lunes, 20 de octubre de 2014

Borges y el escritor argentino

La problemática del canon en la constitución de la literatura argentina es un estudio recurrente dentro del ámbito de las letras. Desde el reconocimiento del Martín Fierro  por parte de Lugones hasta nuestros días, el canon está rodeado de  varias controversias. Borges en su ensayo “El escritor argentino y la tradición”, plantea ciertas cuestiones que atienden al escritor argentino sumergido en un “deber ser nacional” y la tradición.
 Comienza hablando sobre el Martin Fierro, del cual no discute su canonicidad, y establece en cierta forma las diferencias entre la poesía gauchesca y la poesía de los payadores. Dentro del primer tipo de poesía mencionada, encontramos nombres tales como Ascasubi, Hidalgo, Estanislao del Campo y, por supuesto, José Hernández. Creo que para Borges las diferencias radican tanto en el léxico como en los temas que se tratan en ambos casos, es decir que hay una diferencia en el propósito de los poetas. “Los poetas populares del campo y del suburbio versifican temas generales: las penas del amor y de la ausencia, el dolor del amor y lo hacen en un léxico muy general también; en cambio, los poetas gauchescos cultivan un lenguaje deliberadamente popular, que los poetas populares no ensayan. No quiero decir que el idioma de los poetas populares sea un español correcto, quiero decir que si hay incorrecciones son obra de la ignorancia. En cambio, en los poetas gauchescos hay una busca de las palabras nativas, una profusión de color local. La prueba es ésta: un colombiano, un mejicano o un español pueden comprender inmediatamente las poesías de los payadores, de los gauchos; y en cambio necesitan un glosario para comprender, siquiera aproximadamente. A Estanislao del Campo o Ascasubi.” (Borges, 1974: 268).
Otra caso que resalta en este ensayo es la comparación del Martin Fierro con La urna  de Enrique Banchs. En esta oportunidad se plantea cual de los dos poemas es mas argentino. En primera instancia el poema de Hernández pareciera ser el que más cumple con el deber ser nacional. Esto por la constante aparición de los paisajes argentinos, el léxico, etc. Pero Borges causa sorpresa al indicar que no sólo se es argentino cuando se describen paisajes o se usan ciertos vocablos, propios de una identidad nacional, sino también cuando la escritura está atravesada  por temáticas universales, como el amor, el gran dolor del abandono, etc. Es decir que el escritor argentino no debe limitarse solo a su tierra sino a encontrarse en el mundo, en el universo. No se es menos argentino por no decir “aquí me pongo a cantar al compas de la vigüela”. Borges cuenta una anécdota bastante particular referida a uno de sus cuentos: La muerte y la brújula, una suerte de pesadilla detectivesca en que figuran elementos de Buenos Aires deformados por el horror de la pesadilla: aparecen allí el Paseo Colon, las quintas de Adrogué, etc. Los amigos del escritor alabaron este cuento diciéndole que por fin habían encontrado en su escritura un color local, a lo que él responde que no había sido esa su intención. Para Borges, cuando el escritor se despoja de la presión de escribir con un color local determinado, con un nacionalismo exacerbado, recién tiene una libertad mental para escribir lo que antes no podía.
Por último, él se preocupa  por un tema polémico: la tradición argentina. Respondiendo esta cuestión como central, Borges aduce que nuestra tradición es toda la cultura occidental, inclusive va mas allá diciendo que “tenemos derecho a esta tradición, mayor que el pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental”. Es decir, Borges no pretende que olvidemos de dónde venimos, sino que logremos despojarnos como escritores, lectores de los prejuicios y abandonarnos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística.

 José Manuel Díaz Watson