La gran novela
latinoamericana
Autor:
Carlos Fuentes
Lugar
de edición: Buenos Aires
Editorial
Alfaguara
Edición
2012 – 1º edición 2011
Cantidad
de páginas: 445
En el año 2012, ese célebre escritor
viajero, Carlos Fuentes, emprendió su última travesía y nos dejó un gran legado
que nos hablaba de una de las mayores experiencias culturales latinoamericanas
que todos conocemos como el “boom”. Él fue un protagonista de ese proceso que
dejó una marca imborrable en la historia de la cultura, no sólo como creador de
las ficciones que lo protagonizaron sino también como un escritor de
reflexiones que lo explicaron.
El novelista mexicano se fue dejando
tras de sí una larga estela de los libros que se han vuelto indispensables en
la biblioteca de quienes quieren leer Latinoamérica, desde la narración y desde
la reflexión. Su permanente transitar entre su México y el resto del mundo le otorgaron una aguda visión que le
permitió construir un mundo narrativo capaz de dar cuenta de la riqueza y las
contradicciones de una convulsionada Latinoamérica poblada de tiranos, héroes y
víctimas, cuya verosimilitud puede ser puesta en duda hasta que se la confronta
con la atroz realidad.
A lo largo de su producción
literaria abordó el ensayo como una reflexión que va desde la narrativa
latinoamericana hasta la crítica a la política internacional, sin que el
tratamiento de un tema excluya al otro.
En 1969, en plena vigencia del
“Boom”, publicó su primer ensayo, La
nueva novela hispanoamericana, y en 2011, antes de partir, volvió sobre el
tema, pero no hizo una historia de la novela sino una novela de la narración en
Latinoamérica.
La
gran novela latinoamericana, como todo buen ensayo, no es una mera
reflexión sobre un fenómeno cultural, es mucho más y podemos leerlo como una
novela en la que el gran protagonista es el arte del relato -no la novela ni
los novelistas-, por ello comienza con los cronistas que, en su intento por dar
cuenta de sus andanzas y reclamar por sus sacrificios en nombre del Imperio
Español, sentaron los cimientos del arte del relato latinoamericano. Al tratar
ese caso es que el narrador mexicano vuelve sobre la fascinación que le
provocan los escritos de esos cronistas desprovistos de la formación del
escritor profesional, pero acuciados por la humana necesidad de contar, de
dejar huella por la palabra y llegar lejos, hasta ser oídos por quienes
detentan el poder.
Carlos Fuentes reconoce que ese
primigenio arte del relato se enriqueció con la cultura colonial, formada entre
lo que la severa autoridad imperial permitía o proscribía. Así, a pesar de la
prohibición de la novela en las provincias de ultramar del imperio, a la luz de
las voces de los vencidos que nunca se acallaron y de los libros vedados que
burlaban los controles y llegaban a las bibliotecas de monjes y seglares, se sembró
la chispa del pensamiento que un día desembocaría en la empresa
independentista.
En la historia de la constitución
del género en Latinoamérica señala a Machado de Asís como el primer
representante de una narrativa que la modernidad reconoce plenamente como
novela, haciendo escuela en América y en Europa, en un viaje de ida y vuelta
del que se beneficiaron los escritores y los lectores de todo el mundo. De modo
similar señala a Rómulo Gallegos como el gran narrador que instaló el paisaje
latinoamericano en la reflexión universal del hombre ante la naturaleza, la
paradoja de ser o no ser con ella o ante ella.
La revolución mexicana le merece una
reflexión particular, aún cuando le ha dedicado más de un libro en distintos
géneros a ese particular proceso de la historia latinoamericana que la marca y
la define; porque así como él la ha novelado, muchos otros lo hicieron,
contando su historia cómo una búsqueda de resolución de un conflicto hondo en
la identidad mexicana.
Dentro de esta novela del arte del
relato, tienen su capítulo los grandes maestros de la magia de la narración:
Jorge Luis Borges, como el mentor de toda esa generación que ha declarado su
deuda con su forma de concebir el universo y la posibilidad o imposibilidad de
nombrarlo; Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, José Lezama
Lima, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. El recorrido que realiza con
estos exponentes del catálogo inevitable de los escritores latinoamericanos da
cuenta del llamado “Boom” de la literatura latinoamericana del que participó
como protagonista creador de ficciones y reflexivo cronista. Así como repasa
las estrategias desplegadas por los autores para componer relatos atrapantes,
también echa revista a la situación política de los países en los que proliferó
ese modo de novelar, los mecanismos editoriales que hicieron posible el
fenómeno con su alcance y sus limitaciones.
El punto de inflexión entre el
“Boom” y el “Post Boom” lo marca con el nombre de José Donoso y de ahí en más
el relato reduce la cantidad de protagonistas a Nélida Piñón y Juan Goytisolo,
mostrando que el fenómeno de explosión editorial con profusión de títulos y
autores se fue frenando hacia el fin del milenio y principio del siguiente.
Hacia la conclusión de su ensayo
dedica dos finales a la literatura mexicana, uno protagonizado por cinco
escritoras y el otro por tres caballeros. Las damas son Elena Poniatowska,
Ángeles Mastreta, Margo Glantz, Bárbara Jacobs y Carmen Boullosa y los
novelistas son Daniel Sada, Álvaro Enrigue y Juan Villoro.
El libro de Carlos Fuentes se cierra
con una afirmación desde la cuál comenzó a escribir y que el lector debe
reconocer para apreciarlo con justicia: “El lector tiene en su manos un libro
personal. Esta no es un ‘historia’ de la narrativa iberoamericana. Faltan
algunos nombres, algunas obras. Algunos dirán que, en cambio, sobran otros
nombres, otras obras.” (437)
La
gran novela latinoamericana es un libro fiel a su título, es la historia
ficticia del derrotero de un género que ha colocado a una cultura en un lugar
preponderante de la producción cultural universal. No es un libro para estudiar
el género sino para degustarlo.
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