jueves, 29 de octubre de 2020

Jesús Ramón Vera en el recuerdo

 

XII ENCUENTRO DE ESCRITORES SALTEÑOS

Mojando la pluma en las tinieblas de la oscuridad:

Homenaje a la poética del salteño Jesús Ramón Vera

El Carril – Salta – 28 y 29 de octubre de 2020

 

Jesús Ramón Vera en el recuerdo

Por Rafael Gutiérrez

                Introducción

                El Carril es parte de lo que denominados de modo genérico el interior de la Provincia de Salta, ¿será que hay una Salta exterior? En esas ciudades y pueblos que no son la Capital hay centros de formación como este que organiza los encuentros para reunir a los estudiantes del Profesorado en Lengua y Literatura con los escritores, pues sin los segundos no habría necesidad de los primeros.

                Lamentablemente muchos de los invitados que asisten a los encuentros no figuran en las currículas de los distintos niveles educativos, ni siquiera en las carreras específicas de las universidades. Por eso son tan positivos estos acontecimientos, ya que las nuevas generaciones de docentes en formación tienen la posibilidad de conocer a los creadores y a su literatura, con la esperanza de que algún día compartan su obra en las aulas de los estudiantes a los que iniciarán en el arte de leer literatura.

                Este encuentro es muy especial porque ha sido convocado en homenaje a un apreciado escritor salteño que ya no está físicamente entre nosotros, al cacique de comparsa, al Profesor en Letras, al promotor cultural, Jesús Ramón Vera.

 

                Generaciones y continuidad en las letras de Salta

                Jesús Vera nació en Salta el 24 de enero de 1958 y murió el 06 de junio de 2012 en Rosario de la Frontera, con tan sólo cincuenta y cuatro años de edad, dejándonos un gran vacío en el mundo cultural.

                A los 11 años ya era un asiduo lector y admirador de Manuel J. Castilla, a quien tuvo oportunidad de conocer y frecuentar para recibir su guía y su consejo en el mundo de la poesía.

                En 1977, a los diecinueve años, se presentó en su primer concurso literario y recibió el tercer premio, por lo que Jacobo Regen, Walter Adet y Manuel J Castilla lo llevaron a festejar al Bar "El Imperial", recibiendo su ingreso oficial al bohemio mundo de las letras de Salta. Esos contertulios representaban las generaciones que lo precedían, la del 40 a través del barbudo poeta y la del 60 con Jacobo y Walter.

                Esa es la continuidad generacional que hay en las letras de Salta, porque desde su fundación el político y escritor Joaquín Castellanos, de la generación de 1880, dio a Juan Carlos Dávalos el aliento necesario para que retornara a Salta para dedicarse a la literatura. El insoslayable Dávalos recibió en su casa a los revoltosos muchachos de "La Carpa" que con total desparpajo declaraban que la poesía nacía con ellos. Entre esos jóvenes, que entablaban largas diatribas líricas con el viejo maestro, estaba Manuel J. Castilla que se consagró como escritor y letrista de gran parte de los temas de proyección folklórica que se entonan hasta nuestros días y quizás por muchos más.

                El Barba, reconocido por sus letras y altamente apreciado por su poesía y sus columnas en el diario, entrevió en el joven Walter Adet a un promisorio escritor y le dio el apoyo necesario para que publicara y fuera conocido en el ambiente periodístico y literario de Salta.

                El adolescente Jesús Ramón Vera pudo encontrarse con su admirado Manuel J. Castilla, a quien presentó su incipiente poesía como un tributo por su veneración. De modo que hubo un magisterio de parte del consagrado sobre el joven escritor que ingresó al campo con su tercer premio de 1977.

                Sus publicaciones comenzaron a circular entre fines de los años 1970 y principios de la década siguiente, de modo que –si seguimos el ordenamiento generacional con el que nos estuvimos guiando hasta ahora- correspondería a la generación de 1980, aunque algunos preferían llamarla de 1982 por la Guerra de Malvinas o de 1983 por el retorno a la democracia y no referirse a ella como del 80, puesto que nada tenían que ver con su homóloga del siglo XIX.

                Las vinculaciones de Jesús Ramón Vera con los otros miembros de su generación está testimoniada por las dedicatorias en las que figuran los nombres de Gustavo Rubens Agüero, Raúl Rojas o Ricardo Kaliman, entre otros.

                Por aquellos años también intentó perfeccionarse como escritor, por lo que se inscribió en la Carrera de Letras de la Universidad Nacional de Salta, donde tuvo confrontaciones con los docentes porque la formación que había adquirido con los escritores muchas veces chocaba con los modos le lectura estructuralistas de la universidad de aquellos años. Por ese motivo y luego por un accidente se alejó de los claustros por un tiempo, pero luego retornó y completó el cursado para egresar como Profesor en Letras.

                Mientras tanto sus amigos y contertulios los habían ayudado a conseguir trabajo en los medios de prensa escrita, que a ellos les había sido útil como medio de subsistencia; sin embargo, no pudo mantener mucho tiempo el trabajo porque sus prioridades eran la literatura y la comparsa, cuyos cronogramas y compromisos entraban en conflicto con los horarios laborales.

                Aún así el poeta junto a un grupo de artistas, con el apoyo del poeta e historiador Miguel Ángel Cáseres, abrió la Editorial Tumparenda, primero en la Biblioteca Popular "Juan Carlos Dávalos", luego en la casa familiar, donde publicó treinta y tres título de varios escritores –además de los suyos- como los de Teresa Leonardi Herrán, Alicia Poderti, Gustavo Rubens Agüero, Nelson Muloni, entre otros. No era un emprendimiento comercial, por eso se financiaba de modo cooperativo y haciendo volantes y talonarios, incluso los libros podían tener ventas anticipadas para asegurarse las tiradas completas.

                La nefasta década del Menemismo acabó con la editorial independiente junto con muchos otros emprendimientos y fuentes laborales. El papel y la tinta eran inasequibles, las máquinas no pudieron volver a funcionar y tuvo que malvenderlas de a poco hasta quedarse sólo con algunas de las publicaciones impresas como recuerdo de un emprendimiento hundido en la falta de apoyo a la cultura.

                A pesar de las derrotas económicas, el poeta nunca se rindió y continuó con su obra cultural que iba más allá de la poesía en letras de molde porque su participación en las comparsas lo llevaba a recitar coplas propias, de otros autores y del acervo popular, del mismo modo en que fluyeron durante milenios, por la vía oral.

                En ese encuentro entre la tradición letrada y la popular es que llenó el cine teatro Alberdi, ubicado en pleno centro de Salta, con más de ochocientas personas para presentar su libro Comparsa, con la participación de varias comparsas que, hasta el momento, sólo habían sido parte del espectáculo popular callejero.

                Incansable, conseguía reunir fondos para convertirse en un embajador de la cultura salteña a través del país y por Latinoamérica, ya que viajó por Bolivia, Perú, Ecuador, Cuba y México, lugares por donde dejó los libros de escritores salteños en manos de representantes de la cultura internacional como Octavio Paz.

                Sin embargo, en Salta era visto por muchos como un zaparrastroso, ya que su carácter bohemio se trasuntaba en un aspecto desalineado, con total descuido por su ropa, detalle que su madre siempre le recriminaba recomendándole que se comprara una camisa y una campera nuevas, cosa que no acataba ya que si disponía de dinero lo destinaba a libros o a preparar la ropa, el gorro y la caja para la comparsa.

                Pasó muy malos momentos, ya que un informe negativo del sistema de salud del Ministerio de Educación le dificultaba encontrar trabajo como docente y muchas veces dio clases a cambio de comida.

                No conforme con eso fue víctima de ataque callejeros, por las patotas que lo golpearon entre varios para quitarle lo poco que tenía. Recuerdo que una tarde lo encontré con las marcas de los golpes aún y me dijo que necesitaba que le enseñara a defenderse para que no volvieran a hacerle eso (él sabía que a mí me habían atacado las patotas y que terminé entregando a los agresores a la policía después de darles un buen susto). Lamentablemente nuca fue a mis clases y siguió cayendo en emboscadas.

                Cansado de sus derrotas en Salta, volvió a la casa paterna en Rosario de la Frontera, pero lejos de darse por vencido, inició un proyecto para tratar de dar un aporte creativo como respuesta a la ola de suicidios adolescentes que asolaba al departamento de Rosario de la Frontera. A causa de la tremenda crisis desatada por la década Menemista, los jóvenes y adolescentes se encontraron sin horizontes de futuro lo que los sumió en una profunda depresión.

                Jesús Ramón Vera vio en el arte una posibilidad de campo de acción para rescatar a la juventud de su desazón existencial, por ello inició una serie de talleres orientados a la creación de un profesorado de artes. Daba clases gratis, organizó encuentros de escritores y artistas, propició el desarrollo de muralismo en la ciudad, pero la miopía y la mezquindad de los funcionarios le cerraron –literalmente- las puertas.

                De nada sirven los homenajes post morten, ni los discursos ni nombrar calles y edificios con el nombre de "Jesús Ramón Vera" si en vida fueron incapaces de impulsar su generosa obra creativa.

 

                Su poesía

                Cuando se hizo el homenaje a Manuel J. Castilla en el vigésimo quinto aniversario de su muerte, muchos escritores fueron convocados para que dieran su testimonio y discutían entre ellos quienes merecían ser considerados sus discípulos, hasta que alguien sentenció que el Barba no había hecho escuela. Sin embargo, había escritores que ya no estaban presentes para dar su versión, uno de ellos era Walter Adet que recibió los consejos, las correcciones y accedió a los libros que le prestó Manuel J. Castilla y por otro lado, quien asistía a su casa para que le corrigiera sus escritos fue Jesús Ramón Vera.

                Si leemos la poesía de Manuel J. Castilla y la confrontamos con la de Jesús Ramón Vera notaremos que no se parecen, como para decir que el segundo sigue al primero, lo que demuestra un excelente magisterio. Pues lo peor que puede hacer un mentor es lograr un séquito de imitadores, por el contrario debe ser capaz de ver en sus potencialidades y ayudarlo a desarrollarse para que deje su marca personal en la página de las letras.

                Es indudable que el arte se enriquece cuando establece un diálogo entre la tradición letrada y la popular. En el caso de la historia de la literatura ese giro está testimoniado en el logro más alto de las letras castellanas, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, donde se personifican la tradición libresca en Don Quijote y el saber popular en Sancho. Ese diálogo hizo de la poesía de Manuel J. Castilla, de Walter Adet y de Jesús Ramón Vera una expresión tan valiosa de la cultura salteña, pues la fina sensibilidad de los escritores les permitió reunir las voces de las calles, de los barrios, de los caminos y de los pueblos con la expresión más alta de la tradición libresca.

                Si hay un acervo poético popular en la región es el coplero que circula de boca en boca, de generación en generación como un verdadero saber popular que tiene sus momentos privilegiados de expresión como el carnaval. Muchas de esas coplas se remontan a la poesía española medieval, alguna de autor, sin embargo su circulación las convirtió en acervo popular que muchas veces ignora los nombres de los autores. Esa tradición permitió generar un patrón de creación innovadoras aunque pensadas para su expresión en la diatriba de copleros en el canto de las comparsas.

                En la crítica académica se ha privilegiado la lectura de la poesía de Jesús Ramón Vera elaborada para ser registrada por la escritura, lo que se nota por su diagramación hecha para generar sentido con la distribución espacial en la hoja; pero también produjo coplas con el formato más tradicional porque esa el modo en el que el recitador oral las asimila con mayor facilidad  que solo en el acto ritual de la comparsa cobra su plenitud de sentido.

                Leer su poesía es una experiencia única de vivencia lírica que va desde la más sencilla frase en dos versos a extensos poemas con múltiples intertextos que invitan a lector a navegar por la literatura desde su reescritura.

 

                Los libros de Jesús Ramón Vera son

Subsuelo de 1989

Así en la tierra como en el cielo de 1989

Bermejo de 1993 que reúne los dos anteriores

COM. PAR. SA. de 2001

Nadie se cruza de bando de 2010

Antología poética de 2012 realizada por estudiantes de Letras de la U.N.Sa. (distribución gratuita)

Obra poética completa de 2013

 

                Gracias al trabajo de los estudiantes de Letras de la U.N.Sa. que lo admiraban, su obra se reunió y se publicó, porque el poeta, ajeno al interés y a la fama, no conservaba un archivo de sus libros publicados, y las pequeñas tiradas se habían perdido en bibliotecas particulares.

                Hoy nos queda su recuerdo y su poesía, pero tanto el uno como la otra se perpetuarán sólo en la medida en que nosotros hagamos leer a las nuevas generaciones su producción.

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