miércoles, 24 de junio de 2020

Ernesto Sábato, en el día de su natalicio


Ernesto Sábato, en el día de su natalicio
Se ha vuelto un lugar común decir que Ernesto Sábato nació en Rojas, en 1911, tal vez sea cierto que ese año nació un bebé en un lugar de la Provincia de Buenos Aires al que bautizaron con ese nombre, pero recién nacería para la literatura en París, en 1935 cuando escribió La fuente muda y desde entonces la fiebre de la escritura no la abandonaría, obligándolo a abjurar de las ciencias duras en las que se había formado y en las que había encontrado un modo honesto y digno de vivir.
                Tal vez sintió en un particular momento de revelación lo que luego expresó en la carta a un Querido y remoto muchacho  “Los poetas eran hombres consagrados, lo que es casi como decir que eran hombres condenados a ser videntes, y a testimoniar lo numinoso y lo tremendo al resto de los hombres.” No pudo evitar formar parte de esa clase de hombres, dotados de la bendición y la maldición de la sensibilidad ante la existencia humana.
                Desgraciadamente no le tocó vivir la época en que “El poeta, el artista verdadero, era respetado como un hombre inspirado, alguien que escuchaba lo sobrenatural.” Pero si le tocó vivir un tiempo en el que el escritor fue estimado como el hombre capaz de ver y oír su tiempo para dar su testimonio y emitir su juicio. Si no de otro modo no se comprendería que un gobierno lo llamara a formar parte de una comisión para dar cuenta de los crímenes de lesa humanidad.
                Por lo general tendemos a relacionr el nombre del escritor con un libro –a veces creemos que es el único que escribió-, en este caso, lo más probable es que nos evoque El túne. Si bien esa fue su segunda novela, la mayoría la consideramos la primera ya que la otra, La fuente muda, juvenil, escrita en Europa no ha trascendido. Sus otras dos novelas son también famosas y forman parte del canon de la literatura argentina, o sea que su nombre puede ser repetido y su contenido comentado sin que necesariamente las hayan leído, pero no puede evitarse su referencia. El túnel (1948),  Sobre héroes y tumbas (1961) y Abadón el exterminador (1974), cada una ha dejado una profunda huella en la literatura argentina y más allá de ella, porque llamaron la atención de los cineastas quienes confiesan que toman las historias que hubieran querido contar y las vuelven a narrar con su lenguaje de imágenes.
                Esas novelas son centrales en su producción porque narrativizan las preocupaciones de Ernesto Sabato y su progresiva conversión de hombre formado en las ciencias exactas, con una gran vocación política pero con una profunda sensibilidad humana, hasta definirse como el escritor comprometido con su tiempo.
                Ese compromiso con su tiempo y con el espíritu humano fue lo que lo alejó de los dogmatismos improductivos y la tarea política sin servilismos ni compromisos partidarios que traicionaran su integridad como persona. Ese proceso de conflictos entre el hombre de las ciencias duras, del pensamiento político y de la escritura creativa pueden seguirse en sus reflexiones permanentes que se publicaron como ensayos:
1945: Uno y el Universo
1951: Hombres y engranajes
1953: Heterodoxia
1956: El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa. Carta abierta al general Aramburu
1956: El otro rostro del peronismo
1963: El escritor y sus fantasmas
1963: Tango, discusión y clave
1966: Romance de la muerte de Juan Lavalle
1967: Significado de Pedro Henríquez Ureña
1968: Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre
1973: La cultura en la encrucijada nacional
1976: Diálogos con Jorge Luis Borges
1979: Apologías y rechazos
1979: Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina
1985: Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
1988: Entre la letra y la sangre
1998: Antes del fin, memorias
2000: La resistencia
2004: España en los diarios de mi vejez
                Libros que en su mayoría se caracterizan por su forma tendiente a la reflexión breve, más cercana al aforismo que al razonamiento intrincado. Pero en todos ellos podemos asistir al proceso en la mente de un gigante, por eso los invito a leerlos, con calma y con ganas de conversarlos.
                Los libros nos permiten seguirlo en su vida espiritual, nos consienten a conmovernos con él y sentir su dolor de hombre sensible ante un mundo cruel e injusto que bajo cualquier causa esgrimida como justa hace del hombre verdugo del hombre.
                En sus últimos libros deja correr su pluma de hombre dolido por el mundo que le ha tocado vivir, pero no se deja vencer por la adversidad y el dolor por pérdidas que doblegarían a cualquiera y en un esfuerzo de grandeza alienta a los jóvenes a no claudicar en la búsqueda de un mundo mejor, más justo, más humano.
                A todos los que comparten esa particular forma de la felicidad llamada “literatura” los invito a leer la obra de Sábato porque tiene algo para compartirnos, algo que necesitamos para sentirnos humanos ante un mundo que quiere hacernos sujetos y objetos de consumo, utilitaristas y descartables.
                Por eso considero que leer a Ernesto Sábato es un acto de resistencia ante el mundo y un pacto de esperanza para que lo mejoremos entre todos.
Rafael Gutiérrez

No hay comentarios: