Clase pública para el
homenaje a Manuel J. Castilla
en el centenario de
su natalicio en la ciudad de Cerrillos, 14 de agosto de 2018.-
Inscripción de Manuel J. Castilla en
la literatura de Salta
Rafael
Fabián Gutiérrez
Profesor
Adjunto de la
Cátedra
de Literatura Argentina
Manuel J. Castilla y
la tradición poética en Salta
Manuel
José Castilla nació en Cerrillos el 14
de agosto de 1918 y murió en Salta el 19
de julio de 1980, en este año se celebra el centenario de su natalicio y un
lugar oportuno para homenajearlo es su tierra natal, Cerrillos, espacio vital
al que le ha dedicado poemas inolvidables.
Para
comenzar voy a tomar una cita del grupo que lo impulsó su formación literaria:
"Tenemos
conciencia de que en esta parte del país la Poesía comienza con nosotros"
es la frase más recordada del Manifiesto de “La Carpa” con la que el grupo
marca su presencia en el campo cultural allá por el año 1944. Raúl Galán –posible autor de la
frase- años después trató de aclarar a qué se referían con semejante declaración:
En ese momento, la frase era absolutamente necesaria para establecer un
deslinde definitivo y para fumigar el campo en torno de La Carpa. Nuestro
vecindario era muy malo: en la vereda de enfrente, quienes invocaban la
condición de discípulos de Jaimes Freyre eran desmentidos por la calidad de la
mercadería que se cobijaba bajo ese nombre a gusto. Los vecinos de al lado
continuaban glosando, imitando y rebajando -sin conseguir reflejar su fresca
gracia- La Leyenda de Coquena, La Flor del Lirolay y Tata Sarapura (en ese
momento, para que no nos confundieran con esos vecinos, tuvimos que olvidar a
Juan Carlos Dávalos). Había también algunos desafinados ecos de Ricardo Rojas
que versificaban enfáticamente la prosa de El país de la selva, pero que ignoraban
o desdeñaban al cristalino y sencillo Ricardo Rojas de las Canciones, de noble
sabor a copla popular. Los vecinos del fondo eran los peores, incapaces de
escribir versos en cristiano, los llenaban de palabras quechuas para halagar el
esnobismo de los turistas, desencadenar el torrente de declamadores de circo y
las gárgaras de las señoritas recitantes y recalcitrantes. (Galán, Raúl,
entrevista para el diario La Gaceta 1956)
En ese movimiento
cultural nucleado en Tucumán se formaron los prolíficos poetas salteños Raúl
Aráoz Anzoátegui, Sara San Martín y Manuel J. Castilla quienes tenían clara
conciencia de la poesía no había surgido
espontáneamente con ellos sino que se insertaba en una larga tradición con la que
mantuvieron un diálogo, tanto con las generaciones que les precedieron como con
las que les sucedieron.
De hecho,
cuando regresaron a Salta, los poetas se integraron a la tertulia de la casa de
Don Juan Carlos Dávalos que ostentaba la imagen de un patriarca de las letras
de Salta quien, con la sabiduría y el aplomo que otorgan los años, recibió a
los jóvenes brabucones y luego de largas diatribas poéticas los acogió como
discípulos.
Una buena
relación maestro-discípulo es aquella por la cual el maestro no hace clones de
sí mismo sino por la que ayuda a los discípulos para que desarrollen sus
potencialidades.
Ese encuentro
personal nos muestra un vínculo inmediato entre la generación del 40 y la que
le precedió, sin embargo la literatura de Salta no había nacido tampoco con
ellos. De hecho el afamado autor de El
viento blanco, en sus andanzas de estudiante conoció al autor del célebre El borracho, Don Joaquín Castellanos,
quien elogió su temprana producción y lo alentó a volver a Salta para dedicarse
a la literatura. Si comparamos la escritura de Joaquín Castellanos con la de
Juan Carlos Dávalos y la de Manuel J. Castilla veremos notables diferencias,
sin embargo hay una relación de continuidad registrada biográficamente por esos
encuentros que fueron impulsando la tarea de la generación siguiente.
Los
poetas Manuel J. Castilla y Raúl Aráoz Anzoátegui trabajaron en el periodismo
salteño -como sucedió y sucede con muchos escritores-, gracias a Alejandro
Morandini en El oficio del árbol la
mayor parte de los artículos del Barbudo poeta fueron recopilados. Lo que me
parece oportuno señalar es que en esa labor de la escritura en los medios, de los
por entonces jóvenes escritores, había sido precedida por Ernesto Aráoz, cuya
producción periodística y literaria aún está pendiente de recopilación y publicación.
El apellido debe llamarnos la atención, ya que se trata del padre de Raúl Aráoz
Anzoátegui, amigo y contertulio de Manuel J. Castilla, lo que nos muestra que
el ingreso de ambos en el mundo de la prensa estuvo alentado por la tarea de su
predecesor.
Uno
de los más famosos libros de Manuel J. Castilla, Copajira (1949), tiene un
a modo de prólogo un “Ditirambo amistoso a mi buen amigo el poeta Manuel J.
Castilla”, escrito por Juan Carlos Dávalos. La tónica del poema es muy
diferente al tratamiento del drama minero que aborda el libro, pero se nota el
festivo espaldarazo que le da el viejo poeta consagrado al joven poeta en
ascenso.
De
modo que lejos de la imagen parricida que otros críticos alientan, veo
enfrentamiento generacional y continuidad, no de lo mismo, sino de una búsqueda
de reconocimiento en los mayores y un aval hacia los nuevos escritores que
–como buenos discípulos- no imitan a sus mayores sino que hacen otro ejercicio,
lo que los convierte en novedosos en el arte de decir lo mismo que la especie
repite desde que se puso en pie sobre el planeta y profirió palabra.
Otros
escritores que ejercían el periodismo se encargaron de reseñar y alentar la
obra poética y musical de Manuel J. Castilla y ese trabajo sobre los archivos
periodísticos está todavía pendiente. En ese diálogo entre escritores y
lectores es el que va preparando el campo de encuentros y desencuentros en los
que aparecen los nuevos escritores que desafían a sus mayores, pero que también
buscan su reconocimiento. A fin de cuentas los mejores lectores de literatura
son los mismos escritores.
La
relación con las siguientes generaciones
Es
el caso de la siguiente generación de escritores que su dieron a conocer en
Salta por una antología prologada por Walter Adet, vemos un cambio formal y
temático que los distancia de aquellos que irrumpieron en el campo con “La
Carpa”. Sin embargo Walter Adet en su libro En
el sendero gris (1962) dedica el soneto poesía a Manuel J. Castilla y en la
conferencia “Poetas de Salta” -que pronunció en la Feria del Libro de 1989 de
Buenos Aires- declara su gratitud con los poetas de La Carpa en Salta -Manuel
J. Castilla y Raúl Aráoz Anzoátegui- ya que de ellos recibió un apoyo concreto
para insertarse en el campo literario de Salta.
Por otra
parte, en un tiempo posterior, Jesús Ramón Vera tiene una poesía que
formalmente es muy distinta a la de Manuel J. Castilla, sin embargo el joven
aspirante a poeta frecuentaba la casa del maestro pidiendo consejos,
acercándole sus manuscritos y recibiendo sus consejos sobre lecturas
insoslayables en la formación de un escritor. El poeta y gestor cultural fue
miembro de comparsas que cantaron sus coplas y las de poetas de generaciones
anteriores y que cultivan un arte milenario, difundiéndolo por las calles en
los momentos propicios como el carnaval. Pamela Rivera en su libro El Indio Urbano, en la poética de Jesús
Ramón Vera: desplazamientos destaca esa interacción entre la poesía de
tradición letrada que se renueva en su contacto con la poesía de tradición
oral.
En estos tres
poetas de distintas generaciones que hemos nombrado – Manuel J. Castilla,
Walter Adet y Jesús Ramón Vera- se los alude por su sensibilidad o compromiso social.
Yo prefiero destacar su sensibilidad –así, en general-, porque del mismo modo
con el que se conmueven por el indio explotado, por el niño hambriento, por el
minero, la palliri, la mendiga y un largo etcétera de prójimos, confraternizan
con ellos, expresan su dolor, su soledad, sus frustraciones y nos hace formar
parte de una misma humanidad necesitada y distanciada por las mezquindades. Y
si leemos su producción poética en general notaremos que esa sensibilidad los
hace percibir y poetizar el universo en el que se inscriben y que no pueden
dejar de decir porque ellos están hechos de poesía.
Manuel J.
Castilla escribió:
1.
Agua de lluvia (1941)
2.
Luna Muerta (1944)
3.
La niebla y el árbol (1946)
4.
Copajira (1949,1964, 1974)
5.
La tierra de uno (1951, 1964)
6.
Norte adentro (1954)
7.
El cielo lejos (1959)
8.
Bajo las lentas nubes (1963)
9.
Amantes bajo la lluvia (1963),
10.
Posesión entre pájaros (1966)
11.
Andenes al ocaso (1967)
12.
Tres veranos (1970)
13.
El verde vuelve (1970)
14.
Cantos del gozante (1972)
15.
Triste de la lluvia (1977)
16.
Cuatro Carnavales (1979)
17.
De solo estar (dos ediciones en 1957)
18.
Coplas de Salta (1972, con prólogo y
recopilación de Castilla)
19.
¿Cómo era? (Publicación póstuma)
20.
El oficio del árbol. Obra periodística e Manuel
J. Castilla 1940-1960, selección, prólogo y notas de Alejandro Morandini (2013)
21.
El Gozante, antología poética seleccionada y
prologada por Santiago Sylvester (2015)
Dieciocho libros en vida, más otros tres que fueron publicados posteriormente,
con lo que se convierte en el poeta salteño que más libros publicó. Esa obra constante
y abarcadora del poeta fue reconocida y galardonada: “En 1957 obtuvo el Premio
Regional de Poesía del Norte (trienio
1954-56, Dirección General de Cultura de la Nación), por su libro Norte adentro fue galardonado con el
Premio "Juan Carlos Dávalos" para obras de imaginación en la
producción literaria (trienio 1958-60, Gobierno de Salta) por el poemario El cielo lejos, y con el Premio del
Fondo Nacional de las Artes (Mendoza, Trienio 1962-64) por su libro Bajo las lentas nubes. En 1967 recibió
el Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más importantes
distinciones se incluyen el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación
y Cultura de la Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía
del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1973-75).” (Portal
de Salta, página web de la Cámara de Diputados)
Entre los años 1986 y 1990 las Obras
completas del poeta fueron publicadas por editorial Corregidor en cuatro
tomos, pero una década después esa edición se había agotado y sólo se podía
acceder a una lectura integral en algunas bibliotecas.
En el año 2005, cuando se conmemoró el vigésimo quinto aniversario de
la muerte del poeta, se sucedieron una serie de homenajes, dos de los cuales
quedaron plasmados en sendos libros: Por
la huella de Manuel J. Castilla, Coordinado por Amelia Royo y Olga Armata,
publicado con el auspicio de los institutos de investigación “Luis Emilio Soto”
y “Augusto Raúl Cortazar” de la U.N.Sa. y la Secretaría de Cultura de la
Provincia de Salta y En la tierra de
Manuel, dirigido por Valeria Grabosky y Rafael Gutiérrez, publicado por la
Municipalidad de Cerrillos.
En el año 2016, la Editorial Universitaria de Buenos Aires -en un
convenio con la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta- publicó las Obras completas de Manuel J. Castilla,
permitiendo a los lectores de todo el país acceder a uno de los poetas más
prolíficos de las letras nacionales en el siglo XX.
En el mismo año, el libro Mujeres
por mujeres, una recopilación de historietas protagonizadas por mujeres
incluye poemas de Copajira adaptados
por María Laura Bucciantti y Jazmín Mariño.
En este año, de nuevo desde la historieta, con Felipe Mendoza estamos
trabajando con textos poéticos y anecdóticos de Manuel J. Castilla para llegar
a otros lectores más afectos a la literatura dibujada.
En este centenario la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta ha
gestionado que se asigne una sala en la Biblioteca de la Nación con el nombre
del poeta y acaba de estrenar un video auspiciado por el Consejo Federal de
Inversiones.
Hay docentes que han dedicado su tiempo a fomentar la lectura de la
obra del poeta y alentar creativas interpretaciones, con lo que la obra de
Manuel J. Castilla cobra un protagonismo que va más allá de las aulas.
Hoy la palabra de Manuel J. Castilla está más viva que nunca.
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