sábado, 25 de enero de 2025
Paisajes periféricos como núcleos de diálogo y retroalimentación
Paisajes periféricos como núcleos de diálogo y retroalimentación entre lo popular, lo subalterno y lo masivo
Granero, Daniela Agustina
RESUMEN
En el trabajo hay un análisis de las representaciones de lo popular y lo subalterno en las obras Romance de la Negra Rubia de Gabriela Cabezón Cámara y Cuando me muera quiero que me toquen cumbia de Cristian Alarcón, destacando cómo estos textos reflejan la resistencia y creatividad de las culturas populares en diálogo con los medios masivos. Las culturas populares y subalternas no solo sobreviven, sino que también influyen y transforman la cultura dominante a través de un proceso dinámico de mediación y resignificación. Los textos visibilizan y describen espacios periféricos, como las villas, que son víctimas de desigualdad y violencia, pero también reservorios de materiales y procedimientos estéticos. La participación de los medios de comunicación en ambas obras actúa como un dispositivo que visibiliza e interviene en las problemáticas de las comunidades marginadas.
Palabras claves: popular, subalterno, medios masivos, villas, resistencia, identidad, paisaje, desigualdad, violencia.
La ponencia fue realizada a partir de un trabajo ensayístico para la materia Problemáticas de las Literaturas Argentina e Hispanoamérica, dentro de la unidad III del programa, la cual se titula: Problematizaciones en torno a culturas populares/ masivas/ subalternas y es donde se encuentran los textos: Romance de la Negra Rubia de Gabriela Cabezón Cámara y Cuando me muera quiero que me toquen cumbia de Cristian Alarcón, ambas obras permiten analizar las representaciones de lo popular y lo subalterno. En ellas lo popular es un espacio de resistencia y creatividad que se reinventa constantemente en diálogo con lo masivo: medios de comunicación, revistas, novelas, películas y música que acompañan y determinan las existencias y supervivencias de esas comunidades marginadas. Las culturas populares se transforman y se resignifican en vinculación con el paisaje: los textos recuperan, describen y visibilizan espacios periféricos que son, en la mayoría de los casos, víctimas de una gran desigualdad y violencia, por tanto, es de enorme importancia este del diálogo y retroalimentación entre lo popular, lo subalterno y lo masivo. Las culturas populares y subalternas no solo sobreviven, sino que también influyen y transforman la cultura dominante a través de un proceso dinámico de mediación y resignificación. En ambos textos hay participación de los medios de comunicación como dispositivos que visibilizan e intervienen en las problemáticas de la obra.
Primeramente, y antes de avanzar con el análisis, es importante hacer un resumen de cada obra, por una parte, Romance de la negra rubia de Gabriela Cabezón Cámara publicada en 2014 es la historia de la poeta Gabi, quien, para evitar un desalojo, se prende fuego a lo bonzo. Sobrevive y se convierte en una santa que viaja por el mundo exponiendo como espectáculo su piel arruinada. Ha logrado el suficiente poder como para conseguir prácticamente cualquier cosa para su comunidad. Desde “el día del estallido”, como empezaron a llamarlo, los desalojados denominaron “instalación” a su campamento y “performance” a la vida que llevaron ahí. Hasta que el poder de la santidad y el oportunismo político los convirtió en propietarios, con papeles y todo, del mismo edificio del que habían sido echados. Por otra parte, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia es una novela testimonial del escritor chileno Cristián Alarcón publicada en el año 2003. Escrita como una crónica en primera persona, la historia gira alrededor de la figura de Víctor Manuel “El Frente” Vital, un delincuente juvenil de 17 años de las villas de San Fernando que murió por las balas de la policía. Alarcón a través de una trama vertiginosa y atrapante genera la posibilidad de otra lectura de la cultura villera, a veces muy mal vista y poco comprendida por las demás clases sociales.
Ambos textos recuperan a la villa, la cual es el lugar por excelencia de la globalización y, al mismo tiempo, un espacio que se descubre como reservorio de materiales y procedimientos estéticos. Quizás eso explica su productividad, en tanto resultado de un cruce entre una causalidad social y económica apremiante y una inaceptable irracionalidad en la que permanecen, padecen y luchan sujetos con lenguajes peculiares y relaciones complejas, cruce que problematiza a la sociedad en su conjunto y perturba las políticas. Gabriela Cabezón Cámara llena de desenfreno y desmesura su obra, reflexiona sobre el arte que se transforma en vida y la vida en arte, el relato sostiene la lucha de una comunidad en relación con el poder político y los medios. Al mismo tiempo, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia de Cristian Alarcón es una novela testimonial que ofrece una representación cruda y realista de la vida en las villas de Buenos Aires durante la década de 1990. La obra se centra en la figura del Frente, quien “se convirtió entre los sobrevivientes de su generación en un particular tipo de santo: lo consideraban tan poderoso como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla” (Alarcón, 2003:4). Además, era un joven apasionado por la cumbia, un género musical que se ha convertido en un símbolo de la cultura popular en Argentina, al igual que Vital dentro de su barrio.
En efecto, en ambos textos, estas representaciones no solo enriquecen la narrativa, sino que también ofrecen una crítica profunda a las estructuras de poder y a las dinámicas de exclusión social. Como menciona Alarcón: “Me vi sumergido en otro tipo de lenguaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivir hasta la propia muerte. Conocí la villa hasta llegar a sufrirla” (2003:5). Cuando me muera quiero que me toquen cumbia recupera las duras condiciones de vida en las villas miseria, abordando temas como la pobreza, la violencia, la marginalidad y las luchas diarias de los habitantes de esos asentamientos precarios, destacando la falta de oportunidades y la constante lucha por la supervivencia. También, en Romance de la Negra Rubia los cuerpos de los personajes, especialmente el de la protagonista Gabi, se convierten en dispositivos de resistencia a través de la performatividad: “Soy un caso de inversión: nací negra y me hice rubia, nací mujer y me armé de tremenda envergadura envidia de mucho macho” (2014:32). Esta última muestra cómo los cuerpos subalternos pueden desafiar y subvertir las normas dominantes mediante el arte y la performance.
En suma, en las villas, las prácticas culturales populares son formas de resistencia contra la homogenización cultural impuesta por los medios masivos y las élites. Estas prácticas permiten a las comunidades subalternas mantener y transformar sus identidades en un contexto de globalización y cambio constante. En la novela de Cabezón Cámara, la violencia es una constante que refleja las asimetrías y las injusticias sociales, y los personajes subalternos responden a esta violencia con actos de resistencia y subversión:
“Alguno prendió la tele y se vieron en vivo y a los gritos y con buen criterio de rating le agregaron al show del telediario una tan armoniosa como espontánea performance: el arrojo de proyectiles a la policía. (…) La policía no se quedó atrás. A ellos también le gusta salir en la tele aunque el efecto que les genera es inverso; se ablandan con las cámaras y pasan del plomo a la goma” (2014:15 y 16).
Los procesos de comunicación no son lineales, sino que están mediados por factores culturales, históricos y sociales, por ello, las culturas populares no son estáticas, sino que se apropian y resignifican elementos de la cultura masiva para crear nuevas formas de expresión y resistencia.
Así pues, la novela también aborda la religiosidad desde una perspectiva popular y subalterna, debido a que Gabi es convertida en una figura santa por un grupo de marginados después de un acto de inmolación para detener la violencia policial. Esta santidad representa una manera de oponerse y de empoderarse para los sectores populares, similar a lo que sucede con el Frente, durante su corta vida brindó ayuda y apoyo a los vecinos del barrio y, una vez muerto, se convirtió en una especie de protector de los pibes chorros y sus familias. Ambas figuras tenían gran peso dentro de sus comunidades y eran ejemplos de lucha y perseverancia, ellos buscaban lo mejor para todos, por ello, se los recuerda y se les rinde culto.
También, a pesar de las adversidades, los personajes encuentran formas de resistencia y solidaridad, por ejemplo, en Cuando me muera quiero que me toquen cumbia se muestra cómo, a pesar de la violencia y la pobreza, existen lazos de compañerismo y sostén mutuo que ayudan a los personajes a enfrentar sus desafíos diarios:
“Las madrazas en busca del faltante para resolver el hambre se cruzaban de vereda a vereda rescatando porciones a reciclar con una pericia que evidenciaba el entrenamiento en la faena de llenar la olla del día, la inmediata necesidad de saciar los estómagos de cada familia.” (Alarcón,2003:5)
En las narrativas villeras, el espacio es “abigarrado, laberíntico, superpoblado y, asimismo, un lugar vaciado por un Estado en constante retirada: sin escolarización, sin ley, sin salud” (Cortés Rocca, 2018:10).
En resumen, siguiendo a Cortés Rocca:
“se trata de novelas que dialogan con otros objetos-películas, fotografías- y también con ciertas iniciativas culturales que le son contemporáneas. En ese diálogo, interrogan el lugar de la literatura-la noción de obra y valor estético-, la tensión entre objeto y experiencia, o entre representación y experiencia, en su evanescente especificidad y también en su pertenencia al campo más amplio de las prácticas estéticas” (2018:1y2).
Además, un paisaje es un dispositivo que articula un espacio con un modo de percibirlo y habitarlo. Por ello, los paisajes son núcleos fuertes en la construcción de identidades y modos de distribución de la autoridad. Los personajes de estas obras están determinados por las circunstancias y el entorno: no solo tienen capacidad de adaptación y supervivencia, sino que están abiertos a novedosas formas de asociación y de redistribución para enfrentar la desigualdad social. Los textos utilizan el arte como una herramienta política. Las instalaciones y performances se presentan como formas de protesta y de reivindicación de los derechos de los subalternos. Este uso del arte refleja una crítica a las estructuras de poder y una resignificación de las voces marginadas. Las obras invitan a una reflexión sobre las injusticias y desigualdades que enfrentan estos grupos, y cómo las culturas populares, pueden y deben ser una forma de resistencia y afirmación de identidades.
Bibliografía:
Alarcón Cristian, Cuando muera quiero que me toquen cumbia. Vidas de pibes chorros. Buenos aires, Norma, 2003.
Cabezón Cámara Gabriela, Romance de la Negra Rubia. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2014.
Cortés Rocca Paola, Narrativas villeras. Relatos, acciones y utopías en el nuevo milenio en Historias de la literatura argentina. Buenos aires, Emecé, 2018.
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