sábado, 6 de noviembre de 2010

Sobre PLATA QUEMADA cine y literatura

La comparación de novelas y versiones fílmicas siempre condujo, a nuestro parecer, a la misma conclusión: “Ninguna imagen puede recrear satisfactoriamente para los lectores todo lo que puede escribirnos el autor”.


Aunque en la inevitable (e injusta) comparación con la novela de Ricardo Piglia el film pueda salir desfavorecido, no se puede negar la trabajosa adaptación realizada por Marcelo Piñeyro ya que el drama de la película no se desenvuelve de manera lineal a la de la novela en sus situaciones principales. Esto puede llegar a descolocar al espectador que haya leído la novela, generando las típicas expresiones como: “Le faltó tal parte” o “Así no era en el libro”.

Entre algunos de los aportes de la crítica encontramos por ejemplo el de Diego Batlle de La Nación: "Plata quemada aparece como un cruce entre el cine de fines de los años 60 y comienzos de los 70 con el neo-noir de la década del 90.” Este dato nos ayuda para tener en cuenta el tipo de cine del que hablamos y las producciones que de esta época se pueden esperar, poniendo a esta película como una de las mejores de su época.

Podemos hablar probablemente de una recreación por parte de los guionistas de lo que en ciertos momentos pueden estar diciendo los personajes, y lo hicieron con total libertad pero respetando a Ricardo Piglia. Al principio de la novela, el narrador que se introduce en el film utiliza las mismas palabras que Piglia presenta en su relato:



“Los llaman los mellizos porque son inseparables. Pero no son hermanos, ni son parecidos. Difícil incluso encontrar dos tipos tan diferentes. Tienen en común el modo de mirar, los ojos claros, quietos, una fijeza extraviada en la mirada recelosa. Dorda es pesado, tranquilo, con cara rubicunda y sonrisa fácil. Brignone es flaco, ágil, liviano, tiene el pelo negro y la piel muy pálida como si hubiera pasado en la cárcel más tiempo del que realmente pasó.”

(R. Piglia: 2000, 11)



Uno de los aspectos mejor representados en la película esta, creo yo, en lo mundano. El mundo de la delincuencia, el sexo y la drogadicción, todo de la mano, se ve de manera fuerte e impresionante para el espectador. A modo de aporte personal, a veces la imaginación queda corta en estos casos que el cine hace tan gráficos como en esta versión fílmica de Plata Quemada.

A este respecto se muestra por ejemplo, y muy frecuente también en nuestra realidad, como los asaltantes toman coraje en la escena del auto para concretar el crimen a través de la drogadicción, acto que a lo largo de la película pasa a ser de lo más común entre estos personajes de la pesada de Buenos Aires.

La minuciosa, compleja y creíble composición del Nene a cargo de Sbaraglia es lo mejor del film a nivel interpretativo, Pablo Echarri, por su parte, aporta más que nada el renombre que luego de esta filmación crecerá en mayor medida, funciona como una especie de llamador para los espectadores. Para los que son, además, lectores de este policial, basta sólo con el título para despertarles la curiosidad.

La musicalización utilizada también resulta de total importancia para una mejor recreación de los personajes creados por Ricardo Piglia:



“El personaje del Cuervo -un émulo de Vittorio Gassman- es acompañado por clásicos de la canción popular italiana de los años 60, mientras que la relación entre el Nene y Ángel es trabajada con climáticos tangos y blues de fondo.”

(Diego Batlle)


nos precisa el crítico en su artículo publicado en La Nación.

Por último, cabe destacar que no sólo el policial es lo que está bien representado, sino también lo pasional, aspectos que se mantienen paralelos a lo largo de la novela y de la película como dos hilos argumentales que se entrecruzan constantemente entre la tensión de ser cómplices y prófugos de la ley y la relación amorosa entre los mellizos que se ve turbada en varias partes de la historia.

Luciana Arriaga

Reseña sobre el Diálogo Piglia/Saer

Ricardo Piglia – Juan José Saer


Piglia y Saer son dos escritores argentinos que han marcado grandes tendencias dentro de la literatura argentina. No se conoce un buen lector que no haya si quiera escuchado nombrar Respiración Artificial o Los Siete Locos.

Uno de los aspectos que comparten estos escritores es el marco de las narraciones de ambos, ya que Juan José Saer escribe (y describe) el “negro” marco de la dictadura militar y Ricardo Piglia lo hace en relación a las narrativas de la guerra sucia en Argentina.

Pensar en estos dos grandes de la literatura comparados nos remite indiscutiblemente a la charla que mantuvieron estas dos figuras en Princeton en el 2002, charla que entablan desde las vestiduras más bien de sus propios personajes. Este diálogo nos permite conocer mejor a dichos personajes, sus gustos y preferencias, y el contacto que pueden llegar a tener de texto a texto, de la escritura a la oralidad, aspecto que figurativamente ilustran estos dos autores en aquella ocasión. Lo que logran, además, es un diálogo entre la ficción y la reflección, como consignan muchos críticos.

Otra de las coincidencias entre estos dos “personajes” es que Saer enseñó Historia del Cine y Crítica y Estética Cinematográfica en la Universidad Nacional del Litoral y, como si Piglia hubiese tenido la capacidad escritora necesaria, su novela fue retomada por los cineastas para ser representada. Quizá sea mera casualidad, pero ambos tienen un acercamiento al arte fílmico, además del de la escritura. Piglia, en este sentido, ha llegado incluso a componer una ópera (La ciudad ausente), además de los ya conocidos textos críticos, etc. por los que se ha inclinado.

Por último, de manera más o menos ficcionalizada, Piglia y Saer son dos de nuestros escritores que se han preocupado por plasmar la realidad argentina. Esto es parte de lo que hace a sus textos interesantes e identificativos para nuestra argentinidad.


Luciana Arriaga