Este año ha sido nefasto para el
ambiente cultural de Salta porque se está llevando a grandes creadores. Ahora
me voy a detener en recordar a “Carreritas”.
“Carreritas”. Hay una propensión
en los miembros de la generación del sesenta a llamar por el diminutivo del
apellido a algunos de sus miembros.
Miguel Alejandro Carreras nació
en Salta el 5 de julio de 1936 y murió el 02 de junio de 2019.
Fue miembro del grupo de poetas “Presencia”
que corresponde a la generación poética de 1960.
Tuvo cuatro hijos: Miguel,
Alejandra, Claudio y Mónica.
Frecuentó el ambiente literario
provincial y nacional, con una activa participación en encuentros, jornadas y
tertulias literarias en las que el poeta Belisario Luis Romano lo calificó como
“el mejor que tiene Salta en la actualidad” a lo que Carreritas le correspondió
bautizándolo “con el seudónimo de ‘Poeta del Amor’, dado a su devoción que
siente por la mujer” (2016).
Publicó lo libros:
1966 - Al alba de unos versos
1971 - Esta inútil memoria
1975 - Regreso en los días
1986 - Cristal de aire publicado por la Comisión Bicameral Examinadora de
Obras de Autores Salteños
1989 - Hierros paralelos
1990 - Redes de sombras
1997 - La Claridad temida
1999 - Selección poética 1966-1997
2001 - El ventanal de la distancia
2005 - Ruinas que no son tales
Recibió en 1986 el “Premio Provincial
de Poesía”, en 1990 el “Premio del Fondo Nacional de las Artes” y el “Premio
Regional de Poesía”. Recibió el reconocimiento al Mérito Artístico de la Provincia
de Salta”.
Miguel Ángel Carreras en una semblanza
publicada en la contratapa de Ruinas que
no son tales, confiesa que nació y se crió en las orillas de la ciudad de Salta,
allá por Vicente López al 1200, lo que lo convierte en vecino de otro escritor,
Carlos Hugo Aparicio. Esa proximidad geográfica explica la presencia de los
mismos paisajes en su literatura y su amistad que se plasmó en su aparición
como personaje de ficción en la segunda parte de la novela Trenes de Sur (1988):
“…veinte años, comprendeme
hermano, esperando día tras día, sin posibilidad de poder regresar siquiera a
eoncontrarme con mis años de pendejo, y recién se me da, que querés Carrerita” (Aparicio, C.H., 1988: 218)
[el resaltado en nuestro]
Tengo su libro Ruinas que no son tales con una
dedicatoria autografiada porque con gran generosidad lo obsequiaba a los
interesados en el café “La tacita” de Deán Funes y Caseros donde sabía sentarse
a departir con amigos, en su mayoría de ambiente artístico, como Isidoro Zang
que lo dejó plasmado en poéticas imágenes.
Algún día tendremos que escribir
sobre la importancia de “La tacita” en el ambiente cultural salteño, pero eso
será para otra nota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario