viernes, 5 de mayo de 2017

Alberto Luis Ponzo

Los últimos libros de Alberto Luis Ponzo: un acceso a la vida espiritual.

Por Graciela Maturo

Los últimos libros de Alberto Luis Ponzo lo muestran en una lúcida  madurez, y en el acceso a una espiritualidad que estuvo latente en obras anteriores, y que parece doblemente estimulada por la muerte de su esposa Alba Correa Escandel,  ocurrida hace pocos años, y su ansiedad ante el horizonte de la eternidad.

1)      El amor y nosotros, 2009.
Esta bella plaqueta, que vio la luz a comienzos del año 2009,  reúne los poemas dedicados por Ponzo a su esposa a lo largo de más de cuarenta años. Es un canto de amor, un homenaje permanente que continúa después de su muerte, y un tratado sobre el amor, al modo como supieron entenderlo los poetas del Dolce Stil Nuovo, que filosofaron sobre el amor mientras lo modulaban y expresaban.
El título lo dice todo, el amor, legitimado como fuerza universal que mueve la totalidad cósmica, y nosotros, categoría que reúne a los enamorados cuya relación forma un núcleo permanente.
La poesía de Ponzo alcanza una dimensión espiritual que se hace expresa en todo momento. Manifiesta su convicción, a menudo repetida sin argumentación alguna  alguna,  de que el amor triunfa sobre el tiempo y la destrucción de la materia. Apuesta a la condición inmortal del hombre, al misterio de la muerte que se revela y se muestra ante el amor, como lo supieron Shakespeare y Novalis, como lo afirman los poetas por encima de modas literarias. Por eso no hablo de Romanticismo sino, en todo caso,  de filosofía perenne.

Las manos vacías
aguardan un mundo nuevo que huye
Los ojos cegados
se abren al tiempo que sueñas.

Ya en 1966, fecha de los primeros poemas, afirmaba Ponzo esta certidumbre, antes de que el rigor de la pérdida lo enfrentara a la finitud trágica del vivir.

Que yo me extinga, vivo,
en tu nombre
Que tú renazcas en la fe compartida.

Este florilegio muestra el camino recorrido, y el acrecentamiento lúcido del amor, que no es sólo sentimiento entre dos seres sino una filosofía de vida. El amor de ella es recibido como salvación. El instante, iluminado por la intuición amorosa, perdura sobre lo fugaz y lo trivial. Es el “río que sube por mi oído y me da el mundo”. El amor convierte al laberinto mundano en un universo dotado de sentido, que va entregando indicaciones valiosas e incisivas. Hace del poeta su discípulo (y una vez más pienso en el terrible maestro de Dante). Se revela como una fuerza sobrehumana que sostiene a los enamorados ante el dolor y el absurdo.
Me atrevería a afirmar que en estos poemas el amor ocupa el lugar de Dios, es un dios no nombrado, el Espíritu “que mueve al sol y las otras estrellas” como dijo Dante, acaso el Ereignis de que habla M.Heidegger.  Vuelve a decirnos  Alberto Luis Ponzo:

amor desvelo vivo abierto canto del origen en los días finales…amor de vida sobremuerte…

Cabe celebrar doblemente la aparición de estos poemas, sílabas de un canto de eternidad, y el hecho poco frecuente de que su autor, nuestro querido amigo Alberto Luis Ponzo, haya vivido tantos jóvenes años para registrarlos con intensa lucidez.

2)   Sobre el secreto trabajo, 2009.
En el 2009, Alberto Luis Ponzo  nos sorprendió con 2 libros: Del amor y nosotros.  Antología, un homenaje a su esposa a través de una valiosa selección de poemas publicados durante quince años, y una compilación breve, titulada Sobre el secreto trabajo (2007-2009) con bellos dibujos de Carlos Terribili.

            Es una visión retrospectiva de la propia obra, a través de una constante recuperación de la mirada inocente de la infancia.  Ponzo desliza reflexiones sobre el tema del compromiso, típica propuesta inherente a su larga militancia social, nunca renunciada, pero se pregunta: escribo sin saber / si podré estar con ellos/ cuando hable del amor. Hablar con ternura de los lugares de “más acá” es referirse implícitamente a los lugares de un presunto “más allá” que sobrevuela el libro. Celebra el “calor secreto” que recibe del mundo, mientras se pregunta sobre el ser incognoscible de la realidad. La memoria le trae retazos familiares, afectos y recuerdos: “la casa conserva su numeración/ no dejo de habitarla”... “donde encontrar al ser / que en su piel ofrezca la verdad”.

            A pesar de la angustia y el sentimiento errático, ha de encontrar un camino seguro en el amor, redescubriendo su valor como puesta en marcha de la voluntad y como vía del conocimiento, lo cual se va acentuando a lo largo del libro.  La tensión hacia el otro –la amada perdida en el horizonte del mundo- es lo único que puede calmar el vacío de la existencia, colmarla  de sentido. Este es el camino que recorre con pasión y temeridad, valorando a cada paso la palabra, la sensación fundante, la memoria que vence al tiempo. Se propone captar las voces desconocidas, los signos, las señales, en un camino sembrado de oscuridad.

            Abre el cofre de las palabras secretas, descubre la belleza que no muere, habla de eternidad. Y consecuentemente le nace un tú directo a la ya muerta y viviente; el acto de hablarle la confirma en su ser, alcanzable en la palabra o en el silencio. Su razón sigue atada al ser efímero, no inalterable ni perenne, pero su sin razón poética ha franqueado los límites: “la imagen del soñar acontece” “Ella busca desde sí / un lugar en mi cuerpo”.
“Como fijado en su aire todavía / en un temblor atado / permanezco”.

            La “sedienta sombra” es ahora el hábitat del poeta-amante. Vive en la espera, y escucha el renacer del habla/ en lo que amamos.

            Finaliza el libro un poema sobre los amantes:


... iban sin mostrar
quienes eran
confundidos en su aislamiento
sin sombras de otros pasos
así recuperaban el amor
originario
con el abrazo irrepetible
sobre un suelo más humano

3) Al  costado del tiempo (Araucaria, 2010)
Unas palabras previas a esta colección de poemas nos orienta sobre su contenido: hablan de “una insistencia en el sentimiento al costado del tiempo”, y explica la continuidad a la que califica de “extraña” entre estos poemas y los de El secreto trabajo, su libro anterior. Y en efecto, ALP no solamente sigue morando en una zona de trascendencia espiritual, que invade  su diario vivir, sino que, desde una visión ampliada, alcanza  el reconocimiento de poemas y frases anteriores que anticiparon  esa evolución. Así recoge un breve poema de 1982, escrito ante la ausencia temporaria de su esposa Alba, a quien se halla dedicada toda su obra de los últimos años, y gran parte de la anterior.

Deseos vacíos
caen sobre mi mano
Duermo sobre los restos de la memoria
Los sonidos del cielo
me separan del cuerpo
Una imagen desierta
me cierra los ojos
El pensamiento busca un sitio
entre trapos que envuelven
tu nombre solo.

Leer estos versos anticipatorios de la actual transfiguración de Alba en su muerte me hizo recordar una temprana intuición del poeta Leopoldo Marechal, expuesta en su poema “Niña-que-ya-no-puede-suceder”. Sólo se ama profundamente cuando se alcanza la esencia (qué otra palabra podría usar) del ser amado, cuando se es capaz de rescatarlo de su condición encarnada y perecedera. Ponzo ha sido capaz, en esta etapa de sutilización del alma creadora, de reconocer a Alba en su eternidad.  Para ello ha debido entregarse a la palabra, franquear los límites del tiempo.  Y lo hace desde la plena conciencia de su estar encarnado, de aquel equilibrio al que llama “salud”, en el primer poema.
            Los poemas van desgranando la búsqueda, que se hace espera, y la espera que como un cuenco vacío, va colmándose de presencia.

Cómo
que tu lugar es otro
no entre nuestros brazos
sobre el mantel
o un pañuelo en la mudez de su pureza?
No sé del más allá
sino en cualquier espera
o piedra o caracol.
Se existe sólo en el amor
extenso y sin demoras
al llegar o partir
Si algo sabré
no perderé la sombra
el no encontrar
el no ver y no oir
que es la unión de no tener siempre
la sensación de estar viviendo
en todo lugar.
He querido transcribir íntegramente este poema porque en él me parece concentrarse el temple que prevalece en todo el libro, las intuiciones fundamentales que hallaremos sembradas en cada página. El tiempoespacio se vuelve por momentos externo a quien alcanza a vivir la continuidad vida-muerte, tiempo-eternidad.
...días y noches / el tiempo hacia fuera...
...somos testigos del misterio / la tragedia el horror / y el bello pulso / de la eternidad...
            El tema de la voz y las voces se hace constante en estas páginas, donde se recoge la escucha del oído – de los canales sensibles sería, según la tradición, el más próximo a la percepción metafísica -  pero asimismo la “escucha” de sentidos interiores, espirituales, que abren territorios desconocidos.
            El lenguaje – como no puede ser de otro modo -   es objeto de una continua preocupación para el poeta. Para él,  como para Cortázar, las palabras son a un tiempo necesarias y desechables:
... serán olvidadas / arrojadas al suelo...
...necesitan el olvido que las arrime a semillas / sobras del mantel / donde quedan las copas vacías / lugares que se ocupan del silencio.
Asi nos nombraran sin perder / el sonido que somos / el nombre que se balancea como una gota / sobre la mano que escribe.
            Usa la palabra trasvivencias como equivalente de una memoria que se enciende y triunfa sobre el devenir. Escribir es esperar:
            la palabra
                                   al costado
                                                           del tiempo
            Pero no se trata de una esfera vacía: la esfera es como un hueco que se va colmando de presencia.
andar letra a letra
                        como el que inventa pasos
                        al infinito

            Evoca un verso de Roberto Juarroz: La poesía es presencia que acompaña. Agregaría: presencia es presencia del Ser, más allá de lo efímero y contingente. Esta es la zona que adivina, rodea y de hecho transita nuestro amigo, volcado a la soledad de la vida transfigurada.
            Su poesía se hace afirmativa en palabras de sabiduría
nos unimos al mundo
después de estra
en el último estado
de la extensión vital de otras uniones
uniones desde la infancia
los fuegos inocentes
....................
la revelación del cuerpo
(los órganos sin nombre)
..........................
uniones con la luz
y el sombreado origen del ser
......................
porque paso a paso
la vida sigua anuestro lado
exigiendo que nos demoremos
y nos quedemos atrás
            Siento la tentación de reproducir todo el libro omitiendo mi palabra siempre precaria que intenta atrapar el mensaje luminoso de Alberto Luis Ponzo.
            El sueño, la bilocación o mejor dicho la ubicuidad, el traspaso de los límites,  es lo propio de un super-realismo  que no es de escuela sino de entrañable vocación e interno despliegue espiritual.
            Tarkovski hablaba de la zona al referirse a ese hiperespacio frecuentado por los grandes del arte, aquellos que a través de la fidelidad a la palabra, y del amor cultivado como una ciencia infusa, alcanzan a vivir en el transvivir.

Nací de nada y de todo
su carga va llevando mi mano
ayuda a abrir los ojos
impulsa el murmullo
que escuchas

            Finalmente los poemas de Ponzo, a la vez que constituyen iluminaciones metafísicas, elaboran una poética, un comentario de sí, un reconocimiento del lenguaje como voz que nos habla, más allá de las voces personales. Y sin embargo, no basta esta dimensión para anonadar al sujeto amante,
mientras tenga voz – habla- palabra,
le daré a Ella voz – habla – palabra.


4) Sobre lo posible y Poemas, 2010.
Dos cuadernillos manuscritos, encuadernados con artesanal devoción, encierran los poemas de Ponzo de 2010.  El amor por la escritura converge con el retiro del mercado del libro.
            El primero de ellos reúne, con el título Sobre lo posible (Hojas del Caminador, 2010) 15 poemas escritos entre abril y mayo  en los cafés de Castelar, como el autor nos informa, seguido de otro poema escrito en junio, que actúa como cierre.
            Sin altisonancia alguna, Alberto Luis Ponzo continúa y ahonda su exploración de la eternidad, guiado por el amor de Alba. Precede a este conjunto un poema fechado  en el 88: “Amor sucesivo” ha sido escrito como una premonición, a través de un juego de opuestos que ahora se impone inevitablemente ante la muerte: ascenso y descenso, luz y sombra, nombrar y desnombrar.
...El amor luz de siempre
piel de cada palabra
oscuridad del nombrar
límite y salto sobre el límite
salto de saber y no saber
sabiduría de empezar a amar
vacío que el amor desconoce.
El amor
que desnombra la muerte
sucesivo  inmemorial futuro
            En este incierto rumbo del saber/no saber se inscriben los poemas que siguen, escritos por el caminador solitario que evoca y espera. Entiendo que al potenciar ese desnombrar que convoca al silencio, Alberto se ha aproximado a la vía apofática de Meister Eckhart, aquel dominico que enseña a no nombrar lo que desconocemos, y a abandonar esa plenitud gozosa de los sentidos que hacen nuestras las cosas del mundo. La oscuridad también es una luz, nos decía otra grande de nuestra poesía, Olga Orozco.  Y así Alberto, paradójicamente envuelto en la palabra que nombra y que desnombra, habla en distintos poemas de
una fuente
en el vacío
del desnombrar
.....
un acto inmaterial
huérfano
bajo la desnudez del latido (Poema 1)
...dejar a un lado
el remoto oficio
del designar  (Poema 2)
En esa oquedad del alma que se recoge en sí misma con prescindencia de  imágenes, es donde Ella se hace presente, sin figura;  es sólo sonido, voz, llamado.
Llamaste
y fue un grito disparado
lejos del mundo.  (Poema 3)
            La conciencia de sí acompaña este tránsito por las fronteras, el abandono del lenguaje que sin embargo se hace lenguaje todavía, y por eso es conciencia, aunque sea conciencia del abandono.

Llevo los restos de mi cuerpo  (...)Y soy con todo / un solo viajero / de los días / no míos. (Poema 4)

            Vuelve una y otra vez esa plenitud que transforma la espera en música, el vacío en presencia sutil e iluminadora. Se trata de algún modo de alcanzar el sentido, recuperar la gracia, provocar el encuentro,  reconocer el nombre que nos dieron al nacer. Intuir la unidad del todo, la continuidad de lo distinto. No en vano cita Alberto a Fijman y a Paul Celan, almas místicas tocadas por la sed de absoluto. Fijman dice: El número uno es multitud. Y Celan: Adónde fue? Hacia lo inextinguible. Mientras Ponzo frecuenta una región donde nadie ha llegado para ser olvidado.
            Conciencia del mundo y preciencia del trasmundo, valoración de la palabra como puente, y desvaloración de la palabra ante las realidades últimas, ante puertas que se abren y se cierran, en tanto somos testigos de lo mágico, del destino de pensarlo. El dolor y la memoria se alían en esta tarea ímproba de iluminar la propia vida posibilitando su ingreso  en la sombra.
años que recojo y llevo en mí – un decir de lo que juego libre – para existir (Poema 13)
            En la poesía de Ponzo, espejo de una temeraria aventura registrada con plena lucidez, fulguran versos definitivos como éstos:

Espero el acontecer
             en la mañana de silencio   (Poema 14)
Acallo palabras
        para dejar expuesto
                 el lado del Amor    (Poema 15)
El silencio
            amanece
                        cuando se oculta
                                               la voz   (Poema 16)
Signos del silencio convertidos en habla,  palabra habitada por la luz del Espíritu.

            Vayamos ahora al segundo cuadernillo, Tierra extendida y otros poemas (colección De estos días, 2010).  Este conjunto de 14 poemas continúa y complementa al anterior en tono más reflexivo. Al tema del amor y la eternidad, fusionados en la palabra que los rodea y los alcanza – y que es mucho más que un tema poético, es la razón de ser de la poesía y el lenguaje – se le agrega aquí una mirada sobre el mundo, que entraña un juicio moral, en continuidad con la larga militancia social de Alberto.  Constata la ausencia del poema en el mundo,  la soledad del amador que se ve a sí mismo en su esfuerzo:
...puertas de otra región
                        se abren al tiempo
                                   que llamea todavía.
            Proclama su voluntad de forzar esas puertas hasta caer al lado de la amada. Reconoce el misterio del dejarse llevar, la prueba de andar vivo.
Reflexiona este surrealista sin escuela retórica sobre ese azar que  hilo a hilo va atando los secretos / que la ciencia no descifra. Se pregunta sobre ese lugar del cual partimos sin saberlo, y al cual volvemos.
El sentimiento dicta tonos elegíacos, la razón vuelve por su cauce. Ese retorno a la racionalidad le ha hecho abandonar el oxímoron, los contrastes abruptos del otro poemario. Sin embargo, mantiene la conciencia de su pertenencia a dos mundos, y puede afirmar,  ante la marea de los que pasan por su mesa del bar:

Me doy cuenta / de que soy otro

Una comparación final acerca a la muerte con el lenguaje. Ambos pertenecen al mismo género espiritual:

en la muerte
 no hay fin o un hecho cierto
            como palabra dada
                                   que no cesa.

            Fecunda lección la de la Poesía, cuando es asumida con total  entrega. Hemos visto que para Ponzo, en estos últimos trabajos,  el acto de escribir es – como para Faulkner, a quien cita - romper los límites.  Ha aprendido a morar en el mundo sabiendo que no pertenece sólo a él, que es suya otra región desconocida. Igualmente intuye una dimensión no corriente de la palabra, que hace de ella un puente con el Cielo (Swedenborg), una escucha de los dioses (Heidegger). 
            El dolor de vivir no se ha borrado pero se lo vive de otro modo, sostenido por una tácita convicción: desde el exilio, la resumo con una frase de Baruj Spinoza:
                         sentimos, experimentamos que somos eternos.


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