“La
inspiración artística es un estado que no se puede controlar”
Carmen
Iriondo responde ‘En
cuestión: un cuestionario’ de Rolando
Revagliatti
Carmen Iriondo nació el 25 de
septiembre de 1945 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde reside, capital
de la República Argentina. Es Licenciada en Psicología (1976), egresada de la
Universidad Nacional de Mar del Plata. Es psicoanalista, y en tal carácter
colabora con artículos y columnas en medios gráficos, radiales y televisivos.
Obtuvo, entre otras distinciones, Mención de Honor del Fondo Nacional de las
Artes por su libro “Rock de los limbos”.
Invitada, leyó sus poemas, traducidos al inglés, ante alumnos y profesores de
la Montclair State University, en Estados Unidos. Es bailarina y Profesora de
Danzas Clásica y Contemporánea. Es actriz y también cantante. Como intérprete y
autora de las letras, apareció, por ejemplo, el CD “Me da la gana”. Ha sido
incluida en “Antología Poética Premio
Juan Crisóstomo Lafinur” (2013) y en “Antología
temática de la poesía argentina” (2017). Publicó en 2009 el libro
autobiográfico “Memorias de una niña
rehén” y, a partir de 1988, los poemarios “Casa propia”, “Rara vez”,
“La niña pandereta”, “Por el miedo te digo”, “Egle & suertes virgilianas”, “Syl y Ted” (con segunda edición
bilingüe; traducción de Rolando Costa Picazo), “Animalitos de Dios”, “Prosas
de dormida”, “Vuelo de fiebre”, “Animalitos del cielo y del infierno”, “Llamando al picaflor por el nombre de pila”,
“Seamos nieve”, “El rock de los limbos”, “Tilinga”,
“Animalitos del cielo, del infierno y del
mar”, “El carro de las letras”, “Los míos”, “Fantasmata” y “Menos”.
1:
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”,
a qué edad, de qué se trataba?
CI: Tengo ocho años. El
micro de la escuela intenta atravesar con mucho ruido una cantidad de agua que
corre por la avenida del bajo. Miro por la ventanilla, voy sentada adelante y
antes de sentir miedo escucho que el chofer se dice a sí mismo, pero en un
murmullo: “pobre gente, pensar que pierde todo, todo…”
No
pudimos pasar la inundación. Se veía el río a lo lejos moverse muy crecido.
El
colectivo pega la vuelta y llego a la casa de mis abuelos que es donde vivo. Se
sorprenden al verme, pero no demasiado. Voy a mi dormitorio, abro la bolsa de
la escuela, saco un cuaderno borrador, tomo una lapicera y anoto: “Eran las tres de la tarde/ el cielo tornóse
muy negro. Luego/ como si de pronto se abriese el infierno/ el viento nos trajo
su silbido lento.”
Es
un poema bastante largo, y lo llamo “poema” porque es lo que yo respondí cuando
me preguntaron quién lo había escrito… Tiene un final feliz teñido de culpa
religiosa: “A empezar de nuevo que no hay
más remedio/ la vida es muy triste. Después/ está el cielo.”
Es
la primera vez, recuerdo, que no entendí de donde había salido ese borbotón de
palabras. Me preguntaban algo que yo no podía explicar. La creación es un
destello así de breve. No se juzga, no se comprende, simplemente sucede.
2:
¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con
las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
CI: Paso largas
temporadas en el campo. Por lo tanto, tengo una relación muy fuerte con la
naturaleza y la soledad, con espacios enormes de aire libre, colaborando desde
muy pequeña con las labores fuertes de ese lugar de trabajo, y el coraje precoz
de volver de noche y a caballo, de estar sola en medio del campo recorriéndolo
por si sucedía algo irregular. Amo la lluvia. Su sonido revelador del ritmo o
el movimiento la va a definir: un adagio, un allegro o, decididamente, un
tercer movimiento trágico con timbales y truenos sonando contra un cielo negro,
a veces atravesado por rayos. Hermoso siempre ver llover. En la ciudad se
padece, en el campo se disfruta.
Mi
madre, una persona con problemas de adicción, tenía pavor a las tormentas. Mis
primeros cinco años de vida con ella fueron muy difíciles y fui testigo
involuntaria de su terror no escuchado. Se tapaba los oídos con desesperación.
Como un animal con miedo caminaba en trance por la casa y se sobresaltaba con
los truenos. Sin querer, a veces, hoy mismo, me llevo las manos a los oídos
ante un trueno o una explosión como reflejo nostálgico, o más bien como un acto
de brindarle compañía. Esté donde esté.
Vuelvo
al campo. Estuve presente siempre mientras se carneaban las ovejas elegidas
para comer. Por lo tanto, vi sangre desde muy niña, presencié los degüellos con
cierta naturalidad, aunque tenía prohibido por mi abuelo acercarme demasiado,
le llevaba a los chanchos lo que no se guardaba de la oveja. Como andaba medio
sola, solía lastimarme bastante seguido. Nunca fui aprensiva. Cuando me sacan
sangre, no miro. Si se lastima un hijo o un nieto, sí me desespero, pero eso es
un descontrol tan natural como el amor.
Cuando
la velocidad es manejada por otro, la detesto y me aterra. Me he bajado de
autos en medio de una ruta, he gritado como marrana porque alguien no frenaba,
me suelo bajar de colectivos desenfrenados, etc. Cuando la que maneja soy yo,
no me pasa eso. Lo hago desde niña y me gusta manejar en ruta y andar
relativamente rápido. Tampoco tengo miedo si el caballo se apura, si tengo que
correr, más bien me gusta esa sensación vertiginosa. Cuando la velocidad está
ligada al tiempo, a veces elijo y prefiero la lentitud. Para leer, por ejemplo,
o para escribir. Libre de la ansiedad que es tan enemiga del bienestar.
Las
contrariedades no son mi fuerte. Me ponen triste y tengo una inclinación casi
cómica a la paranoia, creyendo que alguien me lo está haciendo a propósito.
Esto es una confesión grave. Hoy (y siempre), los trámites eternos, la
tecnología que no depende de nosotros, los cambios de horarios, la
impuntualidad, lo difícil que es llegar a tiempo a los lugares de trabajo, son
situaciones muy superficiales y poco graves, pero cuando se van acumulando, a
mí me trastorna.
3:
“En este rincón” el romántico concepto
de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y
su “He oído hablar de ella, pero nunca la
he visto.” ¿Tus consideraciones?
CI: Un concepto como la inspiración
en un rincón y William Faulkner en el otro, nos presenta un ring con un espacio
a llenar entre rincones. Faulkner, alguien que insistió en apuntar siempre más
alto a la hora de escribir, recuerdo que habló de la inspiración como un
fósforo en medio de la noche, que ilumina y coloca en la conciencia la noción
de oscuridad. Recuerdo que usaba la palabra “endure” (resistir) para definir la
exigencia que pretendía para su obra. Sostén, suspenso, fuerza, casi
resiliencia y esto es una boutade de la que podría deducirse que para él la
“inspiración” es obviamente invisible.
En
el otro rincón Madame Inspiración piensa… “Yo aparezco après coup, después del diario del lunes, alguien que escribe,
canta, o baila o pinta no ‘sabe’ que está inspirado.” Está ocupado en el
trabajo, preocupado en la tarea desconociendo casi todo lo que quede afuera de
ese universo privado.
¿Mis
consideraciones? Me cuesta mucho tomarme en serio ciertos mitos que circulan
detrás de las imaginarias conjeturas que hacen a un escritor esperando Musas, a
un pintor con una boina en la cabeza, o a un bailarín con alas.
Un
escritor puede juzgar cuando revisa lo que escribió, si estaba lo
suficientemente concentrado como para no tener que investigar con minuciosidad
lo que hizo. La inspiración artística, en cambio, sería un estado que no se
puede controlar. Y para sobrevivir, tomar aire es inspirar, si no simplemente
morimos.
4:
¿De qué artistas te atraen más sus
avatares que la obra?
CI: Es una pregunta
interesante. No sé qué viene antes, nunca lo pensé así. Cuando algún artista
atrae mi atención por lo que produce, recién puede ser que me despierte una
curiosidad sobre sus avatares, mayormente su origen, su infancia, sus
transformaciones y diferencias con el correr del tiempo. Para escribir un libro
que se llama “Syl & Ted”, un
largo poema acerca de la relación entre Sylvia Plath y Ted Hughes, comencé por
leer con obsesión la poesía de ambos. Eso me fue llevando al análisis de su
relación intensa y pasional, para descubrir ciertas identificaciones, en donde
se nota que uno quisiera escribir como el otro y viceversa. De allí a descubrir
la envidia y los celos mutuos fue un instante y de allí a interesarme por los
diarios de Sylvia Plath, un solo salto. Reconozco así que esa vez me dejé
llevar por los avatares de esta talentosa chica norteamericana insegura,
queriendo convertirse en inglesa, escribiendo a su mamá lo contrario, día por
día, de lo escrito en su diario en donde aparece su dolor. Con Ted Hughes no me
pasó eso. La poesía de él fue suficiente, me atrapa mucho; aunque llegué a
escribirle un mail en esa época, y me contestó un párrafo agradecido y escueto,
muy bien educado. Murió al año siguiente, y si me hubiese interesado su vida o
sus vicisitudes, deduzco que le habría escrito de nuevo. Y no sentí para nada
la necesidad de hacerlo.
Me
interesó de Antonin Artaud su historia personal, su infancia tan traumática,
cierto coraje, y cito una frase que me aparece manuscrita en un libro suyo: “He estado enfermo toda mi vida y no pido
más que continuar estándolo, pues los estados de privación me han dado siempre
mejores indicios sobre las plétoras de mi poder que las creencias pequeño burguesas
de que ‘basta la salud’”. Esta frase sintetizaría para mí en qué momento
podría surgir el interés por los avatares de un artista. Y obviamente reconozco
que reflejan aspectos de mi propia identidad.
5:
¿Lemas, chascarrillos, refranes,
proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
CI: No soy muy amiga de repetir
“enseñanzas o sentencias”. No me gustan las certezas porque hay detrás una
aseveración de verdad única que siempre me espantó. El lema, sin embargo, me
resuena más amplio y abierto, implica una decisión, encubre un deseo: “mi lema
en la vida es…”.
El
chascarrillo sería como una “boutade” popular.
Momentos de humor espontáneo que, si suceden, me agradan. De hecho, yo
soy contadora de historias por las que, en general, cosecho risas y alegría. En
algún momento de mi vida, fui alguien que trasformaba reuniones depresivas en
fiestas. Ya no más.
Los
proverbios me suenan a religión, con un sesgo oriental. Cuando se dice
“proverbio chino”, parece menos estricto que uno católico.
De
refranes sí estoy hasta la coronilla, son como las propagandas que se pegan
para siempre, “El que quiere celeste… que
le cueste”, “Al que madruga, Dios lo
ayuda”, “Todo va mejor con Coca Cola”.
Tengo muchos en la memoria, pero jamás ando divulgando estas frases hechas.
Creo, además, que son parte de un pasado en donde se charlaba en la mesa
diaria, y de vez en cuando alguien desprogramado acudía a una sentencia mansa.
6:
¿Qué obras artísticas te han —cabal,
inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando en
estado de perplejidad?
CI: Un escritor francés,
Marie-Henri Beyle, más conocido como Stendhal, describió una experiencia que
sufrió en la Basílica de Santa Croce al ver por casualidad un fresco de
Baldasarre Franceschini representando a las Sibilas. Él mismo dice haber
alcanzado un estado emocional intenso y celestial ligado a la belleza del arte:
“...la vida salía a borbotones, tenía
miedo de desmayarme.” Estos estados que se repiten aun hoy en los museos,
dieron lugar a la creación del nombre “Síndrome de Stendhal”, diagnosticado por
una serie de síntomas como palpitaciones, desorientación, pérdida de la
identidad, agotamiento físico posterior a la visión manifiesta de una obra de
arte.
En
lo personal, me sucedieron cosas muy extrañas; de muy niña, cuando veía ballet,
las veces que me llevaba mi abuela al Teatro Colón. Me brotaban lágrimas que no
eran de tristeza ni de miedo, era más bien un estremecimiento producido en un
ser vulnerable que aprendería un camino por el que salvarse de algo tan temido
como la infancia. Ciertos instrumentos como el cello, el piano, cantantes de
voces medias, no muy agudas, eso también en la infancia me producía piel de
gallina y una sensación placentera de disociación de la realidad.
No
recuerdo adonde, pero sé que me petrifiqué ante la obra de Francis Bacon, no
podía dejar de mirar un cuadro en particular, tampoco me acuerdo de la imagen,
ya que la verdadera creación no me fanatiza, sino que me disocia. Muy
adolescente, en España, un cuadro de Rubens, “Heráclito llorando”, vaya uno a
saber por qué, me inspiró un poema que leí en voz alta por el micrófono del
ómnibus en el que viajábamos en una excursión.
Finalmente,
ya a mis casi treinta años, escuché un impromptu
de Chopin que parecía una grabación impecable. Pero no me cerraba que sonara
tan real y ante mi estupor descubrí un pianista sentado al piano. Me acerqué
despacito, como ante un animal salvaje para los que hay que simular tranquilidad
y silencio. Él sonrió. Yo lloré. Siguió tocando y realmente entré en una
sensación de trance y de incredulidad por semejante talento. Era Manuel Rego.
Un pianista de Mar del Plata que me brindó una de mis amistades más preciadas.
Todo lo que sé de música lo aprendí de él.
Mis
perplejidades han sido más bien ocasionales, no permanezco en estados de
fascinación por mucho tiempo. Es un riesgo que ya no estoy dispuesta a
experimentar.
7:
¿Tendrás por allí alguna situación
irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras
contar?
CI: He estado muchas
veces sobre un escenario, bailando clásico, cantando o trabajando en una obra
de teatro, en casi todas esas exposiciones suceden anécdotas graciosas. También
es cierto que uno busca reír para no morir del pánico que nos inundaría si
tuviéramos conciencia de la exhibición ante el público. Recuerdo una vez, muy
joven en Mar del Plata, un cantante amigo me pidió que le diera vuelta las
páginas a su pianista que iba a hacer un recital de canciones francesas en la
Villa Victoria Ocampo al aire libre. Accedí encantada y me vestí para la
ocasión con una falda cortita y de color fuerte, y una camisola arriba liviana
ya que hacía bastante calor. Ni bien comenzó el recital me di cuenta de que mi silla
se hundía en el pasto húmedo y yo tenía que levantarme muy seguido ya que las
partituras eran breves y estaban escritas de un solo lado. Había viento. Como
siempre en Mar del Plata. Bastante viento. Mucho viento. Sonaba Debussy.
Hermoso. Mi amigo tenor venía superando el trance con solidez y buen gusto. Me
levanté para dar vuelta la página número 4 y la pollera se me levantó hacia
arriba y se pegó a mi cuerpo como una flor al revés. Quedé en bombacha y traté
de hacer como si nada. Fue acrobacia después hasta el final tomarme la ropa con
una mano y seguir dando vuelta las hojas con la otra mientras la silla se
hundía en el rocío del espléndido jardín de la casa de Victoria Ocampo. (Muchos
se dieron cuenta y fue siempre tema de risa, aun hoy me lo recuerdan.)
8:
¿Qué te promueve la noción de
posteridad?
CI: Lo póstumo, no me ha
llamado mucho la atención. Tengo asociado el concepto a algo que sucede cuando
uno ya no está, pero no a un buen recuerdo sino más bien a algo que no sucedió,
por ejemplo, el reconocimiento profesional o artístico que viene empaquetado en
la forma de homenajes y alabanzas post tumba. Creo que lo que permanece en el
tiempo más allá de una generación, se lo ha merecido de alguna manera, por lo
que significó entonces, y tanto por lo bueno como por el daño que pueda haber
causado.
Las
misas, los homenajes, los nombramientos, los premios in memoriam son un poquito
patéticos.
El
concepto ligado, en cambio, a la gratitud, por alguien que ya no está, el
reconocimiento póstumo ligado al afecto, a la emoción, a valorar un objeto que
represente esa ausencia, me conmueve. Pero esto concierne a la intimidad y no a
lo público.
9:
¿“La
rutina te aplasta”? ¿Qué rutinas te aplastan?
CI: La rutina lleva
implícita la repetición. Esa compulsión a repetir es una característica de la
especie, es una defensa contra emociones, terrores, angustias o lo siniestro
que pueda aparecer como desorden psíquico. Vale decir que toda rutina es, como
costumbre o hábito aprendido, defensiva, un cuidado natural para organizar la
vida con cierta certidumbre. Aunque la muerte aceche en el horizonte y que
también esto se olvide gracias a los rituales, ensayos, repeticiones, que
inventamos a diario para vivir naturalmente.
En
mi caso personal, no solo no me aplasta, sino que me despierta. Trabajo en
muchas actividades desde que recuerdo, por lo tanto, la buena organización me
habilita para estar de mejor talante. El entrenamiento físico, sobre todo
cuando es fuerte, no se puede ni debe interrumpir. Esto como ejemplo de que
ciertas rutinas obedecen al deseo más profundo y es mejor no proponerse
racionalizar demasiado.
10:
¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “… un estilo es una manera y un amaneramiento”.
CI: No sabría qué
contestar a la opinión de Corpus Barga. He aquí mi limitación. El estilo, lo
peculiar en un modo de expresión, en lo creativo y en el arte, y también en lo
personal, estaría ligado a lo que resume e identifica a una época, a una obra,
a cierta estética. En el caso de los escritores, es cierto que cuando son
reconocidos por lo que se llama estilo, en general es porque son buenos en lo
que hacen. Lo que no implica que uno adhiera por esa virtud solamente. Pero el
estilo acompaña a las personalidades fuertes, las que se destacan y descubren
muchas veces con precocidad lo que va a venir como movimiento social o
previenen períodos catastróficos, o descubren modas triviales que se imponen a
pesar de lo que eso va generando.
En
cuanto a la segunda cita de Corpus Barga, “…un
estilo es una manera y un amaneramiento”, aquí sí concuerdo con que las
maneras se pueden amanerar, con lo que se consigue una exageración, un “manierismo”.
11:
¿Qué sucesos te producen mayor
indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te
hartan instantáneamente?
CI: Mayor indignación me
produce la injusticia en general. Obvio que la injusticia social me indigna más,
me hace descontrolar a veces y me enoja demasiado. También he sufrido en mi
persona situaciones de mucha injusticia de las cuales me defendí como pude,
pero tragándome la violencia que
finalmente recayó sobre mi persona siempre.
La llamada “justicia” actual es una verdadera vergüenza, por eso trato
de prescindir de ella y arreglar las cosas por mi cuenta. La única vez que
consulté por una cuestión familiar y grave, me manipularon y no pude creer la
impunidad con que la justicia de familia se mueve en la Argentina. Estos
eventos me llevaron mucha energía, reprimiendo todo tipo de violencia, pero
pagando precios altos de índole emocional... No tengo miedo a luchar, lo hago
desde niña, tuve que cuidar gente mayor aprendiendo muchos recursos para
hacerlo. Pero la violencia me parece horrible y creo en cierta alquimia y un
buen psicoanálisis para domesticarla.
Me
hartan instantáneamente la ligereza de opinión acerca de las acciones y obras
de otros. La deslealtad.
12:
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de
tu adolescencia compartirías con nosotros?
CI: Haciendo un esfuerzo
considerable puedo compartir alguna postal de mi niñez, pero muy triste en
cualquier imagen que recuerde. Por ejemplo, hay un dibujo de mi abuelo en donde
miro por una ventana cerrada a la calle, el flequillo tupido que me tapa la
frente y disimula la ansiedad por encontrar a alguien que venga a buscarnos a
mí y a mi madre enferma.
Por
esto mi adolescencia transcurrió en casa de mis abuelos, sin hermanos, y muy
exigida en materia de logros y en reivindicar a una madre que había trasgredido
toda norma en un hogar muy conservador y de alguna forma flojo de límites. Mis
postales de esa época obteniendo reconocimiento de mis hazañas son: premios en la escuela, por el deporte, aplausos por
la danza, etc., pero la postal más linda sería junto al primer chico que me
gustó a los 11 años, un hermano de una compañera de colegio. Se llamaba Miguel.
13:
¿En los universos de qué artistas te
gustaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o
elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de
algún otro modo?
CI: Le he dado muchos
significados distintos a la palabra arte con el paso del tiempo. Muchos tienden a llamarse artistas sin tomar
en cuenta que eso es un don que entraña una vida. Otra cosa es la creatividad,
el ingenio, la imaginación, la gracia o la destreza.
Desde
muy niña, elegí bailarinas como un ideal importante. Me llevaban muy seguido al
Teatro Colón, y yo me enamoré de la posibilidad de que Olga Ferri, ella sí una
artista de la danza, en el escenario, como docente, y como persona sabia,
viviera en las casitas de las escenografías de ballet clásico. Hogares
preciosos con una ventanita, una puerta y una mamá con cofia que siempre salía desde
adentro, infatigable cuidadora de su hija, siempre sufriente por algún príncipe
o mendigo o lo que fuera que bailaba con ella y la maltrataba. Me incluí en ese
mundo rogando por un estudio de danzas y comencé a bailar con una profesora de
barrio.
Deliré
con irme a estudiar actuación fuera del país, ya crecidita y rebelde, el sueño
era que algún director me eligiera como protagonista en una película. Estudié
piano, y aquí sí conocí a un artista verdadero, un pianista inefable, Manuel
Rego. El me incluyó en un trabajo junto a su quinteto de piano y cuerdas para
un recital como cantante invitada en un homenaje a George Gershwin.
Al
conocer de cerca muchos ambientes de estudio, la idealización e ilusión van
dando lugar a aceptar cuánto hay que trabajar para que el duende aparezca.
Respecto de la literatura, que es lo que más nos ocupa, crecí rodeada de libros
y de familiares escritores y conocí muy temprano la trastienda de todos, que me
deslumbraban con su gran sentido del humor. Leí muchos libros. Estudié francés
a los cuatro años, por lo tanto, no me di cuenta de que había aprendido un
idioma y fui al colegio inglés durante toda mi escolaridad. Tuve que rendir
libre casi todas las materias en el colegio Nacional de Mar del Plata, como
reválida para entrar en la Facultad Pública. Leo a los autores en sus idiomas
natales si puedo. Me defiendo muy bien en portugués e italiano. A varios
escritores extranjeros les he mandado mails y todos me han contestado con gran
amabilidad. Esto contribuye a una menor idealización y a un mayor respeto
admirativo.
14:
El silencio, la gravitación de los
gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la
intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con
algún criterio, orientación o sentido?
CI: INSOMNIO
En
la oscuridad
percibo
apenas la gravitación de los gestos.
Gozo
con el silencio
hasta
que pido una ración de fervor, de sorpresas.
Pero
sin intemperancia.
No
quisiera advertir tu desolación.
15:
¿A qué artistas, en cuya obra prime el
sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
CI: A los escritores P.
G. Wodehouse, Gerald Durrell, Nicanor Parra, Witold Gombrovicz y Jonathan
Swift. Son los primeros que se me ocurren. A Copi (“El baile de las locas”).
16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué
imprecisiones preferís?
CI: Para apreciar o no
apreciar tengo que conocer la apreciación, así decido. Las imprecisiones forman
parte de un universo tan amplio que no podría “preferirlas”.
17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a
personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas
que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés?
CI: Tengo una gran
libertad para soportar mis propias contradicciones y ambivalencias. Crecí
sabiendo que uno puede amar a gente mala y odiar a lo que se considera universalmente
como “bondadoso”. No me perturba, no me entristece. Por lo tanto, sería en mí
una cosa menos para “resolver”.
18:
¿El mundo fue, es y será una porquería,
como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango
Cambalache?
CI: El Cambalache de Discépolo ha brindado, sin
proponérselo, un universal para la especie humana. Tendemos a rechazar lo que
viene mezclado, la vida misma, la frustración que nos genera darnos cuenta de
que no hay clasificaciones, ni cercos de protección, que todo está en nuestro
imaginario. Lo que es una porquería o lo que no. Lo que está bien o mal. Se
pierde mucha energía sosteniendo ideales que se van derritiendo con el paso del
tiempo. Queriendo que la Verdad tenga la mayúscula que no lleva, la verdad
única no existe. Siempre es autorizada por otro. La verdad es a medias. La
Verdad Única es propiedad de las religiones, de Dios en sus acepciones varias,
de ciertas ideologías extremas… Y forma parte así del terreno de lo invisible.
19:
Por la fidelidad y entrega a una causa o
proyecto ¿qué personas (de todos los tiempos y todos los ámbitos) te asombran?
CI: Paso por un momento
vital poco proclive a dejarme llevar por las “grandes” causas o las “épicas”
razones, o la “compasión” contada en voz alta, o el “vivo por y para mi
público”. Sí admiro y tiendo a sentir afecto por gente cercana o conocida que
se compromete con coherencia a lo largo de una vida a cumplir una función en un
trabajo, en lo artístico, familiar, vocacional, profesional o político, no
necesariamente ligado al éxito o al reconocimiento público. A pesar de que modelos
como el de Teresa de Calcuta se llevan todo mi respeto, también veo allí el
deseo cumplido de una mujer en una labor altruista y su goce: cómo ella
descubre qué hacer con su vida. Pero no necesito causas espectaculares para el
asombro, me asombran más bien las cosas pequeñas, valiosas y espontáneas.
20:
¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
CI: Soy de reírme muy
seguido. A carcajadas y también a tentarme de risa cuando no debo. No puedo
contestar qué me hace reír, ya que cuando es placentero surge de algo que no
pretende ser gracioso. En la sorpresa estaría mi risa, un inesperado y hermoso
manantial de ese recurso fantástico, ahí nomás tan cerca del llanto. Risa y
llanto, dos formas de hacer catarsis de lo cotidiano.
21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca
suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos
constituya un ideal?
CI: Descreo de la
existencia de los ideales y de las ilusiones. La vida en eso fue generosa, me
puso de frente al dolor en la infancia: la madre es mentira, a nadie le
importa, la gente no es buena, hay gente violenta, la mayoría está en lo suyo y
están en su derecho, uno siempre busca lo que no está, lo que hay así sean
tesoros y virtudes, no se aprecia, insatisface por estructura. Porque lo que
hay está presente. Esto es algo que no se acepta, en general, porque no
responde a esas sentencias “positivas”, clichés de la “felicidad” como estado y
de lo “perfecto” como lo posible. En cambio, me aferro al concepto de un deseo
inconsciente que termina por imponerse en sueños “cumplidos” o cercanos al
ideal forjado.
22:
El amor, la contemplación, el dinero, la
religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con estos tópicos?
CI: Me he ido
relacionando con esos tópicos mediante el mero hecho de vivir. El desamor que
sentí en mi infancia me transformó en querendona y “amorable”. Amo mucho a
gente que he elegido de manera no consciente, y creo absolutamente en ese amor como
una vía, tanto de sufrimiento como de bienestar.
Contemplativa
fui a lo largo de mi vida naturalmente. Mi status de hija y nieta única me
convirtieron en una observadora en alerta y la contemplación nació así de
fácil.
Con
el dinero siempre tuve conflictos serios que me hicieron mucho daño.
No
me llevo bien con la religión como absoluto.
Lo
mismo me pasa hoy con la política cuando se trata de tomar posición en un
extremo. Rechazo la violencia implícita.
23:
¿A qué obras artísticas —espectáculos
coreográficos, films, esculturas, música. pinturas, literatura, propuestas teatrales
o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
CI: Insufrible es un
calificativo que asocio directamente a mi libertad de elección. En general, a
esta altura de mi vida, me es fácil no asistir a espectáculos o museos o
propuestas teatrales o cinematográficas que me coloquen en posición de sufrimiento,
salvo que involucren a algún amigo o familiar, en cuyo caso justifico la
incomodidad circunstancial y sostengo la amistad o afecto por la persona
involucrada y me hago presente para acompañarla. También es cierto que habiendo
trabajado mucho en escenarios teatrales y presentado mis libros, sé lo que se
puede poner en juego del orden personal en esa devastadora entrega que a veces
provoca exhibirse.
Entonces,
aunque no coincida con mi estética ni con mi definición personal de obra
artística, trato de evaluarla por el esfuerzo y el trabajo que eso llevó
consigo. Y lo soporto, muchas veces, sin expresar en voz alta lo que me resulta
incómodo. Y si tengo que padecerlo, seguramente termina por el lado del humor.
24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué
pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor
nostalgia o cariño y por qué?...
CI: Con nostalgia
recuerdo mi caminar diario hasta la calle Montevideo, adonde vivía mi mamá,
desde lo de mi abuela a seis cuadras de distancia. Era muy niña y hacía ese
recorrido sola por el consejo de un psiquiatra que decretó que era bueno para
mi madre y mi abuela que esto sucediera… A pesar aquí de lo “insufrible” de esa
tortura diaria, ya que mi madre estaba en un proceso difícil de adicciones,
tengo cariño por esas fugaces ganas de verla.
Por
el contrario, dejar Buenos Aires a los diecinueve años para irme a vivir al
campo y criar allí a mis tres hijos fue lo mejor que hice en mi vida. Mi
trayecto en ese lugar, como el de las ovejas, era un sendero que yo misma hacía
con el cochecito de mi primer hijo. El amor por ese niño brotaba de los
árboles, de los pájaros y de la tierra que cambiaba de color según la estación
del año. Y de mi corazón agradecido.
25:
¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las
miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el
pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos
que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una
microficción.
CI: ENCIERRO
¿Serán
las miniaturas negras en la visión
presagio,
el desajuste cercano de la muerte?
La
ceremonia en el bosque del azar, la danza
primitiva,
la autenticidad, lo transparente.
Pero
ya no se danza en la ciudad, se han ido las
mujeres
llevando el sufrimiento, el sacrificio.
La
lengua maternal ya no te alcanza, queda
un
nombre de flor: el pensamiento.
26.: “Donde mueren las palabras” es el título
de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique
Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?
CI: Las palabras, así
como las personas, mueren por cansancio. Cuando no son escuchadas y se gastan.
Cuando no encuentran ni una música para hacer de letra y probar el sonido de
una voz. Allí comienza a hablar el cuerpo. Con idioma de síntomas y mudas
referencias.
Hay
escritores, no sé por qué pienso en Charles Dickens, que con su obra iluminan o
dan sombra a una época, con la velocidad que crean, con los tiempos que
acompasan y marcan algo más allá de las palabras. Los silencios. Los auténticos
cambios de época.
27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con
los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y
ya no?
CI: Pienso diferente a
mi familia, crecí sabiendo callar, ya que no pretendo convencer a nadie de mis
construcciones personales e ideológicas, pero las respeto porque sé cómo fueron
tomando forma a lo largo de una vida. Siempre y cuando no sea una ideología
extrema, nazi-fascista, violenta y asesina o una verdad única excluyente y
dañina, las ideas del otro no serían obstáculo para disfrutar de cualquier obra
que pueda admirar o escuchar o leer para el caso.
28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción
(o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos
te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo
no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
CI: He vivido siempre en
Argentina, y es un lugar en donde las promesas no se cumplen con frecuencia. Me
acostumbré a no decepcionarme mediante un sistema defensivo que pone en marcha
de inmediato la actitud de no esperar nada. También me acostumbré a escuchar
propuestas de trabajo que no existen.
29:
No concerniendo al área de lo artístico,
¿a quiénes admirás?
CI: Admiro —junto al
amor infinito que siento por ellos— a mis hijos y a mi compañero. Por las
actividades variadas y virtuosas que todos han sabido desarrollar, por defender
sus criterios, por ser tan buenos hijos e incondicionales en los momentos
difíciles, porque me hacen sentir querida, porque son hermosos, y me contagian
risas.
Admiro
a mis Maestros de danza, canto y profesores de la facultad. También tengo
amigos entrañables y muy admirados y talentosos.
30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus
pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
CI: Una pasión que me
perteneciera, sería una suerte de oxímoron. La pasión, al menos para mí, se
caracteriza por no poder asirla, se escapa, se instala y nos lleva puestos.
Alguna vez, de joven, me he dejado llevar por alguna obsesión pasional, pero
aprendí rápidamente a retomar el control. El entusiasmo es otra cosa. Lo
distingo perfectamente. El entusiasmo es de duración limitada. Las pasiones no
tienen fin. Hoy día, si hay pasión, me va a pertenecer.
31:
¿Qué artistas estimás que han sido
alabados desmesuradamente?
CI: No me agrada hablar
bien o mal de alguien que a lo mejor deja su alma en lo que hace y porque a mí
no me gusta decido que ha sido sobrevalorado.
Ya
respondí una pregunta sobre lo ideológico. Allí existen muchos sesgos de
alabanzas y críticas de acuerdo a poderes que utilizan al arte como vía de
intereses. Tiendo más bien a fijarme en artistas que, por el contrario, han
sido o son poco difundidos, o no valorados porque no se saben promocionar.
32:
¿Acordarías, o algo así, con que es,
efectivamente, “El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el
poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
CI: Lamento no haber
leído el poema de Luisa Futoransky y no quisiera responder algo que no lo
tuviese en cuenta. Tampoco quiero buscarlo por internet y leerlo rápido y fuera
de contexto debido al gran respeto que tengo por Luisa.
El
amor es una palabra tan subjetiva y abarcadora que más bien se aplica a un
territorio compulsivo ligado a las emociones más primitivas y sensibles. Me
parece que no admite demasiada racionalidad como para contestar esta pregunta
seriamente. Es un adjetivo difícil porque describe y presupone una relación.
Pero así, nombrado, habita una vida humana plena de símbolos, sueños,
imaginación y realidades. Se trataría aquí de un caso por caso y preguntar de
manera personal. Mi respuesta sería: “Depende…”.
Pero,
en principio, coincido absolutamente con ese concepto. Es más, creo que en la
naturaleza humana, animal o mineral no hay simetría. La simetría es más bien, y
para mí, un invento exitoso y desesperado de la humanidad para encontrarle
equilibrio a la desazón e incertidumbre de vivir sabiendo que hay muerte.
Indefectible.
A
diferencia del reino animal, al que jamás se le ocurriría buscar que algo sea
igual a otra cosa para quedarse más tranquilos.
La
inclusión social por la que peleamos todos en esta época tiene que ver con
reconocer las asimetrías y, en tal caso, hacer con ellas lo más justo y
saludable para con “todes les asimetríes” y aceptarlas con naturalidad. Y a la
“igualdad” tan buscada no separarla de la equivalencia de derechos, que
aceptando las tantas diferencias igualaría
conceptualmente
lo que siempre fue fundamental y ha devenido urgente.
33:
¿El amanecer, la franca mañana, el
mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la
madrugada?
CI: La noche plena.
34:
¿Qué dos o tres o cuatro reuniones
cumbres integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes
propondrías?
CI: Siempre me gustó
juntar gente muy diversa y logré encuentros muy increíbles por las diferencias.
Por lo tanto, me sentaría a escuchar y observar todo en estas cumbres
imaginarias y verdaderamente imposibles. Por soñables.
1
- Raymond Roussel, Marceline Desbordes-Valmore, Paul Verlaine, John Ashbery, Marina
Tsvietáieva, Djuna Barnes.
2
- Sylvia Plath, Ted Hughes, John Cage, Manuel Rego, Macedonio Fernández,
Baldomero Fernández Moreno, Stendhal, Vaslav Nijinsky.
35: Seas o no ajedrecista, ¿qué partida estás
jugando ahora?
CI: No sé jugar al
ajedrez.
Me
gusta mirar sus piezas en madera.
No
juego partidas ya. Bailo. Canto. Trabajo. Escribo. Amo.
Vivo.
*
Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Carmen Iriondo y Rolando Revagliatti, octubre 2020.
www.revagliatti.com