberían estar los hombres – pensaba yo a veces – para interrogar tanto a los astrólogos, contemplar con tal aplicación las líneas de sus manos, las hebras de su escritura, angustiarse ante las borrajas de negro signo, remozando las más viejas técnicas adivinatorias, a falta de tener modo de leer en las entrañas de bestias sacrificadas o de observar el vuelo de las aves con el cayendo de los aurúspices”. En definitiva, la obra o las obras de Carpentier cumplen con lo principal de la literatura: la posibilidad de ser releídas y que aún nos sigan diciendo algo a nosotros, los lectores de este tiempo. María José Rodríguez Silva Salta, 05 de mayo de 2023.-

Poesón (al universo) Leopoldo Teuco Castilla

Poesón (al universo) Leopoldo Teuco Castilla 2016 Hacer poesía desde la física a la metafísica. El Libro de poemas de Leopoldo Teuco Castilla se titula Poesón, que de inmediato nos hace pensar en un aumentativo de poesía y especulamos con que se trata de una poesía magnificada, si cabe tal posibilidad. Sin embargo, debajo de esas letras destacadas en blanco sobre un fondo negro, hay un paréntesis que completa el título: "(al universo)". Entonces prestamos atención al diseño de tapa y notamos que ese fondo oscuro es la inmensa noche del universo con una galaxia al entro y otras perdidas en esa infinitud. Al pe de la tapa, debajo del nombre del autor, está el sello de la editorial: "El Suri porfiado", imagen de la mitología prehispánica de la región, que representa de algún modo el universo. A medida que avanzamos en el poemario descubrimos que el poeta se ha adentrado en los meandros de la astrofísica y tradujo las arduas ecuaciones a términos poéticos, reiterando su capacidad de acceder desde la física a la metafísica. Después de todo, la astrofísica busca explicar el principio y el fin del universo, mientras que le poeta busca dotar de un sentido a ese infinito movimiento de masa y energía. El espectáculo del universo ha inspirado tanto la religión y la ciencia como la poesía, todas formas brotadas del espectador consciente de sí y de su finitud que se pregunta: "¿Por qué todo y no la nada misma?" Han pasado decenas de milenios desde que el ancestro primitivo se irguió sobre sus patas traseras y miró el cielo diurno y nocturno con la gran angustia de quien ve todo por primera vez. Como conocedor de la astrofísica, Leopoldo Castilla hace del movimiento cósmico, sus leyes y paradojas, el material para poetizar sobre las angustias existenciales de la especie que toma la palabra como el brujo que busca con sus sortilegios verbales conjurar los temores ancestrales. Así como el científico crea neologismos para nominar los objetos y fenómenos que descubre, el poeta especula con una partícula elemental que tal vez sí sea "la partícula de Dios", el poesón. Principio creativo del átomo que así como porta la vida, también puede engendrar la muerte: poesón, simil fonético de "poison" o se "veneno". 26/05/2020 Rafael F. Gutiérrez

jueves, 11 de mayo de 2023

En el día del Himno Nacional Argentino

PARA ALENTAR A LA PATRIA En un artículo en la revista Informes de Salta la nuestra, mencione la “Marcha patriótica” compuesta por Vicente López y Planes, para referirme al nombre de la primera versión del Himno Nacional Argentino entre cuyos versos se mencionaban los triunfos de dos batallas de “Las Piedras” que fueron el tema entonces. Es interesantes rastrear los orígenes de esta marcha y de cómo llegó a ser el Himno Nacional Argentino que todos conocemos. En primer lugar tenemos que ubicar al autor, don Vicente López y Planes que aparentemente para el común de la gente tiene el único mérito de ser el autor de la letra del Himno. Sin embargo hay que aclarar que fue un característico fundador de la Patria, dedicado a las armas, a las letras y a la política. Cuando joven era un comerciante, un ciudadano más que tomó las armas para resistir las invasiones inglesas, oportunidad en que formó parte del regimiento de “Patricios” y ante esa situación escribió un poema muy reconocido en ese momento, “El triunfo argentino”, que celebraba la defensa de Buenos Aires realizada entre el 2 y el 6 de julio de 1807. Luego de esas acciones que lo vincularon a los albores de la formación de un nuevo país se fue hacia el norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata para estudiar derecho en la afamada Universidad de Chuquisaca, donde se graduó y regresó a Buenos Aires con una preparación que le sería de mucha utilidad en su futuro político. Como sucedió con la mayoría de los hombres que participaron de la reconquista de Buenos Aires, tomó conciencia de la potencialidad que tenía la colonia para independizarse y formó parte de los grupos que impulsaron las juntas de mayo de 1810 para declarar la caducidad de la representación virreinal y la formación de juntas gubernativas criollas. Durante los primeros años del proceso que desembocaría en la Declaración de la Independencia la situación general era muy confusa: la Primera Junta se constituyó en representación de Fernando VII y envió un ejército para respaldar su representatividad, pasando por las armas a quienes se opusieran a su autoridad. Ante esa representación armada se enfrentaron ejércitos que también asumían la autoridad legítima del mismo Fernando VII. De modo que se sucedieron muchas acciones militares a favor o en contra de dos facciones que se reconocían como criollos contra realistas hasta que las autoridades que no lograban definir un gobierno estable desde Buenos Aires decidieron asumir públicamente que se trataba de un levantamiento con intenciones independentistas. Para ello ya habían transcurrido tres años de guerra y se necesitaban nuevos símbolos para afirmar al nuevo estado que se desmembraba del extenso imperio español. La Asamblea convocada para el año 1813 debía declarar la independencia y establecer una constitución, acciones fundamentales para establecer un nuevo país, sin embargo aunque esos objetivos no se lograron, sí hubo acuerdo para crear nuevos símbolos representativos para derogar los que correspondían al poder español. De ese modo surgieron la escarapela, bandera, el escudo y el himno nacional. En 1812 el Primer Triunvirato ya había solicitado la creación de un himno capaz de “inflamar al pueblo y regenerar su espíritu”. Fray Cayetano José Rodríguez fue el encargado de asumir esa tarea y compuso “El Himno a la Patria” para ser entonado al principio de las ceremonias oficiales y para las marchas militares, sin embargo su vigencia se mantuvo sólo hasta la caída del Primer Triunvirato ya que la Asamblea General Constituyente del año 1813 recibió instrucciones del Segundo Triunvirato para cumplir la misma tarea. Vicente López y Planes estaba presente en la Asamblea como diputado y junto a Fray Cayetano José Rodríguez fueron convocados para cumplir la misión y en la sesión del 11 de mayo fue declarada “Única canción de la Provincia Unidas” con letra de López y Planes y música del catalán Blas Parera. La canción original estaba compuesta por nueve estrofas y un coro que se repetía, dando una duración total de más de veinte minutos de ejecución, lo que se prestaba bien para que sea entonada por los soldados en sus largas travesías. La letra enumera los triunfos obtenidos por los ejércitos criollos y en ellos se nota que había conciencia de una nación mucho más extensa que la que hoy reconocemos pues se refiere tanto a Perú, como a Uruguay y al Alto Perú como si integraran la misma “Argentina”. Después de esa tarea de compositor oficial, Vicente López y Planes asumió la cartera de Gobierno en el recién creado Directorio y luego fue Diputado ante la Asamblea Constituyente de 1817 y en 1825 fue electo Diputado ante el Congreso de la Nación, situación en la que encontraba dos años más tarde cuando se convirtió en Presidente Interino de la Nación. Después de la caída de Rosas también fue gobernador interino de Buenos Aires. Poco tiempo después, en 1856 falleció en Buenos Aires. Hacia fines del siglo XIX el gobierno cayó en cuenta de que la letra completa resultaba muy agresiva para una España que ya distaba mucho de ser la enemiga de sus ex-colonias por lo que se encargo de realizar una versión más comprimida y menos violenta que durante la presidencia de Roca fue aceptada oficialmente como el “Himno Nacional Argentino” que ahora conocemos. Lic. Rafael Gutiérrez

martes, 9 de mayo de 2023

'Pictórica' de Rolando Revagliatti

Se encuentran disponibles gratuitamente para ser leídas, impresas o incorporadas a bibliotecas virtuales, blogs, etc., las ediciones electrónicas en PDF y en versión FLIP (Libro Flash) de “Pictórica”, poemario de Rolando Revagliatti. Hemos agregado enlaces de ida y vuelta desde el índice a los poemas y viceversa para una navegación más cómoda por el documento. Esta 2ª edición-e cuenta con un prólogo de Juan Eugenio Rodríguez. Diseño integral y diagramación: Fernando Delgado. Puede descargarse en http://revagliatti.com/pictorica_e.html http://revagliatti.com/Act-14-7-2022/Pictorica.pdf Pictórica

"Tomavistas' de Rolando Revagliatti

Información Se encuentran disponibles gratuitamente para ser leídas, impresas o incorporadas a bibliotecas virtuales, blogs, etc., las ediciones electrónicas en PDF y en versión FLIP (Libro Flash) de “Tomavistas”, poemario de Rolando Revagliatti. Hemos agregado enlaces de ida y vuelta desde el índice a los poemas y viceversa para una navegación más cómoda por el documento. La edición cuenta con fotografías que ilustran la mayoría de los poemas. Prólogo: Gerardo Lewin Composición y armado de originales para esta 4ª edición (corregida): Fernando Delgado. Puede descargarse en http://revagliatti.com/tomavistas_e.html http://revagliatti.com/Act-26-08-22/Tomavistas-4ta.pdf https://issuu.com/estquil/docs/tomavistas

Recordando al poeta Rafael Alberto Vásquez

Recordando al poeta Rafael Alberto Vásquez (1930-2020), a poco más de dos años de su fallecimiento. Rafael A. Vásquez: sus respuestas y poemas Entrevista realizada por Rolando Revagliatti Rafael Alberto Vásquez nació el 11 de octubre de 1930 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina. Integró el Grupo Literario “Barrilete”. En 1966 formó parte del equipo que condujo “La Voz de la SADE” —Sociedad Argentina de Escritores— en Radio Municipal, con María Elena Walsh y Héctor Yánover; y en 1969, con Alicia Dujovne Ortiz y Nelly Candegabe, de la misma audición en Radio Nacional. Fue candidato a vocal por la lista “Movimiento Gente Nueva” en las elecciones para la conducción de la SADE en 1965, así como en 1975 lo fue por la lista “Agrupación Gremial de Escritores”. Con otros poetas, entre 1983 y 1986, fue integrante del “Grupo de los Siete”, editores de cuadernillos de poesía. Ha sido incluido, entre otras antologías, en “Buenos Aires dos por cuatro” de Osvaldo Rossler (Editorial Losada, 1967), “El 60” de Alfredo Andrés (Editorial Dos, 1969), “Generación poética del ‘60” de Horacio Salas (Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación, 1975), “Dársena Sur. Selección de poetas argentinos contemporáneos” (Edición Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004), “Legado de poetas. Poesía social argentina 1956-2006” de Roberto Goijman y Diego Mare (Ediciones Patagonia, 2007). Poemas suyos fueron incorporados al LP “Buenos Aires vuelta y vuelta” (1966) y a los CD “Buenos Aires, la noche” (2000), “Rita canta a los poetas” (2001), “Eduardo Baró. Urbango” (Bruselas, Bélgica, 2005). Publicó entre 1962 y 2011 los poemarios “La verdad al viento”, “Apuesta diaria” (Faja de Honor de la SADE 1964), “La vida y los fantasmas”, “La piel y la alegría”, “Hay sol en Buenos Aires”, “Cercos de la memoria”, “Ese sitio sin paz de la memoria”, “Explicaciones y retratos”. En 2003, la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires editó el cuadernillo “Ciclo de Poetas del 60. Rafael Alberto Vásquez”. En ese mismo año, Editorial Libros de Tierra Firme da a conocer su ensayo “Informe sobre Santoro” (Aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta Roberto Jorge Santoro, con apéndice y antología).
1 — ¿Cómo nos armarías un boceto de tu transcurrir desde aquel primer 11 de octubre… hasta poco antes de la irrupción de “La verdad al viento”? RAV — Nací en el barrio de Boedo, concurrí a la escuela primaria argentino-alemana Germania Schule, etapa durante la cual perseguía a mi madre para leerle poemas de una antología infantil que me habían regalado, y el secundario lo hice en el Colegio Nacional de Buenos Aires. A los quince años comencé a urdir poemas y fundé una “revista literaria” de pocas páginas, hecha a mimeógrafo, para vender en la misma división del Colegio, primero, y más adelante colocarla en librerías de la calle Viamonte, en cuyas inmediaciones estaba la Facultad de Filosofía y Letras. A fines de 1949 ingresé a la Facultad de Derecho y rendí las primeras materias. Fue recién en 1961 cuando después de aprobar una de tercer año, decidí abandonar la carrera. En 1950 trabajé unos meses como auxiliar administrativo en el Colegio Nacional: conocí a Manuel Antín, quien también trabajaba allí. Nos hicimos amigos, compartiendo estudios, salidas al cine y al teatro, y también la poesía, ya que Antín, antes de dirigir películas escribía poesía y dramaturgia. 1951 fue un año perdido, de marzo a diciembre, cumpliendo el servicio militar obligatorio en un cuartel de Ciudadela. Tres años después, en el nº 16 de la revista-libro “Buenos Aires Literaria”, soy publicado por primera vez: una nota bibliográfica de cinco páginas sobre tres libros de poesía aparecidos por entonces. En julio de 1955, en el nº 1 de la revista “Letras Mundiales”, se editan, en tres páginas, también por primera vez, poemas de mi autoría. En el mismo año en que abandono Derecho, en concurso organizado por la SADE y el Fondo Nacional de las Artes, fui uno de los veinte autores seleccionados para la edición de un libro con préstamo del Fondo. Uno de los jurados, Bernardo Ezequiel Koremblit, también director del área cultural de la Sociedad Hebraica Argentina, comenzó a reunirnos a los seleccionados y así fui conociendo a los escritores Luis Ricardo Furlan, Inés Malinov, Atilio Jorge Castelpoggi, Julio Arístides, Emma de Cartosio, Osvaldo Rossler, José Isaacson, con lo cual concluyó mi aislamiento. Además de esas reuniones, que no sé ya con qué periodicidad se hacían, recuerdo que Julio Arístides y José Isaacson conducían la FADRYGLI (Federación Argentina de Revistas y Grupos Literarios Independientes), con encuentros en un café de la calle Cerrito esquina Bartolomé Mitre. Y se organizaban lecturas de poemas, en la SADE, en un colegio, en Estímulo de Bellas Artes. Después, esta nueva forma de comunicación empalma con la creación del grupo Barrilete. Porque a Roberto Santoro también lo conocí en las escaleras de la Hebraica. Me lo presentó Furlan, que venía con él; y Santoro, con su libretita mágica llena de anotaciones, chistes, teléfonos y direcciones, supo darme el teléfono de otro poeta que yo quería conocer: Horacio Salas. El azar que interviene en la vida. Yo acostumbraba a cortarme el pelo en una vieja peluquería que estaba en la Avenida de Mayo entre las calles Chacabuco y Piedras, al lado de las oficinas del diario “La Razón”. Entre las revistas disponibles para los clientes que debían aguardar su turno, una tarde me puse a hojear un ejemplar de “Vea y Lea”, revista para todo público que compartía entonces una franja del mercado familiar con “El Hogar” y con “Mundo Argentino”: no sé si te suenan esos nombres… Todas ellas, además de chismes, notas de actualidad, fotos, traían algún cuento y algunos comentarios bibliográficos. El que me interesó, por la habilidad del cronista y por las trascripciones poéticas del libro comentado, era sobre el primero, “El tiempo insuficiente”, de un joven poeta, Horacio Salas. Esa conexión con su poesía dura hasta hoy: sigo admirando su estilo y continuamos la amistad. Pero no mucho después aquel encuentro sirvió para que Santoro me pidiera un poema para publicar en su revista mensual de ocho páginas, “El Barrilete”, iniciada en agosto de 1963. Y hacia fines del mismo año me convocó para integrar un grupo de trabajo literario que, además, se hiciera cargo de su revista, crecida en páginas que, con altibajos, idas y venidas de sus integrantes, duró hasta fines de 1974. 2 — Varias veces debí asentar en tu presentación el nombre de nuestra ciudad y la inscripción de tu pertenencia a la generación “del 60”. ¿Intentarías devolvernos tu visión de porteño de estos puertos, de tus “grados” de consubstanciación con sus barrios y problemáticas, y de qué ha sido o significado aquella generación poética? RAV — Yo siempre sostuve que mi contacto con la ciudad tuvo sus peculiaridades. En razón del lugar donde vivía de chico con mis padres: Barrio Norte, después San Nicolás, no tuve calle ni “potrero”. Pero al crecer, siempre me gustó caminar las calles de la ciudad que quise y quiero. Con amigas o amigos o solo, era lindo recorrerla. Pero también por la poesía entró la ciudad: Evaristo Carriego, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, José Portogalo, Baldomero Fernández Moreno, Raúl González Tuñón, Mario Jorge de Lellis. La ciudad también fue creciendo en mis poemas. En mi segundo libro, de 1964, “Apuesta diaria”, la última sección se llama “Buenos Aires en mí” y se cierra con el único poema largo que escribí en mi vida, que ocupa seis páginas y titulé “Canto confidencial a Buenos Aires”, con un epígrafe de Borges y que dedicara a Salas. Esa forma de situarme en la ciudad me hermanó con los otros poetas que integramos el Consejo de Redacción de la revista a la que me refiriera en mi respuesta anterior y que fuimos: Daniel Barros, Ramón Plaza, Miguel Ángel Rozzisi, Salas, Santoro, Marcos Silber y yo. Más otros que también la sintieron y vinieron al grupo, como Martín Campos, Alberto Costa, Alicia Dellepiane Rawson, Ana Fernández, Diego Jorge Mare, Miguel Ángel Páez, Carlos Patiño y Felipe Reisin. Aunque ciñéndome a la visión de tu pregunta, “porteño de estos puertos”, muy pronto quienes habitamos la ciudad nos perdimos el puerto, como entrada y salida de los grandes barcos. Recuerdo haber despedido a Martín Campos en la Dársena Norte, cuando se fue a Italia por varios años. Después sólo quedaron las salidas de aquellos barcos más chicos que partían, desde la Dársena Sud, hacia Colonia o Montevideo en la República Oriental del Uruguay. Y los aliscafos con el mismo destino. Pero el puerto en sí fue una nostalgia para generaciones anteriores. En el tema generacional, de repente mis coetáneos o los poetas cinco años más jóvenes, nos encontramos con una pertenencia casi impuesta —pero aceptada— de integrar la Generación del 60. Antonio Requeni en diversas notas, Alfredo Andrés (“El 60”), Horacio Salas (“Generación poética del 60”), comenzaron a hablar de esta generación. Algo que resultó cierto. Por las fechas de publicación de nuestros libros, por el estilo más directo y conversacional, por el acercamiento al mundo del trabajo, también por la ciudad recorrida, los primeros libros de cada uno mostraban esos factores aglutinantes. Mucho después, en 1990, apareció “El 60, poesía blindada” (Los Libros de Gente Sur), con selección de Rubén Chihade y María del Carmen Suárez y un valioso prólogo de Ramón Plaza; más una lista de ciento cincuenta poetas, setenta publicaciones de la época y una veintena de poetas antologados. Aunque el proyecto de continuar la muestra se frustró, es otra obra para consultar. 3 — Allá lejos en el tiempo, en dos oportunidades, integrando listas de conducción, te involucraste en la disputa por promover cambios en la cuestionada Sociedad Argentina de Escritores. Además, fuiste co-conductor de dos programas radiales, que se llamaban nada menos que “La Voz de la SADE”. ¿Qué SADE prevalecía por entonces? ¿Qué proponían en 1965 y en 1975 los perdidosos movimientos que integrabas? ¿Cómo ha proseguido tu vinculación con las instituciones gremiales? RAV — Es cierto. Desde la revista “Barrilete” abogamos por “cambiar” la SADE. E incitábamos a que los jóvenes poetas se asociaran, para poder tener voz y voto en las elecciones. Por supuesto, en esas dos ocasiones salimos últimos. Pero buena cantidad de escritores nos votaron. Y el esfuerzo, los ideales que sosteníamos y el trabajo compartido fueron distintos, sobre todo por las épocas y por los resultados que se dieron a posteriori. En 1965 la lista del “Movimiento Gente Nueva” proponía, en primer término, “la profesionalización de la actividad del escritor mediante una eficaz y dinámica estructura de la SADE como organismo gremial”. Y vale la pena trascribir los nombres de quienes éramos candidatos. Titulares: Pedro Orgambide, Alberto Vanasco, Dalmiro Sáenz, Juan José Sebrelli, Luis Ricardo Furlan, Antonio Requeni, Germán Rozenmacher, Juan José Saer, Ariel Ferraro, Esteban Peicovich, Federico González Frías, Arnoldo Liberman y Alberto Luis Ponzo. Suplentes: Roberto Santoro, Horacio Salas, Marcos Silber, Héctor Yánover y Rafael Alberto Vásquez. Asesores Letrados: Santiago Bullrich y Vicente Zito Lema. Pero pese a diferencias ideológicas y gremiales me parece útil consignar qué escritores integraron la lista que ganó y condujo la entidad en el período 1965/1967. Titulares: Córdova Iturburu, Ulyses Petit de Murat, Lisandro Galtier, María Angélica Bosco, Osvaldo Rossler, Florencio Escardó, Beatriz Guido, Gustavo García Saraví, Bernardo Ezequiel Koremblit, José Luis Lanuza, Sixto Pondal Ríos, César Rosales, María de Villarino. Suplentes: Julio Arístides, Juan José Ceselli, Ezequiel de Olazo, María Elena Walsh y Emilio Zolezzi. Todos nombres de peso. Ahora voy a los hechos posteriores. Lo positivo: abrir el juego a los jóvenes. En octubre de 1965 se creó en la SADE la Comisión de Literatura Nueva, que integramos César Rosales y María Elena Walsh por la Comisión Directiva y Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman, Carlos Moneta Testa, Rafael Felipe Oteriño, Romilio Ribero, Salas, Vanasco y yo, por “los jóvenes”. ¿Qué ocurrió después? El golpe de estado en 1966 del general Onganía, uno más en la larga lista de los que me tocó sufrir, que desplazó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia. La conducción de la SADE trató de adecuarse, a su manera, a la situación institucional, lo que motivó, el 29 de agosto de 1966, mi extensa y detallada renuncia a aquella comisión. Mientras tanto, como mencionás, mi designación entre abril y junio de 1966 para conducir —con María Elena Walsh y Yánover— la audición “La Voz de la SADE” por Radio Municipal. Ciclo suspendido de improviso por la emisora el día que íbamos a reiniciarlo, en el mes de julio. Pero antes de este final un poco turbio y desprolijo quiero volver sobre uno de los recuerdos más felices de entonces. Un acto que organizamos, aireando un poco las vetustas conferencias de la vieja casa de la calle México, haciendo entrar el tango a la SADE. Ese acto se hizo el 16 de noviembre de 1965, con la denominación de “Poesía y Tango”, y consistió en una lectura de poemas dichos por Anadela Arzón, Susana Rinaldi, José María Gutiérrez y Rodolfo Relman, y en un pequeño concierto de tangos que interpretó el Cuarteto de Tango Contemporáneo de Alberto Núñez Palacio. Yánover, que mantuvo el hilo conductor del acto y los comentarios entre poemas, puntualizó que se trataba de “un homenaje a los grandes viejos, a los maestros de nuestra generación”. Y también dijo: “No creemos en los ostracismos políticos de los poetas, creemos en la poesía”. Los poemas que se leyeron fueron: “El salón Lacavour” de Enrique Cadícamo; “Justo el 31” de Enrique Santos Discépolo; “Panegírico a Nuestra Señora de Luján” de Ricardo Molinari; “El ligador” de Felipe Fernández (Yacaré); “Guarda de ómnibus” de Celedonio Flores; “Barrio Once” de Carlos de la Púa; “El Rosedal” de Homero Manzi; “Letanía del domingo” de Horacio Rega Molina; un fragmento de “Bajo la Cruz del Sur” de José Portogalo; “Elogio un poco cursi a las chicas de Flores” de Luis Cané; “A un buzón del barrio céntrico” de Gustavo Riccio; “Antiguo almacén ‘A la Ciudad de Génova’” de Nicolás Olivari; “Profesoras de piano y solfeo” de Fernández Moreno; “Los ladrones” de Raúl González Tuñón; y “El tango” de Jorge Luis Borges. La enumeración es índice suficientemente claro de los fines que se pretendieron con ese acto. No sólo tocar tangos en la SADE sino escuchar poemas vitales, ciudadanos, solidarios; algunos, de poetas olvidados en ese ámbito. Y hay que reconocer que fue mucha gente y que se premió a todos con cálidos y prolongados aplausos. La otra “aventura” electoral para ganar la SADE fue en setiembre de 1975. Copio la lista. Titulares: Elías Castelnuovo, Bernardo Kordon, David Viñas, Roberto Santoro, Alberto Luis Ponzo, Rafael Alberto Vásquez, María Rosa Oliver, Iverna Codina, Humberto Costantini, Héctor Borda Leaño, Carlos Alberto Brocato, Alberto Costa, Luciana Daelli. Suplentes: Guillermo Harispe, Martín Campos, Hugo Di Taranto, Isidoro Blaisten, Hebe Benasso, Nyra Etchenique, Simón Kargieman, Lubrano Zas, María Cristina Taborda y Liliana Heker. La lista, “Agrupación Gremial de Escritores”, eligió estos lemas: “Por una SADE al servicio de los escritores. Por una literatura al servicio del pueblo. Por la constitución del Frente de Trabajadores de la Cultura.” De esta lista y de los grupos de escritores que la apoyaron, el golpe de marzo de 1976 y la dictadura aberrante que lo mantuvo en el poder alimentó agendas de exiliados y de desaparecidos. Con esta historia atrás no me quiero extender respecto de los actuales gremios de escritores. Apenas mencionar que mi pertenencia a la SADE, a la que me asociara en diciembre de 1962, a poco de publicar mi primer libro, terminó con mi renuncia, en febrero de 2000. Luego comenzó mi acercamiento a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), a la que me asocié en julio de 2007 y a la que sigo vinculado. 4 — Lleguemos al “Grupo de los Siete”. Los otros seis: Rubén Chihade, Alicia Dellepiane Rawson, Rubén Derlis, María del Carmen Suárez, Oscar González, Norma Pérez Martín. ¿Sabrás que el cuadernillo de 14 páginas, en buen estado, editado en 1984, cuyo título es “Siete contra la desesperanza”, con comentarios de Graciela Maturo y Antonio Requeni, se encuentra a la venta por $ 100.- en Mercado Libre? A muchos años estamos de aquel cuadernillo y de aquella posición. ¿Rememoramos al Grupo? ¿Y cómo andamos con la esperanza?... RAV — Primero debo hacerte una aclaración. El “Grupo de los Siete” se armó a mediados de 1983, luego de una charla en el café “Tortoni”, pero los integrantes iniciales fuimos Chihade, Derlis, Oscar González, Carlos Massetti, Roberto Selles, María del Carmen Suárez y yo. La presentación pública se hizo el 16 de noviembre con una lectura de poemas en el café “La Poesía”, Chile 502 esquina Bolívar. Massetti duró poco, entonces se incorporó Alicia Dellepiane Rawson. Después se fue Roberto Selles y convocamos a Norma Pérez Martín. En 1986, en lugar de Alicia Dellepiane Rawson y María del Carmen Suárez se incorporaron Carlos Penelas y Susy Quinteros. Y así quedó hasta 1987, en que el grupo se disolvió. En casi cuatro años, además de reuniones y lecturas, no sólo en esta ciudad sino también una en la “Casa del Poeta” en La Plata y otra en la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, publicamos varios cuadernillos de poesía. En el primero, que se denominó llanamente “Grupo de los 7”, se decía: “Y los que ahora formamos el Grupo de los 7 recuperamos la convicción de que el aislamiento —el mero trabajo individual— no es sino la expresión empobrecedora del poeta que la persecución, el exilio y el miedo no lograron matar en cada uno de nosotros. Y decidimos reunirnos para elaborar objetivos y trabajos comunes, para expresarnos como seres sociales de una generación que aun sostiene en alto sus banderas de libertad, y la convicción de que la poesía es una disciplina creadora que contribuirá a ennoblecer el futuro.” Esos trabajos comunes se reflejaron en cinco cuadernillos: “Siete poetas en la calle del agujero en la media” (homenaje a Raúl González Tuñón); “Siete poetas contra la desesperanza” (ratificando la democracia y la libertad recuperadas); “Siete poetas y un rayo misterioso” (evocación de Carlos Gardel); “Siete poetas y el crimen fue en Granada” (homenaje a Federico García Lorca); “Siete poetas y la América invisible” (fijando nuestra pertenencia americana). También, entre medio, una carpeta —“Contracuerpos”— con siete poemas ilustrados por seis artistas plásticos. El grupo fue —para mí— una valiosa experiencia y un aporte real que me demostró la posibilidad del trabajo común con otros poetas conocidos. Por lo menos, “conocidos” por nuestra avidez lectora de poesía. Ignoraba cómo nuestra obra —a través de ese cuadernillo que mencionás— pudo valorizarse tanto en el mercado informático. Tengo el mejor de los recuerdos de todos aquellos compañeros, con quienes me veo ocasionalmente, con la excepción de Chihade, que se nos murió antes de tiempo. En cuanto a la esperanza, anda bien, hemos cumplido treinta años de gobiernos elegidos por el pueblo, quienes tienen mi edad no lo hubiéramos creído… 5 — “Rita canta a los poetas” lo he escuchado muchas veces. Y algunos, como vos, Rafael, como Yoli Fidanza, han tenido la satisfacción de ser musicalizados por Rita Paolucci (añadamos que en el CD fueron interpretados también textos de Alfonsina Storni, Carmen Conde, Jorge Luis Borges y Gabriela Mistral, con recitación a cargo de Ariel Osiris). RAV — Quienes supimos gustar a los poetas del tango, como Manzi, o del folklore, como Manuel J. Castilla, y luego a cantautores como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, sabemos que no hay nada mejor que el “letrista” de calidad que escribe una canción, sea o no también el autor de la música. A propósito, cito un nombre solo, relegando a los que se atropellan en la memoria, porque olvidarme de uno solo sería injusto. Una vez aclarada esta prioridad, para mí insuperable, voy a los poetas y músicos que han sabido dotar de otra vida a algún poema. Rita Paolucci, a quien conocí en 1964, es una excelente creadora, ejecutante y cantante que musicalizó —entre muchos otros— varios temas míos. También Hugo Pardo y Eduardo Baró lo hicieron en algún caso, pero fue Rita la más generosa y perseverante. ¿Qué puedo decirte? Primero la extrañeza, la rara sensación de que la voz de uno tenga otra entonación, una cadencia, una armonía distinta. Y luego la alegría insuperable de que te hayan elegido, de que un poema, por la magia del sonido y la música, pueda volar hacia otro público. 6 — Del año en que vos naciste hay un tango en la voz de Tita Merello —“Yo soy del treinta, yo soy del treinta, cuando a Irigoyen lo embalurdaron…, cuando a Carlitos se lo llevaron…, cuando a Corrientes me la ensancharon…”—, cuya letra es del actor Héctor Méndez y la música es de Aníbal Troilo. RAV — Creo que das en el clavo cuando citás el tango “Yo soy del 30”, porque sería fácil antologar una guía barrial y musical de Buenos Aires. “Barrio de tango” o “Mano blanca” en Pompeya, gracias a Manzi. Y en el centro, “Corrientes y Esmeralda” de Celedonio Esteban Flores. O “El 45” de María Elena Walsh. O “Viejo Tortoni” de Héctor Negro y Eladia Blázquez. Aquí me detengo, para no aburrir. No me acuerdo de la calle Corrientes angosta, aunque sí de que el sentido del tránsito era inverso, venía del bajo hacia la Chacarita. Tampoco recuerdo la construcción del obelisco, inaugurado en 1936, pero sí los tranvías, en los que viajaba con mis padres. Y, por supuesto, los cambios en la calle Florida, la desaparición de las grandes tiendas departamentales, como “Harrod’s” y “Gath y Chaves”, los bancos que coparon el centro. En fin, la modificación de mi pequeño paisaje cotidiano. A veces uno se ve como un sobreviviente en la ciudad querida. 7 — El nieto del poeta Martín Campos ha mantenido una charla con vos y fue reproducida en http://alcielounbarrilete.blogspot.com.ar/2014/08/entrevista-rafael-vasquez-informes.html. Allí el lector podrá impregnarse del espíritu de los “Informes” de esa revista que tanto solemos evocar, con sus dos títulos, “El Barrilete” o “Barrilete”. Me entero de que conservás un amplio archivo. Y esto me remite a una cena de fin de año que había organizado la Asociación de Poetas Argentinos, en la que la entidad te agradece públicamente por una donación que habías hecho a la hemeroteca. ¿En qué consistió la donación? ¿Puede ser que a la hemeroteca de APOA le hayan puesto tu nombre? RAV — Con Pablo Campos —nieto de Martín— nos conocimos cuando presenté mi último libro, en octubre de 2011. Desde entonces nos vemos cada tanto, por sus indagaciones sobre el grupo y la revista “Barrilete” y quienes fuimos compañeros de su abuelo. Una tarde, es cierto, me grabó en casa sus preguntas y mis respuestas. El armado de la nota fue generoso porque incluyó las portadas de varios “Informes” y mis poemas incluidos en ellos. En cuanto a los “títulos” de la revista, durante los primeros cinco números que editó Roberto Santoro solo (aunque su madre figuraba como “Secretaria”) se llamó “El Barrilete”. Al conformarse el grupo se decidió suprimir el artículo, por lo que —desde el nº 6 hasta el final— la revista se llamó “Barrilete”. Lo del archivo es cierto. Por mi continuidad, por ser mi casa sede de las reuniones durante mucho tiempo, por mi temperamento ordenado, fui guardando anotaciones, material, noticias, algunas pocas colecciones de la revista, y siempre que me lo requirieron facilité su acceso a quienes quisieran conocer la historia del grupo. Una vez, ya no recuerdo cuándo, les di una colección de “Barrilete” a Cayetano Zemborain y a Silvia Pastrana, que conducían la Asociación de Poetas Argentinos. APOA le dio a esa donación un valor que yo no creí que tuviese y por ese motivo su copiosa hemeroteca pasó a llamarse con mi nombre desde el 11 de diciembre de 1999. ¿Por qué esta fecha cierta? Porque coincide con la cena de fin de año de la entidad en que me entregaron una bandeja de metal con la inscripción. Y también porque (gracias a mis archivos) conservo la fotografía del momento en que Jorge Calvetti me entregó ese regalo. Que fue doble, porque, aunque yo no tenía amistad con este gran poeta, él recordó haberme premiado un conjunto de poemas en un concurso de 1986, algo que me desconcertó y me alegró. 8 — En una oportunidad te comenté que había mantenido correspondencia con un poeta de nuestra provincia de Córdoba, también llamado Rafael Vásquez —autor, por ejemplo, de “En escorzo” (1998), “Esclusas”, “Timbal ultravioleta” (ambos de 2000)—. Y esto lo ligo con que alguna vez comenzaste a firmar retirando tu segundo nombre. ¿A qué se debió tu decisión? RAV — Es curiosa la anécdota. De repente te enterás que tenés un homónimo en otra provincia, que además es poeta y de quien no sabés absolutamente nada. Un par de veces me hablaron de él, pero fuiste vos quien —a mi pedido— me pasaste su dirección, en Villa Allende, provincia de Córdoba. Como no recordaba cuándo había sido, también gracias a mis archivos (pero esta vez de la computadora), encontré que mi intento de comunicación fue por correo, con unas líneas del 4/6/2003 y mi libro “Cercos de la memoria”. No tuve respuesta alguna, así que la incógnita permanece. Ignoro si el correo perdió mi envío o el destinatario lo traspapeló. La decisión de quitar mi segundo nombre —Alberto— en la firma de lo que escribo se debió sólo a aligerar el apelativo. Ya lo había hecho antes Roberto Santoro. Así que desde “Cercos de la memoria” (1992) firmo lo que publico: Rafael Vásquez. No hubo algo más profundo, por lo menos en lo consciente. Y el único que cada tanto me lo recrimina al vernos, es el gran poeta y amigo Antonio Requeni. Venga o no al caso quiero mencionarte —sin ánimo de comparación— que uno de mis poetas preferidos, Baldomero Fernández Moreno, firmó después “B. Fernández Moreno” y al final lisa y llanamente “Fernández Moreno”. Y llegó a escribir un breve poema al respecto, que comienza (lo cito de memoria): “Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo.” 9 — Fuiste publicado en el número 10 de la renombrada “Cormorán y Delfín” —en la que habían constado estos subtítulos: Revista Internacional de Poesía; Mar – Poesía – Buenos Aires – Mundo; Revista Planetaria de Poesía—, dirigida por Ariel Canzani D. (nº 1, en 1964 – nº 28/29, diciembre de 1972). ¿Conociste, lo trataste a Canzani, ese poeta que durante más de veinte años recorrió el mundo como capitán de ultramar navegando a bordo de buques mercantiles argentinos? RAV — Creo que la vida diaria no me alcanza para revolver y releer tanta publicación que guardo en mi biblioteca. Entre otras, esta revista valiosísima de los 60. Guardo los números 1 a 16 y me fui a hojear algunos. ¿Por qué interrumpí su compra, entre 1968 y 1972, cuando dejó de aparecer? Realmente no lo sé. A Canzani lo conocí, hablamos alguna vez, pero no lo traté tanto y su recuerdo, desgraciadamente, se difumina en la memoria. Al regresar al número 10 de “Cormorán y Delfín” (octubre de 1966), evoqué mejor la circunstancia. Fue una publicación de parte del grupo “Barrilete” de entonces: Alicia Dellepiane Rawson, Roberto Jorge Santoro, Anadela Arzón, Alberto Costa y yo. Un par de páginas antes, va también Marcos Silber. Te reitero: fue una de las mejores revistas de poesía de la década del sesenta. 10 — Dice Borges en el prólogo de “Del amor y los otros desconsuelos” de Gustavo García Saraví: “Coleridge escribió que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Para el aristotélico, lo verdadero son los individuos, las circunstancias, lo temporal; para el platónico, los géneros, lo que de algún modo persiste bajo las apariencias mudables. A este segundo estilo de intuir corresponden la imaginación y la obra de Gustavo García Saraví.” ¿A qué estilo de intuir te parece que respondés?... RAV — Supongo que me quedo con el Borges que prologa muy brevemente a Evaristo Carriego en 1950, pero ésta puede ser una respuesta apresurada, ya que no ubico el prólogo que citás ni esa obra de García Saraví. Que fue premio “La Nación” con un libro de sonetos que llamó “Con la Patria adentro”, título que mereció alguna broma en una revista de la época. Libro que tengo, es de 1964, pero tampoco conservo fresca la memoria poética de su obra para opinar. Salvo de sus sonetos, que eran excelentes. En cuanto al corazón de tu pregunta, pienso que mi intuición respondería a un modelo aristotélico, aunque descreo de los encasillamientos. 11 — ¿Tenés libros que releas cada tantos años? ¿Subrayás frases o párrafos, versos o estrofas? RAV — Toda mi vida he marcado en los libros de narrativa y de teatro párrafos y frases. Y en los de poesía, poemas, versos y estrofas. El libro que no tiene marcas es porque no se llevó bien con mi sensibilidad. Eso sí, siempre lo hice con lápiz, como si pudiera permitirle a un lector posterior hacer borrón y cuenta nueva. Sobre libros que releo, te diré que organicé mis bibliotecas temáticamente: unas para poesía, otras para narrativa, otra para teatro y otra para ensayo. Dentro de cada tema, alfabéticamente por autor; lo que me permite encontrar un libro con cierta facilidad. Pero más a mano, en un estante cerca de mi mesa de escribir, tengo determinados poetas para releer: Fernández Moreno, Mario Jorge de Lellis, Luis García Montero, Yadi María Henao, Leonardo Martínez, Carlos Marzal, Néstor Mux, Idea Vilariño, Jorge Paolantonio, Antonio Requeni, Marcos Silber, Paulina Vinderman, Máximo Simpson, Horacio Preler, Laura Yasan. Y es un sector que admite incorporaciones y cambios. 12 — No sé si sos futbolero; lo seas o no, se me ocurre proponerte la formación de dos equipos, desde luego, conformado por once, mujeres y hombres (de todos los tiempos): una selección internacional de poetas y otra selección internacional de narradores. RAV — Paradoja de mi existencia futbolera. Desde la escuela me gustó jugarlo, pero siempre fui malo, nunca tuve dominio de la pelota. Pero seguí jugando, cada tanto, entre compañeros o amigos, generalmente como defensor. Simpatizante desde la infancia de River Plate, pero no “hincha”. En toda mi vida fui a ver un solo partido, un amistoso River-Peñarol. Odio la violencia y sobre todo a las barras bravas. Durante el último campeonato mundial vi todos los partidos de la Argentina y algo de otros. Me gustó el equipo. Ahora, elegir una selección internacional de escritores sería azaroso y tal vez injusto. Podré escribir once nombres y acaso arrepentirme cuando esto se publique. Pero voy a complacerte y no será una novedad sino algo que viene de mis respuestas anteriores. Poetas: Pedro Salinas, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Manuel J. Castilla, Baldomero Fernández Moreno, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón, Horacio Salas, Marcos Silber, Wislawa Szymborska. Once nombres de narradores: Emilio Zola, Georges Simenon, Antón Chéjov, Simone de Beauvoir, Humberto Costantini, Gabriel García Márquez, Milan Kundera, Juan Marsé, Alberto Moravia, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa. Pero para estar en paz con mi conciencia, te diré que en mi juventud leí más teatro que narrativa; y si abandonamos la parábola futbolera querría agregarte otra selección, la de los dramaturgos. Que enumeraría así: William Shakespeare, Jean Anouilh, Albert Camus, Federico García Lorca, Gabriel Marcel, Arthur Miller, Eugene O’Neill, Luigi Pirandello, Armand Salacrou, Jean-Paul Sartre, Tennessee Williams. 13 — ¿Nos despedimos con algo que no conste en tu presentación curricular? RAV — Un día de 1970, no recuerdo de qué mes, me llamó por teléfono Alberto Gibelli, actor y director del Teatro Libre “Florencio Sánchez” de la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, derivado por Horacio Salas, para contarme sobre un proyecto que estaban armando: un espectáculo de tango y poesía, que interpretara a la ciudad y mezclara textos de viejos y jóvenes poetas. Venían ya con poemas elegidos de Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, Carlos de la Púa, Felipe Fernández (Yacaré), Enrique Cadícamo, Ernesto Sábato, Raúl González Tuñón, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal. Traían además la creación y la interpretación musical de Alberto Garralda, ex bandoneonista de la orquesta de Alfredo Gobbi. Querían incorporar a poetas de la generación del sesenta. Y así fue que nos sumamos Eduardo Romano, Juan Gelman, Alberto Szpunberg, Alberto Costa, Jorge B. Rivera, José Peroni, Abelardo Castillo, Luis Luchi, Salas, Rodolfo Alonso y yo. Eligieron uno, dos o tres poemas de cada uno. Para la apertura y el cierre tomaron un poema mío, “No pasa nada”, y decidieron llamar al espectáculo “Aquí no pasa nada”. Organizaron cuatro funciones en nuestra ciudad, dos en octubre y dos en noviembre de 1970, en la Sala “Theatron” de la avenida Santa Fe 2450. Los poemas, bien dichos y jugados por los tres actores y una actriz del grupo teatral, más la música de Alberto Garralda, otorgaron un marco distinto y eficaz a la poesía. Fue una experiencia inolvidable, que cerraron luego invitándonos al estreno en la ciudad de Rojas, con un agasajo posterior.
Rafael A. Vásquez selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista: LA CACERÍA DEL SOL El sol sabe seguirte para adentro atraviesa tu continuada fuga clava una espina de luz en medio de tus ojos y se tiende contigo para darle a tu cuerpo la apariencia perfecta del verano. Cuando te encuentra sé que le crecen manos y despega las nubes por donde acaso viajas. Entonces cuando el amor te cierra los ojos el último destello de sol es una chispa viva debajo de tus párpados que te suelta el silencio a medianoche. (de “La piel y la alegría”) * NO PASA NADA Aquí no pasa nada. Es el país, la parte que nos toca, la imagen que este tiempo nos desvive. No pasan grandes cosas. Muere gente de muerte natural todos los días. Hay huelgas, pero en orden. De vez en cuando, es cierto, renuncia un funcionario. Pero no pasa nada. La calle, el eco suelto nos dice el fútbol, la vergüenza y el costo de la vida. Nos insulta despacio, como un tango, nos achica el país hasta este barrio dividido que es todo Buenos Aires. Nos deja discutiendo en una esquina porque es tarde y aquí no pasa nada. (de “La vida y los fantasmas”) * ME ACUSO “Porque me duele si me quedo pero me muero si me voy” María Elena Walsh (“Serenata para la tierra de uno”) No puedo imaginar este final de invierno en otro sitio. Ni cambiar soledades, afectos o paisaje. Elijo esta crueldad de no mirarnos, de sufrir la ciudad, de los primeros gritos que despiertan. Cómo hiere el exilio es lo que ignoro. Porque tardan las cartas. O se callan. Y los amigos nos desencontramos. Ahora que hasta el aire se nos cambia quiero reconocer: no fui valiente. No di la otra mejilla ni grité la injusticia por las calles: lo dije en mis poemas. Me acuso de esta voz sin resonancia. Me acuso de estar vivo. (de “Cercos de la memoria”) * MEMORIA DE SANTORO a Roberto Santoro, poeta y amigo. Secuestrado el 1º. de junio de 1977. Desaparecido. Han pasado los años. No ha cambiado tu cara en el recuerdo: la ventaja maligna de la ausencia. Cada vez que me llaman y repito la historia el tiempo se hace trizas en un vidrio empañado. Y aparecen las fotos que no se muestran nunca, los amigos, los libros, el café, las raíces del barrio que sostuvo las voces de tu vida. Aquel diálogo inútil —saber qué nos decíamos— es una adivinanza que pierde su sentido. Para la muerte no hay categorías, pero la duda, el cuándo, los adioses sin fechas, los supuestos más tristes desde un momento aciago como el motor de un auto que parte hacia la nada, no dejaron un punto final, sólo un suspenso. Pasaron veinte años desde un viejo poema que te escribí con culpa. Más años todavía desde que te llevaron: esa cuenta la cargan tu mujer y tu hija. Yo apenas me confundo la sombra de tu abrazo pero me sé tus versos y te cuido ese sitio sin paz de la memoria. (de “Ese sitio sin paz de la memoria”) * GENEALOGÍA Mi padre no me hablaba de su padre o su abuelo y yo no fui el curioso rastreador del silencio. No supe indagar sombras ni fantasmas porque bastaba el rito de ignorarnos. Y estaba el sol. Era difícil conversar conmigo. Tal vez por eso las palabras se fueron despertando en mi escritura. La muerte lo llevó de madrugada, sin despedida y sin explicaciones, no me sirvió siquiera de experiencia. Volver hacia otro tiempo ya no cabe: del pasado se vuelve sin testigos. (de “Explicaciones y retratos”) * FOTOS Miro una serie de viejas fotos de una nena. Son pruebas de retratos, actitudes distintas y sonrisas. El fondo oscuro, algún objeto a mano, una sombrilla, un libro, poses sencillas que el fotógrafo guiaba para encontrar la toma exacta que complaciera a toda la familia. Tiene cinco años esa nena. O cuatro. Sólo una vez reconozco sus rasgos, apenas, aquel gesto que durará en su cara para enamorarme. Nada del futuro entonces, nada del misterio que hará venir su vida hasta mi encuentro. Todavía los años la embellecerían hasta la madurez. Pérdidas y ganancias, hijos, un nieto, cuántas expectativas imposibles de discernir. Algo puede nublarse en mis ojos: la culpa de no hacerla más feliz. (Inédito) * Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rafael A. Vásquez y Rolando Revagliatti, agosto 2014. http://www.revagliatti.com/cicloliv9.html http://www.revagliatti.com/030714.html http://www.revagliatti.com/990819.html Rafael A. Vásquez falleció el 25 de agosto de 2020.