“Eva Perón en la escritura de Liliana Bellone”
Marcia
Muriel Manino – Octubre de 2015
Introducción
En la presente monografía se pretende trabajar en
torno a una figura muy controvertida en la literatura: Eva Duarte de Perón.
Esta mujer, que pasó de actriz a primera dama, inspiró a muchos escritores que
inmortalizaron su figura a través de cuentos, novelas, poemas y hasta ensayos
que la magnificaron, pero también la denigraron, la parodiaron y criticaron.
Luis Borges, Juan Sebreli, Rodolfo Walsh, Luis Viñas, Lamborghini, y otros
escritores dedicaron sus producciones a la mujer que marcó la historia política-social
y una parte de la literatura de nuestro país.
Las diversas escrituras sobre Eva Perón, según Marcelo
Coddou (2007), actualizan el mito que gira en torno a las dos miradas que se
tiene de ella: la de los que la veneran y la de los que la demonizan. El mito
de Eva también se actualiza cuando se lo relaciona con la lucha política que
realizó durante el periodo peronista.
De
tantas historias sobre ella –como las de su funeral, acerca de la desaparición
de su cadáver, sobre su vida política, en torno a determinados rasgos de su
persona, sus ideas, etc.- la que me interesa rescatar en este trabajo en la de
la escritora salteña Liliana Bellone en su libro Eva Perón. Alumna de Nervo. Por lo cual se pretende, en primer
lugar, hacer una breve alusión a la figura que se actualiza en algunos otros
escritos sobre Eva Perón para, luego, desarrollar algunas claves de lectura en
el libro de Bellone que permitan comprender la otra mirada sobre esta mujer
controvertida en la historia de nuestro país.
La figura de Eva Perón en la literatura
La ficcionalización del peronismo es una constante en
la literatura argentina desde la década de los ´50. Específicamente, la figura
de Eva Duarte de Perón fue reescrita por diversas voces que resignifican y
actualizan el mito que se formó en torno a su controvertida y contradictoria
persona. La apasionada y populista despertó recelos y fidelidades. Fue, y es,
adorada como una santa y defendida con fanatismo por sus admiradores. Pero, a
su vez, criticada y difamada por sus enemigos. El impacto de su figura alcanzó
muchas áreas, incluyendo el de la literatura.
Tomando la palabra de Roland Barthes (1986), la
literatura le hace trampas al lenguaje para poder decir más de lo que éste nos
permite decir, dándole un plus de sentido al referente que evoca. Las novelas,
cuentos, poesía, canciones y películas toman un mismo referente, que es Eva
Perón, pero se diferencian en la problematización y resignificación de
posiciones ideológicas o simples miradas en torno a lo que significó esa mujer.
Es decir que cada autor hace visible determinado ideologema[1]
en torno al periodo histórico del peronismo y la fuerte presencia de Eva. Se
puede decir que las distintas narraciones sobre Eva Perón son algunas piezas de
un imaginario social y colectivo subyacente a lo largo de la historia
argentina. Las diversas obras sobre la misma intentaron describir, atacar, criticar,
así como enaltecer al peronismo y a Eva, por el carácter controvertido de su
figura.
Santa Evita (1997) de Tomás Eloy Martínez, por ejemplo, actualiza
el mito sobre su muerte, específicamente sobre el destino de su cadáver y sobre
los militares involucrados. Resulta curioso el hecho de que está compuesta de
múltiples versiones sobre ella. Es una imagen distinta a través de la cual
logra desmitificar su figura. Santa Evita
claramente se adscribe a la novela histórica que se constituyó en los ochenta y
donde la ficción y realidad adquieren otra dimensión. Este tipo de escritura,
según Eugenia Revuelta (2000) pretende romper con el discurso oficial en torno a héroes y
personajes para posibilitar que el lector acceda al conocimiento de la historia
de una manera diferente.
La historia sobre los restos del cuerpo de Eva generó
otros escritos, además del de Eloy Martínez. La señora muerta[2] de David
Viñas ofrece una versión prostibularia de Evita. La historia transcurre durante
el velatorio de la misma, en una larga cola donde una mujer está impaciente
mientras un hombre le da charla para establecer una relación con ella. Concluye
con una búsqueda desesperada por parte de los dos, en un remís, de un hotel. Dicho
cuento generó muchas críticas, según Eduardo Jozami, por parte de los que
defendían a Eva.
Borges fue otro escritor que se centró en torno al
funeral. En El simulacro[3] (1960),
cuenta sobre un hombre que exhibe una muñeca rubia que se para a recibir el
pésame por parte de los vecinos que se encuentran entristecidos. Por otro lado,
Esa mujer (1964) de Rodolfo Walsh
relata la entrevista sostenida por el narrador y un coronel que tenía a su cargo el
cadáver secuestrado de Eva. El entrevistador quiere averiguar dónde están los
restos del cuerpo pero no lo consigue. Este último cuento resulta interesante,
ya que se alude a la protagonista sin nombrarla: solo se refiere a ella como esa mujer. Eduardo Jozami nos recuerda
que fue elegido como el mejor cuento argentino. Con respecto al silencio del
nombre de Evita, dice que puede ser una metáfora de la ausencia del mismo
cuerpo o un modo de marcar con más énfasis su presencia, puesto que todos
sabemos de quien habla.
Ahora bien, la mayoría de los relatos aluden a la
muerte de Eva, por todo lo que generó el hecho de la desaparición de su
cadáver, también hay relatos que refieren a su persona y sus ideas. La razón de mi vida (1995) es un libro
autobiográfico que mandó a escribir Evita y donde se inscriben las
representaciones que el peronismo quiso dejar al pueblo. Se muestras la figura
de una Evita que aprendió gracias a Perón, el cual es un salvador de ella y del
pueblo mismo. Por lo cual se puede ver una identificación de la misma con los
desposeídos. Esto último desde un discurso sentimental.
Y ya que se hace referencia a La razón de mi vida, por qué no nombrar a Eva Perón en la hoguera[4] (1972) de
Leónidas Lamborghini. Es un poema que reescribe al primero mediante recursos
que hacen su escritura un texto violento, complejo que subvierte las reglas
tradicionales de sintaxis y del ordenamiento del folletín (las cuales están
inscriptas en la autobiografía de Evita). Pero no es el único quiebre que
presenta el poema en relación al texto base, también se reconoce una
diferenciación entre uno y otro discurso político. En el texto de Lamborghini
se refleja el discurso de izquierda en contraposición del conservador en La razón de mi vida. Se exalta la pasión
revolucionaria, la autonomía de la imagen política de la misma, la cual no
necesita de un hombre para actuar; el amor por Perón no es ya el motor de su
vida y sus acciones. Por otro lado se elimina el discurso religioso que en La razón… estaba fuertemente
representado.
Ahora bien, son muchos más los escritos sobre ese
referente tan polémico. Además la muy breve alusión a estas ficcionalizaciones
da mucho que hablar, puesto que cada uno tiene representaciones muy ricas en
relación al tema que se está tratando. Pero no es intención en este trabajo
detenerse en ellas, sino más bien rescatar y destacar lo que generó la figura
de Eva Perón en buena parte de la literatura y cómo su persona se transformó en
un mito que se actualiza en torno a diferentes ideologemas.
La figura de Eva Perón en Liliana
Bellone
En este trabajo se rescata la representación que hay
en Eva Perón. Alumna de Nervo y cómo
algunas claves de lecturas permiten reconstruir la mirada que Bellone tiene en
relación a Evita. Lo que diferencia a este libro de los variados relatos en
torno al mismo referente (Eva Perón) es que se detiene en otros aspectos de la
vida de Evita que fueron poco trabajados, esto es su vida antes de su inserción
en el peronismo. Además, Liliana Bellone retoma a este personaje histórico para
humanizarlo, para mostrarlo desde otra mirada: la de una mujer sensible,
enamorada de la acción social, entregada a la labor de los necesitados. Una Eva
hija, hermana, esposa, actriz, primera dama y defensora de los derechos de los
desposeídos. Pero además, una Eva lectora, amante de la poesía, imagen con la
que se desacraliza de algún modo las ideas que la burguesía, y quienes la
criticaron, tenían de la vulgar hija bastarda que convivió con Perón antes de
casarse y por romper con la imagen de la “dama burguesa”:
“Ahora ella decidía, al demonio con
tanta cursilería y noviazgo formal, prejuicios y estupidez de clase media,
mujeres previsibles, reprimidas y tontas, agobiadas por el peso del qué dirán…”
(Bellone, 2012: 231)
La novela se reconstruye a partir del
hilo de varias voces y susurros de la conciencia que hacen de la prosa una
poesía: la de la madre, la de su hermano Juancito, de la indígena (cuya voz
retoma las creencias de los pueblos originarios y de alguna manera le otorga al
relato un poco de realismo mágico), la de Perón (que la llama “chinita”), la
misma Evita y, sobre todo, la de Joaquín de Genaro.
Este último es un personaje ficcional
que narra la historia y que tuvo una relación con Evita antes que ésta se
involucre con Perón. Joaquín queda enamorado en secreto de ella y la persigue,
la vigila, la ama desde lejos. Es a través de su voz donde se cuenta sobre la
otra Evita, aquella que muchos de los escritores no vieron: la que fue antes de
ser primera dama; la actriz, la siempre joven y justa Evita, porque nunca dejó
de lado sus ideales y lo su preocupación por los descamisados:
“Le dolía la
injusticia en los huesos, en los ojos, en las manos, en las vísceras. Yo sé que
era así. El dolor por la miseria es la explicación de su revolución, su
revolución, porque fue personal en su manera de hacerlo.” (Bellone, 20012: 101)
En la advertencia al lector se nos
presenta a este personaje como alguien a quien la narradora conoció y de quién
escuchó parte de la historia que la lleva a escribir el libro. Mediante este
juego entre ficción y realidad es que se construye la historia de Eva Perón,
que puede ser leído como verdad pero que, en realidad, es parte de la ficción
de la narración:
“En varios de nuestros encuentros, De
Genaro me sorprendió con una extraña historia acerca de Eva Perón, a quien
había conocido, una historia que, hasta hoy, no sé si corresponde a la realidad
o fue producto de su afiebrada imaginación…” (Bellone, 2012: 11)
La novela se
reconstruye a través de voces que irrumpen para dejar fluir sus recuerdos,
anécdotas y pensamientos. No hay un orden cronológico de los hechos en la
trama. Las diferentes voces construyen gran parte de lo que fue su vida en Los
Toldos –lugar de origen de Evita-, el momento de su traslado a la capital y
cómo, poco a poco y pese a que era una mujer humilde, fue cumpliendo sus sueños
de ser actriz: “No, yo quería ser actriz,
quiero ser actriz, nadie me va a torcer la vocación”. Pero luego se fue encaminando
en torno a sus intereses sociales, hasta llegar a ser la esposa de Juan Domingo
Perón.
Claves de lectura
Una clave de
lectura es una vía que permite acceder a la lectura construyendo su
significación. Teniendo en cuenta esto, Rosa María Grillo, en su conferencia
sobre “Eva Perón en la literatura argentina”, propone pensar las siguientes claves de
lecturas.
En primer lugar está, como ya se mencionó, el juego
ficción-realidad presente en la advertencia al lector, al nombrar a Joaquín de
Genaro como un conocido de Eva Perón. Luego, con el transcurso de la lectura,
se ve que no solo es un conocido, sino alguien que tuvo una relación intima con
la misma y que quedó enamorado por años aunque ella no lo viera:
“Un gran dolor
atravesaba entonces el corazón de
Joaquín. Cómo había amado ella, hasta dar la vida. Nadie lo amó a él de esa
manera. […] Quizá Joaquín sentía celos en esos instantes, pero una idea lo
calmaba: al fin y al cabo, quienes más nos han amado y más nos han ayudado,
pasan lejos de nosotros, tanto, que a veces no lo advertimos” (Bellone,
2012: 137)
A través de este personaje ficcional se observa una
mirada que magnifica a la figura de Eva Perón. Por medio de la mirada del
enamorado se ve una joven soñadora que se fue de Los Toldos a Buenos Aires,
pero que antes fue una niña que recitaba de memoria los poemas que le daban en
la escuela: “Y lee, primero con la vista,
luego en voz alta. Lee con brío, con entonación. Es una lectora avanzada a
pesar de sus ocho años.” (Bellone, 2012: 128). Esa joven se hace mujer y
sueña con ser actriz. Hasta que conoce a Perón y se le va de las manos a
Joaquín. De ahí en más solo la contempla de lejos, la ama y recuerda como la
que conoció antes. Porque sabe que el convertirse en primera dama no la hace
perder sus ideales, su carácter revolucionario que se agrava con el tiempo por
su pasión al defender a los descamisados:
“Sin embargo, con el correr del tiempo, ella
crearía un léxico propio, combativo y revolucionario: oligarquía vendepatria,
mediocre, entreguista, egoísta, mezquina bastarda, estéril, explotadora,
capitalismo foráneo, oligarquía olor a bosta, servil, y para referirse a los
humildes, dirá: trabajadores, obreros, proletarios, descamisados capaces de
morir por la causa de Perón, fanáticos peronistas, sectarios, sí señor debemos
ser sectarios, sí señor, debemos ser sectarios, pues hay que vencer cien años
de oprobio oligárquico, militantes de la causa de Perón, incendiarios, porque
hay que extender la llama de la revolución” (Bellone, 2012: 137)
En
segundo lugar, otra clave de lectura puede ser el entramado de ley de nombres y
fechas como si todo estuviera ya predeterminado en un mapa numérico de Eva,
cuyo número es el 3, y de Perón, predeterminado por el número par 4:
“En Evita rige el número 3 y sus
múltiplos, 9 (9 años estuvo en la Buenos Aires hasta conocer a Perón, desde
1934 a 1994, como Beatriz ascendió a los 9 cielos de Dante […] En Perón rige el
8 de su nacimiento en el mes 8 de Roma, que es octubre y primavera en
Hemisferio Sur […] 8, doble de cuatro, las fechas más importantes de su vida”
(Bellone, 1012: 151)
Una
tercera clave de lectura es, la búsqueda
del padre que nunca la reconoció. Conocida es la anécdota de la visita que
realizaron Evita con su familia al velatorio del padre, Juan Darte, y el mal
momento que pasaron al ser echadas por la esposa legítima y sus hijas. Se lee,
con mucha claridad, la marca que esa experiencia dejó en su vida y cómo,
frecuentemente, busca a su padre, lo evoca, lo compara con Perón. De hecho lo encuentra
en él, que tiene el mismo nombre que su padre y representa lo que nunca pudo
tener:
“Jamás pudo dilucidar Perón esas
palabras misteriosas y últimas de su compañera. Tal vez eran la clave. Niña al
fin, se había aferrado a sus manos fuertes, lo había llamado o, quizá, lo había
confundido en medio del sopor de las drogas y el delirio. Quizá era un llamado
hacia una región ignota, hacia una ribera donde miles de voces repetían como un
zumbido: padre, padre” (Bellone,
2012: 247)
Se
lee un contraste entre Joaquín y Perón: el primero es un hombre frágil y
sensible, un poeta enamorado; al contrario de Perón, hombre fuerte en quien
Evita puede encontrar al padre, es decir seguro y protección. La diferencia
entre ambos parece ser la razón por la cual ella no puede enamorarse de
Joaquín, su necesidad de encontrar a ese padre que la rechazó y al cual
necesitó siempre es lo que la acercan a Perón, además del amor y las razones
políticas que los unía. Por qué no pensar ese encuentro deseado con su padre
que se hace posible con Perón como un logro que al fin la legitima y, además,
magnifica a la hija que fue humillada junto
a su familia. Eva, en el encuentro con su amado, toma ese lugar que le
fue negado en la infancia y que tanto dolor le causó.
Otra
clave de lectura está en la construcción de la historia donde aparecen causes
de la poesía en la que aparece el decir de otros poetas o escritores, tales
como Marechal, Lugones, Borges, Storni, Cotta, Roldan, Estrada, Spano, Dante
Alighieri y sobre todo Amado Nervo. Estos y otros escritores que se mencionan
recogen también los contenidos culturales latinoamericanos y parte de los
programas escolares que en esa época se impartían en las escuelas argentinas. Resulta
interesante rescatar, aparte, que se lee una crítica a la educación argentina
de los 80 y en la misma se hace visible los proyectos de educación del
peronismo:
“La educación liberal y burguesa del Proyecto
del 80 había formado esto: la Argentina. Así era el panorama: Colegios
Nacionales pensados por Avellaneda y Mitre, Escuelas Normales sarmientinas, el
puerto y el trigo, las estancias y Buenos Aires vueltos hacia Europa. País
burgués, pensó Joaquín, y qué burguesía, obcecada, intransigente, fanática,
estúpida. El país burgués dirigido por terratenientes apáticos y avaros,
intelectuales euripeizante (nadie se salva) que desdeñaban lo latinoamericano,
indígena y popular. […] Evita y el Che son un ejemplo. La revolución es la
superación de la educación sarmientina. El clero y las fuerzas más
reaccionarias lo sabían, por eso se opusieron a la educación nacional, laica y
popular y crearon en las provincias contrapesos de este proyecto” (Bellone,
2012: 127)
En la
cita no sólo se lee la mirada acerca de la educación, hay una comparación entre
Evita y Che Guevara. Los dos revolucionarios. Hay una imbricación del peronismo
con el discurso de izquierda también, lo cual se ve presente a lo largo de la
lectura al hacer referencia constante de la ideas y diacursos de Eva.
Volviendo
al cauce de poesías que se manifiestan en Eva
Perón. Alumna de Nervo, como clave de lectura, en primer lugar, cabe hacer alusión a la estructura de la
narración. Esta prosa poética está ordenada como un soneto, cada capítulo es el
comienzo de un cuarteto o un terceto, en total son dos del primero y dos del
segundo. En segundo lugar, el soneto a Evita tiene como protagonista a un poeta
modernista, su poeta favorito, a quien recitaba de memoria y de quien fue
alumna, como bien indica el mismo título: Amado Nervo.
“Tu voz repitiendo los versos, ahora
seguís repitiendo, repetiste toda tu vida los versos de Amado Nervo…, sos su
mejor alumna […] Después declamaste en Plaza de Mayo mejor que todos los
oradores de este país, porque sabías a Nervo de memoria y también a Blanco
Belmonte, Martí, Darío, Asunción Silva…”
(Belmonte, 2012: 56)
De sus poemas hay uno cuyo
fragmento se repite constantemente a lo largo del relato: “…ya por siempre exceptuada de la vejez odiada”,
fragmento que se encuentra en el poema ¡Qué
bien están los muertos! Allí, Amado Nervo expresa su miedo al paso del
tiempo y se adelanta, de alguna forma, al dolor de Evita.
Ramón
Xirau, se refiere a este poeta como el cantor de la muerte, Nervo, dice, afirma
con argumentos sentimentales que a medida que envejecemos y decae nuestro
cuerpo, sentimos más la permanencia del alma. Para el poeta, que es considerado
triste y melancólico, morir es vivir.
Esto es porque la vida es irreal y solamente es real el espíritu. Evita, desde
la figura de Bellone, gracias a la muerte vive en la memoria de todos. Su figura
permanece porque su alma está con el pueblo. Aunque su cuerpo no envejeció su
muerte temprana despertó dolor y la inmortalizó, la mantuvo y la mantiene viva.
En ¡Qué bien están los muertos! se
expresa claramente esto: Evita no envejece, está exceptuada de la vejez.
Como
bien indica Grillo, las lecturas de Evita se conectan muy bien con todo lo que
hizo Eva, pero no solo las relacionadas con Amado Nervo; podría pensarse
también en la Antígona Vélez de
Marechal o la Beatriz de Dante, por ejemplo. Es decir que se lee con claridad
la influencia que la literatura tuvo en la vida de Evita, cómo su bagaje
literario la constituyeron.
Conclusión
Es
justamente la representación de Eva Perón como lectora, como niña, actriz y
mujer con sueños e ideales la que se rescata de la escritura de Bellone. La
Evita lectora no lo es solo de aquellos libros que constituyeron su formación
política, también lo es de literatura. Es una Evita que también soñaba y sentía
lo que solo la literatura produce: pensar en mundos posibles y en las múltiples
posibilidades que la vida ofrece. Parte de su vida fue lucha por cambiar la
realidad del país. No era imposible para ella enfrentar a la oligarquía tan
arraigada en el gobierno, así como no fue imposible ser legitimada y aceptada,
pasar de ser una chica de pueblo común a primera dama. Esa Evita también era
sensible, también amaba y sentía dolor; se preocupaba por su pueblo porque se
sentía identificada con el mismo, porque no olvidó que antes de ser esposa del
presidente, fue una chica joven que sintió necesidades.
La
actualización de su figura mítica desde la mirada femenina le da un toque
diferente que nos acerca a su intimidad y a sus sentimientos más profundos. Ya
no es solo un cuerpo inerte que fue secuestrado o una prostituta, una santa o
solo una revolucionaria política. Es una niña de pueblo que amaba recitar
poesía, una niña de Los Toldos que ponía la mesa con sus hermanas para los
pensionarios que iban a su hogar, una joven que sueña con ser actriz y se va a
la ciudad donde cumple dicho sueño. Que también sufre el frio y la humedad de
pensiones baratas de Buenos Aires y el simple vivir en lo justo. Una joven que se hace mujer y por su firmeza
y seguridad llega lejos sin alejarse de sus ideales que tanto marco la historia
argentina, sin olvidarse que ella odia la injusticia por parte de los
poderosos. Esa mujer se hace primera dama y pone como primer objetivo luchar
por el pueblo. Estando en el poder no se olvida de quien es, ama, sufre física
y espiritualmente. Tiene debilidades, como su enfermedad, como el dolor del
abandono de su padre. En síntesis, esta Evita es una mujer de carne y hueso,
con cuerpo y espíritu. Pero sobre todo, con espíritu. Uno capaz de burlar la
misma muerte y quedarse para siempre en la memoria de muchos y que logra ser
inmortalizada por medio del arte de la literatura. Esta es la Evita que nos
presenta Liliana Bellone.
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