domingo, 17 de julio de 2016

Una novela de la novela latinoamericana

La gran novela latinoamericana
Autor: Carlos Fuentes
Lugar de edición: Buenos Aires
Editorial Alfaguara
Edición 2012 – 1º edición 2011
Cantidad de páginas: 445

            En el año 2012, ese célebre escritor viajero, Carlos Fuentes, emprendió su última travesía y nos dejó un gran legado que nos hablaba de una de las mayores experiencias culturales latinoamericanas que todos conocemos como el “boom”. Él fue un protagonista de ese proceso que dejó una marca imborrable en la historia de la cultura, no sólo como creador de las ficciones que lo protagonizaron sino también como un escritor de reflexiones que lo explicaron.
            El novelista mexicano se fue dejando tras de sí una larga estela de los libros que se han vuelto indispensables en la biblioteca de quienes quieren leer Latinoamérica, desde la narración y desde la reflexión. Su permanente transitar entre su México y el resto del  mundo le otorgaron una aguda visión que le permitió construir un mundo narrativo capaz de dar cuenta de la riqueza y las contradicciones de una convulsionada Latinoamérica poblada de tiranos, héroes y víctimas, cuya verosimilitud puede ser puesta en duda hasta que se la confronta con la atroz realidad.
            A lo largo de su producción literaria abordó el ensayo como una reflexión que va desde la narrativa latinoamericana hasta la crítica a la política internacional, sin que el tratamiento de un tema excluya al otro.
            En 1969, en plena vigencia del “Boom”, publicó su primer ensayo, La nueva novela hispanoamericana, y en 2011, antes de partir, volvió sobre el tema, pero no hizo una historia de la novela sino una novela de la narración en Latinoamérica.
            La gran novela latinoamericana, como todo buen ensayo, no es una mera reflexión sobre un fenómeno cultural, es mucho más y podemos leerlo como una novela en la que el gran protagonista es el arte del relato -no la novela ni los novelistas-, por ello comienza con los cronistas que, en su intento por dar cuenta de sus andanzas y reclamar por sus sacrificios en nombre del Imperio Español, sentaron los cimientos del arte del relato latinoamericano. Al tratar ese caso es que el narrador mexicano vuelve sobre la fascinación que le provocan los escritos de esos cronistas desprovistos de la formación del escritor profesional, pero acuciados por la humana necesidad de contar, de dejar huella por la palabra y llegar lejos, hasta ser oídos por quienes detentan el poder.
            Carlos Fuentes reconoce que ese primigenio arte del relato se enriqueció con la cultura colonial, formada entre lo que la severa autoridad imperial permitía o proscribía. Así, a pesar de la prohibición de la novela en las provincias de ultramar del imperio, a la luz de las voces de los vencidos que nunca se acallaron y de los libros vedados que burlaban los controles y llegaban a las bibliotecas de monjes y seglares, se sembró la chispa del pensamiento que un día desembocaría en la empresa independentista.
            En la historia de la constitución del género en Latinoamérica señala a Machado de Asís como el primer representante de una narrativa que la modernidad reconoce plenamente como novela, haciendo escuela en América y en Europa, en un viaje de ida y vuelta del que se beneficiaron los escritores y los lectores de todo el mundo. De modo similar señala a Rómulo Gallegos como el gran narrador que instaló el paisaje latinoamericano en la reflexión universal del hombre ante la naturaleza, la paradoja de ser o no ser con ella o ante ella.
            La revolución mexicana le merece una reflexión particular, aún cuando le ha dedicado más de un libro en distintos géneros a ese particular proceso de la historia latinoamericana que la marca y la define; porque así como él la ha novelado, muchos otros lo hicieron, contando su historia cómo una búsqueda de resolución de un conflicto hondo en la identidad mexicana.
            Dentro de esta novela del arte del relato, tienen su capítulo los grandes maestros de la magia de la narración: Jorge Luis Borges, como el mentor de toda esa generación que ha declarado su deuda con su forma de concebir el universo y la posibilidad o imposibilidad de nombrarlo; Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, José Lezama Lima, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. El recorrido que realiza con estos exponentes del catálogo inevitable de los escritores latinoamericanos da cuenta del llamado “Boom” de la literatura latinoamericana del que participó como protagonista creador de ficciones y reflexivo cronista. Así como repasa las estrategias desplegadas por los autores para componer relatos atrapantes, también echa revista a la situación política de los países en los que proliferó ese modo de novelar, los mecanismos editoriales que hicieron posible el fenómeno con su alcance y sus limitaciones.
            El punto de inflexión entre el “Boom” y el “Post Boom” lo marca con el nombre de José Donoso y de ahí en más el relato reduce la cantidad de protagonistas a Nélida Piñón y Juan Goytisolo, mostrando que el fenómeno de explosión editorial con profusión de títulos y autores se fue frenando hacia el fin del milenio y principio del siguiente.
            Hacia la conclusión de su ensayo dedica dos finales a la literatura mexicana, uno protagonizado por cinco escritoras y el otro por tres caballeros. Las damas son Elena Poniatowska, Ángeles Mastreta, Margo Glantz, Bárbara Jacobs y Carmen Boullosa y los novelistas son Daniel Sada, Álvaro Enrigue y Juan Villoro.
            El libro de Carlos Fuentes se cierra con una afirmación desde la cuál comenzó a escribir y que el lector debe reconocer para apreciarlo con justicia: “El lector tiene en su manos un libro personal. Esta no es un ‘historia’ de la narrativa iberoamericana. Faltan algunos nombres, algunas obras. Algunos dirán que, en cambio, sobran otros nombres, otras obras.” (437)

            La gran novela latinoamericana es un libro fiel a su título, es la historia ficticia del derrotero de un género que ha colocado a una cultura en un lugar preponderante de la producción cultural universal. No es un libro para estudiar el género sino para degustarlo.

Una patria literaria

Iglesia, Cristina y Loreley El Jaber (Dir. del vol.) (2014),  Una patria literaria. Historia crítica de la literatura argentina, Vol. 1, Buenos Aires, EMECÉ (531 págs.)

En el mes de diciembre del año 2014 fue anunciada la aparición del tomo I de la Historia crítica de la literatura argentina aunque hubo que esperar a los primeros meses del 2015 para que los ejemplares circularan por las librerías. Era un volumen hartamente esperado por los seguidores de la colección porque en él se suponía que se declararía de modo explícito el plan total de la obra, las decisiones que debió tomar el Director y sus expectativas sobre el trabajo proyectado once volúmenes atrás.
Tal como era de esperar desde que el proyecto hizo su aparición en los medios, Noé Jitrik rubrica la “Apertura” del proyecto y allí hace su declaración de principios frente a lo que considera literatura, la labor de historiarla y la función de la crítica. Inmediatamente, las directoras del volumen, Cristina Iglesia y Loreley El Jaber, retoman la imagen con la que Juan José Saer ficcionaliza el encuentro de los españoles con el Río de la Plata para ilustrar la empresa de fundar lo que llaman “Una patria literaria”. Tarea en la que se sienten comprometidas del mismo modo en el que lo expuso el director del proyecto total, Noé Jitrik.
En la “Apertura”, el director del proyecto destaca los desafíos que representó reunir a los directores de cada volumen y a los redactores bajo un mismo propósito que implique una lectura crítica que, a su vez, no niegue las historias de la literatura argentina precedentes y los textos ya consagrados. Implica hacer una historia sin que ello obligue a seguir un rígido orden cronológico que impida ver la dinámica del proceso literario.
Las directoras del volumen tiene una trayectoria que las precede y las avala en la tarea que Noé Jitrik les propuso, pues ambas se han instalado en el ámbito de la crítica con publicaciones de sus estudios sobre la literatura de tiempos hispánicos y del siglo XIX, que han indagado sobre la compleja mirada que requieren los proteicos tiempos de fundación, tanto en un período como en el otro. Ellas han convocado a su vez a los redactores de los artículos que integran los apartados, de acuerdo con la trayectoria que los califica como especialistas en los temas que abordan y, cuando se revisa sus trayectos académicos, nos sorprende la variedad de las procedencias en los que se nota la convocatoria a distintos centros de investigación de un país dilatado y diverso pero que ha crecido en el campo de los estudios académicos.
El volumen se estructura en base a cuatro partes: “Desplazamientos”, “Ensayos y representaciones”, “Escritores” y “Lenguajes y saberes”. La primera reúne tres artículos, dos dedicados a los textos que dan cuenta de la exploración del Río de la Plata y la Patagonia y el último sobre un clásico de los textos coloniales, El Lazarillo de ciegos caminantes.
“Primeras imágenes del Río de la Plata. Colonialismo, viaje y escritura en los siglos XVI y XVII” está a cargo de una de las directoras, Loreley El Jaber, que despliega su conocimiento sobre los textos que fundaron una imagen literaria del Río de la Plata. El artículo siguiente es “La Patagonia: viajeros al confín de los infortunios”, redactado por María Jesús Benites, quien desde la Universidad Nacional de Tucumán se ha dedicado a los textos de la exploración de dos regiones tan distantes como enigmáticas, la amazónica y la magallánica.
El ameno libro del misterioso Concolorcorvo fue abordado por Mariselle Meléndez en el artículo “Espacio, historia e ilustración en El Lazarillo de ciegos caminantes”. La autora trabaja en la Universidad Illinois y se ha especializado en los textos de la colonia hispanoamericana con numerosas publicaciones específicas.

La segunda parte, “Ensayos y representaciones”, propone, a través de seis artículos, un recorrido de los escritos que tematizan un período histórico que comprende desde la crisis del orden colonial hasta el gobierno de Juan Manuel de Rosas, prestando atención a la expresión lírica, teatral, periodística y a los discursos políticos.
“Neoclasicismo y nación (1806 – 1827)” fue escrito por Susana Poch, discípula del famoso Hugo Achugar y profesora de Literatura Argentina en la U.B.A.; toma el período en el que la expresión literaria aún respondía a la estética peninsular pero con una temática que exaltaba los aires revolucionarios.
Martín Rodríguez, un especialista en la historia del teatro argentino y latinoamericano, asumió la tarea de dar cuenta del “Teatro en Buenos Aires (1783 – 1825)”, desde la apertura del pionero teatro de la ranchería hasta la gobernación de Juan Manuel de Rosas. En su estudio presta atención tanto a las puestas en escena como a los temas tratados, según los cambios sociales y políticos, al público que asistía y a la crítica que recibieron en aquellos tiempos.


En el apartado “Escritores”, hay cuatro estudios sobre autores particulares, desde la colonia hasta la instalación del romanticismo. El primero, “Luis de Tejeda y Guzmán y su Babilonia de las Indias”, está a cargo de la Dra. Beatriz Colombi, docente e investigadora del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la U.B.A. Realiza una revisión cronológica del tratamiento que recibió el primer poeta argentino en la investigación crítica y los sitúa en relación con su revalorización a propósito del centenario y del bicentenario del proceso independentista.
El docente e investigador especializado en la literatura gauchesca Pablo Ansolabehere encara el estudio de “Hidalgo: autor y personajes”, en el que destaca la importancia de Bartolomé Hidalgo como autor de una obra y fundador de un género con tanta vigencia en nuestra literatura.
La Dra. Claudia Roman, docente de las cátedras de Literatura Argentina I y II de la U.B.A., aborda a un fraile pionero del periodismo crítico y  la prensa satírica en el artículo “Un misticopolítico, panfletista en el Año Veinte: Francisco de Paula Castañeda”. En su estudio traza un recorrido cronológico por la producción periodística del fraile y su importancia para el afianzamiento del género y para la construcción de un imaginario sobre el rosismo.
El último artículo del apartado está a cargo de una de las directoras del volumen, Cristina Iglesia, que hace un despliegue sobre su conocimiento de las letras decimonónicas para ubicar al introductor del romanticismo en la Argentina. “Echeverría: una patria literaria” revisa la construcción que hizo la crítica de la figura de Esteban Echeverría como un fundador de una imagen de país y no sólo de una literatura.

La última sección del libro, “Lenguajes y saberes” se inicia con un estudio de la Dra. Elena Altuna –docente e investigadora de la Universidad Nacional de Salta, especializada en las letras coloniales- en el artículo “Los contactos interétnicos y sus representaciones en los escritos de la conquista espiritual” sintetiza de modo muy conciso un amplísimo recorrido por los archivos que atesoran las letras coloniales desde el siglo XVI al XVIII, para dar cuenta del esfuerzo de comprensión de los intelectuales de la época sobre un horizonte del mundo que se expandía rápidamente.
La Dra. Graciela Baticuore –investigadora de la U.B.A. y del CONICET- se detuvo a estudiar la transición entre el siglo XVIII y XIX en el campo de las lecturas sus espacios y participantes, en un artículo titulado “Sobre legislaciones y prácticas: libros, lectores y bibliotecas entre dos siglos (Buenos Aires, 1754-1819).
La Dra. en ciencias Naturales de la U.N. de la Plata Irina Podgorny da una mirada sobre la producción de conocimiento y su administración en el campo del naturalismo, en un período de medio siglo, bajo el sugestivo título “De los sapos, curas, culebras, tipógrafos e ingenieros. La historia natural y la burocracia del saber en la América meridional (1790–1840)”.
El último artículo de este volumen de la Historia crítica, “Pedro de Angelis y las primeras ediciones modernas de textos coloniales rioplatenses”, está a cargo de  la Dra. Amanda Salvioni, quien revisa el trabajo pionero del primer archivista oficial de la Argentina que construyó el corpus inicial de letras coloniales como parte del programa cultural del gobierno de Juan Manuel de Rosas.
El libro se cierra con un “Epílogo”, redactado por el director de la colección, el reconocido Noé Jirik, en el que se completa la formulación del proyecto total de la obra, presentado en la “Apertura” del mismo volumen.-

Rafael Fabián Gutiérrez
Profesor Adjunto
Cátedra de Literatura argentina
Universidad Nacional de Salta