Los últimos libros de Alberto
Luis Ponzo: un acceso a la vida espiritual.
Por Graciela Maturo
Los
últimos libros de Alberto Luis Ponzo lo muestran en una lúcida madurez, y en el acceso a una espiritualidad
que estuvo latente en obras anteriores, y que parece doblemente estimulada por
la muerte de su esposa Alba Correa Escandel,
ocurrida hace pocos años, y su ansiedad ante el horizonte de la
eternidad.
1)
El amor y nosotros, 2009.
Esta
bella plaqueta, que vio la luz a comienzos del año 2009, reúne los poemas dedicados por Ponzo a su
esposa a lo largo de más de cuarenta años. Es un canto de amor, un homenaje
permanente que continúa después de su muerte, y un tratado sobre el amor, al
modo como supieron entenderlo los poetas del Dolce Stil Nuovo, que filosofaron sobre el amor mientras lo
modulaban y expresaban.
El título lo dice todo, el amor, legitimado como fuerza universal que mueve la totalidad
cósmica, y nosotros, categoría que
reúne a los enamorados cuya relación forma un núcleo permanente.
La poesía de Ponzo alcanza una dimensión espiritual que se
hace expresa en todo momento. Manifiesta su convicción, a menudo repetida sin argumentación
alguna alguna, de que el amor triunfa sobre el tiempo y la destrucción
de la materia. Apuesta a la condición inmortal del hombre, al misterio de la
muerte que se revela y se muestra ante el amor, como lo supieron Shakespeare y
Novalis, como lo afirman los poetas por encima de modas literarias. Por eso no
hablo de Romanticismo sino, en todo caso, de filosofía
perenne.
Las manos vacías
aguardan un mundo nuevo que
huye
Los ojos cegados
se abren al tiempo que sueñas.
Ya en 1966, fecha de los primeros poemas, afirmaba Ponzo esta
certidumbre, antes de que el rigor de la pérdida lo enfrentara a la finitud
trágica del vivir.
Que yo me extinga, vivo,
en tu nombre
Que tú renazcas en la fe
compartida.
Este florilegio muestra el camino recorrido, y el
acrecentamiento lúcido del amor, que no es sólo sentimiento entre dos seres
sino una filosofía de vida. El amor de ella es recibido como salvación. El
instante, iluminado por la intuición amorosa, perdura sobre lo fugaz y lo
trivial. Es el “río que sube por mi oído
y me da el mundo”. El amor convierte al laberinto mundano en un universo
dotado de sentido, que va entregando indicaciones valiosas e incisivas. Hace
del poeta su discípulo (y una vez más pienso en el terrible maestro de Dante). Se revela como una fuerza sobrehumana
que sostiene a los enamorados ante el dolor y el absurdo.
Me atrevería a afirmar que en estos poemas el amor ocupa el
lugar de Dios, es un dios no nombrado, el Espíritu “que mueve al sol y las otras estrellas” como dijo Dante, acaso el Ereignis de que habla M.Heidegger. Vuelve a decirnos Alberto Luis Ponzo:
amor desvelo vivo abierto
canto del origen en los días finales…amor de vida sobremuerte…
Cabe celebrar doblemente la aparición de estos poemas,
sílabas de un canto de eternidad, y el hecho poco frecuente de que su autor,
nuestro querido amigo Alberto Luis Ponzo, haya vivido tantos jóvenes años para
registrarlos con intensa lucidez.
2) Sobre
el secreto trabajo, 2009.
En
el 2009, Alberto Luis Ponzo nos
sorprendió con 2 libros: Del amor y
nosotros. Antología, un homenaje a
su esposa a través de una valiosa selección de poemas publicados durante quince
años, y una compilación breve, titulada Sobre
el secreto trabajo (2007-2009) con bellos dibujos de Carlos Terribili.
Es una visión retrospectiva de la
propia obra, a través de una constante recuperación de la mirada inocente de la
infancia. Ponzo desliza reflexiones
sobre el tema del compromiso, típica propuesta inherente a su larga militancia
social, nunca renunciada, pero se pregunta: escribo
sin saber / si podré estar con ellos/ cuando hable del amor. Hablar con
ternura de los lugares de “más acá” es
referirse implícitamente a los lugares de un presunto “más allá” que sobrevuela el libro. Celebra el “calor secreto” que recibe del mundo, mientras se pregunta sobre el
ser incognoscible de la realidad. La memoria le trae retazos familiares,
afectos y recuerdos: “la casa conserva su
numeración/ no dejo de habitarla”... “donde encontrar al ser / que en su piel
ofrezca la verdad”.
A pesar de la angustia y el
sentimiento errático, ha de encontrar un camino seguro en el amor,
redescubriendo su valor como puesta en marcha de la voluntad y como vía del
conocimiento, lo cual se va acentuando a lo largo del libro. La tensión hacia el otro –la amada perdida en
el horizonte del mundo- es lo único que puede calmar el vacío de la existencia,
colmarla de sentido. Este es el camino
que recorre con pasión y temeridad, valorando a cada paso la palabra, la
sensación fundante, la memoria que vence al tiempo. Se propone captar las voces
desconocidas, los signos, las señales, en un camino sembrado de oscuridad.
Abre el cofre de las palabras
secretas, descubre la belleza que no muere, habla de eternidad. Y consecuentemente le nace un tú directo a la ya muerta
y viviente; el acto de hablarle la confirma en su ser, alcanzable en la palabra
o en el silencio. Su razón sigue atada al ser
efímero, no inalterable ni perenne, pero su sin razón poética ha franqueado
los límites: “la imagen del soñar
acontece” “Ella busca desde sí / un lugar en mi cuerpo”.
“Como fijado en su aire
todavía / en un temblor atado / permanezco”.
La “sedienta sombra” es ahora el hábitat del poeta-amante. Vive en la
espera, y escucha el renacer del habla/
en lo que amamos.
Finaliza el libro un poema sobre los
amantes:
... iban sin mostrar
quienes eran
confundidos en su aislamiento
sin sombras de otros pasos
así recuperaban el amor
originario
con el abrazo irrepetible
sobre un suelo más humano
3) Al costado del tiempo (Araucaria, 2010)
Unas
palabras previas a esta colección de poemas nos orienta sobre su contenido:
hablan de “una insistencia en el sentimiento
al costado del tiempo”, y explica la continuidad a la que califica de “extraña” entre estos poemas y los de El secreto trabajo, su libro anterior. Y
en efecto, ALP no solamente sigue morando en una zona de trascendencia
espiritual, que invade su diario vivir,
sino que, desde una visión ampliada, alcanza
el reconocimiento de poemas y frases anteriores que anticiparon esa evolución. Así recoge un breve poema de
1982, escrito ante la ausencia temporaria de su esposa Alba, a quien se halla
dedicada toda su obra de los últimos años, y gran parte de la anterior.
Deseos vacíos
caen sobre mi mano
Duermo sobre los restos de la
memoria
Los sonidos del cielo
me separan del cuerpo
Una imagen desierta
me cierra los ojos
El pensamiento busca un sitio
entre trapos que envuelven
tu nombre solo.
Leer
estos versos anticipatorios de la actual transfiguración de Alba en su muerte
me hizo recordar una temprana intuición del poeta Leopoldo Marechal, expuesta
en su poema “Niña-que-ya-no-puede-suceder”. Sólo se ama profundamente cuando se
alcanza la esencia (qué otra palabra podría usar) del ser amado, cuando se es
capaz de rescatarlo de su condición encarnada y perecedera. Ponzo ha sido
capaz, en esta etapa de sutilización del alma creadora, de reconocer a Alba en su
eternidad. Para ello ha debido
entregarse a la palabra, franquear los límites del tiempo. Y lo hace desde la plena conciencia de su
estar encarnado, de aquel equilibrio al que llama “salud”, en el primer poema.
Los poemas van desgranando la
búsqueda, que se hace espera, y la espera que como un cuenco vacío, va
colmándose de presencia.
Cómo
que tu lugar es otro
no entre nuestros brazos
sobre el mantel
o un pañuelo en la mudez de su
pureza?
No sé del más allá
sino en cualquier espera
o piedra o caracol.
Se existe sólo en el amor
extenso y sin demoras
al llegar o partir
Si algo sabré
no perderé la sombra
el no encontrar
el no ver y no oir
que es la unión de no tener
siempre
la sensación de estar viviendo
en todo lugar.
He
querido transcribir íntegramente este poema porque en él me parece concentrarse
el temple que prevalece en todo el libro, las intuiciones fundamentales que
hallaremos sembradas en cada página. El tiempoespacio se vuelve por momentos
externo a quien alcanza a vivir la continuidad vida-muerte, tiempo-eternidad.
...días y noches / el tiempo hacia fuera...
...somos testigos del misterio
/ la tragedia el horror / y el bello pulso / de la eternidad...
El tema de la voz y las voces se
hace constante en estas páginas, donde se recoge la escucha del oído – de los
canales sensibles sería, según la tradición, el más próximo a la percepción
metafísica - pero asimismo la “escucha”
de sentidos interiores, espirituales, que abren territorios desconocidos.
El lenguaje – como no puede ser de
otro modo - es objeto de una continua
preocupación para el poeta. Para él,
como para Cortázar, las palabras son a un tiempo necesarias y
desechables:
...
serán olvidadas / arrojadas al suelo...
...necesitan el olvido que las
arrime a semillas / sobras del mantel / donde quedan las copas vacías / lugares
que se ocupan del silencio.
Asi nos nombraran sin perder /
el sonido que somos / el nombre que se balancea como una gota / sobre la mano
que escribe.
Usa la palabra trasvivencias como equivalente de una memoria que se enciende y
triunfa sobre el devenir. Escribir es esperar:
la palabra
al costado
del tiempo
Pero no se trata de una esfera
vacía: la esfera es como un hueco que se va colmando de presencia.
andar letra a letra
como el que inventa pasos
al infinito
Evoca un verso de Roberto Juarroz: La poesía es presencia que acompaña.
Agregaría: presencia es presencia del Ser, más allá de lo efímero y
contingente. Esta es la zona que adivina, rodea y de hecho transita nuestro
amigo, volcado a la soledad de la vida transfigurada.
Su poesía se hace afirmativa en
palabras de sabiduría
nos unimos al mundo
después de estra
en el último estado
de la extensión vital de otras
uniones
uniones desde la infancia
los fuegos inocentes
....................
la revelación del cuerpo
(los órganos sin nombre)
..........................
uniones con la luz
y el sombreado origen del ser
......................
porque paso a paso
la vida sigua anuestro lado
exigiendo que nos demoremos
y nos quedemos atrás
Siento la tentación de reproducir
todo el libro omitiendo mi palabra siempre precaria que intenta atrapar el
mensaje luminoso de Alberto Luis Ponzo.
El sueño, la bilocación o mejor
dicho la ubicuidad, el traspaso de los límites,
es lo propio de un super-realismo
que no es de escuela sino de entrañable vocación e interno despliegue
espiritual.
Tarkovski hablaba de la zona al referirse a ese hiperespacio
frecuentado por los grandes del arte, aquellos que a través de la fidelidad a
la palabra, y del amor cultivado como una ciencia infusa, alcanzan a vivir en
el transvivir.
Nací de nada y de todo
su carga va llevando mi mano
ayuda a abrir los ojos
impulsa el murmullo
que escuchas
Finalmente los poemas de Ponzo, a la
vez que constituyen iluminaciones metafísicas, elaboran una poética, un
comentario de sí, un reconocimiento del lenguaje como voz que nos habla, más
allá de las voces personales. Y sin embargo, no basta esta dimensión para
anonadar al sujeto amante,
mientras tenga voz – habla-
palabra,
le daré a Ella voz – habla –
palabra.
4) Sobre lo posible
y Poemas, 2010.
Dos
cuadernillos manuscritos, encuadernados con artesanal devoción, encierran los
poemas de Ponzo de 2010. El amor por la
escritura converge con el retiro del mercado del libro.
El primero de ellos reúne, con el
título Sobre lo posible (Hojas del
Caminador, 2010) 15 poemas escritos entre abril y mayo en los cafés de Castelar, como el autor nos
informa, seguido de otro poema escrito en junio, que actúa como cierre.
Sin altisonancia alguna, Alberto
Luis Ponzo continúa y ahonda su exploración de la eternidad, guiado por el amor
de Alba. Precede a este conjunto un poema fechado en el 88: “Amor sucesivo” ha sido escrito
como una premonición, a través de un juego de opuestos que ahora se impone
inevitablemente ante la muerte: ascenso y descenso, luz y sombra, nombrar y
desnombrar.
...El amor luz de siempre
piel de cada palabra
oscuridad del nombrar
límite y salto sobre el límite
salto de saber y no saber
sabiduría de empezar a amar
vacío que el amor desconoce.
El amor
que desnombra la muerte
sucesivo inmemorial futuro
En este incierto rumbo del saber/no
saber se inscriben los poemas que siguen, escritos por el caminador solitario
que evoca y espera. Entiendo que al potenciar ese desnombrar que convoca al silencio,
Alberto se ha aproximado a la vía apofática de Meister Eckhart, aquel dominico
que enseña a no nombrar lo que desconocemos, y a abandonar esa plenitud gozosa
de los sentidos que hacen nuestras las cosas del mundo. La oscuridad también es
una luz, nos decía otra grande de nuestra poesía, Olga Orozco. Y así Alberto, paradójicamente envuelto en la
palabra que nombra y que desnombra, habla en distintos poemas de
una fuente
en el vacío
del desnombrar
.....
un acto inmaterial
huérfano
bajo la desnudez del latido (Poema 1)
...dejar a un lado
el remoto oficio
del designar
(Poema 2)
En esa oquedad del
alma que se recoge en sí misma con prescindencia de imágenes, es donde Ella se hace presente, sin
figura; es sólo sonido, voz, llamado.
Llamaste
y fue un grito disparado
lejos del mundo. (Poema 3)
La conciencia de sí acompaña este
tránsito por las fronteras, el abandono del lenguaje que sin embargo se hace
lenguaje todavía, y por eso es conciencia, aunque sea conciencia del abandono.
Llevo los restos de mi
cuerpo (...)Y soy
con todo / un solo viajero / de los días / no míos. (Poema 4)
Vuelve una y otra vez esa plenitud
que transforma la espera en música, el vacío en presencia sutil e iluminadora.
Se trata de algún modo de alcanzar el sentido, recuperar la gracia, provocar el
encuentro, reconocer el nombre que nos dieron al nacer. Intuir
la unidad del todo, la continuidad de lo distinto. No en vano cita Alberto a
Fijman y a Paul Celan, almas místicas tocadas por la sed de absoluto. Fijman
dice: El número uno es multitud. Y
Celan: Adónde fue? Hacia lo inextinguible. Mientras Ponzo frecuenta una región donde nadie ha llegado para ser olvidado.
Conciencia del mundo y preciencia
del trasmundo, valoración de la palabra como puente, y desvaloración de la
palabra ante las realidades últimas, ante puertas
que se abren y se cierran, en tanto
somos testigos de lo mágico, del destino de pensarlo. El dolor y la memoria
se alían en esta tarea ímproba de iluminar la propia vida posibilitando su
ingreso en la sombra.
años que recojo y llevo en mí
– un decir de lo que juego libre – para existir (Poema
13)
En la poesía de Ponzo, espejo de una
temeraria aventura registrada con plena lucidez, fulguran versos definitivos
como éstos:
Espero el acontecer
en la mañana de
silencio
(Poema 14)
Acallo palabras
para dejar expuesto
el lado del Amor (Poema 15)
El silencio
amanece
cuando se
oculta
la
voz (Poema 16)
Signos del silencio
convertidos en habla, palabra habitada
por la luz del Espíritu.
Vayamos ahora al segundo
cuadernillo, Tierra extendida y otros
poemas (colección De estos días, 2010).
Este conjunto de 14 poemas continúa y complementa al anterior en tono
más reflexivo. Al tema del amor y la eternidad, fusionados en la palabra que
los rodea y los alcanza – y que es mucho más que un tema poético, es la razón
de ser de la poesía y el lenguaje – se le agrega aquí una mirada sobre el
mundo, que entraña un juicio moral, en continuidad con la larga militancia
social de Alberto. Constata la ausencia
del poema en el mundo, la soledad del
amador que se ve a sí mismo en su esfuerzo:
...puertas de otra región
se abren
al tiempo
que
llamea todavía.
Proclama su voluntad de forzar esas
puertas hasta caer al lado de la amada. Reconoce el misterio del dejarse llevar, la prueba de andar vivo.
Reflexiona
este surrealista sin escuela retórica sobre
ese azar que hilo a hilo va atando los secretos / que la
ciencia no descifra. Se pregunta sobre ese lugar del cual partimos sin saberlo, y al cual volvemos.
El
sentimiento dicta tonos elegíacos, la razón vuelve por su cauce. Ese retorno a
la racionalidad le ha hecho abandonar el oxímoron, los contrastes abruptos del
otro poemario. Sin embargo, mantiene la conciencia de su pertenencia a dos
mundos, y puede afirmar, ante la marea
de los que pasan por su mesa del bar:
Me doy cuenta / de que soy otro
Una comparación final
acerca a la muerte con el lenguaje. Ambos pertenecen al mismo género
espiritual:
en la muerte
no hay fin o un hecho cierto
como palabra dada
que
no cesa.
Fecunda lección la de la Poesía,
cuando es asumida con total entrega.
Hemos visto que para Ponzo, en estos últimos trabajos, el acto de escribir es – como para Faulkner,
a quien cita - romper los límites. Ha aprendido a morar en el mundo sabiendo que
no pertenece sólo a él, que es suya otra región desconocida. Igualmente intuye una dimensión no corriente de la
palabra, que hace de ella un puente con el Cielo (Swedenborg), una escucha de
los dioses (Heidegger).
El dolor de vivir no se ha borrado
pero se lo vive de otro modo, sostenido por una tácita convicción: desde el
exilio, la resumo con una frase de Baruj Spinoza:
sentimos,
experimentamos que somos eternos.
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