Manuel J. Castilla
para EL TRIBUNO
Salta, 13 de agosto de
2018.-
Entrevista de Daniel Sagárnaga a
Rafael Gutiérrez, Profesor Adjunto de la Cátedra de Literatura Argentina de la
U.N.Sa.
-¿Qué te seduce o te impresiona
de la obra de Manuel? ¿Por qué?
La obra de Manuel J. Castilla se
sitúa en un momento de cambio muy importante dentro de la historia de la lírica
argentina, porque surge de un grupo que instala a la literatura escrita desde
las provincias con una ruptura y una continuidad ya que hasta ese momento se
vinculaba la producción de las provincias con rasgos folkloristas o
costumbristas. Era el modo como se la caracterizaba hasta el momento y que en
gran mediad continúa como prejuicio de lectura hasta la actualidad. Decía que
hay una continuidad porque hay una fidelidad a la cultura desde la que se
escribe y esa es la referencia a un mundo con un folklore vivo y no referido o
parodiado como sucedía con los escritores de la generación anterior y la
ruptura está con la incorporación de los aportes de las vanguardias que habían
renovado los modos de escribir en las primeras décadas del siglo XX.
Un problema de lectura es que el
prejuicio ha operado destacando los elementos de la tradición que se
conservaron y se descuidaron las marcas de las vanguardias. Hasta ahora sigo
escuchando que la poesía de Manuel J. Castilla alimenta la tradición telúrica y
folklórica de la literatura de Salta, tan distinta de la poesía urbana y
cosmolita como la Buenos Aires. Lo que sucede es que estamos acostumbrado a
relacionar las vanguardias con la urbes cosmopolitas pero si prestamos atención
a la forma, notaremos que hasta la poesía más temprana de Manuel J. Castilla
tiene imágenes vanguardistas y a medida que avanzamos en sus poemarios notamos
el desborde formal que va hacia formas métricas y hacia una sintaxis más
compleja con imágenes oníricas fusionadas con un profuso imaginario provisto
por una rica tradición ancestral.
-¿Creés que el periodismo influyó
en su obra?
Manuel J. Castilla, como muchos
otros escritores, ejerció el periodismo como medio de vida. Por suerte, el
trabajo de Alejandro Morandini, El oficio
del árbol, nos permite acceder a la mayor parte de esa producción realizada
bajo condiciones laborales de entrega regular y en prosa. La lectura de esos
artículos nos sorprende porque nos encontramos con un poeta que escribe en
prosa y que temas y motivos que encontramos en sus poesías y en las letras de
sus zambas se reiteran en ellos. Es un feliz hallazgo porque descubrimos un
poeta que aunque debe ejercer un oficio que le exige la producción regulada por
la demanda del medio no deja de ser un poeta.
-¿Crea su obra como un viajero,
un experimentador?
Hay una antología de la obra de
Manuel J. Castilla que editó Santiago Sylvester y que tuvo el acierto de
titular El Gozante, un modo muy
interesante de calificar a ese espíritu viajer que fue transportado por un
cuerpo trashumante. Manuel J. Castilla fue un viajero y un experimentador del
paisaje y de su gente, lo que se plasma en su producción escrita –poética y
periodística- elaborada por un espíritu
sensible capaz de sentir a la gente y su mundo, con el cual se “com-padece” y
de allí su actitud de compenetración que lo convierten en un “Gozante”, un ser
capaz de sentir plenamente.
-¿Hay una continuidad de su
poética?
En el año 2005, al cumplirse el
vigésimo quinto aniversario de la muerte de Manuel J. Castilla, se editaron dos
libros en homenaje al poeta: Por la
Huella de Manuel J. Castilla coordinado Amelia Royo y Olga Armata por y En la tierra de Manuel dirigido por
Valeria Grabosky y Rafael Gutiérrez, varios escritores y críticos indagaron la
continuidad de la poética del “Gozante”. Unos respondieron que el poeta no
había formado discípulos y otros que se remitían a su escritura como una fuente
de inspiración permanente.
Una continuidad no debe
entenderse como una imitación de un maestro porque un buen maestro no quiere
clones suyos sino personas creativas capaces de desarrollar su propia
potencialidad en nuevas formas artísticas adecuadas a la sensibilidad de su tiempo.
Walter Adet en su libro En el sendero
gris (1962) dedica el soneto poesía a Manuel J. Castilla y en la
conferencia “Poetas de Salta” -que pronunció en la Feria del Libro de 1989 de
Buenos Aires- declara su gratitud con los poetas de La Carpa en Salta, Manuel
J. Castilla y Raúl Aráoz Anzoátegui ya que de ellos recibió un apoyo concreto
para insertarse en el campo literario de Salta.
Por otra parte, Jesús Ramón Vera
tiene una poesía que formalmente es muy distinta a la de Manuel J. Castilla,
sin embargo el joven aspirante a poeta frecuentaba la casa del maestro pidiendo
consejos, acercándole sus manuscritos y recibiendo sus consejos sobre lecturas
insoslayables en la formación de un escritor.
En momentos como el del vigésimo
quinto aniversario de la muerte como el centenario del natalicio de Manuel J.
Castilla son propicios para una
relectura de su obra y para algunos un descubrimiento que los impulsa a indagar
en las posibilidades de desarrollar la escritura lírica, de modo que la
continuidad de su obra puede seguir por caminos insondables.
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