lunes, 15 de junio de 2020

Canto elegíaco a Manuel Belgrano


A la muerte del General Don Manuel Belgrano
Canto elegíaco
Juan Crisóstomo Lafinur


[Nota preliminar: edición digital a partir de Juan W. Gez, El Dr. Juan Crisóstomo Lafinur. Estudio biográfico y recopilación de sus poesías, Buenos Aires, 1907, y cotejada con la edición de Poesía de la Independencia, ed. de Emilio Carilla, Caracas, Ayacucho, 1979, pp. 222-224, cuya consulta recomendamos.]




   ¿Por qué tiembla el sepulcro, y desquiciadas
sus sempiternas losas de repente,
al pálido brillar de las antorchas
los justos y la tierra se conmueven?
El luto se derrama por el suelo,
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al ángel entregado de la muerte,
que a la virtud persigue: ella medrosa
al túmulo volóse para siempre,
que el campeón ya no muestra el rostro altivo
fatal a los tiranos, ni la hueste
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repite de la Patria el sacro nombre,
decreto de victoria tantas veces.

    Hoy, enlutado su pendón, y al eco
del clarín angustiado, el paso tiende
y lo embarga el dolor: ¡dolor terrible
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que el llanto asoma so la faz del héroe!
Y el lamento responde pavoroso:
«Murió Belgrano» ¡oh Dios! ¡así sucede
la tumba al carro, el ay doliente al viva,
la pálida azucena a los laureles!
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¡Hoja efímera cae! ¡tal resiste
al Noto embravecido y sus vaivenes!
Campeón ilustre, atleta esclarecido,
la mano que te roba, hollar las leyes
que el corazón conoce; el jaspe eterno
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tu nombre mostrará a los descendientes
de la generación que te lamenta.
La patria desolada el cuello tiende
al puñal parricida que la amaga
en anárquico horror; la ambición prende,
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en los ánimos grandes, y la copa
da la venganza al miedo diligente.
Aun de Temis el ínclito santuario
profanado y sin brillo; el inocente,
el inocente pueblo, ilustre un día,
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a la angustia entregado; el combatiente
sus heridas inútiles llorando
escapa al tambor; el país se enciende
en guerra asoladora, que lo ayerma;
asoma la miseria, pues que cede
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la espiga al pie feroz que la quebranta.
¿Y ora faltas, Belgrano?... Así la muerte,
y el crimen, y el destino de consuno,
deshacen la obra santa, que torrentes
vale de sangre, y siglos mil de gloria,
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¡y diez años de afán!... ¡Todo lo pierde!
Tu celo, tu virtud, tu arte, tu genio,
tu nombre, en fin, que todo lo comprende,
flores fueron un día; marchitólas
la nieve del sepulcro. Así os lamente
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la legión que a la gloria condujiste;
con tu ejemplo inmortal probó el deleite,
la magia del honor, y con destreza
amar la hicisteis el tesón perenne,
el hambre angustiadora, el frío agudo
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Suspende ¡oh musa! y al dolor concede
una mísera tregua. Yo lo he visto
al soldado acorrer que desfallece,
y abrazarlo, cubrirlo y consolarlo.
Ora Rayo de Marte se desprende,
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y al combate amenaza, y triunfa, y luego
¿Qué más hacer?... El desairar la suerte...
Y ser grande por sí; ésta no es gloria
del común de los héroes, él la ofrece
en pro de los rendidos, que perdona.
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Ora al genio se presta, y lo engrandece;
corre la juventud, y a la Natura
espía en sus arcanos, la sorprende,
y en sus almas revienta de antemano
el germen de las glorias. ¡Oh!, ¿quién puede
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describir su piedad inmaculada,
su corazón de fuego, su ferviente
anhelo por el bien? ¡Sólo a ti es dado,
historia de los hombres; a ti, que eres
la maestra de los tiempos! La arca de oro
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de los hechos ilustres de mi héroe
en ti se deposita: recogedla
y al mundo dadla en signos indelebles.
Y vos, sombras preciosas de Balcarce
de Olivera, Colet, Martínez, Vélez,
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ved vuestro general, ya es con vosotros:
abridle el templo, que os mostró valiente.
¡Tucumán! ¡Salta! pueblos generosos
al héroe del febrero y del setiembre
alzad el postrer himno; mas vosotras,
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vírgenes tiernas, que otra vez sus sienes
coronasteis de flores, id a la urna,
y deponed con ansia reverente
el apenado lirio, émulo hacedlo
de los mármoles, bronces y cipreses.
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