sábado, 25 de enero de 2025
Lo popular, lo culto y lo masivo
Lo popular, lo culto y lo masivo en la novela y el testimonio argentino contemporáneo
Caruso, María Luján
El trabajo en el que se basa la siguiente ponencia fue escrito en marco de la materia Problemáticas de las literaturas argentina e hispanoamericana a cargo de los profesores Irene López y Rafael Gutiérrez, que se dicta en el quinto año de la carrera de Letras. La unidad III de su programa se denomina “Problematizaciones en torno a culturas populares/ masivas/ subalternas” y en ese marco abordamos la lectura de tres novelas argentinas: Trenes del sur de Carlos Hugo Aparicio, Cuando me muera quiero que me canten cumbia de Cristian Alarcón y Romance de la negra rubia de Gabriela Cabezón Cámara, analizándolas con las categorías de lo popular, lo culto, lo masivo, lo subalterno. Para ello, recurrimos a autores tales como Jesús Martín Barbero y Stuart Hall. En esta exposición nos proponemos analizar este corpus pensando a las obras literarias como formas culturales competentes e intrínsecamente insertas en una historia y una sociedad. En ellas, rastrearemos las marcas y los caminos que construye la cultura popular, en vinculación con lo culto y lo masivo, en marco de las jornadas intercátedra, lo que nos permitirá establecer diálogo con otros puntos de vista y nuevas aproximaciones.
Para iniciar pensemos en el adjetivo popular. Es una categoría controversial y que adopta diferentes sentidos de acuerdo al lugar en que se posicione aquel que se proponga delimitarla. Stuart Hall (1984) la define como “aquellas formas y actividades cuyas raíces estén en las condiciones sociales y materiales de determinadas clases; que [han] quedado incorporadas a tradiciones y prácticas populares” (Hall, 1984). Este sentido tiene en cuenta “la relación entre cultura y cuestiones de hegemonía” (Hall, 1984). Antonio Cirese desde una mirada gramsciana, agrega que
el valor de lo popular no reside en su autenticidad o su belleza, sino en su representatividad sociocultural, en su capacidad de materializar y de expresar el modo de vivir y pensar de las clases subalternas, [cómo] filtran, reorganizan lo que viene de la cultura hegemónica, y lo integran y funden con lo que viene de su memoria histórica. (Barbero, 1991, p.85)
Por lo tanto, la popularidad no es una sustancia, sino una “posición relacional” (Cirese en Barbero, 1991, p.85). Se define por las relaciones de poder y de hegemonía entre los grupos dominantes y subalternos, y no por el contenido de los objetos o las prácticas culturales.
El primer texto que analizaremos es la novela Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (2012) de Cristián Alarcón. Esta obra presenta la investigación periodística realizada por el autor en las villas San Francisco, la 25 y La Esperanza del conurbano de Buenos Aires. Su indagación se centra en la figura de Víctor Manuel “El Frente” Vital, un joven ladrón que, a pesar de haberse entregado, fue asesinado por la policía bonaerense. Alarcón relata el proceso de santificación y la simultanea transición hacia un nuevo clima de época, con otros modos de vincularse y diferentes códigos al momento de robar. El texto se construye a partir de entrevistas realizadas a diferentes sujetos vinculados al caso de Vital y se ficcionaliza a partir de sus testimonios, por lo que podemos considerar que claramente se trata una historia popular. Un tema nodal en el texto es la marginalidad y las prácticas subalternas. Éstas no son sustancia, sino que se definen por las relaciones de poder. Por esto mismo, por ejemplo, se nos presentan roles y accionares completamente periféricos y sancionados por el poder, tales como el robo, al mismo tiempo que hay sujetos y actos delictivos protegidos y enmascarados: el tráfico y la venta de drogas. Es interesante como estas ponderaciones se oponen por completo a la opinión y la condena que realizan los habitantes de la villa: “El Frente” repartía sus botines entre la gente del lugar y los “transas” pierden a los chicos, los enferman y los empujan al consumo y la adicción. El poder no señala externamente qué es aceptado y qué es condenado, qué es central y qué es periférico, sino que se inmiscuye y participa de manera activa. Insertos en esta lógica de lucha de fuerzas, lo popular del texto radica en su representatividad sociocultural, es decir, en la manera en que logra expresar las prácticas y la historia de este grupo social, incluyendo la convergencia con los sectores dominantes y lo resultante sus vinculaciones.
Retomando las relaciones entre lo periférico y lo central, debemos mencionar que lo popular no se caracteriza puntualmente por ser pasivo y maleable, sino que, como dice Mijaíl Bajtín, al oponerse a lo oficial, se cohesiona y se constituye mediante una "transferencia al plano material y corporal de lo elevado, espiritual, ideal y abstracto” (Bajtín en Barbero, 1991, p.75, 76). En otras palabras, se resignifican los elementos surgidos y usualmente vinculados con los círculos cultos mediante una apropiación por parte del pueblo, produciendo una obra nueva, en la que se cuaja cierta resistencia a la dominación.
Abordemos en esta clave la segunda novela que trataremos: Trenes del sur (1988) de Carlos Hugo Aparicio. El libro relata las vivencias de un niño enamorado de su tierra, La Quiaca. Se nos presenta su cotidianidad, la atmósfera de pueblo, las experiencias de la infancia, los juegos, las charlas, los miedos, sus intereses. También conocemos la migración de su familia hacia Salta y el futuro de un sujeto desdoblado, dual, simultáneamente transitando dos temporalidades. Pensándolo desde la resignificación de lo culto que ejerce lo popular, en primer lugar, consideremos los objetos materiales y los consumos culturales de la familia del protagonista. Podemos reconocer aspiraciones de clase no sólo en sus ideas de progreso que se materializan en la decisión de migrar para que los chicos sean doctores, sino también en hechos concretos, tal como en la resolución de los padres de otorgarles todos los materiales necesarios para que crezcan como sujetos letrados, por ejemplo las revistas que leían. Notemos como se continúa y concreta la formación culta deseada: el protagonista arriba a la adultez como escritor, teniendo su carpeta de cuentos, recitando sus versos, realizando constantemente referencia a poetas consagrados, etcétera. En segundo lugar, atendamos a la apropiación de la temática universal del amor desde esta mirada de pueblo. Cargada de clichés y estereotipos, el relato nos presenta los sentimientos de este niño jujeño por su compañera, hija de inmigrantes. La chica no le habla, no lo mira, no lo busca, pero él se construye un melodrama marcado por los secretos, las palabras a escondidas, las declaraciones amorosas. En este caso, se produce una vulgarización del tópico por la pérdida del aura etérea y clásica debido a su bajada a la vida popular, y por la percepción inocente e infantil desde la que se construye la temática. En tercer lugar, se apela a ideas promulgadas por los sectores dominantes como medio para diferenciarse de “los otros”, es decir, los bolivianos. La comparación entre los espacios propio y ajeno se funda en las ideas de orden y superioridad que sostiene el centro para justificar su noción de progreso. Este niño adula su pueblo por no ser como la banda donde reconoce rasgos de barbarie: amontonamiento, caos, incomodidad y temor. No obstante, a su propia tierra la ve como símbolo de lo opuesto: orden y tranquilidad. Notamos entonces que lo culto y lo popular no son sectores aislados; ambos se definen mutuamente mediante representaciones, apropiaciones y rechazos, y persiguen diferentes objetivos.
Luego del recorrido por las nociones desarrolladas, pensemos en la cultura de masas. Intuitivamente podemos vincularla con lo popular debido a que ambos conceptos designan a un conjunto colectivo de personas, pero, mientras pueblo lleva consigo una larga tradición, esta otra categoría tiene un surgimiento más cercano y en estrecha relación con el nacimiento de la modernidad. Barbero dice que en el siglo XIX se produce “la disolución del sistema tradicional de diferencias sociales, la constitución de las masas en clase y el surgimiento de una nueva cultura, de masa” (Barbero, 1991, p.133) debido a que, ante la desintegración de lo público, lo masivo se erige como la nueva unificación en la que se niegan y encubren las diferencias de clase mediante la mediación y el consentimiento (Barbero, 1991, p.134, 135). La nueva manera de crear y consumir lo artístico genera una sensación de profanación del aura, de corrupción de esa "manifestación irrepetible de una lejanía", como dice Benjamín (Barbero, 1991, p.62), aunque el autor también advierte que este “empobrecimiento” no significa la perdida de la capacidad crítica y creativa de la experiencia social (Barbero, 1991, p.62). Es pertinente que hablemos, entonces, de una industria cultural. Definida por Horkheimer y Adorno (1947) como un sistema que regula la aparente dispersión, este modelo implica un doble dispositivo: “la introducción en la cultura de la producción en serie […] y la imbricación entre producción de cosas y producción de necesidades” (Horkheimer y Adorno, 1947 en Barbero, 1991, p.50). En otras palabras, este juicio industrial trata al arte como un producto para el consumo y, mediante diferentes estrategias y artimañas, logra que el pueblo precise esos bienes. No obstante, creemos que podemos matizar la caracterización recién mencionada considerando que, como bien estableció Bajtín, esta vulgarización implica resemantizaciones, es decir, nuevas maneras de producir.
La tercera novela que abordaremos es Romance de la negra rubia (2014) de Gabriela Cabezón Cámara. Este texto relata la historia de Gabi, una poeta que vive en un edificio junto a su comunidad en condición de “okupa”. Frente a un gran operativo de desalojo, ella decide prenderse fuego a manera de resistencia. Sobrevive y se vuelve una figura heroica. Pensando la obra en clave de lo masivo, en primer lugar, rescatemos la construcción de su grupo como un enjambre de personas sin nombre, anónimas, caracterizadas principalmente por lo colectivo. La razón por la que la protagonista tiene una identidad propia y una historia particular que contar es “el día del estallido”. Paradójicamente, se transmuta en sujeto al mismo tiempo que pierde su rostro. En segundo lugar, tengamos en cuenta su transformación en obra de arte. Luego del episodio fulgurante, se inicia su rol protagónico en una performance que recorre el mundo. Este suceso comprende un retorno a la concepción de la obra como espectáculo efímero, no reproducible. Sin embargo, al leer esa parte de la historia no podemos sino pensar en la deshumanización de la víctima que produce la industria cultural al convertirla en objeto de exhibición y bien de consumo. En tercer lugar, atendamos al regreso posterior de Gabi a Argentina. Ella dice: “yo acepté, lloré otra vez y me senté en la frontera de la obra: crucé de okupa a propietaria, crucé de víctima a señora, salí de donde estaba y di el pasito que me puso en otro lado para siempre” (Cabezón Cámara, 2014, p.54). Nota su pasaje de la masa a la individualidad con todo lo que ello implica. Sin embargo, se cansa y termina recluida con su círculo de confianza, centrada en su escritura. Notemos como la individualidad se vuelve una carga debido a que implica su transformación en delegada de un grupo masivo de personas enmarañadas y difuminadas en lo colectivo.
En conclusión, lo popular, lo culto y lo masivo se relacionan intrínsecamente. La producción del pueblo es una categoría compleja ya que se define por las relaciones de poder que se dan en un contexto específico. Además, constituye un inventario en constante renovación. Asimismo, no se da aislada y apartada, sino que implica contactos, reescrituras, resignificaciones, transferencias y adaptaciones de lo culto. Y, pensándola desde la posmodernidad, no podemos soslayar el rol fundamental de la industria cultural en cuanto formamos parte de la masa de la ciudad. Mediante la lectura de estas novelas pudimos ilustrar y materializar las nociones problematizadas. Notemos nuevamente que la literatura es productora de prácticas e ideas y, en simultáneo, reproductora y médium de encarnación de una bastedad de representaciones e imaginarios sociales. Los invito a continuar con este análisis, repensar la categoría de “pueblo” e inmiscuirse en el fascinante testimonio argentino que nos ofrece la literatura.
BIBLIOGRAFÍA:
- Alarcón, Cristian (2012) Cuando muera quiero que me toquen cumbia. Aguilar.
- Aparicio, Carlos Hugo (1988), Trenes del sur. Buenos Aires: Editorial Legasa.
- Barbero, Jesús Martín (1983), “Memoria narrativa e industria cultural” en Comunicación y cultura, No 10. México.
- Barbero, Jesús Martín (1991), De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. México: Ediciones Gustavo Gili.
- Cabezón Cámara, Gabriela (2014), Romance de la Negra Rubia. Buenos Aires: Eterna cadencia.
- Hall, Stuart (1984), “Notas sobre la deconstrucción de lo popular” en Samuels, R. (ed.): Historia popular y teoría socialista, Barcelona: Crítica.
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