Yo emprendo escribir mi vida
pública
Belgrano
por sí mismo
Introducción
La
celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo se volvió un momento propicio
para la reedición de escritos fundacionales que circularon de modo limitado en
otras épocas, pues su interés había sido casi exclusivo de historiadores. Muchos
de ellos fueron los variados escritos que publicaron los protagonistas de los
hechos antes, durante y después de los acontecimientos. Ya es de todos sabido
que los mismos militantes que llevaron a cabo la Revolución de Mayo redactaron numerosos artículos
en los diarios de la época, los partes militares de las campañas en las que
estuvieron involucrados, cartas dirigidas a las Juntas y Congresos y sus
memorias e incluso algunos escribieron poesías laudatorias, conmemorativas o
elegíacas. Estas últimas fueron compiladas en La Lira Argentina mientras
que los otros fueron conocidos parcialmente por referencias de los historiadores[1].
Uno
de aquéllos que fue reeditado es Mi vida
de Manuel Belgrano, que contiene los autógrafos Mi vida pública, Expedición al Paraguay, Fragmento de memoria sobre la
batalla de Tucumán y Apéndices sobre la campaña al Paraguay[2].
Desde
el proyecto de Investigación “La literatura argentina: lectura “palimpsestuosa”
del proceso histórico – cultural” dirigido por la Magíster Amelia
Royo nos interesa realizar una lectura de la reedición de este breve texto en
el actual contexto, pues nos permite ver cómo Manuel Belgrano se construye a sí
mismo como sujeto en un discurso que buscaba revelar las intenciones detrás de
las acciones por todos conocidas pero desde ese momento sometidas a distintos
juicios.
Se
trata de un texto fragmentario, iniciado con un plan explícito pero no
concluido por motivos vitales, luego desperdigado en archivos y vuelto a
recuperar por archiveros e historiadores. De modo que la versión que llega a
nuestras manos es el resultado de la edición realizada por la “Biblioteca
Nacional de la Identidad ”
apelando a los manuscritos conservados en el Museo Mitre que incluye una carta
de José Celedonio Balbín dirigida a Bartolomé Mitre para “hacer algunas
observaciones sobre inexactitudes” que refirió José María Paz en sus Memorias.
Es
este texto anexado al principio de la edición que manejamos la que nos sirve
para relevar cómo el texto póstumo de Belgrano está en relación con otros, con
los cuales dialoga polémicamente[3]
y es así como puede leerse en una relación palimpsestuosa de sus distintas
versiones, ya que el mismo texto presentado en distintas situaciones de
enunciación es otro, pues se ha cargado de nuevos sentidos, tal como lo expresa
la afirmación de Mauricio Ostria González: “Si se dice lo mismo en dos
situaciones distintas… pues no es lo mismo” (Ostria González 1988: 33).
Esa
relación explícita con los escritos de José María Paz se deben, según Ricardo
Rojas, a que el General Paz recibió los fragmentarios manuscritos de Belgrano y
manifestó su deseo de continuarlos ya que había sido soldado de los mismos
ejércitos y partícipe de muchas de las escenas relatadas, de ese propósito surgieron
sus famosas Memorias que muchos historiadores posteriores
utilizaron como fuente prácticamente incuestionable.
Aquí
me pongo a contar
La
construcción del yo social y público es consecuente con la modernidad, tanto
como la creación de estados nacionales, por ello no es extraño encontrar desde
el siglo XVIII en adelante, abundantes textos referidos a ambos procesos, pues según
Philippe Lejeune
…no quiere decir que haya que negar la
existencia de una literatura de tipo personal antes de 1770 o fuera de Europa,
sino simplemente que el modo en que hoy concebimos la autobiografía se
convierte en anacrónica o poco pertinente fuera de ese campo (Lejeune 1991: 48)
Y
según Silvia Molloy
…me
resisto a afirmar de modo perentorio que la autobiografía en Hispanoamérica
“comienza” a principios del siglo XIX (…) Si decidí comenzar mis
investigaciones sobre la autobiografía en Hispanoamérica a principios del siglo
XIX, fue porque me interesa especialmente una peculiar toma de conciencia de
sujeto y cultura que resultó de una crisis ideológica, y porque siente
curiosidad porque esa crisis se refleja, mejor dicho, se incorpora en la
textura misma de la autofiguración hispanoamericana. (Molloy 2001:14)
La
construcción del Estado Argentino está acompañada de textos en los que los
protagonistas de su transformación política van dando cuenta de su
participación en un proceso que reconocen como fundacional. Hay un rasgo común
en esos textos, la mención explícita de sus motivos, que en muchos casos se
presentan como parte de un entramado de versiones cruzadas que requieren la voz
autorizada del mismo protagonista. Es en este sentido que Manuel Belgrano
enuncia:
Yo
emprendo escribir en mi vida pública –puede ser que mi amor propio acaso me
alucine- con el objeto que sea más útil a mis paisanos, y también con el de
ponerme a cubierto de la maledicencia; porque el único premio a que aspiro por
todos mis trabajos, después de lo que espero de la misericordia del
Todopoderoso, es conservar el buen nombre que de mis tiernos años logré en
Europa con las gentes con quienes tuve el honor de tratar cuando contaba con
una libertad indefinida, estaba entregado a mí mismo, a distancia de dos mil leguas
de mis padres, y tenía cuanto necesitaba para satisfacer mis caprichos. (Belgrano,
2010: 31-32)
Éste
es el segundo párrafo de la autobiografía de Manuel Belgrano y sintetiza los
propósitos y el contenido de su escrito, pues en primer lugar se establece como
sujeto del enunciado y de la enunciación: “yo” y luego fija el tópico: “vida
pública”; con dos objetivos explícitos: ser ejemplo para los compatriotas y
proteger una buena fama lograda a partir de su formación en Europa[4].
La construcción de ese yo-público se
realiza a través del relato en el que el sujeto no se muestra como dueño total
de la situación, sino al contrario, llevado por las circunstancias que lo
colocaron en lugares decisivos en la conformación de la nación, tanto en la
función pública civil como en la carrera militar.
Después de una formación
privilegiada en Europa, la primera función pública que ocupa le da la
perspectiva suficiente para comprender la estrechez mental y la mezquindad
económica de los administradores metropolitanos y la necesidad de que las
colonias tuvieran más autonomía y determinación sobre su gobierno. De modo que
un cargo que podría haber ocupado burocráticamente se convierte en su relato en
un espacio que le permite la reflexión sobre la necesidad de cambios para
América.
En la situación en la que el
yo-narrador-protagonista se presenta se conforma como un sujeto privilegiado
que aúna la asimilación de las ideas que se están gestando en la Europa iluminista, con el
conocimiento de la realidad política y económica de las colonias de Sudamérica,
con una personalidad libre de mezquindades y con toda la intención de servir al
bien público.
Soldado de circunstancia
Cuando el relato está orientado a
mostrar la comprensión que el sujeto-Belgrano ha adquirido de la situación
americana, se producen la invasiones inglesas que convocan a todos los
ciudadanos a asumir al defensa de una patria incipiente que recién comienza a
tomar conciencia de sí y es allí donde se muestra como un voluntario más,
carente de formación militar pero acuciado por las circunstancias.
Esa particular situación bélica es
la que pone al abogado de formación y administrador del estado colonial por
designación, en la necesidad de comenzar a manejarse como soldado, sin relegar
su condición previa. De hecho se preocupa por aclarar cuál fue su
comportamiento posterior a la derrota bélica, manteniendo su fidelidad al
virreinato, a diferencia y en contra de otros funcionarios que prestaron su
juramente de fidelidad a los vencedores.
…expuse
que de ningún modo convenía a la fidelidad de nuestros juramentos que la
corporación reconociese otro monarca: habiendo adherido a mi opinión, fuimos a
ver y a hablar al general, a quien manifesté mi solicitud y defirió a la
resolución; entretanto, los demás individuos del Consulado, que llegaron a
extender estas gestiones, se reunieron y no pararon hasta desbaratar mis justas
ideas y prestar el juramento de reconocimiento a la dominación británica, sin
otra consideración que la de sus intereses.
Me
liberté de cometer, según mi modo de pensar, este atentado, y procuré salir de
Buenos Aires casi como fugado… (Belgrano, 2010: 39)
Ese fragmento del relato tiende a
construir la imagen de un sujeto fiel y arriesgado y no acomodaticio, como esos
otros a quienes sólo nombra en general[5],
perfilando el carácter que luego lo acompañará en el desarrollo de la causa emancipadora:
fidelidad a una causa, entrega y asunción del riesgo personal.
El regreso a Buenos Aires como parte
de una fuerza militar es presentado nuevamente como el resultado de un consenso
antes que de una decisión personal:
…me
honraron llamándome a ser su sargento mayor, de que hablo con toda ingenuidad,
no puede excusarme, porque me picaba el honorcillo y no quería que se creyera
cobardía al mismo tiempo en mí, no admitir cunado me habían visto antes vestir
el uniforme.
Entregado a este cargo, para mi
enteramente nuevo, por mi desde de desempeñarlo según correspondía, tomé con
otro anhelo el estudio de la milicia y traté de adquirir algunos conocimientos
de esta carrera… (Belgrano, 2010: 41-42)
Lo
curioso de este caso -y como constante en toda la autobiografía de Belgrano- es
que sólo al principio hace referencia a sus padres y no a los doce o catorce hermanos
que formaban su familia[6].
Por trabajos de historiadores militares sabemos que sus hermanos Carlos José,
José Gregorio y Francisco tuvieron una destacada actuación militar en la gesta
de la Revolución e Independencia de nuestro país y que por lo menos uno de ellos
era militar de carrera, un suboficial al que acudió Manuel a pedir instrucción
sobre el manejo de las armas y la conducción de tropas durante las Invasiones
inglesas. El problema es que tanto sus escritos autobiográficos como las
biografías e historias militares refieren la formación autodidacta de Manuel
Belgrano y citan los libros que estudió, dejando en la vaguedad de la
impersonalidad todas las referencias a los instructores militares a los que
acudió en busca de su primera formación militar.
Al finalizar la campaña contra los
británicos, sus conocimientos de francés e inglés lo colocaron en la situación
de interlocutor con los oficiales prisioneros y es esa otra situación no
buscada pero privilegiada pues recibe de primera mano la visión de la política
internacional británica dispuesta a respaldar la revolución en América, aunque
en el siglo venidero.
…le
hice ver cuál era nuestro estado, que ciertamente nosotros queríamos al amo
viejo o ninguno; pero que nos faltaba mucho para aspirar a la empresa, y que
aunque ella se realizase bajo la protección de la Inglaterra , ésta nos
abandonaría si se ofrecía un partido ventajoso a Europa, y entonces vendríamos
a caer bajo la espada española; no habiendo una nación que no aspirase a su
interés sin que le diese cuidado de los males de las otras; convino conmigo y
manifestándole cuánto nos faltaba para lograr nuestra independencia, difirió
para un siglo su consecución. (Belgrano, 2010: 44-45)
Self made man
El relato autobiográfico de Manuel
Belgrano es parco y escueto, siguiendo un riguroso orden cronológico en el que
su vida parece desarrollarse en una progresión desde su nacimiento en el Buenos
Aires colonial hasta su labor incansable en la trama revolucionaria. Sin
embargo, notamos que el mismo recato que tiene para no nombrar a funcionarios,
militares u otros opositores –lo que pareciera ser un gesto de caballerosidad-
se repite con quienes fueron parte de su formación –lo que pareciera ser un
gesto de soberbia- pues tampoco nombra a sus mentores en el conocimiento de los
ideales iluministas ni a sus aliados en las reuniones que precedieron a la Revolución de Mayo,
sino más bien se presenta como un promotor de los acontecimientos.
…a
diferencia de otros autobiógrafos que recuerdan nominalmente sus lecturas –o
sus maestros-, Belgrano hace aquí mención genérica de sus estudios y de las
personas con quienes trata. Y más que identificarse con la imagen el libro en
mano, tal como lo resalta Molloy (cfr. 1996:25 y ss.), Belgrano se señala como
ilustrado, como aquél que ya ha leído, que ya ha tenido los libros en la mano y
ahora son parte de sí… ( Casiva 2004:128)
Más
adelante en el relato, cuando destaca a ciertos hombres entre sus tropas en
campaña, lo hace para resaltar su mérito o sus desaciertos bajo su mando. No
hay mención a pares, ya se trate de hermanos, amigos, partidarios o militares.
Esas omisiones no pueden ser
azarosas, son –como decíamos- una constante del relato, parecen más bien
tendientes a construir la imagen de un “yo” solitario que se construye a sí
mismo junto con la patria naciente.
De modo que si uno de los objetivos
explícitos de relato es ser ejemplarizador, esa versión de un “yo
autoconstruido” es uno de los mecanismos empleados, pues no basta con mostrar
el recorrido del héroe que ve la necesidad y acude a remediarla, sino que requiere
mostrar que aún ante la falta de capacitación específica y de recursos, la
voluntad individual puesta al servicio de ideales superiores puede suplirlos.
De
ese modo el relato construye la imagen del sujeto disponible para los fines que
requiera el gobierno que propende a la creación de un país independiente.
Completando la imagen ejemplarizadora del nuevo hombre que requiere la patria
naciente, ilustrado, dispuesto a emprender la tarea militar, fuerte y abnegado.
…podría
decirse que el perfil del héroe de la patria detenta, en la cabeza, el saber
ilustrado; en el pecho, el imperativo del bien común que lo solidariza con la
causa de la patria, antes y después de mayo de 1810; en la mano –caídos los
libros- lleva la espada, símbolo de la milicia que las circunstancias le
obligaron a asumir; el paisaje de fondo muestra a marcada distancia los otros
actores, muy diferentes del sí mismo. ( Casiva 2004: 131)
Esa imagen fue retomada por las Memorias de José María Paz y refrendada
por la historia de Mitre que dio a estos escritos el carácter de documentos incuestionables
para fundar las imágenes de patria y de héroe útiles a la fundación de un
Estado Nacional que requería historia, héroes y una tradición que unificara a
todas las naciones que se estaban convocando en el mismo territorio.
Conclusión
Cuando
los hombres de Mayo emprendieron la tarea que concluyó en la creación de un
nuevo país, eran conscientes de que estaban cambiando la historia y por ello no
se conformaron con la acción sino que quisieron dejar su testimonio personal
para la posteridad.
Entre esos textos están los
fragmentarios testimonios autógrafos de Manuel Belgrano que fueron recopilados
y reeditados más de una vez, una de ellas en los Archivos recopilados por
Bartolomé Mitre, editados por el Senado de la Nación y citado en la Historia de la literatura Argentina de Ricardo
Rojas (1957), mostrando su valor testimonial, documental y literario.
En la dinámica de producción y
circulación de los textos es clara su emergencia como parte de un diálogo con
su momento de enunciación en que un Manuel Belgrano en su carácter tanto político
como militar es cuestionado por sus acciones en los dos ámbitos. Un poco
después, en la segunda mitad del siglo XIX, el mismo texto fue recuperado como
testimonio de un hombre ejemplar en la conformación del naciente Estado
Argentino –tanto por Mitre como por Rojas-, pero en polémica con otros
testimonios –como las Memorias de
José María Paz- y actualmente, en el contexto del segundo centenario de inicio
del proceso revolucionario, es puesto en circulación nuevamente para que
reflexionemos sobre la pregunta retórica que enmarca a la nueva edición:
¿Qué
otra cosa son los individuos de un gobierno que los agentes de negocios de la
sociedad, para arreglarlos y dirigirlos del modo que conforme al interés
público?
De
modo que un mismo texto es uno nuevo, es el mismo y es otro, de acuerdo con
cada situación de enunciación en que se profiere, por lo tanto es su propio
palimpsesto.
Bibliografía
Bajtín,
Mijail (1985), Estética de la creación
verbal, Buenos Aires, Siglo XXI
Belgrano,
Manuel (2010), Mi vida, Buenos Aires,
Del Nuevo Extremo, Colección Biblioteca Nacional de Identidad
Casiva,
Fernando, “Autorretrato de un héroe de la patria: la Autobiografía
de Manuel Belgrano” en Chibán, Alicia (Comp.) (2004), El Archivo de la
Independencia y la ficción contemporánea, Salta,
C.I.U.N.Sa.
Dávila,
Aníbal (Ed.) (1960), Biblioteca de Mayo.
Tomo II. Autobiografías, Buenos Aires, Senado de la Nación
Lejeune,
Philippe, “El pacto autobiográfico” en Suplementos
Anthropos, Nº 29, Año 1991
Molloy,
Silvia (1996), Acto de presencia. La escritura autobiográfica
en Hispanoamérica, México, El Colegio de México-Siglo XXI
Ostria
González, Mauricio (1988), Escritos de
varia lección, Concepción, Ediciones Sur
Rojas,
Ricardo (1957), Historia de la literatura
argentina. Tomo V, Buenos Aires, Kraft
[1] Bartolomé Mitre dedica una sección de sus archivos a las
autobiografías y memorias de los protagonistas de la historia desde Mayo de
1810 en adelante.
[2] Hay una edición de 1966 realizada por editorial E.U.D.E.B.A. a cargo
de Gregorio Weimberg, con el título de Autobiografía y otras páginas.
[3] “Una obra es eslabón en la cadena de la comunicación discursiva: como
la réplica de un diálogo la obra se relaciona con otras obras-enunciados: con
aquellos que le contestan a ella; al mismo tiempo, al igual que la réplica de
un diálogo…” (Bajtín,1985 ; 265)
[4] Un trabajo más minucioso sobre las estrategias retóricas del texto
fueron realizadas por Fernando Casiva cuyo artículo citamos en Bibliografía.
[5] Ese modo de referirse a otros sin nombrarlos también dicen sobre un
sujeto que para caracterizarse no necesita de denigrar explícitamente a otros,
decisión que bien podría haber tomado ya que manifestó al principio de su
escrito la necesidad de “ponerme a cubierto de la maledicencia”.
[6] Según la biografías consultadas la cantidad de hijos del matrimonio
Belgrano – González varía entre los once y los catorce según consignen los
hermanos en vida de Manuel Belgrano o los que murieron antes de su nacimiento.
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